El Padre Mariano Maller. Capítulo 13

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

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Autor: Desconocido .
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Capítulo XIII: Interioridad y magisterio

Si la voluntad de Dios era el eje diamantino y orientador de las acciones del Padre Maller; también creía que podía y debía serlo de las acciones de todos los demás, y a esto se atenía y en eso insistía, cuando de la empresa de santificar a sus súbditos se trataba. El Padre Maller no creía que ser Visitador era una tarea que se limitaba a aplicar a los súbditos las leyes y normas de las reglas y del Derecho, daba también al cargo una tarea santificadora y se sentía responsable ante Dios de la santificación de sus súbditos.

Y por que él estaba lleno, podía dar. Permítasenos volver a la ya repetida, pero dulce tarea, de transcribir textos, que al mismo tiempo que moldean a los demás nos fotografían; las riquezas y los diversos aspectos de su interioridad, porque el Padre Maller pertenece al número de los doctores que van sacando del cofre de sus tesoros, que es su corazón, las «nova et vetera» con que, sin empobrecerse él, va enriqueciendo a los demás, no sólo, a los de entonces, sino también a los de hoy, ya que la verdad no está limitada al tiempo ni a las personas ni se gasta con el uso. Con estos fragmentos vivos, el lector podría ir reconstruyendo la intimidad de este gran misionero y tomar materiales para ir construyendo la propia.

Sirva de pórtico a esta intimidad la carta que el 2 de agosto de 1878, apenas en Madrid; de regreso, de Estados Unidos, escribió al Padre Arnaiz en Sigüenza, en la que dice:

«Usted, que siempre ha llevado a bien lo que le he dicho, me permitirá, que le diga ahora, que me parece todo muy precipitado. El día 30 me dice que van a adelantar los ejercicios y que aquella misma noche, entran en ellos. Yo quería decirle que no me agradaba la idea, que es contra la costumbre de la Congregación. En septiembre u octubre se hacen mejor y sin duda, con más fruto. Pero como ya los habían comenzado, dije entre mí: «Más vale no decir nada». Ahora van a salir de ellos dos, sólo con cinco días; es decir, que no los harán como se hacen entre nosotros y será muy poco el fruto que saquen, pues bien sabe que los tres o cuatro últimos días entre nosotros son los más provechosos. En cuanto al P. Latorre necesitaría más bien de prolongarlos que no de abreviarlos. Usted habla de que salgan el domingo. Todo esto sabe a precipitación. Por Dios, no sacrifiquemos nada de lo que toca al adelantamiento en la virtud.

Conservar, el espíritu vale mucho más que todo lo demás… Deseo que todos ustedes hagan los ocho días de. ejercicios que mandan las Reglas, y que loe hagan bien y con tranquilidad y sosiego. Después podrán ir a los baños o aguas; y si no hay tiempo antes de la Asamblea, podrán ir después; y si no pudieren ir juntos, que vayan separados. Sobre todo que se hagan santos, pues sin eso, ¿quid prodest? Perdónenme este sermoncito y súframe, y encomiéndeme a Dios, que ya sabe cuánto le ama en Nuestro Señor este su afectísimo servidor. Si se puede, sin estorbar la quietud de sus almas, muchas cosas a todos y que me encomienden a Dios».1

Es menester ocuparse y no preocuparse.

Las siguientes líneas las escribe en Manresa a una Hija de la Caridad, francesa: «No dejo de hacerme cargo de las grandes necesidades de su alma y sé de sobra cuánto pueden dañar a la piedad las preocupaciones por las cosas exteriores. El recogimiento interior y la paz que de él se sigue contribuyen de modo maravilloso a la unión del alma con Dios, unión que es la base de la dicha que aquí en la tierra podemos tener.

Hay que convenir que es muy difícil en medio de las ocupaciones, mas no absolutamente imposible; de donde se sigue que hemos de hacer esfuerzos, cada vez más grandes, para lograrlo, a medida que aumenten las ocupaciones. Si fuera posible habría que ocuparse de los asuntos y quehaceres sin preocuparse de ellos. Dirá, acaso, que es cosa difícil; respondo que es verdad, pero no imposible. Sí; podemos ocuparnos de las cosas sin que ellas nos ocupen. Es menester dominarlas, según la expresión de San Bernardo, y no dejarse dominar por ellas ni por los negocios en que ellas nos impliquen. Nuestro buen Padre San Vicente acostumbraba a decir: «Démonos a Dios para tal o tal cosa». No decía: «Démonos a tal o tal obra», sino «Démonos a Dios para hacer tal o tal cosa». La razón es que es a Dios y no a las cosas ni a nuestras ocupaciones a quien debemos entregarnos. Esto quiere decir que nuestro corazón debe pertenecer a Dios por entero.

Y antes que nada, al principio do cada cosa, es menester purificar bien la intención de no buscar en ella más que a Dios Esta es la primera condición para lograrlo; la segunda es perseverar en ella durante la acción, valiéndonos para ello de la presencia de Dios renovándola cada cuarto de hora, haciendo cortas, pero fervorosas oraciones jaculatorias, verbigracia: ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Jesús mío! ¡Oh Salvador mío! ¡Oh, María, Madre mía; ayúdame! ¡Antes morir que ofenderos! ¡Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo! ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea Jesús en tu sacramento de su amor! ¡Ven, Señor Jesús. Ven a mí. Ven en mi auxilio y socorro!,  etcétera. Ahí tiene unos medios para alimentar el fervor y la devoción. ¡Pureza de intención y recogimiento! Con esto logramos el intento, sin ello sobrevendrán la sequedad y la tibieza». (Traducido de una carta escrita a una Hija de la Caridad francesa, 7-VIII-1887 )

Los siguientes párrafos escritos a Sor Simona Oroz no son menos bellos ni menos instructivos (A Sor Simona, Murguía, 30-VI-1891): .

a) –La gracia de Dios y nuestro trabajo juntos en las obras buenas. Mucho puede la gracia de Dios, o por mejor decir, lo puede todo. En eso hay que esperar y estribar, sin omitir los medios de paciencia, prudencia y vigilancia. Siga, pues,  trabajando, orando y confiando.

b) Los padecimientos, señales de amor de Dios. ¿Con que Nuestro Señor la prueba de diferentes maneras? Feliz de .usted porque esto prueba que, la ama. Dios castiga a todo aquel a quien ama  ¿No debería esto bastar? Bastaría, sin duda, si lo tuviéramos presente pero lo olvidamos. Y ¡qué mal hacemos de olvidarlo! No querer que Dios nos aflija es no querer que nos ame. No queramos sino lo que Dios quiere, que siempre es lo más justo, lo más santo, lo más ventajoso para nosotros mismos, aunque a veces no lo parezca».

c) En la muerte de los nuestros.- La vida de nuestros parientes es de Dios; la salud de nuestros prójimos es de Dios; nuestra salud y la de todos es de Dios. Los padecimientos, señales de amor de Dios.- ¿Con que Nuestro Señor la prueba de diferentes maneras. Y la vida también. No lo olvidemos y no estemos siempre sintiendo lo pasado, desagradable a la naturaleza pues parece que nos duele el sacrificio ya hecho o el que tenemos que hacer. Acordarnos de los difuntos, que nos tocaban más de cerca no es malo, con tal que sea sólo para encomendarlos a Dios y renovar cada vez; con más sumisión, el sacrificio. No lo miremos sólo como pérdida nuestra, sino como lucro de ellos, ni les tengamos envidia, sino es de no estar ya con .Dios, como esperamos que ellos estarán. No queramos que vuelvan a este valle de lágrimas, y deseemos más bien ir a reunimos con ellos, cosa que no puede tardar ya mucho.

d) Y después de las tribulaciones, los consuelos. También ve usted que Nuestro Señor no escasea las consolaciones a quienes visita con las tribulaciones. ¡Qué lágrimas tan dulces derramarían ustedes el día del milagro! Cuando vieron esa especie de resurrección, porque muerta, se puede decir más que viva, estaba ya Sor Cecilia Vidaurre, y su curación no dista mucho de su resurrección, particularmente en el modo súbito, sin remedios, sin convalecencia, etc. Pero sólo a nuestra santa Madre la Iglesia toca pronunciar la palabra milagro.

e) Consecuencias santificadoras. Lo que de aquí hemos de sacar es una suma gratitud, profundísima devoción, tiernísimo y abrasadísimo amor y vivísimo deseo de imitar a su Divino Corazón de inmolarnos con Él en perfecto y completo holocausto, alegrándonos de que nos dé ocasión de ofrecerle algo práctico, que no sea sólo palabras y afectos. Más vale un acto de humildad que mil protestas, por sinceras que sean… A todos nos obliga tan gran prodigio, pero más a las que han sido más favorecidas. ¿Cómo no confiar en adelante, en cualquier tribulación en que se encuentren? «No temáis», decía Nuestro Señor, cuando se aparecía a los apóstoles después de la Resurrección. Lo mismo parece que les. está diciendo a ustedes: «No temáis, que yo estoy con vosotras; si no veis mi persona, bien advertís los efectos de mi poder y de mi bondad».

f) Los castigos de Dios cosa justa  y gloriosa.- «Mi tema será que si Dios nos castiga por nuestros pecados ¿qué cosa más justa? Y si solamente nos prueba, ¿qué cosa más gloriosa para Dios ni más ventajosa, y a la par gloriosa, para nosotros? De todos modos hay que alabar y bendecir a Dios, de quien vienen todos los bienes y los males. Los que nos vienen de Dios no son males, sino secundum quid. En absoluto todo lo podemos convertir en bien, según aquello de San Pablo: Diligentibus Deum».

Hasta aquí lo que dice a Sor Simona. Cuando escribe a los padres, no es menos profundo. Véase lo que escribe al P. Moral, en Filipinas, el 16 de noviembre de 1866:

A veces Dios permite que hagamos disparates.

«Yo no he hecho más que ejecutar lo prometido (al Obispo de Cebú), Si hemos errado, Dios nos perdonara el error, como involuntario. A veces Dios permite que se hagan, disparates y los bendice, sin duda, para que se vea bien claro que toda la gloria del bien le pertenece. ¿Qué otra cosa quiere decir San Pablo por aquellas palabras ¿quae stulta sunt mundi elegit Deus? Estos mismos trabajos que ha tenido que pasar, redundan en la mayor gloria de Dios. Pues ¿qué más pesar puede desear la criatura, que sufrir y consumirse por la gloria de Dios…? ¡Cuan diferentes son nuestros pensamientos de los pensamientos de Dios! ¿Quién sabe si las cosas hubieran ido mejor si usted se hubiera visto rodeado desde un principio de cinco Hermanos?»

Volvamos otra vez a Sor Simona. Son hermosas las cartas que escribe a esta santa mujer. He aquí algunas lecciones que por medio de ella nos da a todos:

a) Las cosas que nos pueden alegrar y las que no nos deben apenar.- Me alegro de que las Hermanas hicieran los ejercicios espirituales con mucho fervor y de que los exámenes salieran brillantes, pero eso se entiende que ha de ser para la mayor gloria de Dios, pues de otro modo no me alegraría…

En cuanto a la penilla de haberse ido usted sin el crucifijo, no sé que me diga. San Juan de la Cruz y otros santos ven en el apego a imágenes, estampas, más bien imperfección que otra cosa y cierto impedimento para llegar a la perfección, más que un socorro para ello. Estoy tentado  a creer que Dios así lo dispuso,-porque así. Convenía. No haga caso de la penilla y olvídelo todo, Lleve usted a. Jesús en. el corazón así como ya lo lleva en imagen cerca de él por defuera, y dígale allá dentro con San Felipe Neri:  «Oh buen Jesús, ten misericordia de mí». (A Sor Simona (9-IX-1888).

b) No hay como estar en manos de Dios.- «Aquí sigo bien de salud y cada día mejor, a Dios gracias, a pesar de mis 70 añitos, que ya nadie me los quita, y dispuesto a seguir hasta que Dios disponga. Otra cosa. No hay como estar en manos de Dios y venga lo que quiera su Divina Majestad. Haga El de nosotros como de cosa suya lo que puede disponer a su gusto y absolutamente».

c) No faltan cruces ni faltarán, ni conviene que falten.- Trabajos, penas, dificultades, apuros no faltan, ni faltarán, ni conviene que falten y si faltaran, deberíamos sentirlo y pedir a Dios que nos los enviase, porque nada hay mas útil, ventajoso, feliz y honroso que pasar trabajos y ofrecérselos a Dios.

d) Nos acercan a Dios y nos hacen semejantes a su Hijo. Con eso nos parecemos al Hijo de Dios que los padeció desde la Encarnación hasta su muerte nos acercamos a Él, nos unimos a Él y nos hacemos una misma cosa con Él. Y que puede haber más honroso ventajoso o feliz. (A Sor Simona (28-VIII-1887).

e) Jesús Padre de los pobres.- Consuélese de que, por fin, tienen el servicio de los pobres enfermos, es decir, que ya sirven a Nuestro Señor a quienes representan en sus diversos trabajos y sufrimientos: ¡Jesús, Padre de los pobres, compadeceos de nosotros y de los pobres! Jesús Pater, pauperum miserere nobis. No lo dude. Él se compadecerá de ellos, y de ustedes proporcionándoles los recursos más necesarios para su mayor gloria. (A Sor Simona, 28-VIII-1887).

f) Navidad misterio de amor y pobreza.- Un día y pocas horas nos separan del venturoso instante en que el Eterno nacerá, el Inmenso se hallará reducido a un cortísimo espacio, el Todopoderoso asistido como un pobre niño, la sabiduría de Dios callada, todo un Dios albergado en un establo. ¡Oh incomparable misterio de sabiduría, de poder y de bondad! ¡Qué contrastes! ¡Es un niño sin dejar de ser un Dios verdadero! Y lo que nos debe mover más es que ese Dios Omnipotente se ha reducido a tan incomprensible debilidad, sin por eso dejar de ser omnipotente. Adoremos lo que no comprendemos y agradezcamos tan inestimable beneficio como el de la Redención del género humano. Mostremos nuestro agradecimiento mas que con palabras y más que con afectos estériles, con palabras, con afectos y con efectos. Amemos a quien tanto nos ama. Este es agradecimiento que le debemos: amarle de veras, haciendo en todo su santísima voluntad y sufriéndolo todo por su amor, imitando su pobreza, su humildad, su obediencia y su caridad para con el prójimo. Y este prójimo ¿quién es? Todos los hijos de Dios, pero más particularmente nuestros hermanos y hermanas en San Vicente y los pobrecitos niños, enfermos o cualquier otra clase, de necesitados.

g) Cristo en los necesitados.- Jesús es el desamparado en los desamparados, el necesitado, en el necesitado y, por lo mismo, el socorrido en el que socorremos, y recibe como hecho a su persona lo que a sus miembros se hace. (A Sor Simona (23-XII-1890).

h) Dios hace al pobre y al rico.- No le apure la idea del porvenir ¿No es Dios el Padre de los pobres? El todo lo sabe v todo lo puede. El es quien nos envía loe amigos y quien nos los quita, cuando quiere, o nos los cambia por otros. Dios hizo al pobre y al rico, dice el Real Profeta; al uno da la miseria y al otro da la caridad y los medios de ejercitarla. Dios les envía a ustedes, los pobres, y mire usted como también les suministra con que alimentarlos, vestirlos y calentarlos. No se apure usted, pues; no se apure. Salude a las Hermanas, especialmente a la enfermita. Que se alegre de que pronto se le levantará el destierro. Consolaos mutuamente con estas palabras», dice San Pablo. (A Sor Simona, 3-II-1891).

El Padre Arambarri es Rector del Colegio de Murguía. Ya entonces eran un problema los exámenes. El Padre Maller hace uso del don de ciencia y le dice lo que más le ha de preocupar el buen éxito en el examen final.

Los exámenes de acá y los de allá.

Ya comprendo el tanto de inquietud sobre el éxito de los exámenes. ¡Cuántos más. inquietos estarán los mozuelos! ¡Y cuánto más aún lo estaremos todos el día de nuestro examen allá en el  Tribunal divino, cuando llegue el caso, ¡que llegará de seguro! Y ¡qué contentos cuando recaiga sentencia favorable. (Al Padre Arambarri en Murguía, 3-VII-1891.)

El 5 de febrero de 1888 el Padre Maller se encuentra  en Alicante, y con una carta acude a poner paz en el lago alborotado que era entonces la Casa de Sigüenza.

Conducta en las calumnias internas.

«Yo no me puedo persuadir de que ninguno de los nuestros sea calumniador formal, puede suceder que lo que se dice sea calumnia material y de ese modo sucede que ambos tengan razón formal, aunque no materialmente.

Cuando se oyen ciertas cosa, por más que el conducto nos parezca seguro, no nos debemos fiar del todo, y más prudente y seguro echarlo a la mejor parte y quedar tranquilos en el descanso de la buena conciencia. Ruego a usted por amor de Dios, que me ayude más bien a apaciguar, los ánimos. Todos piensan que tienen razón y yo no voy a establecer un tribunal y oír acusaciones y defensas para sentenciar después. Tengamos humildad y suframos, aunque sea calumnias, y, si Dios así lo permitiera, hasta calumnias formales…: «Beati eritis cum… dixesint omne malum…  mentientes». Hasta ahí va la perfección evangélica a que debemos aspirar.

«Me alegro de lo. que me dice del señor Rojas .Dios ha permitido que quede humillado para su bien y que también nos aprovechemos todos; que .todos podemos errar y pecar. Crea usted que se le tienen y tendrán las consideraciones posibles y compatibles con el deber». Esto escribía al P. Arnáiz desde Alicante el 5 de febrero de 1889. Le encarga que recoja los datos de quienes le conocieron acerca del P. Diez, para escribir su vida. Se extraña de la ‘mezquindad con que fue dada a luz la vida del Venerable Perboyre. «Dios nos dé ‘paciencia para reprimir a esta pobre naturaleza». Hubo que corregir los ejemplares antes de enviarlos. El 15 le dice que pregunte a los Hermanos Jerónimo del Río, Mariano Marcos y Martín Díaz, que conocieron al P. Diez en el siglo aun antes que se ordenara. Este mismo día escribía una Hija de la Caridad francesa recordándole que…

Es menester ver a Dios en todo y en todos.

Es menester que se de totalmente a Dios por medio de María. Vaya a El directamente sin desviarse ni a derecha ni izquierda. Sólo a É1 le hemos de ver en todo y en todos: pobres, ricos, sabios, ignorantes, viejos, jóvenes, superiores, inferiores, amables o no amables en si mismas, las personas no deben representarnos más que a Nuestro Señor, y en todos los sucesos no debemos ver más que el cumplimiento de la divina voluntad. Éste y no otro es el terreno firme que es menester para edificar nuestra perfección. Así la sencillez, que nos cubre los ojos o que acalla todos los razonamientos humanos para abrir a los divinos—; la humildad, que nos despoja de nosotros mismos, y la caridad, que nos une con Dios y en Dios con el prójimo, constituyen todo el negocio de nuestra perfección. No se inquiete ni atormente de ninguna otra cosa, que Dios, si quiere, hará lo demás. É1, al decir del salmista, hace la voluntad de los que le temen y, con mayor razón, de los que le aman. Estese siempre en las manos de Dios, dócil a sus santas inspiraciones. Déjele obrar, que El sabe mucho mejor que nosotros lo que nos conviene.» Seis días después, el P. Maller vuelve a la Comunidad de Sor Simona, que le tenía al tanto de las virtudes de sus Hermanas y de las necesidades de su casa.

Las virtudes que hacen de este mundo un trasunto del paraíso.

¿Cómo agradecer debidamente a Dios el bienestar de la Comunidad, la paz, la unción y el fervor en su divino servicio que en ella reina?

Son bienes todos ellos inapreciables, que no sólo hacen llevadera esta vida miserable, sino que, en lo que en este mundo cabe, hasta la hacen feliz, agradable y hasta en cierto modo bienaventurada. ¡Oh que cosa tan buena, y agradable, y alegra es habitar juntos los Hermanos! Este vivir juntos quiere decir con los corazones tan unidos y con las almas tan conformes que de muchos corazones resulte un corazón, y de muchas almas un alma sola. Verdaderamente que si hay alguna cosa en este mundo que os represente la bienaventuranza  del cielo en la tierra, sino que es un comenzar ya a gozar de las delicias del cielo (A Sor Simona, 21.11. 89).

La oración por la mies.

La Madre Visitadora y todas las del Consejo hacen lo posible para socorrer las necesidades de todas las casas, que son 332; pero por más que hagan no siempre lo pueden lograr. Ruegue a Dios que envíe obreras, ya que tanto aumenta la mies. Roguemos también al mismo Señor de la mies que haga que todos los obreros evangélicos estén llenos del evangélico espíritu. Todo bien viene de Dios, que todo lo puede, y todo lo que le pedimos nos lo concederá, con tal que se lo pidamos como debemos».

El sufrimiento mutuo es cosa que no se puede cortar.

«Por más que nos esforcemos en evitarlo siempre tendremos que sufrirnos unos a otros, queriendo o sin querer, muchas veces por no entendernos: Homines fragiles sumus , lutea vasa portantes, cosa que sin duda me sucede a mí. Si no me han enterado mal ya no se habla de esas cosas entre los estudiantes, y lo mejor es echar en olvido todo lo pasado. Me alegro de que no lean los periódicos, sino es usted y otro, aún eso muy poco, que bastante tenemos en que emplear el tiempo, a Dios gracias.

¡Muera el amor propio y viva la humildad!

El capellán del colegio de las Hermanas de la Caridad de Murguía ni trabaja no deja trabajar, y las Hermanas quisieran que los Padres del Colegio les hicieran las funciones y les confesaran a las chicas. El P. Arambarri no sabe que hacer y el P. Maller les dice que solo hagan los que D. Marcos les permita. Añade: «Respecto a confesar y predicar, vayan con los pies de plomo; no se apresuren ya habrá tiempo de ejercitarse. Lo primero y más importante, y hoy por hoy lo único que nos incumbe, es el fin de la fundación, que es la enseñanza primaria y secundaria de los niños del Valle, y así no consienta usted nada que no pueda ser un obstáculo al perfecto desempeño de ese cometido. Deje que las Hermanas digan lo que quieran. Ellas, como mujeres de buenos deseos, no miran, ni aunque mirasen, comprenderían bien las cosas como son, sino como se las pinta su buen corazón. •Dígales que tengan paciencia, más paciencia y siempre paciencia,  que con ella todo se alcanza. Que no falte nada a D. Marcos, más que todo se hunde, menos la conciencia, que ésta no se puede jamás sacrificar. Lo demás y, sobre todo, el amor propio que mueva y que viva la humildad».

La piedra de toque de las obras de Dios.

«No se admire de que el demonio quiera servirse de todas las artes y mañas para impedirle el bien que Dios tiene dispuesto que se haga ahí con el tiempo. No sería obra de Dios si no pasase por la prueba de la contradicción, que es la piedra de toque de todas las obras de Dios». Otra vez Sor Simona acapara los pensamientos de su pluma en los siguientes párrafos:

a) Ni podemos ni nos conviene, vivir sin cruz.— Está visto que no podemos vivir en este mundo sin cruz, y lo mejor es que no nos conviene vivir sin ella. Nadie podamos evitarlo, aunque lo queramos, y no debiéramos evitarlo, aunque lo pudiéramos. No hay cosa mejor qué lo que Dios dispone, y píos dispone o permite todo lo que pasa .en este mundo, y dispone y quiere y mando que. lo aceptemos todo con amor y con agradecimiento.

b) Los instrumentos de Dios.— Las criaturas no  son más que instrumentos suyos. Sean Buenas, sean malas, o no sean ni lo uno ni lo otro, siempre son instrumentos de Dios para procurar su mayor gloria y labrar nuestra eterna felicidad. No nos volvamos contra el instrumento, no sea que sin pensarlo nos volvamos .contra Aquel que se sirve de él… Acordémonos de aquellas dulcísimas palabras de Jesús, nuestra vía y nuestra vida:. «El cáliz que me dio mi Padre, ¿no lo he de beber?» No dice. que me propinan los judíos, sino que me ha dado mi Padre. Así, así se han de mirar las cosa ¡Y qué diferentes son miradas por este lado! ¿Quién no se llenaría, por una parte, de alegría, y, por otra, de confusión, así Nuestro Señor le favoreciese como favoreció a nuestro Hermano -Beato Perboyre—, dejándonos ver y tocar aquella divina Bondad que revela la llaga de su sagrado Costado? ¡Ea, pues, Hermana mía! ¡No se desconsuele, por no hallar en las criaturas-lo que buscamos, no sé qué .especio de simpatía, de. consuelo o, por lo menos, de compasión, ya quo Nuestro Señor quiso carecer de todo eso por nuestro amor. Busquemos únicamente el agrado de Dios. Digamos con. el pacientísimo Job:»Sea mi único consuelo que, afligiéndome el Señor, no me ahorre ningún tormento». Ese sí que amaba a Dios como Santa Teresa, como San Juan de la Cruz, que en pago de lo que había hecho por Dios, pedía «padecer y ser despreciado, por su amor».

c) Cuando vienen, de Dios, hasta los palos son bendiciones.- Adoremos ante todas las cosas la mano que nos bendice, aunque sea hiriéndonos, porque, hasta los golpes, que parecen efecto de su justicia, y de su rigor, no por eso dejan de ser bendiciones. Así regala Dios a los que ama.

El P. Arnáiz, con su información de la casa de Sigüenza, arranca -este otro bello pensamiento al P. Maller

Cuando Dios nos coloca, lo mismo da el rincón que el candelero.

«A veces Dios nos envía a un rinconcito para visitar allí nuestras almas; pero eso lo hace porque quiere, no; por que no pueda bendecirnos de otro modo, pues para Dios lo mismo es el candelero que el rincón. No hay como estar donde Dios nos ha puesto y nos mantiene. Procuremos vivir en el socorro del Altísimo y ganaremos la protección del Dios del cielo: Qui habitat, etcétera. Son éstas palabras del Espíritu Santo. Todo el salmo está lleno de estos pensamientos que nos cuadran, en estos tiempos de aflicción. No olvidemos que ese Altísimo es nuestro Creador y nuestro Padre y que con su infinita sabiduría sabe lo que nos .conviene, con su infinito poder todo lo puede y con su infinita bondad- no puede querer sino lo bueno.

En estas ocasiones es cuando hemos de manifestar, que somos sus hijos. El Beato Juan Gabriel hizo ver su constancia en los horribles tormentos. Nuestros males, comparados con los suyos son, a lo más, malecillos despreciables. «Hic ure, hic seca, hic non parces, dummodo in aeternum parcas» Rogaremos al Señor por el difunto y por el señor Latorre ut convalescnt, si expeditos.

Como el P. Maller sabía aclarar las tormentas.

Las Hermanas de Corella no podían atender bien al Hospital y a las Escuelas, por estar muy separadas, y después de varias gestiones la Visitadora comunica a los sacerdotes D. Liborio Meco y D. Marcelino Jiménez, patronos de la fundación, que, de no arreglarse, se iba a ver obligada a retirar de allí a las Hermanas. Los sacerdotes escriben en términos tormentosos y con frases de éste tenor:

«Dolorosamente impresionados», «indignados» «rigurosa, medida», «procedimiento irregular y desatento» de suprimir ab irato, sin advertir antes con la debida anticipación» etc., etc. El P. Maller, con calma y claridad, restituyen las cosas en su sitio.; «La Visitadora no ha dado la orden de cerrar la Escuela, ni la Superiora, Sor Clara, tampoco; alguno llevó la llave y no han vuelto, a hablar de volverla a abrir. La Visitadora sólo escribió que si no se remediaban los inconvenientes, a saber: la distancia de la Escuela del Hospital y algo también de las malas condiciones del edificio, nos va a obligar a desentendemos de ella, por no ser posible, continuar así.

Ya ven-ustedes que esto no es una orden de cerrar, sino sólo advertirles que pudiera llegar el caso. Luego no hay nada del ab irato, nada de desprestigio, nada de no haber dado aviso con la debida anticipación etc. Si la Junta se hubiese mostrado dispuesta a remediar los inconvenientes en el modo y manera que les fuere posible, ni siquiera las palabras nos va a obligar, etc., hubieran salido de la pluma de la Visitadora.

Aun ahora, si la Junta quiere aproximar la Escuela al Hospital y supuesto que el nuevo, local tenga mejores condiciones higiénicas, estamos dispuestos a tomar, y aun-nos alegraríamos, porque, como ustedes, deseamos favorecer a la población. No hay, por nuestra: parte, ningún resentimiento, gracias, a Dios, y atribuimos el incidente desagradable a que no nos hemos entendido bien dadas las francas explicaciones que el caso, requiere, todo lo echaremos en olvido. Perdonen ustedes, por su parte, si sin la menor intención les hemos molestado, y volvamos a trabajar por el bien espiritual y temporal de esa ciudad».

Camino Real.

«Serénese usted un poco, y acuda a Jesús y entre en su Corazón Sagrado.¡Qué bien se esta allí. Bonum est Nos hic esse. Acuérdese, de que la tribulación obra la paciencia y la paciencia tiene por resultado la perfección: Per multas, tribulaciones opportet nos introite in regnum Dei. Vía Vía, quae, recto tramitte, ducit in coelum» (al P. Arnáiz 19.xi.90)

Cuando hablen mal de ti.

A oídos del P. Arnáiz llegan unas palabras que de él dijera el P. Valdivielso un tanto desfavorables. E1 Superior de Sigüenza, que tiene un temperamento ardiente y batallador, le escribe una misiva que ardía en un candil. El P. Maller la lee, no la da curso, se la devuelve al autor para que medite lo que ha escrito y le aconseja que la destruya, para que de ella ni rastro quede. Luego se pone a rebajar la temperatura del ardiente polemista que había en el P. Arnáiz y le traza el camino que ha de seguir: «No tengo tiempo de entrar en un análisis minucioso; sólo se me ofrece ahora decir:

  1. Que la Regla prohíbe reprender uno a otro, a no ser que sea incumbencia de su oficio o que para ello estuviere autorizado.
  2. Que las palabras que más lastimaron a usted puede ser que no las dijera del modo que a usted se las habrán repetido.
  3. Que aun supuesta la exactitud material o verbal puede tener muchos sentidos o muchos diferentes grados de importancia.
  4. Que .en casos semejantes es peligroso y tal vez injusto darles más importancia, interpretando intenciones, que quizá no existieron.
  5. Que es mejor no admitir tales denuncias o comunicaciones, según aquello de audistis verbum…, conmoriatur in te.
  6. Que el primer acto de humildad es creernos muy de corazón dignos de que los demás vean nuestros defectos, y el segundo, alegrarnos de que por .ellos nos desprecien.
  7. Que cuanto más infundado es lo que contra nosotros se dice, tanto más nos debemos alegrar, etc. Le suplico a usted no escriba jamás a ningún misionero, y aún iba a decir, a ninguna persona, semejante carta… A mí escríbame lo que le parezca conveniente, sin temor de ofenderme, ya sea con respecto a mi persona, ya con respecto a la de los que me rodean y tanto me ayudan a llevar la carga; pero que sea siempre con caridad y en espíritu de humildad, de la verdadera humildad y no de la humildad de palabras. No sea, usted fácil en oír y me nos en creer lo que le digan de esta. casa, ni dé alas para que propaguen la .maldita murmuración ni aquí, ni ahí, ni en ninguna par te. conviene avisar a los Superiores sin apoyar a los  murmuradores» .

Medios para lograr y mantener la posesión de Cristo por parte del alma.

«El recogimiento interior es el gran medio para poseer a Jesús, y al que posee a Jesús en su corazón tiene todo lo que pueda desear. Para lograrlo es menester, supuesta la gracia de Dios, tratar de familiarizarse con el pensamiento de la Vida, de la Pasión y de las palabras, de Nuestro Señor, no con encarnizamiento y como por fuerza, sino con suavidad, y como animándonos a ello. Es menester, además, ser fieles a sus santas inspiraciones y no negarle nada de cuanto nos pida; Si así lo hacemos, Nuestro Señor no tardará en hacernos sentir un dulce atractivo, y entonces desaparecerá toda dificultad.

Consideremos que todo lo que no nos sirve para el cielo de ningún valor; no nos dejemos aprisionar de las apariencias, despreciemos todo lo demás, no permitamos que nuestro corazón se aficione a otra cosa que a Dios y a lo que pudiese serle agradable. Dejémoslo todo y lo tendremos todo. Ahí tiene usted una máxima hermosa que lleva a la perfección.

Muy consolado he .quedado en saber que Dios se complace en bendecir vuestras obras, y es que son también suyas. No hay más que dejar obrar a Dios y El hará lo que fuere menester. Sea usted su instrumento y nada más que su instrumento, pero instrumento fiel de sus misericordias».

A Sigüenza llegaban rumores de ciertas deficiencias de la Casa Central y el P. Arnaiz se hacía eco de ellos en algunas de sus cartas al P. Maller,. pidiéndole al mismo tiempo que le descargara de la Superioridad. Como de costumbre, las respuestas del P. Maller son aleccionadoras.

Dios no da más carga de la que podemos soportar.

«Nada absolutamente me extraña al deseo de verse aliviado de la pesada carga que sobre usted gravita desde hace ya años. Hay momentos en que parece que uno ha llegado al extremo y que no puede seguir adelante; pero luego se rehace uno un poco y ya parece menos intolerable. Esto viene ya del temple en que uno se halla,  ya también de la gracia de .Dios, porque escrito está: Deus non patietur vos tentari supra id quod potestis».

COMO EL P. MALLER RECIBÍA LOS AVISOS QUE LE DABAN SUS INFERIORES.- «En su atenta carta me hace usted una triste pintura de esta casa. Por desgracia hay motivos para sentir y temer que Dios esté irritado contra mi, aunque yo pienso que hay mucho de exagerado, y también que la principal causa del malestar no es lo que usted indica. Sin embargo, procuraré remediarlo lo mejor que pueda. ¿Quiere usted ayudarme a reformar esta casa? ¿Está usted dispuesto a sacrificarse? En este caso, ¿a quién piensa usted que podré poner en el lugar de usted ahí en Sigüenza?».

El P. Arnáiz, en efecto, estaba deseando, y ya hacía tiempo venía importunando al P. Maller para que le exonerara del cargo de Superior; mas el Visitador le contesta que no accede a sus deseos «precisamente porque ha dado satisfacción en el puesto que ocupa, por lo que no se le debe oír cuando pide ser relevado, a no ser para imponerle una carga más pesada. Lejos, pues, de convencer en su sentido, sus razones sólo probarían que en eso obro según las reglas de la prudencia. No va, pues, en contra de usted, sino en su favor, lo que me impide darle el gusto que usted desea».

Y en vez de descargar al Superior de Sigüenza, empezó a madurar el plan de descargar en él su doble paso de Visitador de España y Superior de la Casa Central, cargas que le resultaban extraordinariamente pesadas. Únicamente aspiraba a gozar del privilegio de obedecer ciegamente al Superior, sin otro más privilegio y pretensión que ser el último en la casa de Dios». Al Padre. Arnáiz (23-IX-1880).

Los espléndidos párrafos que siguen tratan de levantar el ánimo oprimido del P. Arambarri.

Militia est vita hominis.

En esta vida de lucha no podemos estar sin contradicciones, pues ya no sería vida de lucha sino de descanso, y esto no será hasta el cielo. Luchemos, pues, sicut boni milites Christi, y esto hasta la muerte, que es la condición con la que mereceremos la corona, como se ha dicho en la conferencia de hoy sobre la perseverancia.

La corona y el cáliz.

o conviene atormentar a don Domingo sobre la casa de enfrente de las Hermanas. A Sor Juana le voy a escribir lo mismo. No. hay más que resignarse a lo que Dios quiera. A lo más se le puede escribir a Sor Francisca, su hermana, o a don Galo, de lo cual tampoco espero gran resultado… Lo dicho: paciencia, paciencia y más paciencia. En toda la vida de Cristo no hubo una hora en que no padeciese, y ¡qué padecimientos! ¿Qué son los nuestros en su comparación? Et nos quidem  digna faecit recipimus: hic autem ¿quid mali fecit? Bebamos el cáliz hasta las heces: «Si compatimur et  conglorificabimur». Entonces todo será gozar; ahora hay que mezclar gaudia fletibus. Anímese, pues, usted y anime a los otros y a las otras. No haya cuidado. Si Deus pro nobis, ¿quis contra nos?. Al P. Arambarri (1.X.1890)

El oficio de superior visto desde el ángulo de la penitencia.

El padre Arnáiz seguía empeñado en dejar la carga de superior y trocarla por la carga de las misiones; por otro lado al Padre Maller, no le parecía bien separar los cargos de Visitador y de Superior de la Casa de Madrid, mas al no poder descargar los dedos sobre los fuertes hombros del Superior de Sigüenza, pretendía al menos, que  el Padre Arnáiz  aceptara el  superiorato central. Con miras a esto le permitió que preguntara al Obispo de Sigüenza, si estaba dispuesto a aceptar de Superior al Padre Marroquín, caso de que la Congregación le necesitara para otro puesto. Al enterarse el Padre Maller que el Obispo consentía, supuesta tal necesidad, aprovechó la ocasión para poner al Superior dé Sigüenza un par de banderillas, para disponerle a la estocada final del superiorato de Chamberí, al que el castellano se resistía como un toro bravo, deseoso de consagrarse a las misiones. Y así le escribe: «Ahora habría que ver cómo se puede decir con toda verdad que la Congregación  necesita «de veras de usted, para otro punto, si de ahí pasa usted a las misiones. Porque el sentido de esas palabras, al menos el sentido obvio es que es imposible, o por lo menos, muy difícil hallar otro y que catamos comprometidos de tal modo: que no sabemos de que otro modo cumplir pon ese compromiso; mientras que destinando a usted para otra cosa, de suyo más importante que las misiones y aún más importante que la superioridad de esa Casa», justificaríamos el cambio, pues de otro modo ¿Cómo quedaríamos con el señor Obispo?

Ni está bien buscar la superioridad ni rechazarla.

Por otra parte recuerdo haber oído hace ya muchísimos años, tal vez treinta o cuarenta en el admirable libro de San Gregorio Magno «De cura pastorali», un  bellísimo capítulo en donde reprende casi con igual tesón, por no decir dureza, a los que, debiendo aceptar la superioridad, se niegan a ello, como a los que temerariamente la. buscan,  diciendo, si mal no recuerdo, que eso también es soberbia.

Los santos huían, tía verdad, de la superioridad mientras no veían claramente que Dios era quien se la imponía, pero, una «vez averiguado que sí, que Dios era quien les imponía la carga, humildemente la recibían, y cerrando los ojos y confiando en Dios, la llevaron hasta el mismo día que se la quitó.

Una de las más duras penitencias.

«Sin duda que esa carga es bastante molesta y a veces molestísima, pero ¿pero que es eso comparado con lo que hemos recibido, lo que hemos pecado, lo que merecemos, lo que nos amenaza y lo que esperamos? ¡Qué mejor modo de hacer penitencia y ganar el cielo! Un superior puede muy bien disimular el espíritu de penitencia, pues, pareciendo estar a gusto, gozar de independencia y mandar a todos, es a veces el que está mas a disgusto, goza de menos libertad y quisiera mil veces obedecer a todo el mundo antes de mandar a uno solo. Esto lo comprenden ustedes muy bien, como lo comprendo yo. (Me anuncian al señor Arzobispo de Santiago y así tengo que dejar a ustedes un momento). (Ya se ha ido el señor Arzobispo, pero también se ha ido la hora útil para el correo de hoy, y así esta no saldrá hasta mañana).

No es un plato de gusto.

No, la superioridad no es un plato de gusto, a lo menos para mí y veo que  tampoco para usted, mas no debemos; buscar lo que nos gusta, aunque sea .cosa muy buena y santa en sí misma, sino lo que a grada a Dios, .aunque, sea en sí misma un bien menor. Hemos de lo manda el «Hermano», como decía la otra. El ejemplo de Cristo. nos persuade lo mismo, pues de Él dice San Pablo: Christus non sibi placuit. No nos dejemos engañar de las apariencias. Lo mejor, absolutamente lo mejor, es lo que-Dios quiera»(Al Padre Arnaiz (24.X.1890).

Todo o nada .

Un par de. días se tomó el Padre Arnaiz para meditar estos pensamientos y el resultado fue la capitulación, que comunicó al Visitador el 27 de octubre. La carta del 6 de noviembre del Padre Maller es un himno de júbilo: «Aunque todas las cartas me son gratas, su última del 27 pasado me fue especialmente grata por todo su contenido. No esperaba menos de usted. Nuestro propio conocimiento debe quitarnos toda presunción y envanecimiento, pero no nos ha de amilanar. Nada puedo de mí solo, todo lo puedo en Dios. Sino fuera, por eso, ¿quién se atrevería a prometerse-nada si no un loco? y ¿Quién; se negaría a cualquier cosa si no fuera un cobarde? ¡Oh, qué bien lo dispone todo la divina sabiduría! Todo, nada; enlace sublime! Esté, pues, tranquilo y espere en Dios». (Al P. Arnaiz (6-XI-1890).

Cuando nos pone en algún aprieto, Él se encarga de sacarnos.

Aunque siempre le he amado a usted en Christo, de hoy en adelante quiero amarle aún más, se entiende, también ira Christo, porque le veo a usted caminar en el camino de la negación, pues «comprendo que no hay cosa que más cueste, que ser siervo de los, siervos de Dios. El que conozcamos que no somos, para eso, no obsta; antes bien es buena disposición para confiar en Dios, porque siendo Él el que nos pone en aprieto, El se encarga de .sacamos de él». Al Padre Arnáiz (22.XI. 1980).

Noticias.

Tenemos en casa al señor Obispo que era de Canarias y ahora Obispo preconizado de Segovia. Este señor estuvo en nuestra casa de Leganitos con el señor Rosales, Obispo entonces de Almería, y nos ha conservado mucho cariño y benevolencia. Como todos los Obispos, citra y ultramarinos, conserva vivos deseos de morir en la Madre Patria, alias Península.

Mucho me admiro que los periódicos religiosos, o que dicen que lo son no hayan dicho nada de la magnífica procesión del domingo pasado, siendo así que suelen gastar tanto papel siendo así que suelen gastar tanto papel en escribir riñas, robos juegos e incendios, etc… Por eso he rogado a uno de los que han asistido a la función de la tarde y a la segunda procesión, que me de una relación para enviársela a usted que estoy seguro le ha de gustar y digo por la tarde, porque por la mañana también había habido primero procesión y después función, pero por la tarde primero fue la función y últimamente la procesión. Los Sagrados Corazones se apiaden de nosotros». Al P. Arnáiz (.X.1890)

Podríamos ir amontonando textos que nos fueran demostrando la espiritualidad que había en el alma del P. Maller.

  1. Al P. Arnáiz, 2.VIII.1878

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