Espiritualidad vicenciana: Sagrada Escritura

Francisco Javier Fernández ChentoEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: José Ignacio Fernández Hermoso De Mendoza, C.M. · Año publicación original: 1995.

Introducción.- Acceso de Vicente de Paúl a la Sagrada Escritura.- Infancia y adolescencia.- Estudiante de Teo­logía.- El Breviario.- La Celebración Eucarística.- Lectura de la Palabra de Dios.- Uso de la Sagrada Escritura.


Tiempo de lectura estimado:

ACCESO DE VICENTE DE PAÚL A LA SAGRADA ESCRITURA

Los biógrafos y comentaristas clásicos de san Vicente de Paúl apenas hicieron hincapié en la re­lación que tuvo el Santo con la Sagrada Escritu­ra. A la hora de enumerar las fuentes en las que Vicente de Paúl se inspira y de las que se sirve raro era el autor que incluía entre las mismas la Palabra de Dios, señalando en cambio los auto­res conocidos, anteriores o contemporáneos de Vicente de Paúl, de los que el Fundador de la Misión se supone dependió (W. Dicharry, Saint Vincent and Sacred Scripture, en Vincentian Heritage X(1989)143; A. Dodin, Les Sources de l’enseignement de Monsieur Vincent de Paul, en­Vincentiana 28 (1984) 544-555).

El P. Coste, al relatar la reforma de la predi­cación llevada a cabo por Vicente de Paúl, de­dica al tema que nos proponemos estudiar esta única alusión: «Si exceptuamos las ocasiones fre­cuentes en que acudía a la Sagrada Escritura, las citas textuales son bastante raras en sus discur­sos» ( P. Coste, El gran Santo del gran siglo, CEME, Salamanca, II, 249).

En términos generales no se valoró suficien­temente la estrecha relación que Vicente de Paúl mantuvo con la Palabra de Dios. El P. Jacques De­larue (L’ideal Missionnaire du Prétre d’apres Saint Vincent de Paul. Paris 1946, p. 335). Poco después de concluida la segunda guerra mundial se expre­saba a este respecto en términos elogiosos: Vicente de Paúl «lee y medita de continuo el evan­gelio, lo lee con más realismo que P. Bérulle, lo con­sulta para descubrir las sendas humanas y a la vez divinas por las que Jesucristo camina en búsque­da del hombre para salvarlo». Al señalar las fuen­tes de la teología vicenciana sobre el sacerdocio, escribe estas significativas palabras: «las dos fuen­tes principales de las que depende el pensamien­to de San Vicente sobre el sacerdocio son la ex­periencia y el evangelio» (lb. 335).

También contribuyó a aliviar la carencia de es­tudios sobre el tema que nos ocupa el P. A. Do-din, quien elaboró un catálogo de referencias bí­blicas, extraídas de las Conferencias de San Vi­cente de Paúl a los misioneros (Entretiens

Spiri­tuels de Saint Vincent de Paúl. Paris, 1960. Ta­bles. References Bibliques, p. 1089-1097). A es­te estudio estadístico siguieron en época más reciente otros intentos similares en los que se ca­talogan las citas y el uso que Vicente de Paúl hi­zo de la Sagrada Escritura.1

Durante la infancia y la adolescencia, Vicente de Paúl contó con la oportunidad de iniciarse en los primeros conocimientos de la Palabra de Dios a través de medios diversos y complementarios: el catecismo impartido en la escuela, el sermón de los domingos en la parroquia, los comentarios sobre Historia Sagrada escuchados en la casa pa­terna.

Las narraciones acerca de la creación y el éxo­do, el recuento de las hazañas de los grandes personajes del A. T. : Patriarcas, Moisés, Jueces y Profetas, permitían a la gente sencilla asomar­se al mundo de la Biblia.

Los relatos sobre la vida de Jesús, de los personajes más característicos del N. T. : Juan Bau­tista, María, José, los Apótoles, así como la historia del nacimiento y muerte de Jesús, alimentaban la curiosidad inicial por conocer la Historia de la Salvación.

Vicente de Paúl, de la misma manera que el pueblo sencillo de su época, contó con la posibi­lidad de escuchar las narraciones bíblicas. Con el tiempo, el reducido panorama, vislumbrado a tra­vés de esa ventana entreabierta, se irá ensan­chando hasta alcanzar proporciones considera­bles.

Los calendarios escolares de las Facultades de Teología de la época apenas dedicaban espacios al estudio en cuanto tal de la Sagrada Escritura. Consta que en los programas de la Sorbona sí fi­guraba el estudio de la Sagrada Escritura: Antiguo y Nuevo Testamento. La dogmática atraía de tal manera la atención de profesores y alumnos que la Palabra de Dios servía de ayuda para esclare­cer los grandes temas teológicos. Vicente de Pa­úl, siendo estudiante de Teología, manejó el Li­bro de las Sentencias de Pedro Lombardo, cuyo procedimiento consistía en usar la Escritura co­mo ilustración de las tesis teológicas sin intentar desentrañar en sí mismo el sentido de la Sagra­da Escritura. «El resurgimiento de la teología positiva fue particularmente notable en Francia pero hay que decir que esta magna empresa se desarrolló al margen de la Universidad» (F. Blu­che (dir.), Dictionnaire du Gran Siécle. Fayard, Pa­rís 1990. Vocablo: Teologies, pág. 1514.).

Parece, pues, legítimo concluir diciendo que el paso de Vicente de Paúl por la Facultad de Teo­logía, siguiendo los hábitos de estudio de la épo­ca, fue escasamente significativo en cuanto a su conocimiento de la Sagrada Escritura, «Una lectura crítica pone de manifiesto que, con anterio­ridad a 1617, es decir, antes de alcanzar los 36 años de edad, Vicente de Paúl apenas utilizaba la Biblia, lo que nos permite sospechar que la co­nocía poco.»(A. Dodin, Monsieur Vincent et la Si­ble, en J. R. Armogathe (dir.) Bible de tous les temps, . París 1989, VI, 628-629).

El breviario

A medida que transcurrían los años de Vicente de Paúl, siendo ya presbítero, se fue familiari­zando más y más con la Palabra de Dios a través, entre otros medios, de la lectura oracional de los salmos y textos bíblicos del A. y N. T., insertos en el Breviario. El rezo en particular y por lo regular en común de los salmos y otros pasajes bíblicos, así como de los comentarios de los Santos Pa­dres, hicieron que la Palabra de Dios penetrara con hondura en el alma y espíritu de Vicente de Pa­úl: «La liturgia, es decir, los textos del misal o del breviario presentan los pasajes, no de una manera neutra, sino con una tonalidad, un color y un rit­mo enteramente particular» (A. Dodin, Les sour­ces de l’enseignement de Monsieur Vincent de Paul. en Vincentiana 28 (1984)547).

En repetidas ocasiones Vicente de Paúl, diri­giéndose a los misioneros, les exhorta a rezar en común el Oficio Divino completo, superando los obstáculos e inercias personales que pudieran impedírselo: «Tendremos mucho cuidado en cumplir bien con el Oficio Divino, que se rezará según el rito romano y en común, incluso du­rante la misión» (X, 510; XI, 605). De esta mane­ra el Santo y los misioneros compartían la prác­tica comunmente aceptada por los eclesiásticos observantes. Las horas canónicas recitadas con «reverencia, atención y devoción» (ib.) fueron creando en Vicente de Paúl una asimilación in­telectual y afectiva de la Palabra de Dios pro­funda y vivencial.

El 19 de enero de 1642, refiriéndose el Fun­dador de la Misión a la repercusión favorable que la Sagrada Escritura ejerce en quien la lee y medita con frecuencia, se expresa en estos tér­minos: «Una sola palabra es capaz de convertir­nos: sólo basta una, como sólo una bastó a San Antonio» (Xl, 38). Estas expresiones presuponen que Vicente de Paúl contaba con una larga ex­periencia de lectura y meditación de la Palabra de Dios.

La celebración Eucarística

El Santo, durante su vida de presbítero, cele­braba a diario la Eucaristía. Otro tanto aconse­jaba a los sacerdotes: «Celebrarán la misa todos los días, siempre que no haya impedimento» (RC CM X, 6; SVP X, 510). En otro lugar de las Reglas Comunes resume su pensamiento sobre un pun­to tan crucial para su propia vida de piedad y la de los misioneros con estas palabras; «El mejor medio de honrar esos misterios, Trinidad y En­carnación, es el culto debido y la recepción dig­na de la Sagrada Eucaristía» (RC CM X, 3; SVP X, 508).

Los textos bíblicos del misal, especialmente epístola y evangelio, tantas veces proclamados y comentados a lo largo del Año Litúrgico serán, de hecho, otro medio por el que San Vicente man­tendrá un contacto vivo y permanente con la Pa­labra de Dios a lo largo de su vida misionera.

Lectura de la Palabra de Dios

Dos años antes de su muerte, 17 de mayo de 1658, Vicente de Paúl entregó a los misioneros el texto impreso de las Reglas Comunes. En el capítulo X, que trata de las prácticas piadosas de la Congregación, al exhortar a los misioneros a la lectura espiritual, les invita en particular a leer el Nuevo Testamento: «Los sacerdotes y los cléri­gos leerán además un capítulo del N. T. Venera­rán este libro como regla de perfección cristiana. Y para que más aproveche, lo leerán de rodillas, con la cabeza descubierta, añadiendo al final es­tos tres actos: 1. adorar las verdades contenidas en el capítulo leído; 2. animar a revestirse del es­píritu con que las dijeron Cristo y los Santos; 3. proponerse imitar los consejos, normas y ejem­plos de virtud que hayan encontrado en la lectu­ra» (RC CM X, 8; SVP X, 511s).

El punto de partida de esta prescripción hay que situarlo en la práctica continua del Santo du­rante los años precedentes. Y no sólo de Vicen­te de Paúl, sino de cierto colectivo de hombres y mujeres contemporáneos suyos2 y, en particu­lar, de los primeros sacerdotes y clérigos de la Misión: «Nada encontraréis en ellas, (las Reglas Comunes) que no hayáis practicado durante mu­cho tiempo» (RC CM Prólogo; SVP X, 461s).

Los conocimientos que el Santo posee de la Sagrada Escritura no son los propios de un espe­cialista sino los correspondientes a un sacerdote piadoso y culto de la época. Vicente de Paúl «no encontró tiempo ni tuvo vocación para especular oficiosamente, sino para ofrecer doctrina segura» (Pérez Flores-Orcajo, Espiritualidad y selección de escritos, 70). EI Fundador de la Misión, una vez concluida la carrera eclesiástica, no volvió a em­prender estudio alguno sistemático de la Palabra de Dios. Siendo esto cierto, no lo es menos su entrega asidua a la lectura de los Libros Sagrados y en particular del Nuevo Testamento.

El texto antes citado de las Reglas Comunes (RC CM X, 8) es clave para sopesar la relación pro­funda entre Vicente de Paúl y la Sagrada Escri­tura, así corno para esclarecer el uso que de la misma hizo el Santo.

Los mismo a los misioneros, presbíteros y clérigos, que a los sacerdotes asistentes a las Conferencias de los Martes (X, 144s), les exige que lean a diario un capítulo del N. T. Si el hecho en sí mismo es significativo, pues se trata de una por­ción considerable de lectura diaria, no lo son me­nos las actitudes interiores y exteriores que de­ben acompañar al lector: la veneración del libro, pues en el evangelio se «encuentra Jesucristo en persona», y la reverencia.

En las últimas expresiones del texto citado queda patente, por otra parte, algo que se repite con frecuencia en las alocuciones y escritos del Santo: su búsqueda en la Palabra de Dios de lec­ciones de vida y reglas para el comportamiento práctico. Vicente de Paúl encontraba continua­mente, para su diario vivir y quehacer, la luz y la fuerza de Cristo el Señor depositada en su Pala­bra.

Dentro del aprecio global a toda la Sagrada Es­critura, Vicente de Paúl se siente más cómodo al frecuentar la lectura y meditación de los Evan­gelios y Cartas de los Apóstoles. Algunos ejem­plos estadísticos demuestran lo dicho. De las 164 citas explícitas de la Sagrada Escritura que se en­cuentran en las Conferencias de San Vicente a las Hijas de la Caridad, 23 han sido tomadas del An­tiguo Testamento y 141 del Nuevo (M Vanste­enkiste, Monsieur Vincent et la Bible, en Bulletin de la soc. Borda, Dax 1982, 1 y 7). Asimismo, las citas bíblicas implícitas suman la cifra del . 755, de las cuales 428 provienen del Antiguo Testamen­to y 1. 327 del Nuevo (ib. 1). F. Garnier (o. c. 214- 219) por su parte llega a una conclusión parecida al elaborar la estadística completa de alusiones bí­blicas explícitas insertas en los escritos de san Vicente. De las 428 referencias bíblicas, 116 pro­ceden del Antiguo Testamento y 312 de los Evan­gelios y Cartas.

Hay motivos suficientes para suponer que Vi­cente de Paúl conoce incluso de memoria amplias porciones del Nuevo Testamento. De ahí las alu­siones frecuentes y las numerosas citas de los li­bros neotestamentarios. El manejo de los textos escriturísticos, en orden a la exposición de te­mas espirituales y a redactar cartas y documen­tos, le resulta fácil debido al uso frecuente de la Sagrada Escritura por parte del Santo.

¿Tiene Vicente de Paúl preferencia por algún libro de la Sagrada Escritura? Dentro del ámbito del Antiguo Testamento se inclina por el libro de los Salmos. Los 150 salmos suministran al Fun­dador de la Misión argumentos para invitar a sus interlocutores a la oración, conversión y ala­banza al Señor. De las 116 veces que toma tex­tos del A. T., 88 proceden del libro de los Salmos, debido tal vez al frecuente uso oracional de los mismos (W. Dicharry, o. c. 147).

No menos característico de la hermenéutica vicenciana es la frecuencia de alusiones a las grandes figuras del Antiguo Testamento: Adán, Noé, Abraham y Moisés, de cuyas vidas extrae numerosas lecciones prácticas.

Tratándose del Nuevo Testamento, las pre­ferencias del Santo, si nos atenemos a los resul­tados estadísticos, son manifiestas. Cita 99 veces a Mateo, 46 a Juan, 44 a Lucas, 8 a Marcos, 95 a Pablo, 9 a Hechos, 22 a Hebreos y epístolas res­tantes, 4 a Apocalipsis.

Es patente la predilección de Vicente de Pa­úl por Mateo, debido a las enseñanzas de su evan­gelio sobre la Iglesia y la santificación personal; y por Pablo, considerado modélico para los mi­sioneros por el celo apostólico desplegado y por las humillaciones que experimentó con ocasión del ministerio (ib. 148).

El número de alusiones bíblicas que Vicente de Paúl inserta en los doce capítulos de las Re­glas Comunes también es por sí mismo signifi­cativo: 37 tomadas de Mateo, 35 de Pablo, 17 de Lucas, 8 de Juan, 5 de Marcos, 8 de Hechos, 3 de Hebreos y restantes espístolas y 3 del Apo­calipsis (ib. 148). En esta estadística, que es numérica, hay que destacar la predilección de Vi­cente de Paúl por los pasajes en los que de hecho o de palabra se muestra a Cristo miseri­cordioso y cercano a los pobres, lo que hace que sienta devoción especial por el Evangelio de Lucas.

Uso de la Sagrada Escritura

El Fundador de la Misión es ante todo un hom­bre de acción. El uso que hace de la Palabra de Dios viene exigido por los ministerios propios de un fundador y reformador del clero, ejercidos a tra­vés de la predicación misionera, conferencias a los Misioneros e Hijas de la Caridad, cartas y otros escritos.

Con la cita exacta, sin que a veces le preocupe la exactitud literal, o con la mera alusión implíci­ta, Vicente de Paúl ilustra y apoya el argumento o la exposición de una temática determinada.

Nuestro Santo se desenvolvió en medio de un ambiente eclesial pluralista en el que se en­tremezclaban diversas corrientes de espirituali­dad. Su apelación a la Sagrada Escritura se de­bía al deseo de contar con seguridad doctrinal, lejos de posibles errores y desviaciones teoló­gicas. La Palabra de Dios, en opinión del Santo, es testimonio definitivo de la verdad. A lo largo del capítulo II de las Reglas Comunes las enseñanzas evangélicas se contraponen una tras otra a las enseñanzas del mundo: «Ante todo cada uno de nosotros se esforzará por convencerse de esta verdad: que la enseñanza de Cristo no puede engañar nunca, mientras que la del mun­do es siempre falaz» (RC CM II, 1; SVP X, 466). La Palabra de Dios proporcionaba al Santo di­rectrices seguras, quedando de esa manera li­bre de indecisiones y de posibles razonamien­tos falsos. «Quien dice doctrina de Jesucristo, dice roca inquebrantable, dice verdades eternas que son seguidas infaliblemente de sus efec­tos» (XI, 417).

Por otra parte, su realismo y afición a lo con­creto, lejos de toda vana especulación, encuen­tra en los pasajes bíblicos, sobre todo neotesta­mentarios, la formulación y el pensamiento precisos, requeridos en cada caso particular. El sentido práctico y la predilección vicenciana por lo inteligible y sencillo se apoya con toda natu­ralidad en incontables ocasiones en la Sagrada Es­critura.

La exigencia de que los misioneros contaran con suficiente preparación teológica, indujo a Vi­cente de Paúl a programar para cada día, al con­cluir una Misión : «dos conferencias y a veces tres: una sobre los casos de conciencia, otra so­bre Sagrada Escritura y la otra sobre materias de controversia» (VIII, 210). Las orientaciones del Fundador no dejarían de oírse en tales circuns­tancias. Para el Santo y los Misioneros la Pala­bra de Dios es fuente perenne de sabiduría divi­na de la que brotan de continuo las aguas de la verdad eterna.

Vicente de Paúl, ni siquiera al apelar a las car­tas de san Pablo eminente teólogo, intenta de­sentrañar en cuanto tales los grandes temas teológicos contenidos en el Corpus Paulinum, co­mo son, entre otros, la muerte y resurrección de Cristo, la justificación, la neumatología y la esca­tología. El uso que el Santo hace de la Sagrada Escritura es ante todo funcional y pastoral. Se sir­ve de ella en función de una temática variada: doctrina, virtudes, vida cristiana y animación apos­tólica.

Los testimonios bíblicos le sirven igualmente para exhortar, mover los corazones y reformar las costumbres de unos y otros: Misioneros, Hi­jas de la Caridad y fieles.

Por otra parte, debido a su contacto perma­nente con la Palabra de Dios, Vicente de Paul se mantiene a salvo a lo largo de su vida de posibles capillismos efímeros, en cuanto orientador de conciencias fundador de Congregaciones. Lo fun­damental vicenciano permanecerá siempre váli­do porque su mensaje, obras y palabras, se apo­ya ante todo en la Palabra de Dios: Antiguo y Nuevo Testamento.

Bibliografía

A. DODIN, Les Sources de lenseignement de Mon­sieur Vincent de Paul, en Vincentiana 28 (1984) 544-555.- F. GARNIER, Textes Bibliques cites par Saint Vincent, en Vincentiana 23 (1979) 214­219.- D. GARCÍA – M. ABAITUA, San Vicente de Paúl. Obras Completas. Xll. lndice. CEME, Sa­lamanca 1986. Indices Bíblicos, págs. 573-587.- W. DICHARRY, Saint Vincent and Sacred Scrip­ture, en Vincentian Heritage 10 (1989)143­154.- A. ORCAJO, Vicente de Paúl a través de la Palabra, Ed, La Milagrosa, Madrid 1988.-A. DOD1N, Monsieur Vincent et la Bible, en J. R. Ar­mogathe (dir), Bible de tous les temps. T. V11: Le Grand Siecle et la Bible, París 1989, p. 627­642.- Animation Vicentienne. Cahier 21. L’E­vangile. Bordeaux 1978.-A. DOD1N, Entretiens Spirituels de Saint Vincent de Paul, Paris 1960. Références Bibliques, p. 1089-1097.- M. VANS­TEENK1STE, Monsieur Vincent et la Bible. en Bu­Iletin de la Societé de Borda, Dax 1982.- J. DE­LARUE, L’Ideal Missionnaire du Prétre d’apres Saint Vincent de Paul. Paris 1946.- J. GONT­HIER, Saint Vincent de Paul et l’Ecriture Sain­te, en Bulletin des Lazaristes de France 70 (1979)1-22.

  1. F. GARNIER, Textes Bibliques cites d’apres Saint Vin­cent de Paúl, en Vincentiana 23(1979)214-219: D. GARCIA-M. ABAITUA, San Vicente de Paúl, Obras Completas X11. índi­ces. CEME, Salamanca 1986. Indice Bíblico, p. 573-587; J. GONTHIER, Saint Vincent de Paul et l’Ecriture Sainte, en Bu­lletin des Lazaristes de France 7011979)1-22; W. DICHARRY, Saint Vincent and Sacred Scripture. en Vincentian Herita­ge 10 (1989) 143-154.
  2. Esta práctica era usual entre las personas devotas contemporáneas de S. Vicente: Bérulle, Duval, Luisa de Marillac, Olier y otros.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *