El Vicariato Apostólico de San Pedro Sula (Honduras) 1911-1945 (I)

Mitxel OlabuénagaHistoria de la Congregación de la Misión en EspañaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Nicolás Más · Año publicación original: 1945 · Fuente: Anales Barcelona.
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El 9 de abril de 1936 cumpliéronse ya los primeros veinticinco años que nuestros Padres arribaron al Vicariato Apostólico de San Pedro Sula.
En los días de nuestra Cruzada, se vieron impedidos los HH. Estudiantes de festejar tan fausto acontecimiento como deseaban y les dictaba su acendrado cariño hacia la Misión hondureña, pues en el «Cronicó» del 1.° de Enero de 1936, leemos lo siguiente: «Germanor se asocia a la santa alegría de los cohermanos del Vicariato y desea que las Bodas de Plata que celebrarán para conmemorar tan gloriosa fecha, sea feliz augurio de continua protección divina sobre los Misioneros y sobre la Misión amada.
La falta de comunicaciones impidió después que nuestra revista familiar dedicara a tal efeméride la atención que merecía.
A suplir tal deficiencia me impele el entusiasmo y cariño que siempre he tenido hacia nuestra Misión, aunque mejor sin duda podrían haberlo hecho los que han regado aquellas tierras con sus afanes misioneros.
Quiero, además, que estas líneas vayan impregnadas de carimisa gratitud hacia nuestro amado P. Comellas — en el feliz acontecimiento de sus Bodas de Plata de Visitador—por sus paternales desvelos para con nuestra importante Misión de Honduras, durante sus veinticinco años de regencia provincial, y principalmente por las visitas con que la honró, organizando el Vicariato y elevándolo a Viceprovincia, dando así principio a su prosperidad actual.
I—NOCION GEOGRAFICO-HISTORICA
El 30 de julio de 1502, Colón, en su cuarto viaje, descubrió la isla que llamó de los Pinos, en la costa norte de Honduras. Al mes siguiente desembarcó en Punta Castilla, tomando po-sesión de aquellas tierras en nombre de los monarcas españoles. Cuando intentaron marcharse de allí, y estando ya los descubridores en alta mar, desencadenóse un furioso temporal, e intentando refugiarse en una ensenada de la costa, no pudieron hacerlo por no hallar fondeadero, de aquí que llamaran a aquella costa «costa honda u Honduras».
De los 120.000 kilómetros cuadrados que forman la superficie territorial de la República Hondureña, 41.300 pertenecen al Vicariato confiado al cuidado de nuestra Provincia, supe-rando, por lo tanto, en extensión a la Región Aragonesa. Abarca toda la costa bañada por el Atlántico y las Islas de la Bahía, con una población de unos 150.000 habitantes.
Se puede dividir la Misión en dos partes completamente distintas: 1) la parte civilizada; 2) la parte semicivilizada, llamada la Mosquitia.
1) Parte civilizada.
Los habitantes de la parte civilizada — todo el Vicariato, excepto la Mosquitia — son en su inmensa mayoría católicos, existiendo entre ellos unos 10.000 protestantes, la mayor parte extranjeros o habitantes de las Islas de la Bahía. Los naturales son, en general, muy afectos a los misioneros y dóciles a sus enseñanzas, conservando bien arraigada en su corazón la fe que heredaran de los españoles.
Este territorio abarca los siguientes Departamentos (o Provincias): 1.° Cortés, capital San Pedro Sula. 2.° Atlántida, capital La Ceiba. 3.° Parte del Distrito de Colón, capital Trujillo.
1.° Cortés tiene una extensión de 2.300 kilómetros cuadrados y unos 6o.000 habitantes. Forma este Departamento un extenso valle rodeado de montes de escasa elevación. Su clima es, en general, caluroso, pero tiene poblaciones en las que ,se pue de disfrutar un clima fresco, seco y sano.
Es ésta una de las provincias más ricas de la República debido a la gran fertilidad de su terreno, al amor que sus habitantes tienen al trabajo, al puerto que le pone en comunicación con el exterior, facilitando así su comercio, que ya es actualmente considerable; un ferrocarril recorre, además, la mayor parte de sus pueblos, facilitando la importación de productos extranjeros; por encima de todo está el intensísimo cultivo del plátano, fuente inestimable de riqueza.
2.° Atlántida, de una superficie de 6.000 kilómetros cuadrados. Este Departamento tiene unos 43.000 habitantes. Colinda por el Noroeste con el Atlántico, siendo fácil de recorrer por la línea férrea que circula por casi todos sus pueblos.
Forman este Departamento varias llanuras y algunos montes, repletos estos últimos de exuberante vegetación tropical.
Es explotado este territorio por una Compañía norteamericana, que intensificando el cultivo del plátano proporciona trabajo y riqueza a sus habitantes.
Islas de la Bahía. Pertenecen al Vicariato las islas del Atlántico: Utila, Roatán y Guanaja. Entre todas miden más de 1.000 kilómetros cuadrados y pasan de 6.000 sus habitantes.
Son islas de hermosura encantadora y de clima ideal. Con razón se las llama «El jardín de Honduras».
3.° Colón. Tiene el nombre, este Departamento, del inmortal genovés descubridor del Nuevo Mundo, que pisó las playas trujillanas en agosto de 1502, en su último viaje. Tiene un total de 31.70o kilómetros cuadrados. El número de sus habitantes es de 40.000.
El subsuelo de este Departamento es riquísimo. Abunda también en cocos.
Depende de esta Provincia el territorio de la Mosquitia, la porción misionera más difícil del Vicariato.
2) Parte semicivilizada (La Mosquitia).
Comprende esta región un territorio de más de 150 kilómetros de largo por 40 de ancho y limita con Nicaragua.
La Mosquitia está poblada por tres razas principales: Morenos, zambos y payas.
Morenos o Caribes, en número de 4.000, pueblan la playa, desde el río Aguán hasta Paplaya. Son descendientes de los aborígenes que habitaban en San Vicente, una de las Islas de Sotavento, que cuando las cuestiones entre franceses e ingleses por la posesión de las pequeñas Antillas, se pusieron al lado de Francia y hostilizaron a los ingleses, por lo que éstos los deportaron en 1796 a las entonces desiertas Islas de la Bahía. Los españoles les invitaron a pasar a tierra firme, ayudándoles a formar establecimientos en la costa hondureña, cerca de Trujillo.
Hablan el moreno, pero muchos de ellos conocen el español y el inglés. Reciben la visita del P. con grandes muestras de alegría, como católicos que son todos ellos.
Hay Iglesia en casi todos los caseríos. A ellas acuden los fieles los domingos, convocados al son de la campana por los mayordomos para rezar el Rosario y cantar el Trisagio. Tienen aversión al matrimonio canónico y terrible miedo a Satanás, llamado Cupita, por ellos.
Zambos o Mosquitos. Provienen del cruzamiento de los aborígenes con los esclavos africanos fugitivos de Jamaica, que llegaron al país en los siglos XVII y XVIII.
Provistos de armas de fuego que les suministraban los corsarios, se hicieron temibles a las tribus vecinas, atacándolas para hacer prisioneros y venderlos como esclavos. Al abolirse la esclavitud perdieron su acometividad.
Habitan en caseríos diseminados y bastante separados unos de otros. Sus viviendas están colocadas junto a los ríos y lagos, y el único medio de locomoción de que disponen es el cayuco. Su número es de unos 3.200, muchos de ellos paganos. No hablan el español, sino sólo el zambo.
Llama la atención de los misioneros el modo de tratarse estos morenitos vivarachos como ardillas y desnuditos como ángeles barrocos. Ninguno de estos morenitos se vuelve calvo, y las canas no se conocen a no ser en los extranjeros. Las morenas tienen el pelo muy tupido y difícilmente les llega el agua a la piel si no es por entre las trenzas de que está peinado su cabello, muy aceitoso. Las zambas fuman con mucho salero, usando largas y monumentales cachimbas.
Payas, Zumos o Hicaques. Viven en las monta as casi inexplorables del alto Patuca. Se desconoce su número pero seguramente pasan de 3.500. Andan casi todos desnudos y solamente se cubren con un poco de lienzo cuando bajan a ver al misionero. Cómo los Zambos, desconocen el español.
Llevan una vida primitiva, sin dejar por ello de ser pacíficos y sostienen relaciones con los blancos a los que sirven cortando madera en los bosques.
Aunque paganos, no son refractarios a nuestra Religión, como lo prueba el interés con que escuchan al misionero.
También en las márgenes del río Patuca viven los Toacas o Juacos, notables por su industria y carácter inofensivo; hablan siempre quedo, tienen un aire melancólico, cargan grandes pe-sos y son muy hábiles en la caza al vuelo con flechas y en la construcción de pipantes (embarcaciones de troncos ahuecados).
3) Fauna y Flora.
Fauna. Infinidad de pájaros de brillante plumaje alegran las selvas tropicales. Lo que en España son los gorriones, son en el Vicariato los loros y periquitos. Cuando una bandada de esos pajarracos se posa en un maizal lo dejan devastado.
Estando el P. García en un pueblo de la montaña, fue despertado por unos descompasados gritos, los atribuyó a las fieras del bosque, empero le dijeron que pertenecían a unos monos que se entusiasmaban al salir el sol. Hay muchísimos, de tamaños variados y con buen vozarrón, que molestando a los misioneros con sus horrendos aullidos, no tienen éstos más remedio que hacer algún disparo para proseguir su viaje en paz.
Infinidad de culebras enormes, algunas de picadura mortal, como el Tamagás, se hallan por estos parajes, pero no aparecen en los caminos. En los grandiosos y caudalosos ríos abundan los lagartos (caimanes) de 2 y 3 metros de largo. Están al acecho de que se vuelque algún cayuco.
Flora. Varias partes del Vicariato, principalmente la Mosquitia, están cubiertas por selvas vírgenes que impiden la penetración de los rayos solares, y donde todavía no ha penetrado planta humana.
Los misioneros en sus excursiones apostólicas tienen que atravesar grandiosos bosques de plátanos, pasar bajo vistosísimas bóvedas de corpulentas manacas, entrecruzadas sus ramas de un modo admirable. ¡Qué hermosura! ¡Qué majestad! El terreno es, por lo general, montañoso, no careciendo de extensos valles y fértiles campiñas regadas por ríos caudalosos, resultando la topografía del país variada y grandiosa.
El cultivo del maíz es el más ordinario y general, pues constituye la base de alimentación de los indígenas; florece lozanamente, recogiendo los naturales dos cosechas al año. Actual-mente, los puertos de La Ceiba y Tela deben su prodigiosa prosperidad al cultivo preferente que se ha dado al plátano, cuya exportación se hace en gran escala a Estados Unidos. Dicha exportación llegó, en 1923, a ser de doce millones y medio de racimos, cosechados casi todos en nuestro Vicariato.

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