Los antiguos alumnos del Colegio de Villafranca del Bierzo (1963)

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Author: Bernardo Díez-Otielar, C.M. · Year of first publication: 1963 · Source: Anales españoles.
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De tal («Jornada grandiosa») puede calificarse la que vivió la señorial e ilustre villa de Villafranca el pasado día 31 de agosto (1963), en que se congregaron en torno al que fue Colegio de PP. Paúles –hoy Seminario- cerca del centenar de antiguos alumnos, ,que cursaron en dicho centro la pri­mera y segunda enseñanza. Un cuarto de siglo duró la vida del Co­legio que allá a fines del pasado siglo habían inaugurado nuestros Padres con el P. Juan Madrid como primer Rector, y los PP. Mo­reda Esteban, Laredo, Sola, Torán y Mediavilla, como profesores. Durante esos veinticinco años fueron tres los Rectores que dirigie­ron la vida docente del Colegio. El citado P. Madrid, de 1899—año de la inauguración—a 1904. El P. Moriano Díez, de quien todos los villafranquinos guardan grato y perenne recuerdo por su ciencia y virtud, desde 1901 a 1931. El P. Eutiquio Cidad, que vino a asociarse a los fundadores del Colegio el año 1991, siendo trasladado al Colegio de Murguía en 1904, y regresó, como Rector, en 1921, para suceder al P. Mariano Díez, hasta 1921, en que por decisión de los Superiores se clausuró el Colegia.

No vamos a tratar ahora de hacer una historia del mismo, cosa que nos llevaría mucho tiempo, ni analizar las causas que motivaran su clausura. Solamente hacer constar que tal medida produjo un gran impacto en la vida de la villa y general y profundo sentimiento, que aún perdura después de cuarenta años.

Por eso ha tenido una expresiva significación y acusado relieve el que después de este largo lapso de tiempo, todos los antiguos alumnos del Colegio que aún viven acogieran con el mayor entusias­mo la idea que hace ya mucho tiempo venía germinando en casi todos cuantos recibieron aquí su instrucción, para reunirse en fra­ternal camaradería en torno a su querido Colegio y constituir la Asociación de Antiguos Alumnos, como se ha hecho en otros cen­tros similares.

Alma de todo este movimiento y cariño al Colegio fueron los se­ñores don. José Rellán, abogado; Ramón Mallo y Norberto Beberide, industriales de Villafranca, y don. Segundo San Juan, de la Comisa­ría de Ponferrada, todos ellos antiguos alumnos, y que decididos a llevar a cabo su noble propósito, se lo expusieron al actual Rector del Seminario, P. Asar Lorenzo, quien acogió con todo cariño a los citados señores y dio su beneplácito con el mayor agrado, secunda­do por la actual Comunidad, a fin de que se realizara esa ansiada reunión de antiguos alumnos a la sombra del Colegio que cobijó sus días infantiles y primera juventud.

Inmediatamente se formó la Comisión organizadora, integrada por los citados señores, de los actos a celebrarse con tan fausto mo­tivo. Se cursaron las invitaciones oportunas a todos los ex alumnos ova dirección pudo hallarse, así como a los pocos Padres que fue­ron profesores y aún viven, a Dios gracias, PP. Gorospe, Alejandro Pérez, Vivar y Cotillo Márquez. Este último fue el único que asis­tió, no haciéndolo los otros por diversas razones con que excusa­ron su ausencia, aunque uniéndose de corazón a dichos actos. Al venerable P. Cidad, último Rector, no se le cursó invitación por su ancianidad y achaques, que en manera alguna le permitían despla­zarse en viaje tan largo. Por idénticas razones de salud se hizo lo propio con el P. Lorenzo Saiz. Al P. Cidad se le cursó un emotivo telegrama de afectó y de gratitud de todos los reunidos; que sin duda alguna llenaría de satisfacción al venerable anciano que tanto quiere a Villafranca, en la que inició sus primeros trabajos – docentes y dirigió los destinos del Colegio en su última etapa.

El 31 de agosto fue la gran jornada que llenó de júbilo a la villa entera. Un bando del alcalde encarecía el acontecimiento, al que se daba carácter popular, rogando a todos los vecinos que en­galanaran los balcones y fachadas de sus casas, por donde había de pasar; camino del Colegio, la manifestación de antiguos alum­nos. La Comisión organizadora contrató a la rondalla de la villa para que acompañara en todo momento a los antiguos alumnos lo que dio un carácter de gran animación a los actos de este día memorable.

A las doce del día 31, en la Plaza Mayor, Se habían congregado la mayoría de ex alumnos, que habían ido llegando la víspera y esa misma mañana de diversos puntos de España; como Barcelona, San­tander, Astorga, Ponferrada, Orense y diversos pueblos de esta pro­vincia y de las de León y Lugo, Asturias y Palencia. El Goberna­dor Militar de Vitoria, señor Carnicero, se excusó lamentando su ausencia a causa de un accidente sufrido por un familiar. Es un ex alumno entusiasta del Colegio.

Entre las aclamaciones y simpatía del vecindario llegó la entusiasta manifestación de los antiguos alumnos al atrio de la iglesia de San Nicolás el Real, como se llama al templo del Colegio, regi­do por nuestros Padres. Allí esperaba a la comitiva la Comunidad pleno, presidida por su Rector, P. Aser Lorenzo, quien dio la bienvenida más cordial a todos los ex alumnos, que, en su compañía, penetraron en el templo. Se hallaba éste adornado como en las grandes solemnidades, y pasaron los antiguos alumnos a ocu­par los primeros bancos, frente al altar mayor, ocupando el resto de la iglesia, hasta llenarla totalmente, los familiares, pues hay que hacer constar que muchos de los ex alumnos vinieron con sus seño­ras e hijos, y numeroso público. Celebró la misa solemne el muy ilustre señor don Enrique Valcarce, Canónigo doctoral de Madrid, como antiguo alumnos, haciendo de ministros, su hermano, don An­tonio Valcarce, asimismo antiguo alumno, y el P. Cuello Márquez, como representante de los últimos profesores del Colegio. Interpretó la misa «Te Deum laudamus», de Perossi, el coro villafranquino, compuesto por jóvenes de la villa, magistralmente.

Después del Evangelio me cupo el honor y satisfacción de dirigir la palabra a todos aquellos antiguos alumnos, en cuyos rostros se reflejaba la más intensa emoción, de la que me sentí contagiado. Después de darles la bienvenida más cordial en nombre de toda la Comunidad y remontarme a las regiones siempre amables de los re­cuerdos de los años felices de nuestra educación en el Colegio, ex­puse unos pensamientos que, a mi entender, compendian esta labor educativa de los Centros de enseñanza religiosos. Aprender y estudiar la Verdad, el Camino y la Vida, de los que Cristo es Maestro ejemplar.

Terminada la misa, todos pasaron a recorrer las distintas de­pendencias del Colegio, con los inevitables recuerdos de la vida co­legial, escenas vividas, anecdotario, etc., siempre guiados por el máximo cariño al Colegio v a los Padres y maestros que recordaban con la mayor gratitud. Se formaron grupos para obtener algunas fo­tografías que conservaran el recuerdo de esta jornada maravillosa.

El banquete, acto importante de convivencia y fraternidad, tuvo lugar, como es natural, en el amplio comedor de los alumnos del actual Seminario, y que con mejoras y reformas, es el mismo que todos conocieron en la época del Colegio.

Ni que decir tiene que el ambiente en que se desarrolló la sucu­lenta, esmerada y espléndida refección fue los que hacen época. Acompañaban a los exalumnos sus respectivas esposase hijos. Representando a la Comunidad estuvieron presentes el P. Rector, que presidía el banquete y cuatro Padres más. A los postres comenza­ron los inevitables y consabidos discursos que promovieron el entusiasmo y hasta la hilaridad. Hicieron uso de la palabra el pre­sidente de la Comisión, señor Rellán, el señor Fuertes Franco, de Astorga; señor Lafaba, hijo del que fue profesor seglar del Colegio, don Camilo Lafaba; don José Carniña, procurador, y don José Al­varez de Toledo, abogado del Estado: Todos exaltaron la labor be­nemérita del Colegio en los cinco lustros de su existencia y cantaron las glorias y bellezas de Villafranca, a la que volvían, después de tantos años, a revivir los mejores días de su vida. Todos asimis­mo tuvieron un recuerdo de gratitud para los que fueron sus pro­fesores, sobre todo para el benemérito e inolvidable P. Mariano Díez, de quien recordaba uno de los más antiguos alumnos, don Augusto Cela, el detalle curioso de haber leído un discurso del sa­bio profesor que trataba del «Átomo químico y el cero matemático» en donde se propugnaba, cuando tal doctrina se juzgaba inadmisi­ble, la desintegración del átomo. ¡Ahí está la bomba atómica!—en aquel discurso del P. Mariano—, como los adelantos ya sobre la televisión, el telepensamiento y tantas otras curiosidades!

Me tocó también en esta ocasión echar mi cuarto a espadas y lo hice en la forma festiva de unas «Aleluyas» que compuse rápida­mente en honor de mis compañeros de Colegio y que provocaron la correspondiente hilaridad y aplausos de los asistentes. Finalmente, el P. Rector se levantó para dar las gracias a todos y ofrecerse in­condicionalmente a los antiguos alumnos para todo cuanto desea­ran en pro de la Asociación que iba a constituirse. No faltaron aún, y ya en plena euforia de la alegría de las libaciones, oradores espon­táneos que mucho alegraron a los comensales. Pero ahora viene lo bueno, lo mejor de este acto. La Comisión organizadora, por defi­ciencias explicables en el primer año de esta clase de convocatorias, quedó «colgada» económicamente en unas tres mil pesetas por razón de los gastos que forzosamente hubieron de hacerse. Y a pesar de que el cubierto del banquete fue religiosa y gustosamente pagado por todos los concurrentes, todavía flotaba ese déficit que hemos apuntado. Tuvo uno de los oradores la feliz ocurrencia de anunciarlo a la asamblea con palabras tan oportunas, frases tan felices y ocurrentes, recabando de todos que extendiesen su generosidad para enjugar ese déficit que, como toda respuesta, estalló un aplauso unánime, y tras el aplauso, el donativo, que superó con creces todas las esperanzas, duplicando la cantidad necesaria lo recaudado en ocasión tan memorable. Las lágrimas de emoción fueron más elocuen­tes que las palabras para agradecer tanta generosidad, tanta esplen­didez. Pero no paró ahí todo. Se llegó a proponer la creación de una beca para el actual Seminario, a fin de ayudar a la formación de los futuros Padres que, como los del Colegio, habían de ser forja- dores de juventudes, y por aclamación unánime se aprobó tal pro­puesta; por aclamación asimismo se constituyó en Junta provisional de la Asociación de Antiguos Alumnos la que había actuado como Comisión organizadora del acto de este año, a la que se daba un voto de confianza para redactar los Estatutos de la Asociación, de la que sería siempre presidente de honor el P. Rector que rigiere el Seminario.

En medio del mayor entusiasmo y repitiendo la visita a las de­pendencias del Colegio, avanzada la tarde terminó esta jornada ma­ravillosa, de la que no conocemos paridad. Hemos concurrido a otras fiestas de antiguos alumnos de nuestros Colegios. Sin exageraciones, y sin el menor apasionamiento, podemos decir que como la de Villa- franca, ¡ninguna! Por su carácter popular, ante todo, volcándose la villa entera en homenaje de cariño y gratitud al Colegio, a los antiguos alumnos y a los Padres Paúles, a los que la ilustre villa mira y ha mirado siempre como algo suyo, entrañablemente suyo.

¡Quiera Dios que como correspondencia por parte de la Congre­gación pueda llegarse algún día a la realización de ese sueño aca­riciado por todos los villafranquinos de la restauración de su que­rido Colegio, regido por los Padres Paúles, a los que Villafranca entera, con sus antiguos alumnos, acaba de rendir el homenaje más vivo, efusivo, pulcro y cordial de su cariño!

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