La Medalla Milagrosa

Francisco Javier Fernández ChentoVirgen MaríaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Angel Peña, O.A.R. · Año publicación original: 2008 · Fuente: Libro "María, madre nuestra".
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Nuestra Madre la Virgen se apareció el 18 de julio de 1830 a Sor Catalina Labouré, y volvió a aparecérsele el 27 de noviembre del mismo año con las manos extendidas, irradiando mucha luz y con una serpiente a sus pies, teniendo a su alrededor escritas las palabras: Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Después, desapareció la Virgen y apareció un óvalo grande con una M, coronada por una cruz y debajo dos corazones: el de Jesús, rodeado de espinas, y el de María, atravesado por una espada. Doce estrellas rodeaban el conjunto. La Virgen dijo: Haz acuñar una medalla como la de este modelo; todos los que la lleven recibirán grandes favores; serán abundantes las gracias para quienes la lleven con confianza.

He aquí el origen de esta medalla, a través de la cual Dios ha hecho tantos milagros, que el pueblo la ha llamado con razón medalla milagrosa. En esta medalla, se proclama ya el dogma de la Inmaculada concepción, que fue definido el año 1854, 24 años más tarde. Las palabras de la medalla dicen: Oh María, sin pecado concebida, es decir, inmaculada, sin mancha de pecado original. Además, tiene a la serpiente a sus pies, para indicar que ella, como dice el Gén 3, 15, aplasta la cabeza de la serpiente infernal, el diablo. Y en ella aparecen unidos, como inseparables, los corazones de Jesús y de María. Y todo rodeado de doce estrellas, en el reverso de la medalla, como la mujer rodeada de doce estrellas del Apocalipsis 12.

Es interesante, al respecto, conocer que la bandera oficial del Parlamento europeo tiene doce estrellas sobre un fondo azul. Muchos no conocen su origen. Cuando en 1950 se convocó a un concurso abierto a todos los artistas del viejo continente para escoger la bandera de la futura Europa unida, el joven artista alemán Arsene Heitz hizo el boceto escogido, que ahora es la bandera oficial de Europa. La bandera fue elegida oficialmente el 8 de diciembre de 1955, un día mariano por excelencia, fiesta de la Inmaculada Concepción. El artista aclaró por qué había escogido las doce estrellas con fondo azul como bandera: Inspirado por Dios, tuve la idea de hacer una bandera azul sobre la que se destacaran las doce estrellas de la medalla milagrosa de Rue du Bac de París.1 Arsene Heitz dijo también que era muy devoto de María, que rezaba el rosario todos los días y que, cuando se convocó al concurso, él estaba leyendo la historia de santa Catalina Laboure y se dio cuenta de que, en la medalla milagrosa, la Virgen mandó grabar su imagen, rodeada de doce estrellas como la Virgen del Apocalipsis.

Cuando alguien le hizo notar al responsable de la Comisión de calificación Paul M.G. Levy, un judío, que no eran doce los miembros de la Unión europea en ese momento, él dijo que doce era el símbolo de plenitud como aparece en la Biblia. Por tanto, fue escogida por un judío sin motivos confesionales, pero podemos decir que no fue una casualidad que la bandera de la Unión europea, basada en la medalla milagrosa, sea la bandera de María, porque ella vela sobre Europa como una madre. Y aunque no todos la reconozcan como Madre, Ella sí los reconoce a todos como hijos.

Uno de los milagros más espectaculares realizados por medio de la medalla milagrosa es la conversión de Alfonso de Ratisbona. Era un banquero judío muy rico, que estaba a punto de casarse. Su amigo Teodoro de Bussiers, convertido del protestantismo, le había dado una medalla milagrosa para que la llevara consigo y le había recomendado que rezara la oración Acordaos de san Bernardo. Él aceptó por unos días por complacerle, y el 20 de enero de 1842, entrando en la iglesia de san Andrés de Roma, de pronto, se le apareció la Virgen. No le dijo nada, pero él lo entendió todo. Dice:

Si alguien me hubiera dicho en la mañana de aquel día: te has levantado judío y te acostarás cristiano; si alguien me hubiera dicho eso, lo habría mirado como al más loco de los hombres. Si al mediodía, un tercer interlocutor se hubiese acercado y me hubiera dicho: Alfonso, dentro de un cuarto de hora adorarás a Jesucristo, tu Dios y Salvador y estarás prosternado en una pobre iglesia; y te golpearás el pecho a los pies de un sacerdote, en un convento de jesuitas donde pasarás el carnaval, preparándote para el bautismo, dispuesto a inmolarte por la fe católica; y renunciarás al mundo, a sus pompas, a sus placeres, a tu fortuna, a tus esperanzas, a tu porvenir; y, si es preciso, renunciarás a tu novia, al afecto de tu familia, a la estima de tus amigos, al apego de los judíos. ¡Y sólo aspirarás a servir a Jesucristo y a llevar tu cruz hasta la muerte! Si algún profeta me hubiera hecho una predicción semejante, sólo habría juzgado a un hombre más insensato que ése: ¡al hombre que hubiera creído en la posibilidad de tamaña locura! Y, sin embargo, ésta es hoy la locura, causa de mi sabiduría y de mi dicha.2

Y Alfonso de Ratisbona lo dejó todo y se hizo sacerdote y llegó a ser un santo: san Alfonso de Ratisbona. Hoy, en la iglesia de san Andrés de Roma puede leerse: El 20 de enero de 1842, Alfonso de Ratisbona de Estrasburgo, vino aquí judío empedernido. La Virgen se le apareció como la ves. Cayó judío y se levantó cristiano. Extranjero, lleva contigo este precioso recuerdo de la misericordia de Dios y de la Santísima Virgen.

Veamos un caso reciente. El señor Patrick Neger, su esposa Elisabeth y sus dos hijos, Pathy de tres años y Ludovic de veintitrés meses, visitaron el santuario de la Virgen de la medalla milagrosa en la calle Du Bac de París, donde compraron unas medallas milagrosas, que se pusieron al cuello. Allí mismo encomendaron a Dios y a María su viaje a España, que realizarían al día siguiente, 26 de noviembre de 1983, en la aerolínea colombiana Avianca.

A la mañana siguiente, se levantaron felices para emprender el viaje y se dirigieron al aeropuerto Charles de Gaulle de Paris. Tomaron el avión de Avianca con destino a Madrid; pero, cuando el avión se encontraba muy cerca del aeropuerto de Barajas, en Madrid, perdió altura y cayó incendiándose. Murieron 183 pasajeros; solamente hubo 8 sobrevivientes. Entre ellos, toda la familia Neger. Patrick salió por los aires al caer el avión a tierra y se desmayó. Dice: Cuando volví en mí, me encontré en medio del campo rodeado de trozos del avión. Parecía una pesadilla, pero no lo era. En esto, pude ver la silueta de una mujer con dos niños. Era mi esposa con mis dos hijos. Todos estábamos vivos. Ciertamente, la Virgen María no defraudó nuestra confianza en ella y nuestra familia siempre considerará el estar vivos como un milagro de María.

Veamos otros casos en que el amor a María, manifestado a través de una simple medalla, puede hacer auténticos milagros.

Cuenta el padre Trilles, misionero de la Congregación del Espíritu Santo en Gabón, que un día de 1907, acompañado de unos catequistas, se dirigió a Abal; pero, no conociendo el camino, llegaron a Ufanga, en dirección opuesta a Abal. Como ya era tarde, pidieron alojamiento en casa de una anciana pagana, llamada Ethu. Ella les sirvió plátanos cocidos y ellos, después de la frugal cena, se pusieron a rezar el rosario, mientras Ethu escuchaba acurrucada junto al fuego. Terminado el rosario, la anciana preguntó al sacerdote:

– ¿Tú has rezado el avemaría, verdad?

– Sí, abuela.

Entonces, ella rompió a llorar y a decir:

– ¡Ah, hijo mío, pobre hijo mío!

Y les contó que hacía veinte años había regresado su hijo muy enfermo de un país lejano. Antes de morir, le dijo:

– Mamá, yo me voy al cielo; pero quiero que un día vengas tú también conmigo. Yo no puedo enseñarte lo que debes hacer y lo que he aprendido de los blancos. Toma esta medalla que llevo al cuello, y di todos los días: Ave María.

Mostró la medalla de la Virgen, a quien todos los días, como le había dicho su hijo, le decía: Ave María.

Entonces, el padre Trilles le explicó quién era María y las principales verdades de nuestra fe católica. A la mañana siguiente, ella asistió a misa y rezó con ellos el rosario. Y, después de unos días de preparación, se bautizó con el nombre de María. Ese mismo día, ella se fue a la tumba de su hijo a rezar el avemaría repetidas veces. A la mañana siguiente, murió, apretando entre los dedos la medalla de la Virgen y repitiendo el avemaría.

Dios había permitido que se equivocaran de camino para poder ir a evangelizar y bautizar a aquella anciana, que pudo así morir como cristiana.3

En 1866, el volcán Etna de Italia estalló y lanzó ríos de lava ardiente. El pueblo de Nicolosi estaba en grave peligro. Enviaron un mensaje a san Juan Bosco, pidiendo consejo, y él les dijo: Colocad medallas de María Auxiliadora alrededor del pueblo y rezad. Yo también rezo por vosotros.

La lava se quedó a las afueras del pueblo. Faltaban 300 metros para que arrasara el pueblo y se detuvo. Hoy se puede ver todavía la masa acumulada y seca que ha quedado allí para el recuerdo de las generaciones venideras. Este hecho fue publicado por el periódico anticlerical de la época llamado Gazzetta di Catania.

  1. Citado por De Fiores Stefano, Los caminos del espíritu con María, Ed. San Pablo, Madrid, 1997.
  2. André Frossard, ¿Hay otro mundo?, Ed. Rialp, Madrid, 1981, pp. 32-36.
  3. Padre Trilles en Anales de la Propagación de la fe, enero de 1908.

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