CAPÍTULO IV: ESTABLECIMIETOS DESDE 1857
Describiendo los diversos establecimientos de los Misioneros durante este período, daremos una breve noticia de los sucesos pertenecientes a la historia general. El orden que nos proponemos seguir es el cronológico.
1.—Lisboa: Ajada.
En carta circular de 1.° de Enero de 1858 escribía el Sr. J.-B. Étienne, Superior General, a los miembros de la Congregación lo siguiente:
«Una circunstancia imprevista nos ha revelado haber llegado la hora señalada por la divina Providencia para comenzar la obra de la restauración de la Provincia de Portugal, reducida actualmente a la sola persona del Visitador. Habiéndome manifestado una Princesa de la corte de Portugal el deseo de que las Hijas de la Caridad fundaran un establecimiento bajo su protección en dicha capital, me vi precisado a contestarle que no podía complacerla sino con dos condiciones, a saber: 1.a, que al mismo tiempo que las Hijas de la Caridad se establecieran también en Lisboa los Misioneros, como medida necesaria a la conservación del espíritu de su vocación; 2.a, que interviniera una autorización oficial del Gobierno que garantizase la existencia en el Reino de unos y otras.
«Tan providenciales circunstancias eran a mis ojos presagio de un hermoso porvenir en el Reino de Portugal. No tardaron en revelarse los designios de Dios; porque algunos meses después apareció el terrible azote de la peste, que tantas víctimas ha hecho y continúa haciendo aún en dicha capital. Precisamente cuando hacía mayores estragos salieron para Lisboa el 17 de Octubre último, los Señores Miguel Sipolis, Superior de la nueva Misión, y Miel, con cinco Hijas de la Caridad. Tan pronto como llegaron, ofrecieron sus servicios para el alivio espiritual y corporal de los pobres y enfermos. El Rey, que tan nobles pruebas de amor y tan bellos ejemplos de abnegación ha dado a su pueblo en tan tristes circunstancias, habiendo tomado la resolución de recoger los huérfanos, desamparados por las víctimas de la epidemia, en un palacio ofrecido generosamente por su ilustre tía, a fin de procurarles los cuidados que su situación reclamaba, mandó pedir otras seis Hijas de la Caridad, que emprendieron la marcha el 15 de Diciembre.»
El palacio donde iba a instalarse el asilo para los huérfanos de las víctimas del azote que desolaba a Lisboa (fiebre amarilla y cólera), había sido ofrecido por la ilustre tía del Rey Don Pedro V, la Infanta Doña Isabel María. Está situado en Ajuda, aldea sobre una pequeña altura al Oeste de Lisboa. La fecha en que desembarcaron en Belén, al lado de Lisboa, las primeras Hermanas francesas y los Misioneros que las acompañaban, fue el 23 de Octubre de 1857. Estos se instalaron, como era natural, cerca del asilo donde iban a organizarse las obras de las Hermanas. En la relación que hizo el Cardenal, Patriarca de Lisboa en 13 de Agosto de 1860 encontramos el siguiente dato: «Los (dos) Sacerdotes lazaristas residen en la calle de San Francisco de Paula».
Esta calle pasa por debajo del barrio de Ajuda, paralela al Tajo y no lejos de los Almacenes colocados hoy a lo largo del río».
El Alvara o Real decreto de 9 de Febrero de 1857 había acogido favorablemente, siguiendo el parecer del Cardenal Patriarca de Lisboa, la petición hecha por la Sociedad protectora de huérfanos y por la Asociación consoladora de los afligidos, para que mandasen venir de Francia las Hijas de la Caridad; y el Alvara de II de Abril del mismo año autorizaba: «la venida de Francia de las Hermanas y de sus Directores, enviados por el Superior General de la Misión». Estos datos y un gran número de los que vamos a dar están tomadas de la obra titulada: La Cuestión de las Hermanas en Portugal, obra que es una fuente abundante y segura de noticias relativas a este asunto.
Este establecimiento fue la realización de lo que diez años antes había previsto el Superior General, Sr. Etienne, cuando escribía:
«Nuestra Provincia de Portugal continúa en la misma desagradable situación en que se encontraba el año pasado, sin que circunstancia alguna me autorice aún para esperar un cambio favorable. Sin embargo, sé que en Portugal se desea ver abiertas algunas casas de Hijas de la Caridad; pues se me han hecho algunas proposiciones al efecto, y como saben que el establecimiento de las Hijas de la Caridad lleva consigo necesariamente el de los Misioneros que las dirigen, no sería extraño que antes de mucho tiempo la Congregación saliera de situación tan precaria en una región donde son tan importantes los recuerdos que de ella se conservan, por el bien que allí hizo».
Los Sacerdotes de la Misión trasladaron su residencia, en el año 1860, de la casa que habían habitado desde 1857 a Bemfica.
En la lista de patentes se lee con fecha 20 de Octubre de 1859: «Sr. Miguel Sipolis, Visitador de la Provincia de Portugal, Superior-Director de las Hijas de la Caridad.» A éste sucedió el Sr. Fongueray.
II.— Lisboa: San Luis de los Franceses. (1859)
En 6 de Julio de 1859, el Ministerio de Negocios Extranjeros en París dirigió al Sr. Etienne, Superior General de los Lazaristas, la siguiente notificación: «Habiendo abandonado definitivamente a Lisboa el Sr. Bouscaillón, Capellán de San Luis de los Franceses, suplico a usted se digne nombrar para sustituirle un Sacerdote de su Congregación.»
Una carta publicada en los ANALES DE LA MISIÓN, tomo XLIV, pág. 562, y fechada en Lisboa en el mes de Enero de 1879, da acerca de San Luis de los Franceses algunas noticias históricas, de las que transcribimos a continuación las principales.
Los franceses que vivían en Portugal fundaron en 1438 una Cofradía bajo el patrocinio de San Luis; pero careciendo de Iglesia propia, mudaron varias veces el lugar de su reunión en diversas iglesias de la ciudad. Sólo después de más de un siglo se compró el terreno sobre el que está actualmente edificada la iglesia de San Luis de los Franceses. La edificación de la iglesia se comenzó el 25 de Agosto de 1572.
Esta Iglesia fue derribada, con otros muchos edificios, por el célebre temblor de tierra que en 1755 destruyó una gran parte de Lisboa. La nación francesa (así se llamaba la colonia francesa en Lisboa) resolvió reedificarla, y el Conde de Saint-Priest, a la sazón Embajador de Francia en Lisboa, tomó con interés el negocio, y vino a ser su restaurador. No contentándose con reedificarla, la agrandó y juntó a ella un hospital para los marinos y otros franceses enfermos, en especial pobres. El deseo de colocar el hospital encima de la Iglesia dio ocasión al plan algo singular de la misma. Esta tiene 20 metros de largo por 12 de ancho, proporción que no sería irregular considerada en sí misma; pero resulta que el interior está dividido a lo largo en dos partes iguales por un muro, en el cual hay tres aberturas. La de en medio llega hasta el techo, y las otras dos hasta la mitad de la altura, habiéndose colocado en cada una de éstas un altarito. De modo que la Iglesia resulta un compuesto de dos capillas paralelas, una detrás de otra, y comunicando entre sí por un gran arco abierto en el muro de separación. Si dicho muro se hubiera colocado un poco más hacia el fondo, la parte separada sería más pequeña y ofrecería el aspecto gracioso de un santuario; pero este plan era contrario a la idea de fortificar el techo de la Iglesia para colocar encima el hospital.
La parte anterior es abovedada, y la posterior llana y adornada con bastante gusto. Cuelgan de ella cuatro lámparas proporcionadas al local. Una hornacina, hecha en la pared del fondo, recibe de lo alto una luz débil y suave, que ilumina graciosamente una estatua de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Cerca de dicha imagen, y fijas en la pared, hay otras dos lámparas más pequeñas que las que cuelgan del techo, y que forman como una sola pieza con la hornacina.
Estas dos lámparas recuerdan un suceso consolador. Habiéndose convertido a la Religión Católica la Condesa de Edla, segunda esposa de Don Fernando, padre del Rey, que era protestante, fue bautizada y reconciliada con la Iglesia en la capilla de San Luis de los Franceses, y como recuerdo de su bautismo regaló las dos lámparas de que acabamos de hablar. Este no es el único caso de protestantes que han abjurado la herejía en San Luis de los Franceses.
En medio de la parte interior que forma el santuario de la Iglesia hay un magnífico altar de mármol, que, por su tamaño y perfección, no menos que por la riqueza de la materia de que está hecho, sería digno de figurar en una Catedral.
Sobre la Iglesia, y en toda la extensión de la misma, hay un piso en el cual se estableció el Hospital de San Luis, y allí permaneció por espacio de veinticinco años, es decir, hasta el año 1792. La falta de recursos debió ser, sin duda, la causa de que entonces se cerrara y no se volviera a pensar en abrirle hasta el año 1832, en que se temía la invasión del cólera. El promotor de tan buena idea fue el Sr. de Lesseps, entonces Cónsul general de Francia en Lisboa. El cólera se declaró, en efecto, y el hospital prestó grandes servicios. Acabada la epidemia volvió el hospital a cerrarse, hasta que apareció de nuevo el azote en 1856. El año siguiente, 1857, se declaró también la fiebre amarilla, y entonces se dejó sentir de nuevo la necesidad de un hospital para los franceses; pero ya no se pensó en colocarlo sobre la Iglesia, por ser un local poco a propósito, tanto por su estrechez como por la incomodidad del servicio.
Además, se quería poner al frente a las Hijas de la Caridad y no había en donde colocarlas. Fue, por consiguiente, necesario buscar un local mejor, dejando el de encima de la Iglesia para residencia del Capellán de San Luis de los Franceses.
Esta morada consta de dos grandes salas, en correspondencia con las dos partes iguales en que se divide la Iglesia; pero son algo más estrechas, porque se ha tomado una parte a derecha e izquierda para hacer habitaciones.
La Iglesia está edificada en la esquina de dos calles que se encuentran formando un ángulo obtuso, de donde resulta que entre la pared lateral de la Iglesia y la calle se forma un lindero, que va, naturalmente, ensanchándose hacia el fondo, llegando a tener de cinco a seis metros de ancho. Este espacio se ha aprovechado para hacer la escalera que sube al piso, y además se ha hallado modo de hacer en este espacio irregular, abajo la sacristía, y en los tres pisos, una sala de recibir, algunas habitaciones un poco incómodas, la cocina, etc., etc. En suma, se ha aprovechado bien todo el terreno.
He aquí ahora algunos datos que he encontrado en un manuscrito, referentes a San Luis de los Franceses:
«La Iglesia pertenece al Gobierno francés, que paga al Capellán por medio del Cónsul de Francia. Para hacer alguna reparación de importancia hay que acudir al Ministro de Negocios Extranjeros. Hay una administración o consejo de fábrica, cuyo Presidente es el Ministro de Francia, Vicepresidente el Cónsul, y miembro nato el Capellán de San Luis; el Ministro de Francia nombra, además, otros franceses recomendables por su posición social y religiosidad para formar parte del mismo. Hay también un Tesorero que presenta las cuentas todos los años, y un Secretario para escribir los procesos verbales, etc.
La Iglesia de San Luis ha obtenido muchos privilegios, especialmente de los Romanos Pontífices, cuyos documentos originales se conservan en los archivos. En ella han prestado sus servicios de Capellán Sacerdotes del Clero secular y regular. En 1856 fue confiada a los Padres del Oratorio del P. Petetot; pero sólo estuvieron tres años a su frente, retirándose en 1859.
Nosotros—dice el Sr. Miel—acabábamos de llegar con el Sr. Sipolis y cinco Hijas de la Caridad en 1857, y el Marqués de la Isla me rogó tuviera a bien encargarme interinamente de San Luis cuando marcharon los Padres del Oratorio, habiendo empezado a prestar mis servicios en esta Iglesia por la Pascua de 1859, en cuya fiesta hice la primera instrucción.
La Iglesia estaba absolutamente desprovista de ropas y ornamentos; el techo, caído y dando paso al agua sobre el altar mayor: mas la caridad pública y la piedad de los fieles vino en nuestra ayuda, ‘y poco a poco llegamos a tener lo estrictamente necesario. A pesar de nuestra pobreza y situación interina, resolvimos celebrar en San Luis el mes de María, devoción casi desconocida en Lisboa. El Duque de Bellunc, Secretario de la Embajada francesa, nos ayudó con su dinero y puso él mismo manos a la obra, preparando el altar de la Santísima Virgen. Todo se hizo con sencillez y modestia; pero los ejercicios gustaron y fueron seguidos con devoción y piedad.
El mes de Mayo tuvo mejor éxito de lo que esperábamos. El Marqués de Isla, satisfecho del resultado, escribió al Gobierno francés pidiendo se me nombrase definitivamente Capellán de San Luis. El Ministro de Negocios Extranjeros ofreció a la Congregación la administración de la Iglesia, y el Superior General la aceptó y me propuso para dicho cargo, cuyo nombramiento oficial recibí el 9 de Octubre de 1859. De la Casa-Madre me enviaron por compañeros al Sr. Cardito y al Hermano Tomás.
Como sucede casi siempre, la piedad, una vez excitada, buscó medios de conservarse en el ejercicio de buenas obras, y las buenas obras han venido sosteniendo la piedad, siendo, sin duda alguna, la más notable entre ellas la Asociación de súplicas.
Esta Asociación de súplicas a los angustiados Corazones de Jesús y de María se estableció el día 3 de Diciembre de 1859, inscribiendo en ella sus nombres sesenta señoras; se nombraron Celadoras y Viceceladoras para la ciudad, para todo el país y hasta para el extranjero, y se abrieron registros en todas partes, porque la inscripción es necesaria para ganar las indulgencias concedidas por Pío IX.
La Unión de súplicas continúa aún en las mismas condiciones, contando al presente más de cincuenta mil asociadas, sin que sea posible describir todo el bien que ha producido en el país:
1.° Ella ha proporcionado elementos para otras obras que después se han ido estableciendo, como son las Señoras de la Caridad, las del Vestuario, las Madres cristianas, las Celadoras del Catecismo, la Obra de los Matrimonios, las Hijas de María externas y los Socios de las Conferencias de San Vicente de Paúl.
2.° A la Unión de súplicas se debe el restablecimiento de la práctica de la confesión y comunión frecuente, muy raras antes de su institución, pues sólo había costumbre de confesar por Pascua, y ahora en Lisboa se ven todos los días, pero sobre todo los domingos y fiestas, numerosas y edificantes comuniones.
3.° A la Unión de súplicas se debe también el desarrollo progresivo del espíritu de piedad y devoción a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Conmueve ver en San Luis los primeros viernes de mes el recogimiento y señales de compunción de los asociados, que vienen a participar de la Comunión general; y lo mismo, poco más o menos, sucede en otras partes.
El bien producido en Lisboa se ha realizado también en las provincias. En todas partes ha sido el medio de excitar a las almas de buena voluntad para unirse contra el mal, renovándose ellas mismas en el fervor. Es de esperar que esta Obra se conservará en su buen espíritu, y que Dios, que la ha bendecido, continuará bendiciéndola aún y sirviéndose de ella para su mayor gloria.»
El promotor de todas estas obras, y que iba a ser el alma de su propagación, era el Sr. Emilio Miel, Sacerdote de la Misión, el cual ha dejado un recuerdo imperecedero en Lisboa, no sólo por las obras de San Luis, sino además por la influencia extraordinaria que ejerció en la renovación de la piedad cristiana en esta capital.
El Sr. Emilio Miel nació en 1822 en Sormery, cerca de Tonnerre, en Francia. Después de haber estudiado la carrera eclesiástica en el Seminario de Sens, su diócesis de origen, entró en la Congregación de la Misión en 1845. Estuvo dedicado a la enseñanza en el Seminario Mayor de Chalons-sur-Marne, antes de ser enviado por el Sr. Etienne a Portugal, adonde llegó al mismo tiempo que las primeras Hermanas de la Caridad, enviadas de Francia en 1857. Fueron objeto de su solicitud y abnegación todas las Obras encomendadas al cuidado de los Misioneros y de las Hijas de la Caridad; pero el campo principal de su celo apostólico fue la Iglesia de San Luis de los Franceses.
Hemos indicado ya algunas de las Obras de piedad fundadas por él. A ellas hay que añadir muchas otras obras de caridad, como son la Asociación de Señoras de la Caridad, la Obra del Vestuario, etc. A él se debió la idea de fundar un nuevo Hospital o Asilo de San Luis, la organización de Escuelas é instalación de otras obras de enseñanza para jóvenes de ambos sexos. Nombrado Visitador de la Provincia de Portugal en 1873, aprovechó cuantas ocasiones se le presentaron de fundar nuevas Obras, casi más de las que podía sostener, a juzgar por el reducido personal que tenía a sus o rdenes. Tenía también sumo gozo en ver multiplicarse las Casas y las Obras de las Hijas de la Caridad.
Murió el 5 de Diciembre de 1896. Los Ministros de Francia y los antiguos Nuncios en Portugal dieron, a su muerte, testimonio del sentimiento que les causaba la pérdida de un hombre que había honrado a su patria y multiplicado las obras de religión y beneficencia en Lisboa, donde vivió por espacio de cuarenta arios.
El Magisterio.
La obra del Magisterio se relaciona íntimamente con la obra de San Luis en Lisboa. En una relación de 1882 escribía el Sr. Miel, a propósito de ella, lo siguiente: «La obra del Magisterio de San Luis no es otra cosa que un Seminario menor o escuela apostólica con objeto de despertar y fomentar las vocaciones eclesiásticas. Por medio del canto y ceremonias sagradas, esta obra da realce al culto y solemnidades de nuestra Iglesia, tan abandonadas, por desgracia, en las demás iglesias de la ciudad. Esta obra ha dado muchos alumnos a los Seminarios y a la Universidad; tres o cuatro se están preparando ahora para entrar en el Seminario interno de Bemfica; y los que no lleguen a ser Sacerdotes, conservarán siempre viviendo en el mundo y en el seno de la familia los sentimientos religiosos y buena educación que aquí reciben.
La obra del Magisterio fue instalada en una casa adyacente a la Iglesia de San Luis, que compró el Sr. Miel en 1870 y es propiedad de la Congregación.
Los Superiores de San Luis en Lisboa fueron: Sres. MIEL (Emilio), 28 de Septiembre de 1859. FRAGUES (Alfredo), lo de Febrero de 1897. CAULLET (Desiderio) 12 de Diciembre de 1900.







