Capítulo VI: La supervivencia
Antes de la guerra
El grupo católico de la Escuela normal entró en su periodo portaliano el lunes 25 de noviembre de 1912 a las 20 horas 45, cuando se reunió por primera vez en la calle de Grenelle con el plan de escuchar un curso de teología. Portal les había dejado la elección del día, de la hora, de la frecuencia de las sesiones y de si organización; él mismo se había encargado de encontrar un profesor; había propuesto y logrado aceptar al abate Auguste Humbert, especialista en Lutero y en los orígenes de la teología moderna, que había enseñado en el seminario mayor de Verdun antes de situarse con Portal para proseguir sus estudios. Había conocido el Cherche-Midi y se había acomodado a su atmósfera turbulenta, había escuchado sin inmutarse las bromas romanas de los abates Duchesne y Naudet; en una palabra, reunía todas las garantías. Parece que llegó a interesar incluso a Philippe Borrell, quien había venido a oírle con el firme propósito de reírse en su rincón. Pero durante el año el cuidado que puso el abate en frenar su erudición y ponerse al alcance de sus neófitos satisfizo más a los científicos y literarios que a los filósofos y a los alumnos que disponían de una fuerte cultura religiosa. Los tala llegaban a la Escuela con un conocimiento muy desigual de su religión, lo que no era óbice para que el curso interesara a todos. Después de la guerra, Portal renunció a la fórmula en beneficio de las conferencias y de las charlas.
Desde los años 1912-1914, éstas constituyeron la mejor psrte de las actividades intelectuales del grupo. Portal quiso volver con brillantez a la doble tradición del Círculo de estudios tala de 1911 y del seminario San Vicente de Paúl. Las conferencias tenían lugar el viernes por la noche. Un lunes al mes, en lugar del curso de teología, Portal mandaba tener una conferencia espiritual. Entre los invitados, Alfred Baudrillart trató de la vida interior de Mons d’Hulst; el abate Boudinhon inició a los tala en la legislación de la Iglesia; el abate Breuil reveló cómo se estaba multiplicando Adam (Neanderthal, Cro-Magnon, Java, etc.); «el buen Señor Mangenot» abordó el problema de la inerrancia bíblica; el abate Guillaume, sacerdote belga y corresponsal de Houtin, reflexionó sobre las relaciones de la teología y de la vida espiritual; el reverendo padre Jury, S.J., otro Belga, se ocupó de la «belleza interior»; Maurice Legendre, hondamente impresionado de haber descubierto España, habló de la devoción española, de la santidad española; Jean Baruzi esbozó la semblanza de santa Teresa de Ávila; el abate Quénet introdujo a sus oyentes en la complejidad del alma rusa; el Señor Lebbe, misionero, dijo cómo se podía ser chino; el padre Barge, director de la Revue de la jeunesse, desveló la vida interior de Lacordaire; el reverendo Walter Frere, superior de la comunidad anglicana de la Resurrección, aclaró el espíritu religioso de Inglaterra; el reverendo padre Auguste Valensin, S.J., corresponsal de Blondel y de Laberthonnière, explicó la inmanencia; Édouard Le Roy disertó sobre las relaciones del catolicismo y de la filosofía de Bergson; por fin, estuvo Laberthonnière. En 1911-1912, había cometido la imprudencia de polemizar contra los teólogos de la Acción francesa; al año siguiente Roma le puso en el Índice y le prohibió publicar, pero no hablar; usó de este derecho con los tala, que apenas se preocupaban de la acción francesa, respetaban, pero de lejos, las iniciativas de Pío X, y no prestaban más que una atención distraída a los decretos del Índice; así pudieron escuchar algunas conferencias sobre la inspiración bíblica.
A la par del curso de teología y de las «conferencias especiales», Portal organizaba lo que llamaba «invitaciones», reuniones informales que juntaban en torno a una tetera a normalistas, a alumnos de las clases preparatorias, huéspedes de la calle de Grenelle (Mangenot, Gaudefroy, jóvenes anglicanos como Kirk, Tyler, Prichard) y amigos (Henri Lorin, d’Hellencourt, antiguo secretario general del Sillon, o Bottinelli, que será el capellán de Janson-de-Sailly). Todo lo cual tuvo algún éxito, suficiente en todo caso para superar el círculo de los tala. Sucedía con frecuencia que normalistas no católicos, al enterarse que se celebraba una conferencia sobre un tema interesante, pedían permiso de asistir; lo que se les concedía al punto.
Cursos, conferencias, «invitaciones» no constituían más que la parte profana de las actividades. Además de las devociones particulares puestas en práctica por Poyet y de la misa semanal en la iglesia de Saint-Jacques-du-Haut-Pas, había dos retiros anuales y jornadas de reflexión. El primer retiro tuvo lugar en la propiedad de la Sra. Gallice, en Saint-Germain. Portal no se ocupó para nada de la organización, dejándole a Veerkamp el cuidado de formar el grupo y a Poyet el de poner a punto el reglamento. Ni siquiera pestañeó cuando los Bons Pères del colegio de Sarlat decidieron que, puesto que el grupo tala no iba a la Compañía, la Compañía no iría al grupo tala. Poyet, algo molesto, anunció que el retiro sería predicado por el capellán del colegio, el reverendo padre Antoine Dieuzayde. Portal se puso de acuerdo con la fórmula, y convenció a sus amigos; pot dentro estaba encantado: los padres jesuitas hacían exactamente lo que no se debía hacer, intentaban imponerse
El comienzo del retiro se señaló el domingo de Quasimodo, 30 de marzo de 1913. El 24, Dieuzayde informó a Portal que Poyet se hallaba en un estado desesperado. Murió el 29. Dieuzayde tuvo que ser sustituido por uno de sus cohermanos, el reverendo padre Paul Jury, nacido en un medio hostil al cristianismo, seducido un momento por el protestantismo, atraído al catolicismo por el pianista Victor Fumet, finalmente convertido por Léon Bloy. Entró en la Compañía en 1896, fundó grandes obras para establecerse en 1910 en Tournai, campo de base de una actividad intensa en el medio intelectual parisiense. En 1913, fue uno de los que lanzaron la revista Les Lettres, que alcanzó importancia y sirvió después de la guerra de órgano oficioso de la Semaine des écrivains catholiques. En resumen, que el padre Jury lo tenía todo para servir de capellán de los tala, si es que quería –vicio redhibitorio- ser capellán de los tala.
En Saint-Germain, comprendió enseguida que Portal ocupaba con seguridad el terreno y se marchó sin intentar anexionarse a los ejercitantes. Pero la muerte de Veerkamp, privando al grupo de su portavoz y de su verdadero líder, hizo fluida la situación y propicia a los enfrentamientos. Veerkamp era cardiaco, a finales del mes de julio, se tuvo que acostar en la enfermería de la Escuela; su estado empeoró rápidamente; murió el 13 de asistido, asistido por Portal que, ese día, entró por primera y última vez en la vieja casa de la calle Ulm. En las exequias, simpatizó con Paul Dupuy, quien, en nombre del director, hizo el elogio del cristiano Veerkamp.
En la apertura, hubo una especie de flotación de la que pensaron aprovecharse los padres Dieuzayde y Jury. Tras un trabajo de zapa que ellos creyeron eficaz, invitaron a los tala a una reunión disidente, el 1º de noviembre de 1913, en París, en el 72 de la calle Seine. Béra fue para informar a Portal; se encontró con Dieuzayde, Jury y el padre Auguste Valensin que no sabía nada y se preguntaba qué había venido a hacer allí. Con ellos, tres archicubos, pero ni un solo alumno de la Escuela. Así fue como se enteraron los Bons Pères de que no estaba en la mano de ningún eclesiástico fundar un grupo católico en la calle Ulm. Júbilo de Portal: «Así que no dan la talla, ¿eh?, pequeñajo277!»
Por lo pintoresco del caso, se puede echar de menos que el padre Jury no haya sido capellán del grupo tala. Después de la guerra dejó la Compañía para lanzarse al sicoanálisis. Siguiendo con la sotana y diciendo misa, «se liberó», como escribe él, de la fe y de sus inhibiciones. Conservó las apariencias del estado eclesiástico no sólo «para cobrar indemnizaciones y otros salarios», sino porque planeaba un papel nuevo para la Iglesia. «La Iglesia es una fuerza que hay que conservar. Está al servicio de lo falso, y hay que orientarla al servicio de lo verdadero». El clero del futuro sanará a las almas según el Dr Freud. «Sacerdotes, haced vuestra revolución278!»
1914-1919: el continuidad, a pesar de todo
El último retiro de antes de la guerra tuvo lugar en abril de 1914; reunió a la mitad de los treinta alumnos de que constaba el grupo tala por entonces, más Philippe Borrell y tres archicubos. El parque de la propiedad de Saint-Germain, en el 16 de la calle Tourville, se animó de jóvenes que recorrían las alamedas leyendo en voz alta L’Action de Blondel y también textos sobre el sacrificio. El retiro fue dirigido por el bate Bottinelli, Corso tonante, doctrinario del anti-tomismo, autor de una tesis sobre Augustin Cournot y fiel de Laberthonnière, a quien fue a consolar a Bretaña, en Loctudy, cuando Roma le hubo prohibido publicar cualquier cosa que fuera bajo pena de suspensión ipso facto. Hay fidelidades que cuestan caro; en setiembre de 1913, Bottinelli escribía a Portal que no había encontrado cosa mejor, como posición, que un catecismo de perseverancia para las jóvenes.
La tercera noche del retiro, Portal ensayó por primera vez una especie de repetición de oración:
Cada uno dice con la más perfecta sencillez las reflexiones que ha hecho durante el día. Es una especie de puesta en común de vida religiosa. Debo decir que me sentía bastante inquieto por el resultado del ejercicio y por si acaso me había preparado para hablar casi todo el tiempo279.
No tuvo que decir nada.
Era una prueba arriesgada: habría sido un fracaso, creo yo, en la mayor parte de las colectividades. Se aceptó y los que han oído esta especie de confesión pública, estas confesiones hechas con toda franqueza, afirman que la escena fue una de las más conmovedoras a las que hayan asistido en su vida 280.
La mayoría de ellos no tuvo ocasión de repetir la experiencia.
Retiro de asesinados. Algunos meses después, la Escuela era ocupada por un hospital militar; las paredes del forum estaban llenas de notas para las enfermeras y de recomendaciones para los parientes que venían a ver a un herido; las habitaciones olían a éter; los alumnos internos, los que quedaban, se amontonaban en pequeñas habitaciones o en el antiguo laboratorio de Pasteur. Y Portal se puso a contar los muertos. Los normalistas, lugartenientes de infantería, se dejaron matar en masa durante los dos primeros años. Portal apunta el 18 de octubre de 1915 que de «ciento noventa alumnos al declararse la guerra, hay ochenta muertos sin contar los heridos y los prisioneros». De los treinta y un tala de 1913-1914 (treinta y uno contando a Borrell), dieciocho se dejaron asesinar entre 1914 y 1918, pero quince tan sólo en 1914-1915. Quince de treinta y uno en un año.
Se comprende que Portal creyera, al principio de 1916, que después de la guerra no quedaría más que rogar sobre tumbas. El grupo se reconstruyó sin embargo en enero de 1917. La iniciativa procedió de algunos antiguos, alejados del frente por una lesión grave, y que señalaron el camino del 14 de la calle Grenelle a los nuevos alumnos demasiado jóvenes para se movilizados. La Escuela reclutó en 1916, 1917, 1918. En este periodo el grupo tala fue poco numeroso y sus efectivos «volvieron» con rapidez; pero fue suficiente para asegurar la continuidad, ya que las promociones de 1916 y 1917 sufrieron pocas bajas relativamente (cuatro muertos en toda la Escuela) y la promoción de 1918 no tuvo ninguna pérdida.
En enero de 1917, fue Pierre Audiat, de 1911, quien reconstruyó el grupo juntando a dos alumnos de 1913 y cuatro nuevos, uno de los cuales fue Robert Garric. Al año siguiente, fue André Levassor-Berrus, de 1913, quien trajo a Portal a cinco alumnos de la promoción de 1917, a Jean-Rémy Palanque entre ellos . A éstos se juntaron en 1918 Jean Festugière, Robert Chauvet, Erik Haguenin, Paul Duthilleul. Las cuatro promociones de guerra proporcionaron así trece nuevos candidatos, de los que ninguno fue muerto. Tras el armisticio volvieron a Portal y trajeron a camaradas que no habían podido venir todavía.
A la proximidad de las fiestas de Pascua de 1919, la Escuela recuperaba su rostro habitual, Se hacía limpieza, se repintaba, los alumnos volvían a sus habitaciones; muchos aún con el uniforme; el ejército los había licenciado antes de la desmovilización oficial. Treinta y cinco se habían adherido al grupo tala. La mayoría de ellos decidió participar en el retiro que organizó Portal del viernes al domingo de Ramos. Fue predicado por el abate Bottinelli, «el predicador del de la Pascua 14, para señalar bien la continuidad del grupo281». En la apertura de 1919 se reunieron cuarenta y cinco en la calle Grenelle.
De este modo, la fundación de 1912 resistió bien a la guerra. Gracias a un puñado de antiguos, supervivientes de tres promociones de antes de la guerra, la tradición no se rompió, las fórmulas practicadas se repitieron: conferencias, retiros, jornadas de recogimiento. Los antiguos de 1911-1914 no son los únicos responsables de la continuidad. El grupo se mantuvo siempre en contacto con normalistas ya profesores en las grandes clases de los liceos y las clases preparatorias. Gracias a ellos, muchos tala oyeron hablar de Portal antes incluso de entrar en la Escuela. Desde 1913, Portal reforzó el sistema admitiendo a estudiantes de las grandes clases, a aspirantes al Politécnico y a la Escuela normal a las conferencias, a las «invitaciones», a los recogimientos de Saint-Germain se volvió a adoptar después de la guerra y jugó un papel importante en el desarrollo regular de los efectivos.
Porque los efectivos aumentaron. De los noventa y seis alumnos de 1913, doce se unieron al grupo, o sea 12,5% de la promoción . De los cincuenta y tres alumnos de 1922, se unieron diecisiete, o sea 32 %. Prueban estas cifras que hubo un renacimiento católico en la calle Ulm, pero que se ha de colocar a comienzos de los años 1920, y no inmediatamente antes de la guerra? El testimonio de los tala sugiere otra interpretación: mientras que antes de 1914 el grupo no reunió más que a una fracción de los católicos de la Escuela, en adelante constituye la gran mayoría. De ahí una transformación profunda de su carácter. Antes de la guerra, agrupaba a alumnos que compartían casi los mismos ideales y las mismas fobias. Ahora, recoge a católicos de todas las tendencias políticas y religiosas. El Señor Portal dejó entonces de ser simplemente el huésped del grupo para convertirse, según una fórmula del boletín Intertala, en el «animador-moderador».







