Entretanto, no cesaba de prodigarse en el servicio de los pobres de los campos y en las necesidades espirituales y corporales de las casas castigadas de la Congregación. A pesar de la escasez de documentos que nos quedan en esta materia, para el año 1658, sabemos que estaba en Misiones en el mes de julio. Un misionero estando a punto de comprometer gravemente los intereses y sobre todo la reputación de la Congregación en Génova, el Sr. Bertthe fue enviado para examinar lo que había que hacer. Ya de camino, llegó a Marsella, donde hizo la distribución de las reglas y entregó a los cohermanos algunos ejemplares de las Meditaciones del P. Busée, jesuita, traducidas y aumentadas por el Sr. Portail. Había salido de París el 27 de septiembre, llevándose con él para Italia a una decena de misioneros. Como no era probable que pudiera ir a Turín, de paso, debía entregar al Sr. de la Forcade, en Lyon, algunos ejemplares de las constituciones impresas para los cohermanos de la casa de Turín Llegó pues a Turín el 15 de octubre y el 18, san Vicente escribía al Sr. Get, superior de Narsella la carta siguiente. «Quiero creer que el Sr. Berthe y su grupo están ahora en vuestra casa. Alabo a Dios porque encontraron dos hermosas ocasiones para pasar a Italia. Todos no pasarán por lo que me ha dicho el Sr. Berthe porque se ha trazado un plan de dejar en Marsella al Sr. Brisjonc para emplearlo también por algún tiempo en Francia antes de enviarle a Italia; por eso os ruego que le enviéis a Agde, donde el Sr.Durand me ha dicho que necesitan a un sacerdote para cantar. Digo lo mismo al Sr. Berthe, en caso de que esté todavía ahí cuando llegue la presente.
Una de las ocasiones que debían presentarse al Sr Berthe de embarcarse para Génova falló. Llegó a Marsella después de la salida de la galera genovesa. No se embarcó pues, con su pequeño grupo hasta el día de Todos los Santos, 1º de noviembre de 1658; pero apenas habían navegado el espacio de cuatro leguas, cuando el mal tiempo les obligó a hacer escala en uno de los puertos de la costa. Algunos días después, a favor del buen tiempo, abordaron en Génova. De esta ciudad, el Sr. Berthe debía ir a Turín, luego regresar a San Lázaro. Llegó efectivamente a Turín; pero mientras se encontraba allí, san Vicente le escribió que fuera a Roma. La carta siguiente de san Vicente al Sr. Jolly, superior en Roma, con fecha del 27 de diciembre, va a explicarnos porqué: «Encuentro bien vuestro acertado proceder en la cuestión del nuevo empleo que Dios os presenta, y que asegurando al Sr. secretario de la Congregación de la Propaganda de vuestra entera y perfecta inclinación para seguir las órdenes y las intenciones del Papa, en cuanto al lugar y a la manera de servir en misiones le hayáis presentado las cosas que hacer para dirigirlas e instruirlas más útilmente. Después de eso debéis quedar en paz y pensar que, de cualquier manera que vayan las cosas, la obra irá bien, y que Dios bendecirá a los que vos empleéis. He escrito al Sr. Berthe que vaya a Roma para ello. Entretanto la elección del Sr. Deu. y del hermano Legoux me parece correcta.
P. S. –Si no agrada a Dios que la propuesta del seminario salga adelante, in nomine Domini: es señal que Nuestro Señor no la ha querido. Que si Su Santidad lo desea absolutamente, hemos de obedecer. Si así es, escribídselo al Sr. Berthe, en Turín, adonde le escribo yo también que salga para Roma, si no le decía lo contrario.
No parece que este proyecto de creación de un seminario de la Propaganda haya tenido por entonces realización, pues no encontramos rastros en la correspondencia de san Vicente, a no ser el 13 de agosto de 1660, época en la que el proyecto una vez reemprendido, le dice su opinión al Sr. Jolly, superior de Roma entonces:
«Señor,
Alabo a Dios porque el plan que se ha formado en Roma de fundar allí un seminario para misiones extranjeras haya vuelto a vos; parece ser que si Dios quiere su ejecución, se servirá de vuestra familia para trabajar y que le dará su bendición; pero, felizmente hablando, será dificultoso encontrar a hombres bien preparados y resueltos para esta vida apostólica. En verdad se podrán presentar quienes entren voluntarios al seminario; mas para emprender voluntarios estas misiones lejanas con el desprendimiento y el celo que sería necesario, se encontrarán pocos».
Sea como fuere, el Sr. Berthe no fue a Roma ese año. No volvemos a ver huellas suyas hasta el mes de junio del año siguiente, en que san Vicente le envía a visitar las casas de Sedan, lo que nos permite suponer que a su regreso de Turín reemprendió en San Lázaro el curso de sus ocupaciones ordinarias a saber sus misiones y sus visitas.
Tal vez fue al regreso de este viaje cuando visitó la casa de Annecy. El Sr. Berthe comenzó de nuevo sus visitas a últimos del mes de junio. Fue primero a Troyes, de allí a Toul donde debió negociar secretamente a favor de la fundación de la Compañía en Metz. De Toul se dirigió a Sedan y tuvo que volver a San Lázaro pasando por Montmirail. El Sr. Desdames, superior de Varsovia, se le había pedido a san Vicente quien le respondió el 22 de agosto: «Señor, no podemos enviaros al Sr, Berthe, pues acaba de llegar de un viaje que ha hecho por Italia, y dentro de doce o quince días debe partir de aquí para Roma».
A primeros de septiembre, en efecto, el Sr. Berthe emprendía el camino de Roma en compañía de los padres de Chandenier. Ésta es la carta que los ilustres compañeros del misionero escribían a san Vicente el 10 de septiembre de 1659:
«Hoy 10 de setiembre de 1659, de Moutier-Saint-Jean.
«Señor, y muy honorable Padre, el afecto que sabemos sentís por nosotros nos hace creer que tendréis consuelo al saber que hemos llegado felizmente a este lugar el domingo pasado con la buena y agradable compañía que nos habéis dado; para salir, Dios mediante, mañana para Tournus, y continuar luego nuestra peregrinación que esperamos por este buen principio nos sea feliz apoyados en vuestras santas oraciones que estamos bien seguros que no nos faltarán. Creemos también, Señor y muy honorable Padre, que le agradará saber noticias del P. de Gondi, a quien no hemos querido dejar sin presentarle nuestros muy humildes respetos, por diversas consideraciones, pero principalmente por la del afecto que sabemos profesáis hacia su casa, y en especial hacia su persona. Posee una salud y un vigor que no son de un hombre de setenta y ocho años; y que nos dice que no tiene más que un año menos que vos; nos hizo el honor de recibirnos como a los Señores nuestros queridos cohermanos, con mucha cordialidad y muestras de alegría, por los pequeños respetos que nuestro deber nos había obligado a prestarle, pero en particular por lo que le dijimos sobre vuestra salud y la continuación de vuestros ejercicios ordinarios. Suplicamos a la divina Bondad, pero con una ternura de corazón que no podemos expresar, que os conserve felizmente, todo el tiempo que su sabiduría eterna ha destinado emplearos al servicio de su Iglesia. Son los deseos, Señor y muy honorable Padre, de vuestros muy humildes y muy obedientes servidores e hijos, L. de Chandenier»,
Indigno sacerdote c. c. de Rochechouart.
De camino el Sr. Berthe cayó enfermo en Turín.Sus compañeros de viaje se disponían a dirigirse a Milán, para esperarle allí para luego continuar a Roma cuando, antes de partir los padres de Chandenier, escribieron otra vez a san Vicente:
«En Turín, hoy 24 de octubre de 1659. Señor y muy honorable Padre.
Hemos tenido aquí una estancia más larga de lo que esperábamos, a causa de la indisposición del Sr. Berthe. Esperamos, Dios mediante, partir mañana, en la compañía de un señor genovés, de la familia de los Spínola, para Milán por donde pasa para de allí dirigirse a Roma, en calidad de residente por su República. Ha manifestado en esta corte ser muy afecto a nuestra casa de Génova de la que ha dichos muchas cosas buenas. Nosotros pasaremos en Milán la fiesta de San Carlos, esperando allí al Sr Berthe que vendrá a unirse a nosotros, después de recuperar aquí las fuerzas suficientes para ello, como esperamos que Nuestro Señor que se lo conceda y a nosotros la gracia.
Yo no añado nada, Señor y muy honorable Padre, a lo que os dije en mi última carta que me tomé la libertad de escribiros, del cordial y caritativo trato que hemos recibido en esta casa. Tan sólo os diré, sintiéndome obligado, en cuanto a la buena edificación que hemos recibido, que aquí se vive como en San Lázaro, con la excepción de una sola práctica, que es que, nueve meses del año todos los misioneros, tanto sacerdotes como hermanos, ponen las llave debajo de la puerta, para ir a dar misiones a las lamas; de manera que se puede decir de ellos, aquí también más verdaderamente que en ninguna otra parte, che sono padri di camera locanda, lo que les será siempre una cualidad más honrosa que toda otra que se les pueda dar.
Hemos creído aquí deber saludar al Sr. marqués de Pianezze, no ya como primer ministro y chambelán de este Estado, sino como a un señor de eminente piedad y al padre temporal de esta casa, lo que nos declarado no haber tenido nada de desagradable antes de su partida para Mónaco adonde ha ido a buscar a la hija de este príncipe la que su hijo debe desposar. Nos prosternamos con todo corazón a vuestros pies, para recibir en espíritu vuestra santa bendición, y somos, con todo el respeto que os debemos, Señor y honorable Padre, Vuestros muy humildes y muy obedientes hijos y servidores, L. de Chandenier, Indigno sacerdote c. c. de Rochechouart.
P. S. No he querido perderme el honor de escribiros otra vez desde aquí, pues me temo que no tengamos más la ocasión antes de llegar a Roma, si es del agrado de Dios concedernos esta gracia».
El 5 de diciembre san Vicente respondía a aquél de los hermanos que había usado la pluma, es decir al abate de Tournus:
«Señor, con toda la ternura de mi pobre corazón os digo que me siento sensiblemente consolado de que os encontréis en esos santos lugares de Roma. Deseo que el Sr. Jolly se sienta bastante feliz por recibiros en su nueva casa, y que allí Nuestro Señor os haga ver la fuerza de la gracia con respecto a tantos y tantos mártires que han sufrido por él. Ay, cuántas cosas llevo en el corazón como la gratitud por las obligaciones incomparables de os debemos. Es un dolor que nos se puede suavizar más que expresándolo y deseándoos yoda clase de bienes y de consuelos por doquiera que vayáis.
«Hay varias casas de carmelitas que no reciben el breve; hay otras que lo tienen pues no se han explicado al tribunal al que apelen; habrá que ver. Vuestra querida está bien gracias a Dios, se espera con impaciencia vuestro regreso, que sea pronto.
El Sr. Berthe me dice que su fiebre cuarta le ha dejado y que se va a marchar lo antes posible a fin de estar a vuestro lado, y tal vez sea antes de que la presente os llegue». Antes de que la carta que acabamos de leer llegara a Roma, los padres de Chandenier habían llegado, y el 1º de diciembre, el abate de Tournus, único signatario de la carta que vamos a leer, se había apresurado a comunicárselo a san Vicente:
«De Roma, hoy 1º de diciembre de 1659. Señor y muy honorable Padre. Ya hemos llegado ad limina sanctorum apostolorum, felizmente por la gracia de Nuestro Señor. Allí recibimos al día siguiente de nuestra llegada que fue sábado, vuestra carta del 7 del mes pasado, en la que vemos que por la gracia de Dios vuestra salud es buena de lo que no recibimos poco consuelo. Quiera su divina Bondad conservárosla largos años en su servicio. Hemos sabido también con gozo del Sr. Berthe, que la fiebre se le había quitado y que esperaba llegar aquí en pocos días, si no volvía; pero con dolor, que el Sr, Martín había controlado la cuartana de la que se había resentido algo cuando se tomó la molestia de venir a buscarnos a Milán, pero nosotros creíamos entonces que no sería nada. Deseamos que se vea libre pronto para ir a trabajar por la gloria de Dios, con la buena disposición que ha tenido siempre.
«En cuanto al priorato, tenemos en honor lo que habéis hecho como en todas las cosas. He rogado al Sr. Jolly, cuya bondad no podría explicaros para con nosotros, que os pase la comunicación que hemos recibido a la vez sobre este asunto, quien lo hará mejor que yo. El correo me apremia, os saludo con todo el respeto que me es posible, crst, Señor y muy honorable Padre, Vuestro muy humilde y muy obediente servidor. L. de Chandenier, Indigno sacerdote».
Ignoramos el momento en que el Sr. Berthe llegó a Roma y cuál fue el género de sus ocupaciones. Solamente una carta de san Vicente, dirigida el 28 de mayo del año siguiente (1660) al Sr. Martín, superior en Turín, la que nos vuelve a poner sobre la pista de nuestros piadosos peregrinos:
«Vuestra carta del 7 nos ha llegado en los dolores de la muerte del Sr. abate de Chandenier que ocurrió en Chmbéry como habréis podido saber. La pérdida es grande para la Iglesia y muy grande para nosotros, Ha vivido como santo y ha muerto misionero, tras pedir muy insistentemente ser recibido en la Compañía, según el afecto que le tenía desde hacía largo tiempo. Por eso, esta casa, después de recibir una maravillosa edificación de él, debe hablar esta noche sobre sus virtudes para refrescar su memoria y su ejemplo. Su Sr. hermano ha llegado aquí, afligido hasta el punto que podéis imaginar, con los Srs. Berthe y Théroude».
El mismo día san Vicente escribía al Sr. Desdames, superior de Varsovia: «Yo saludo muy cordialmente al bueno del Sr. Duperroy y encomiendo a sus oraciones y las vuestras el alma del difunto abate de Chandenier que ha muerto en Saboya, a su regreso de Roma. Era una persona de condición, sobrino de Mons. el cardenal de Larochefoucauld quien, por una singular piedad, se había retirado aquí, desde hacía cinco o seis años, con el Sr. abate de Moutier-Saint-Jean su hermano, que ha hecho el viaje de Roma con él, y que ha regresado hace unos días con el Sr. Berthe y otro sacerdote de la Compañía que los han acompañado. Este querido difunto estaba muy desprendido de las criaturas, muy humilde y mortificado, muy recogido e interior, muy alegre, prudente, juicioso y ejemplar, todo de Dios y muy celoso por la promoción del estado eclesiástico y la salvación de los pueblos, en fin que no vemos a nadie que se le parezca. La pérdida es muy grande para la Iglesia y muy grande para esta casa a la que edificaba maravillosamente. Nosotros debemos hablar esta noche sobre sus virtudes admirables que son más bien las virtudes de Nuestro Señor ejercidas por él en este su servidor: Esto os hará preguntar si era misionero, a lo que os diré que lo era de corazón hace mucho tiempo, pero sintiéndose muy indigno de tener por cohermano a un tal prelado no le hemos recibido en la Compañías hasta uno o dos días antes de su muerte; y en ese momento hizo tales súplicas que fue necesario darle este consuelo. Su cuerpo fue llevado a nuestra capillita de Annecy. Todo lo que Dios hace está bien hecho; sin esta fe, seríamos inconsolables por esta privación».
Después de su llegada de Roma, el Sr, Berthe no se fue de París hasta la muerte de san Vicente.