Las Hijas de la Caridad habían llegado a China, por primera vez, «en junio de 1848. La fundación de la Casa de Tien-Tsin se remonta a 1862. En junio de 1870, diez Hermanas sufrieron allí el martirio: dos belgas, una italiana, una irlandesa, y seis francesas.
1. LAS CAUSAS DE LA MATANZA
La ciudad de Tien-Tsin situada a orillas de un río fácilmente navegable, venía a ser como el puerto y despacho de Pekín, ciudad situada mucho más al interior del país.
Esta situación había hecho que se situaran en Tien-Tsin las Obras de la Congregación de la Misión, de las Hijas de la Caridad y de la Santa Infancia. Estas actividades —orfanatos de niñas y de niños y hospital— adquirieron gran prosperidad, cosa que atrajo la hostilidad de todos aquellos —especialmente los mandarines— que deseaban suprimir el catolicismo. El ambiente de oposición volvió a poner en circulación viejas e inadmisibles calumnias, como la de que se sacaban los ojos a los moribundos y a los niños para hacer pócimas con ellos.
A esto pronto se añadió la acusación de robar o secuestrar a los niños con fines de un tráfico lucrativo, lo que aumentó las sospechas y las murmuraciones del pueblo. Hubo, además, una connivencia secreta de los funcionarios chinos y de los mandarines, que no podían perdonar a los europeos el triunfo de la expedición franco-inglesa de 1858.
2. LA AMPLITUD DE LA MATANZA
La revolución estalló el 21 de junio de 1870, y de manera tan inesperada, que cogió de sorpresa al Cónsul de Francia, a quien reiteradas advertencias anteriores sobre la realidad de la situación, no habían llegado a convencer. El fue la primera víctima del furor popular. La muchedumbre amotinada se dirigió a continuación a los establecimientos de los Misioneros y de las Hijas de la Caridad.
El Padre Chevrier y un cohermano chino, el Padre Ou fueron inmolados a continuación, y los agresores se abalanzaron en seguida sobre las Hermanas, a las que mataron con un refinamiento de salvajismo y crueldad.
El Padre David, c.m., que regresaba de un largo viaje científico en el interior del país, llegó a Tien-Tsin el 27 de junio, y el único francés superviviente le comunicó los detalles de la espantosa catástrofe. El Padre David se los transmitió al P. Bore, secretario General.
Además de los Sacerdotes de la Misión, de las Hermanas y del Cónsul de Francia, hubo otros veinte europeos que recibieron la muerte, así como el personal que trabajaba con ellos en sus casas. La iglesia, el consulado y la casa de los Misioneros, fueron incendiados. Los rebeldes chinos se encarnizaron sobre todo con los franceses.
Las huérfanas, enloquecidas de terror, se fueron escondiendo por todas partes. Las reunieron a todas y, sin hacerles daño alguno, las llevaron ante el sub-prefecto quien las instaló en un amplio local destinado a cárcel (el orfanato había quedado completamente destruido). A aquellas niñas se las insistió de mil maneras para que renunciaran a su fe, pero ninguna de ellas cedió.
Monseñor Delaplace y el Padre Favier, c.m., por entonces Director de la Santa Infancia, acudieron al lugar de los hechos en la primera quincena de julio y consiguieron de las autoridades chinas que les cedieran el antiguo establecimiento de Aduanas para alojar en él a las niñas, que quedaron allí instaladas el 20 de Julio.
3. LAS HIJAS DE LA CARIDAD VICTIMAS DE LA MATANZA.
Sor María Teresa MARQUET, la Hermana Sirviente, había nacido en Montmaken, Bélgica, en 1824. Ingresó en la Comunidad en 1842 y se la destinó al hospital de Verviers. En 1862, partió para Pekín y, cinco años después, se la envió a Tien-Tsin.
Sor María Paulina VIOLLET, nacida en Tours, en 1831. Entró con las Hijas de la Caridad en 1852, y se la destinó a Villers-en-Arthies. Como mostrara su deseo de ir a Misiones, se la envió a Esmirna, y unos años después, en 1862, marchó a China, siendo destinada a Tien-Tsin.
Sor Maná Clorinda ANDREONI, había nacido en una aldea cerca de Florencia, en Toscana, Italia, en 1836. En 1855, como fuera acompañando a su hermana mayor, que iba a pedir su admisión en la Compañía de las Hijas de la Caridad, aprovechó la ocasión para pedir también la suya. Al terminar el Seminario, en París, la destinaron a Putignano. A finales de 1861, marchó a China y se la destinó a Tien-Tsin.
Sor María Josefa ADAM, nacida en Bélgica, en 1836, entró en la Compañía en 1858. Destinada a Heverlé, partió para TienTsin en 1864.
Sor Maná Ana PAVILLON, nació en Tour-Landry, Departamento del Maine-et-Loire, Francia, en 1823. Entró al Seminario en 1854 y fue enviada a Bélgica. En 1862, partió para China.
Sor Arnaliá Carolina LEGRAS, nació en París, en 1834. Ingresó en la Comunidad en 1853 y fue destinada a Arras, después a Alejandría y a Ning-Po, en China, en 1863. Llego a Tien-Tsin en 1867.
Sor Maná Serafina CLAVELIN, nació en 1822, en la región del Jura, Francia. Entro en la Comunidad en 1846 y se la destinó a La Rochelle. Como había pedido ir a las Misiones, se la envió a Esmirna y después a Ning-Po, China, en 1860. Finalmente, a Tien-Tsin, en 1868.
Sor Maná Ana TILLET, nació en 1836, en la diócesis de Orleans, Francia. Ingresó en la Compañía en 1861 y se la destinó al Hospital de Angers. Partió para China en 1866.
Sor María Angélica LENU, nació en París en 1832, ingresó en la Compañía en 1854 y se la destinó a Nieul-l’Espoir. A petición suya, fue enviada a Ning-Po, China, en 1864. En 1869 marchó a Tien-Tsin.
Sor Alicia O’SULLIVAN , nació en Irlanda, en 1836. En 1856, ingresó en la Compañía y, después de unos años en Francia, pasó a Drogheda, en Irlanda, y estando allí, en 1863, se le propuso ir a China. Marchó a Shanghai, donde las Hermanas acababan de hacerse cargo de un hospital. En 1867, se la destinó a Pekín. Pero, no pudiendo acostumbrarse, pidió y obtuvo regresar a Francia. El viaje de vuelta, para tomar el barco, la hizo pasar por Tien-Tsin. Al ver a aquella Hermana, cuyos conocimientos del inglés les hubieran sido tan útiles, las Hermanas le rogaron que se quedara. Solo el pensamiento de tener que quedarse, la excitó mucho, «estaba fuera de sí», dice una de las Hermanas. Sin embargo, después de haber orado un rato en la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, dijo: «Ya no me marcho, no quiero marcharme». El 4 de mayo de 1870, escribía al Padre Etienne, Superior General, que renunciaba a volver a Europa: ‹‹… hoy comprendo—decía— que es mucho mas perfecto permanecer aquí hasta la muerte, en este pobre país… Cuento con la Santísima Virgen para perseverar en esta resolución, ya que es Ella la que me ha dicho: «Quédate aquí durante toda tu vida, entre este pueblo tan pobre»… Son las fervientes oraciones de usted las que me han alcanzado la gracia de que los ojos de mi alma vean la gran bondad de Dios para conmigo. Por eso, le doy mil veces las gracias, muy honorable Padre, por su caridad hacia su pobre hija irlandesa…»
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Cuando llegó a conocimiento de las Hijas de la Caridad la noticia del martirio de las Hermanas de Tien-Tsin, más de trescientas, entre ellas, pidieron con insistencia la gracia de ser enviadas a China para remplazar a sus compañeras inmoladas.