Angers
Hoy, 9 de julio de 1640
Señor:
La corta distancia que separa La Chapelle de París ha hecho que reciba dos cartas que se ha tomado usted la molestia de escribirme después de su breve viaje; se las agradezco humildemente. A propósito de las buenas intenciones de ese buen religioso, me permito decirle que si hubiera pensado que la mejor manera de enseñar es obrar, habría indicado a la que le pedía consejo la diversidad de caminos por donde Dios guía a las almas. Pero es de lamentar el espíritu de esas jóvenes que se atormentan buscando una pluralidad de dirección. Lo que se ve no es pecado ¿no puede acaso sufrirlo el alma humilde, que ciertamente se aprovecha de ello para adelantar en la baja estima de si misma que le puede proporcionar? ¡Plegue a nuestro buen Dios que yo practique lo que digo! ¡Más me valdría! Por lo pronto no me siento bajo la influencia de una enfermedad mortal, eso será cuando Dios quiera. Al fin, esos señores van a ejecutar sus buenos propósitos en favor de esas pobres almas tan expuestas a perderse.
Le aseguro que es para mi un gran consuelo y no me desagradará nada que esas buenas jóvenes que habían pensado asociarse a nosotras, sirvan a esa buena obra si tal es la voluntad de Dios. El deseo que tengo de que no vengan con nosotras sino las que verdaderamente hayan sido llamadas para ello, sin mira alguna de interés temporal, me mueve a no desear ardientemente nada que a esto se refiera. Por eso le digo que estoy en gran manera satisfecha de la forma en que su caridad ha procedido con las que le han hablado.
He estado un poco preocupada por nuestras Hermanas a causa del mucho tiempo que llevo sin carta suya; siguen siendo un poco apáticas. Creo que si Sor Isabel1 preparase de aquella agua y ella misma la bebiese, junto con las demás, en buena cantidad, estarían mucho mejor; pero solemos despreciar lo que tenemos. Según me parece, estará mucho tiempo sin fiebre. Pienso que no hay peligro en dejarla con tal de que no sea con exceso y de que se pasee o haga alguna cosa en el huerto por lo menos dos veces al día.
¡Qué dirá usted de la gran libertad con que le hablo de todo! Al ejercerse conmigo, su caridad me lo ha ordenado así, a lo que se me figura, lo que me obliga a ser muy agradecida servidora y muy humilde hija.