2. La Parroquia de la Milagrosa.
Ya conocemos, por la lectura del capítulo IX, los detalles que propiciaron la construcción de la capilla de la Milagrosa en el año 1927. Resumimos algunos datos. Todo comenzó con una pequeña capilla que pronto resultó insuficiente para los fieles. En febrero de 1928, se puso en funciones otra capilla más capaz pero que todavía no resultó definitiva. Finalmente el 7 de mayo de 1949 se bendijo solemnemente la Iglesia actual. Como en todas las obras emprendidas por la Congregación de la Misión, la ayuda de los fieles resultó imprescindible para llevarla a buen término.
Calculamos en $60, 000 pesos lo que se debió levantar de diversas colectas al público antes de la inauguración y varios miles después para bancos y otros utensilios.
El P. Simeón Obanos fue el motor que impulsó la construcción del nuevo templo dedicado a la Virgen Milagrosa. Después de mucha dedicación y mucho ingenio, dejó esta Iglesia construida cuando fue trasladado a la de Caibarién donde trabajó muchos años con gran abnegación. Al llegar el éxodo de sacerdotes y religiosos que tuvo lugar entre los meses de agosto y septiembre de 1961, el P. Obanos se vio obligado a abandonar la Isla de Cuba donde quedaron levantadas sus obras y donde quedó su ejemplo en la memoria de los fieles. Después de su partida,
Le sucedió el P. Ricardo Etayo. Más reposado, pero no menos eficiente, El P. Etayo comenzó en Santos Suárez encargándose de la revista La Milagrosa como administrador, teniendo al P. Nava como director. Levantó las suscripciones y mejoró mucho la presentación.
La obra comenzada por el P. Obanos había quedado en buenas manos. Y por otra parte, su sucesor logró que aumentara tanto la calidad como la circulación de la revista La Milagrosa, ayudaba en esta tarea el Hermano Nemesio Torrubia, quien víctima de la ideología imperante, en abril de 1961, tuvo que enfrentar circunstancias muy difíciles que lo afectaron profundamente:
Llevado preso, cuando Playa Girón y estando tres o cuatro días en la cárcel del Príncipe, le tomó terror a esta situación, de la cual según nos escribió, todavía no se ha repuesto de los nervios. Pero seguía pensando en Cuba, donde tan admirablemente trabajó, primero en la portería de la Merced y luego en Santos Suárez.
Desde el principio, los Padres que estuvieron a cargo del templo tuvieron una buena compenetración con el pueblo de la zona, y esas cálidas relaciones se vieron favorecidas por el uso del gran salón de actos, un lugar apropiado para reunir muchas personas y celebrar tanto obras de teatro como eventos de diversa índole. Entre los numerosos servicios que se brindaban, había conferencias, cursillos diversos, repartos, comedias y toda clase de comunicación mutua.
En los años siguientes, la parroquia pasó a ser regida por los Padres Vila y José María Ardanaz En su trabajo, además de numerosas ocupaciones, los acompañaba también el P. Alfredo Enríquez que vivía en la casa, pero tenía que cuidar de la capellanía de la Milagrosa de las Católicas Cubanas además de la inmensa parroquia del Cerro.
Cuando llegó de España el P. Carlos Sánchez, pasó a ocuparse del servicio del culto en la parroquia de la Milagrosa de Santos Suárez, junto con el P. Enríquez, dirigiendo además la capellanía de las Católicas Cubanas. Con la nueva distribución, el P. Vila pasó a Yaguajay para ocuparse de esta parroquia junto con la de Caibarién.
El P. Alfredo Enríquez, asistido por el P. Carlos Sánchez, logró dar un impulso a las visitas a domicilio a los enfermos dentro del poblado territorio de Santos Suárez, gracias a la ayuda de su automóvil. Los visitaba también si estaban ingresados en clínicas u hospitales.