ACCESO DE VICENTE DE PAÚL A LA SAGRADA ESCRITURA
Los biógrafos y comentaristas clásicos de san Vicente de Paúl apenas hicieron hincapié en la relación que tuvo el Santo con la Sagrada Escritura. A la hora de enumerar las fuentes en las que Vicente de Paúl se inspira y de las que se sirve raro era el autor que incluía entre las mismas la Palabra de Dios, señalando en cambio los autores conocidos, anteriores o contemporáneos de Vicente de Paúl, de los que el Fundador de la Misión se supone dependió (W. Dicharry, Saint Vincent and Sacred Scripture, en Vincentian Heritage X(1989)143; A. Dodin, Les Sources de l’enseignement de Monsieur Vincent de Paul, enVincentiana 28 (1984) 544-555).
El P. Coste, al relatar la reforma de la predicación llevada a cabo por Vicente de Paúl, dedica al tema que nos proponemos estudiar esta única alusión: «Si exceptuamos las ocasiones frecuentes en que acudía a la Sagrada Escritura, las citas textuales son bastante raras en sus discursos» ( P. Coste, El gran Santo del gran siglo, CEME, Salamanca, II, 249).
En términos generales no se valoró suficientemente la estrecha relación que Vicente de Paúl mantuvo con la Palabra de Dios. El P. Jacques Delarue (L’ideal Missionnaire du Prétre d’apres Saint Vincent de Paul. Paris 1946, p. 335). Poco después de concluida la segunda guerra mundial se expresaba a este respecto en términos elogiosos: Vicente de Paúl «lee y medita de continuo el evangelio, lo lee con más realismo que P. Bérulle, lo consulta para descubrir las sendas humanas y a la vez divinas por las que Jesucristo camina en búsqueda del hombre para salvarlo». Al señalar las fuentes de la teología vicenciana sobre el sacerdocio, escribe estas significativas palabras: «las dos fuentes principales de las que depende el pensamiento de San Vicente sobre el sacerdocio son la experiencia y el evangelio» (lb. 335).
También contribuyó a aliviar la carencia de estudios sobre el tema que nos ocupa el P. A. Do-din, quien elaboró un catálogo de referencias bíblicas, extraídas de las Conferencias de San Vicente de Paúl a los misioneros (Entretiens
Spirituels de Saint Vincent de Paúl. Paris, 1960. Tables. References Bibliques, p. 1089-1097). A este estudio estadístico siguieron en época más reciente otros intentos similares en los que se catalogan las citas y el uso que Vicente de Paúl hizo de la Sagrada Escritura.1
Durante la infancia y la adolescencia, Vicente de Paúl contó con la oportunidad de iniciarse en los primeros conocimientos de la Palabra de Dios a través de medios diversos y complementarios: el catecismo impartido en la escuela, el sermón de los domingos en la parroquia, los comentarios sobre Historia Sagrada escuchados en la casa paterna.
Las narraciones acerca de la creación y el éxodo, el recuento de las hazañas de los grandes personajes del A. T. : Patriarcas, Moisés, Jueces y Profetas, permitían a la gente sencilla asomarse al mundo de la Biblia.
Los relatos sobre la vida de Jesús, de los personajes más característicos del N. T. : Juan Bautista, María, José, los Apótoles, así como la historia del nacimiento y muerte de Jesús, alimentaban la curiosidad inicial por conocer la Historia de la Salvación.
Vicente de Paúl, de la misma manera que el pueblo sencillo de su época, contó con la posibilidad de escuchar las narraciones bíblicas. Con el tiempo, el reducido panorama, vislumbrado a través de esa ventana entreabierta, se irá ensanchando hasta alcanzar proporciones considerables.
Los calendarios escolares de las Facultades de Teología de la época apenas dedicaban espacios al estudio en cuanto tal de la Sagrada Escritura. Consta que en los programas de la Sorbona sí figuraba el estudio de la Sagrada Escritura: Antiguo y Nuevo Testamento. La dogmática atraía de tal manera la atención de profesores y alumnos que la Palabra de Dios servía de ayuda para esclarecer los grandes temas teológicos. Vicente de Paúl, siendo estudiante de Teología, manejó el Libro de las Sentencias de Pedro Lombardo, cuyo procedimiento consistía en usar la Escritura como ilustración de las tesis teológicas sin intentar desentrañar en sí mismo el sentido de la Sagrada Escritura. «El resurgimiento de la teología positiva fue particularmente notable en Francia pero hay que decir que esta magna empresa se desarrolló al margen de la Universidad» (F. Bluche (dir.), Dictionnaire du Gran Siécle. Fayard, París 1990. Vocablo: Teologies, pág. 1514.).
Parece, pues, legítimo concluir diciendo que el paso de Vicente de Paúl por la Facultad de Teología, siguiendo los hábitos de estudio de la época, fue escasamente significativo en cuanto a su conocimiento de la Sagrada Escritura, «Una lectura crítica pone de manifiesto que, con anterioridad a 1617, es decir, antes de alcanzar los 36 años de edad, Vicente de Paúl apenas utilizaba la Biblia, lo que nos permite sospechar que la conocía poco.»(A. Dodin, Monsieur Vincent et la Sible, en J. R. Armogathe (dir.) Bible de tous les temps, . París 1989, VI, 628-629).
El breviario
A medida que transcurrían los años de Vicente de Paúl, siendo ya presbítero, se fue familiarizando más y más con la Palabra de Dios a través, entre otros medios, de la lectura oracional de los salmos y textos bíblicos del A. y N. T., insertos en el Breviario. El rezo en particular y por lo regular en común de los salmos y otros pasajes bíblicos, así como de los comentarios de los Santos Padres, hicieron que la Palabra de Dios penetrara con hondura en el alma y espíritu de Vicente de Paúl: «La liturgia, es decir, los textos del misal o del breviario presentan los pasajes, no de una manera neutra, sino con una tonalidad, un color y un ritmo enteramente particular» (A. Dodin, Les sources de l’enseignement de Monsieur Vincent de Paul. en Vincentiana 28 (1984)547).
En repetidas ocasiones Vicente de Paúl, dirigiéndose a los misioneros, les exhorta a rezar en común el Oficio Divino completo, superando los obstáculos e inercias personales que pudieran impedírselo: «Tendremos mucho cuidado en cumplir bien con el Oficio Divino, que se rezará según el rito romano y en común, incluso durante la misión» (X, 510; XI, 605). De esta manera el Santo y los misioneros compartían la práctica comunmente aceptada por los eclesiásticos observantes. Las horas canónicas recitadas con «reverencia, atención y devoción» (ib.) fueron creando en Vicente de Paúl una asimilación intelectual y afectiva de la Palabra de Dios profunda y vivencial.
El 19 de enero de 1642, refiriéndose el Fundador de la Misión a la repercusión favorable que la Sagrada Escritura ejerce en quien la lee y medita con frecuencia, se expresa en estos términos: «Una sola palabra es capaz de convertirnos: sólo basta una, como sólo una bastó a San Antonio» (Xl, 38). Estas expresiones presuponen que Vicente de Paúl contaba con una larga experiencia de lectura y meditación de la Palabra de Dios.
La celebración Eucarística
El Santo, durante su vida de presbítero, celebraba a diario la Eucaristía. Otro tanto aconsejaba a los sacerdotes: «Celebrarán la misa todos los días, siempre que no haya impedimento» (RC CM X, 6; SVP X, 510). En otro lugar de las Reglas Comunes resume su pensamiento sobre un punto tan crucial para su propia vida de piedad y la de los misioneros con estas palabras; «El mejor medio de honrar esos misterios, Trinidad y Encarnación, es el culto debido y la recepción digna de la Sagrada Eucaristía» (RC CM X, 3; SVP X, 508).
Los textos bíblicos del misal, especialmente epístola y evangelio, tantas veces proclamados y comentados a lo largo del Año Litúrgico serán, de hecho, otro medio por el que San Vicente mantendrá un contacto vivo y permanente con la Palabra de Dios a lo largo de su vida misionera.
Lectura de la Palabra de Dios
Dos años antes de su muerte, 17 de mayo de 1658, Vicente de Paúl entregó a los misioneros el texto impreso de las Reglas Comunes. En el capítulo X, que trata de las prácticas piadosas de la Congregación, al exhortar a los misioneros a la lectura espiritual, les invita en particular a leer el Nuevo Testamento: «Los sacerdotes y los clérigos leerán además un capítulo del N. T. Venerarán este libro como regla de perfección cristiana. Y para que más aproveche, lo leerán de rodillas, con la cabeza descubierta, añadiendo al final estos tres actos: 1. adorar las verdades contenidas en el capítulo leído; 2. animar a revestirse del espíritu con que las dijeron Cristo y los Santos; 3. proponerse imitar los consejos, normas y ejemplos de virtud que hayan encontrado en la lectura» (RC CM X, 8; SVP X, 511s).
El punto de partida de esta prescripción hay que situarlo en la práctica continua del Santo durante los años precedentes. Y no sólo de Vicente de Paúl, sino de cierto colectivo de hombres y mujeres contemporáneos suyos2 y, en particular, de los primeros sacerdotes y clérigos de la Misión: «Nada encontraréis en ellas, (las Reglas Comunes) que no hayáis practicado durante mucho tiempo» (RC CM Prólogo; SVP X, 461s).
Los conocimientos que el Santo posee de la Sagrada Escritura no son los propios de un especialista sino los correspondientes a un sacerdote piadoso y culto de la época. Vicente de Paúl «no encontró tiempo ni tuvo vocación para especular oficiosamente, sino para ofrecer doctrina segura» (Pérez Flores-Orcajo, Espiritualidad y selección de escritos, 70). EI Fundador de la Misión, una vez concluida la carrera eclesiástica, no volvió a emprender estudio alguno sistemático de la Palabra de Dios. Siendo esto cierto, no lo es menos su entrega asidua a la lectura de los Libros Sagrados y en particular del Nuevo Testamento.
El texto antes citado de las Reglas Comunes (RC CM X, 8) es clave para sopesar la relación profunda entre Vicente de Paúl y la Sagrada Escritura, así corno para esclarecer el uso que de la misma hizo el Santo.
Los mismo a los misioneros, presbíteros y clérigos, que a los sacerdotes asistentes a las Conferencias de los Martes (X, 144s), les exige que lean a diario un capítulo del N. T. Si el hecho en sí mismo es significativo, pues se trata de una porción considerable de lectura diaria, no lo son menos las actitudes interiores y exteriores que deben acompañar al lector: la veneración del libro, pues en el evangelio se «encuentra Jesucristo en persona», y la reverencia.
En las últimas expresiones del texto citado queda patente, por otra parte, algo que se repite con frecuencia en las alocuciones y escritos del Santo: su búsqueda en la Palabra de Dios de lecciones de vida y reglas para el comportamiento práctico. Vicente de Paúl encontraba continuamente, para su diario vivir y quehacer, la luz y la fuerza de Cristo el Señor depositada en su Palabra.
Dentro del aprecio global a toda la Sagrada Escritura, Vicente de Paúl se siente más cómodo al frecuentar la lectura y meditación de los Evangelios y Cartas de los Apóstoles. Algunos ejemplos estadísticos demuestran lo dicho. De las 164 citas explícitas de la Sagrada Escritura que se encuentran en las Conferencias de San Vicente a las Hijas de la Caridad, 23 han sido tomadas del Antiguo Testamento y 141 del Nuevo (M Vansteenkiste, Monsieur Vincent et la Bible, en Bulletin de la soc. Borda, Dax 1982, 1 y 7). Asimismo, las citas bíblicas implícitas suman la cifra del . 755, de las cuales 428 provienen del Antiguo Testamento y 1. 327 del Nuevo (ib. 1). F. Garnier (o. c. 214- 219) por su parte llega a una conclusión parecida al elaborar la estadística completa de alusiones bíblicas explícitas insertas en los escritos de san Vicente. De las 428 referencias bíblicas, 116 proceden del Antiguo Testamento y 312 de los Evangelios y Cartas.
Hay motivos suficientes para suponer que Vicente de Paúl conoce incluso de memoria amplias porciones del Nuevo Testamento. De ahí las alusiones frecuentes y las numerosas citas de los libros neotestamentarios. El manejo de los textos escriturísticos, en orden a la exposición de temas espirituales y a redactar cartas y documentos, le resulta fácil debido al uso frecuente de la Sagrada Escritura por parte del Santo.
¿Tiene Vicente de Paúl preferencia por algún libro de la Sagrada Escritura? Dentro del ámbito del Antiguo Testamento se inclina por el libro de los Salmos. Los 150 salmos suministran al Fundador de la Misión argumentos para invitar a sus interlocutores a la oración, conversión y alabanza al Señor. De las 116 veces que toma textos del A. T., 88 proceden del libro de los Salmos, debido tal vez al frecuente uso oracional de los mismos (W. Dicharry, o. c. 147).
No menos característico de la hermenéutica vicenciana es la frecuencia de alusiones a las grandes figuras del Antiguo Testamento: Adán, Noé, Abraham y Moisés, de cuyas vidas extrae numerosas lecciones prácticas.
Tratándose del Nuevo Testamento, las preferencias del Santo, si nos atenemos a los resultados estadísticos, son manifiestas. Cita 99 veces a Mateo, 46 a Juan, 44 a Lucas, 8 a Marcos, 95 a Pablo, 9 a Hechos, 22 a Hebreos y epístolas restantes, 4 a Apocalipsis.
Es patente la predilección de Vicente de Paúl por Mateo, debido a las enseñanzas de su evangelio sobre la Iglesia y la santificación personal; y por Pablo, considerado modélico para los misioneros por el celo apostólico desplegado y por las humillaciones que experimentó con ocasión del ministerio (ib. 148).
El número de alusiones bíblicas que Vicente de Paúl inserta en los doce capítulos de las Reglas Comunes también es por sí mismo significativo: 37 tomadas de Mateo, 35 de Pablo, 17 de Lucas, 8 de Juan, 5 de Marcos, 8 de Hechos, 3 de Hebreos y restantes espístolas y 3 del Apocalipsis (ib. 148). En esta estadística, que es numérica, hay que destacar la predilección de Vicente de Paúl por los pasajes en los que de hecho o de palabra se muestra a Cristo misericordioso y cercano a los pobres, lo que hace que sienta devoción especial por el Evangelio de Lucas.
Uso de la Sagrada Escritura
El Fundador de la Misión es ante todo un hombre de acción. El uso que hace de la Palabra de Dios viene exigido por los ministerios propios de un fundador y reformador del clero, ejercidos a través de la predicación misionera, conferencias a los Misioneros e Hijas de la Caridad, cartas y otros escritos.
Con la cita exacta, sin que a veces le preocupe la exactitud literal, o con la mera alusión implícita, Vicente de Paúl ilustra y apoya el argumento o la exposición de una temática determinada.
Nuestro Santo se desenvolvió en medio de un ambiente eclesial pluralista en el que se entremezclaban diversas corrientes de espiritualidad. Su apelación a la Sagrada Escritura se debía al deseo de contar con seguridad doctrinal, lejos de posibles errores y desviaciones teológicas. La Palabra de Dios, en opinión del Santo, es testimonio definitivo de la verdad. A lo largo del capítulo II de las Reglas Comunes las enseñanzas evangélicas se contraponen una tras otra a las enseñanzas del mundo: «Ante todo cada uno de nosotros se esforzará por convencerse de esta verdad: que la enseñanza de Cristo no puede engañar nunca, mientras que la del mundo es siempre falaz» (RC CM II, 1; SVP X, 466). La Palabra de Dios proporcionaba al Santo directrices seguras, quedando de esa manera libre de indecisiones y de posibles razonamientos falsos. «Quien dice doctrina de Jesucristo, dice roca inquebrantable, dice verdades eternas que son seguidas infaliblemente de sus efectos» (XI, 417).
Por otra parte, su realismo y afición a lo concreto, lejos de toda vana especulación, encuentra en los pasajes bíblicos, sobre todo neotestamentarios, la formulación y el pensamiento precisos, requeridos en cada caso particular. El sentido práctico y la predilección vicenciana por lo inteligible y sencillo se apoya con toda naturalidad en incontables ocasiones en la Sagrada Escritura.
La exigencia de que los misioneros contaran con suficiente preparación teológica, indujo a Vicente de Paúl a programar para cada día, al concluir una Misión : «dos conferencias y a veces tres: una sobre los casos de conciencia, otra sobre Sagrada Escritura y la otra sobre materias de controversia» (VIII, 210). Las orientaciones del Fundador no dejarían de oírse en tales circunstancias. Para el Santo y los Misioneros la Palabra de Dios es fuente perenne de sabiduría divina de la que brotan de continuo las aguas de la verdad eterna.
Vicente de Paúl, ni siquiera al apelar a las cartas de san Pablo eminente teólogo, intenta desentrañar en cuanto tales los grandes temas teológicos contenidos en el Corpus Paulinum, como son, entre otros, la muerte y resurrección de Cristo, la justificación, la neumatología y la escatología. El uso que el Santo hace de la Sagrada Escritura es ante todo funcional y pastoral. Se sirve de ella en función de una temática variada: doctrina, virtudes, vida cristiana y animación apostólica.
Los testimonios bíblicos le sirven igualmente para exhortar, mover los corazones y reformar las costumbres de unos y otros: Misioneros, Hijas de la Caridad y fieles.
Por otra parte, debido a su contacto permanente con la Palabra de Dios, Vicente de Paul se mantiene a salvo a lo largo de su vida de posibles capillismos efímeros, en cuanto orientador de conciencias fundador de Congregaciones. Lo fundamental vicenciano permanecerá siempre válido porque su mensaje, obras y palabras, se apoya ante todo en la Palabra de Dios: Antiguo y Nuevo Testamento.
Bibliografía
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- F. GARNIER, Textes Bibliques cites d’apres Saint Vincent de Paúl, en Vincentiana 23(1979)214-219: D. GARCIA-M. ABAITUA, San Vicente de Paúl, Obras Completas X11. índices. CEME, Salamanca 1986. Indice Bíblico, p. 573-587; J. GONTHIER, Saint Vincent de Paul et l’Ecriture Sainte, en Bulletin des Lazaristes de France 7011979)1-22; W. DICHARRY, Saint Vincent and Sacred Scripture. en Vincentian Heritage 10 (1989) 143-154.
- Esta práctica era usual entre las personas devotas contemporáneas de S. Vicente: Bérulle, Duval, Luisa de Marillac, Olier y otros.