1.- El contexto político-religioso
1.1. La Restauración (1875-1923)
El 29 de Diciembre de 1874 el general Martínez Campos proclama Rey a Alfonso XII. La Constitución de 1876 (tras los enconados debates en torno al artículo 11 relativo a la tolerancia de cultos) proclamará, entre otras cosas, la confesionalidad del Estado, la reducción de la tolerancia religiosa a estrechos límites, el compromiso del gobierno de respetar las obligaciones financieras del Concordato del 1851 relativas al sustento del clero, la derogación de las medidas sancionadas por los regímenes anteriores que causaron mayor escándalo y repudio en la jerarquía (en especial, la libertad de cátedra y el matrimonio civil)…
El nuevo sistema político (cuyo líder indiscutible será D. Antonio Cánovas del Castillo) se basará, sobre todo en dos elementos: la propia Constitución y el bipartidismo. La Constitución tendrá un fuerte contenido ecléctico y el bipartidismo adquirirá la forma práctica del turnismo pacífico con todo lo que conlleva de intereses caciquiles, alteración de resultados, etc…
En general podemos hablar de entendimiento entre la Iglesia y el Estado. La Iglesia (a pesar de los no muy buenos ejemplos de determinados miembros) pudo centrar su esfuerzo en un amplio despliegue renovador (en una sociedad, incluida la rural, cada vez menos proclive a ser movilizada por el clero) sin abdicar por ello de su posición antiliberal aunque cada vez más centrada en los núcleos dirigentes lo cual sustrajo a la Iglesia la adhesión de los incipientes sectores del obrerismo y del campesinado volcado a la acción revolucionaria.1
El clero secular pondrá un especial interés en su preparación que, aunque superior a los períodos precedentes, fue casi exclusivamente humanística; el clero regular y las Congregaciones conocerán en este período el mayor auge del ochocientos, especialmente las relacionadas con el testimonio de la caridad. La religiosidad popular quedara reflejada en el aumento de prácticas propias como procesiones, peregrinaciones, romerías, etc…
El paso de siglo asiste a una fuerte controversia anticlerical motivada, en parte, por «la necesidad sentida por los partidos gobernantes de establecer artificialmente fronteras y antagonismos entre sus programas» y, junto a ello, por «la pujanza del positivismo en el mundo del pensamiento y en el de las realidades políticas, la del movimiento republicano, así como las medidas adoptadas en Francia y Portugal en materia eclesiástica«.2
Esta controversia hace principal referencia, además de a una serie de medidas antieclesiásticas (Decreto sobre establecimientos industriales dirigidos por religiosos, reducción del número y sueldo del clero castrense, exigencia de titulación de religiosos miembros de tribunales eclesiásticos …) al estatuto jurídico de las órdenes y congregaciones religiosas (cuyo número había aumentado notoriamente merced a los clérigos y monjas llegados de Francia). El tema, tomado como bandera por los sucesivos gobiernos, estuvo sometido al pendularismo de éstos, de manera que el «tópico del anticlericalismo sirvió al partido liberal para la asimilación del librepensamiento burgués y la aproximación a las organizaciones de asalariados cuyos verdaderos intereses no preocupaban realmente a los políticos liberales. El tópico de la religión amenazada sirve al político conservador para meter en danza, a efectos políticos, a una masa católica políticamente informe o apática. Como resultado de ésta táctica, el tema religioso se constituye en problema fundamental de la política de este período […]. La Iglesia consigue con todo esto un detenimiento en el proceso de liquidación de sus antiguas prerrogativas porque, de hecho, no sale muy perjudicada a nivel institucional a causa de la fuerte reacción católica que suscitan las llamadas medidas anticlericales. Pero a nivel popular aparecerá hasta nuestros días mixtificada con determinados elementos socio-políticos y económicos en detrimento de la religiosidad popular«.3
1.2. La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1931)
Diversas circunstancias influyeron en la crisis del sistema de la restauración.
a) El Impacto del Desastre de 1898. La pérdida de las colonias es vivida por la sociedad española como una catástrofe aunque no fuese tanto (el régimen monárquico continuó, los partidos dinásticos -Conservador y Liberal- continuaron alternándose en el poder y la Hacienda Pública consiguió cierto equilibrio después de los grandes gastos que había supuesto la guerra colonial). Con ello, no obstante se inició una crisis lenta del poder del Estado caracterizada por la división interna de los partidos del régimen y la inestabilidad política.
b) La muerte de los líderes (Antonio Cánovas y Mateo Sagasta)que provoca divisiones internas en ambos partidos motivadas por la lucha del liderazgo: Conservadores: Fernández Villaverde y Maura; Liberales: Montero Ríos, Moret y Canalejas.
c) La Semana Trágica (julio 1909). Enfrentamientos del Ejército español con Marruecos, en Melilla, decidieron al Gobierno movilizar a los reservistas. La impopularidad de la guerra y el llamamiento de los reservistas desencadenaron una huelga de protesta en toda España (26 julio). Hubo enfrentamientos armados entre los obreros y el Ejército, y saqueo e incendio de edificios religiosos. Las tropas restablecieron el orden y se llevó a cabo una fuerte represión que culminó con la ejecución de cinco penas de muerte. Entonces se produjeron protestas en España y en Europa contra la política represiva del gobierno de Maura.
d) La Crisis de 1917. A la muerte de Canalejas, los partidos dinásticos cayeron en una profunda división interna, formando grupos con líderes enfrentados. Esta situación produjo la gran conmoción revolucionaria de 1917, que tuvo tres escenarios: el militar, el parlamentario y obrero.
e) El problema de Marruecos (1921).Las tropas españolas recibieron un golpe muy duro a manos de los independentistas marroquíes, guiados por el caudillo Abd el-Krim. El ejército español tuvo que huir hasta Melilla y sufrió 12.000 bajas. La derrota de Annual dividió más a los políticos y a la opinión pública entre los partidarios y los detractores de la guerra. La investigación sobre las responsabilidades del desastre se plasmó en el llamado Informe Picasso: implicaba al gobierno, a los militares y al mismo rey.
El 12 de septiembre de 1923, ante la situación general de crisis, violencia y descomposición del sistema político, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, hace público un manifiesto en el que señala ha decidido constituir en Madrid un Directorio militar de carácter provisional. El 15 de Septiembre el Rey Alfonso XIII le nombra jefe de Gobierno.4 Dos años más tarde, diciembre de 1925, se constituye un Directorio civil.
El apoyo político, además del ejército y la corona, le vendrá del maurismo y de la derecha católica a los que se sumaron las organizaciones patronales, especialmente catalanas. La Iglesia (que recibe a la dictadura con indisimulable alborozo) se alegra de las declaraciones antiliberales y moralizadoras del Directorio aunque no quiere vincular su suerte a la del régimen; así junto a la organización de espectaculares Congresos se encuentra el descontento del clero catalán (al que se prohíbe predicar en su lengua), del clero rural (por la política estatal acerca de las escuelas primarias) y del sindicalismo católico (postergados por la UGT). A comienzos de siglo existen en España 33.400 sacerdotes seculares, 10.000 religiosos y 40.000 religiosas.
El balance de la política social puede considerarse, en general, bastante positivo. Mejoró el nivel de vida de la población española, descendió el paro y la conflictividad social y hubo un fuerte incremento en las inversiones sociales del Estado (educación, sanidad, vivienda).5 El 28 de Enero de 1930 dimite Primo de Rivera. Tras las elecciones municipales del 12 Abril de 1931 se proclama la República. El rey Alfonso XIII saldrá para el exilio.
Al final del período la sociedad es mayoritariamente católica y rural con unos elevados índices de analfabetismo aunque acortándose la distancia respecto a las sociedades europeas más desarrolladas. La población urbana se había duplicado, mejorando las tasas de alfabetización y haciéndose perceptible el proceso de secularización aunque se mantenían las profundas desigualdades sociales y regionales. «Sobre esa sociedad todavía mal comunicada y poco integrada, de localismos y vida provinciana, con una cultura política asociativa y participativa escasamente desarrollada, se dispuso la República a reformar, transformar y revolucionar casi todo»6
- CUENCA TORIBIO, J.M.: «El catolicismo español en la Restauración 1875-1931» en «Historia de la Iglesia en España» (Dir. por R. Garcìa Villoslada» V, p.297.
- Id. p.280.
- MARTIN, J.: «Iglesia y Estado. Primer tercio del siglo XX (1903-1931)» en «Diccionario de Historia Eclesiástica de España» I, p. 1174.
- MARTINEZ CUADRADO, M.: «La burguesía conservadora» en «Historia de España Alfaguara» (Dir. por M. Artola) VI, p.383.
- JORDA, M.- JOB, J.: «La Dictadura» en «España s.XX» (Coor. por A.Gallego) p.260.
- CABRERA, M.: «Proclamación de la República, Constitución y Reformas» en «República y Guerra en España» (Coor. Por Santos Juliá). Madrid, 2006, p.45