Luisa de Marillac, Carta 0535: Al señor Abad de Vaux

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Luisa de MarillacLeave a Comment

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Author: Luisa de Marillac .
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Angers

Hoy, 14 de junio de 16561

Señor:

Por mucho tiempo he estado dudando si habría usted recibido mi carta en que le hablaba de Sor María Marta.2 Le agradezco humildemente, señor, el parecer que su caridad ha tenido a bien darme sobre este particular. Me extraña un tanto el poco afecto a ella que han manifestado nuestras Hermanas; esto nos coloca de momento en la impotencia de mandar otra que pueda ocupar el puesto de Sor Cecilia,3 lo que me disgusta mucho. La partida de nuestras Hermanas queda retrasada hasta principios de la semana próxima, Dios mediante.

Me asombra mucho, señor, la proposición de los señores Padres del Hospital de comprar la pescadería y de que hayan pensado en emplear en ella a nuestras Hermanas. No puedo darle ninguna solución acerca de este empleo, al no saber en qué consiste para poder proponérselo al señor Vicente. Además, ¿no le parece, señor, que habría que temer muchos inconvenientes en este aumento de trabajo? Empezaron por las coladas y después seguirá cualquier otra cosa; y luego, lo que más temo, es el trato con los empleados, además de que los que estuvieran acostumbrados a desempeñar tal trabajo pudieran darse por ofendidos con las Hermanas, y ya conoce usted las consecuencias, lo que me hace suplicarle humildemente, señor, tenga la bondad de ponerme bien al corriente de este hecho.

Ha venido por aquí un sacerdote que, me parece, ha dicho ser el Vicario General del Obispo de Angers, a hablarme de su parte acerca del Hospital de los Recluidos. Creo es uno de los principales Administradores. He sentido gran disgusto, señor, en no poder complacerle en lo que deseaba y he procurado quedara convencido de que sólo la imposibilidad material nos lo impedía; ya que conozco muy bien el deseo que el señor Vicente tiene de no faltar a la palabra dada al sr. Obispo de Angers, tan pronto como disponga de sujetos adecuados para este menester.

Es verdad, señor, que Sor Cecilia me ha hablado varias veces de una buena sirvienta4 que quería ofrecerse a la Compañía, pero a la que no conocía mucho. Las que recibimos aquí nos hacen experimentar la importancia que tiene el conocer a todas las jóvenes desde su primera juventud. Una cosa que me hace temer haya un poco de ligereza en ésta es que no ha sido capaz de ahorrar de su sueldo o de cualquier otro modesto patrimonio la cantidad suficiente para pagarse un hábito. De ello se puede conjeturar o que es una derrochadora o que ha parado poco en las casas en donde ha estado sirviendo; en este caso sobre todo, distaría mucho de tener las disposiciones necesarias para perseverar en la vida de Hija de la Caridad. Sor Cecilia puede informarse de todo con calma.

Ha sido del agrado de Dios sacarme casi de la agonía, concediéndome todavía un poco de tiempo para que piense más seriamente en su juicio. En nombre de Dios, señor, ayúdeme con sus santas oraciones para que no se torne en confusión mía, y hágame el honor de creerme, en su santísimo amor, señor, su muy humilde y obediente hija y servidora.

  1. C. 535 Rc 4 lt 396. Carta autógrafa.
  2. María Marta Trumeau (ver C. 72 n. 4).
  3. Cecilia Angiboust (ver C. 36 n. 2).
  4. Jacobita (Jacquine) (ver C. 601 n. 1).

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