Capítulo XII: El báculo de su vejez.
Hacía tiempo que el P. Maller se sentía viejo y achacoso, y en su lucha con el Superior de Sigüenza por mantenerle en su puesto se le ocurrió que nadie como el P. Arnáiz podría ser «el báculo en su vejez» ayudándole en sus tareas de gobierno ya que no le era posible, como fuera su deseo, echar sobre él la carga del Provincialato.
Al efecto maduró la estratagema que se vislumbra en una de sus cartas: le trajo a Madrid, nombrándole superior de la Casa Central y él se retiró a la Casa del Noviciado, Jesús, numero 2, desde donde proseguía la alta dirección de la Provincia, con el pero de los mil detalles que exige el gobierno de una Comunidad numerosa, sobre todo, si es de formación.
Además, de vez en vez le confiaba misiones de responsabilidad, descansando en su prudencia y dotes de gobierno, preparándole para que recogiera su herencia y la ejerciera dignamente en la época que se avecinaba. No tuvo que arrepentirse de la medida, antes bien, al año de tomada podía escribirle desde San Sebastián: Le doy a usted las más sentidas gracias por lo bien que hace de «báculo de mi vejez».
Las dos Carmenes de Valencia.
En Valencia estaban Sor Carmen Piera y Sor Carmen Moreno, las que defendieron ante Pío IX el hábito español de las Hijas de la Caridad. El P. Maller las defendía con su estima, pero a veces ironiza a su costa. Así el día 2 de diciembre de 1879 escribe al P. Arnáiz: «Sor Carmen Moreno pía por los ejercicios como el año pasado y, por supuesto, ¿preferiría al P. Arnáiz?
¿Sabe usted que no me agrada nada el que hayamos de andar todos los años con la misma historia? ¿No valdría más que los hicieran como pudiesen en tiempo más cómodo, para enviarles Padre, como ellas dicen, que no esperar cuando no es fácil y a veces ni posible enviárselo? Dicen también que necesitan tres o cuatro tandas. Añaden , y en esto tienen razón, que es mucho más trabajo dar dos tandas dobles, como hizo usted el año pasado. Con que eche usted cuentas y sacará que se necesita un mes.
Si usted ve inconveniente serio en ausentarse durante un mes, poco más o menos, dígamelo bien claro y me apoyaré en eso para romper con esta mala costumbre».
En 1891 vuelve a escribirle: «Hay allí en Valencia, dos Carmenes, a cual mejor, y que pudieran haber sido lo más florido de España si no fuera por tanto piar por un señor Gómez, no el de Burgos ni el de Ávila. ¡Válgame Dios lo que puede un hombre con un nombre. Las dos y recientemente otra de allí, piaban aún por el señor Gómez, y yo me hago el sueco y maldita la gana que tengo de entrar en el concierto. Tengo que contestar cartas graciosas y yo no tengo gracia. Qué malo es andar siempre con el balancín en la mano, cosa que yo detesto y me da coraje, pero que no hay remedio, para evitar mayores males. Veremos, pues, cómo salgo del compromiso sin romper con nadie». (Al P. Arnáiz, el 12-IX-91.) En la misma carta escribía: «EL SEÑOR BAYO es el hombre de que Dios se ha valido para grandes cosas en Mallorca y, por cierto, con personal bastante mediano. Tiene sus defectos, pero también sus cualidades; y la estima de la Congregación, que tiene y manifiesta el clero casi sin excepción, después de Dios, a él se debe. Bien lo sabe el señor Obispo que, al fin, tiene que confesarlo «bon gre, mal gre». El señor Obispo desea que salga; la razón que da es que «no es de los modernos» y que la Congregación no brilla a la moderna; .pero ni la experiencia ni el espíritu evangélico vienen a apoyar su idea, antes al contrario; y así hace años que no le hago caso y me hago el desentendido. Yo espero que el señor Bayo aprovechará el talento del señor Villarejo para dar algo de lo que desea el señor Obispo» (Ib.).
Las siguientes líneas denotan que las cartas y los problemas le seguían por las provincias vascas, por donde anda de visita a las Hermanas: Y SALGA EL SOL POR ANTEQUERA.—»Aquí tengo que hacer, por lo menos, para una semana con tanta casa y tanta carta; porque me llueven cartas de todas partes. Bendito sea Dios. Tengo una del señor Obispo de Ciudad Rodrigo, en la cual da ya por supuesto que vamos a fundar allí en este mismo año. Voy a contestarle que por este año es imposible, y salga el sol por Antequera» (Ib.).
«Del señor Bayo me parece bastante bien el envío del señor Romena a Mallorca; pero no lo envíen por Barcelona, sino por Valencia o Alicante. Bien será, sin embargo, esperar la contestación del señor Bayo; mas temo alguna afición a beatas». (De Azcoitia, 2-IX-91).
Otras notas.
«Lo de los señores Villanueva y Villarejo (dos villas) bien para ambos, ítem el Hermano Durana a Sigüenza y el Hermano A. Rodríguez a Madrid, para ver más tarde; pero repréndale y amenácele, si es que no está más que medio chiflado.
A Dios gracias por e1 estado satisfactorio de la casa de Teruel. Flaca tenez y, sobre todo, flaca la dirección del señor Caño. Sin embargo, me parece bien que prueben y veremos para otro año.
Bien me parece la distribución o el plan de campaña para la Península; pero no sé qué Gómez es el que va a Ávila, si el de los Milagros o, como supongo, el de Arcos. Si es éste no podrá salir a Misión por la garganta. Tengo miedo de que por lo mismo tampoco pueda el señor Varona, si no es que se ha puesto mejor.
Ordenen a los moralistas «segundanistas»; «sit verbo veniat»
Mil gracias por las felicitaciones y un millón por las oraciones de que necesita este pobre setentón, que pasado mañana cumple los setenta y cuatro años, sí Dios me sufre hasta entonces… Mañana salgo, Dios mediante, para Beasaín, Segura Tolosa (dos días), Hernani, y el lunes, para San Sebastián donde hay cinco casas de Hermanas» (P. Arnáiz 2-IX-91)’
Dios toma lo suyo cuando quiere.
«Dios es dueño de todo y de todos. E1 señor López era suyo; ha tomado lo suyo. Bendito sea su santo nombre y le haya llevado al eterno descanso. El mismo nos dé un reemplazo, escogido de su mano. Amén» (Ib.).
Todavía desbordado por el trabajo, el 3 de abril de 1891 da gracias al P. Arnáiz por todo lo que le ayuda en el gobierno de la Compañía. El asunto del señor Mejía es para pensarlo y consultarlo todavía más con Dios que con los hombres.
Esta en Burgos de regreso de Briviesca y de Quintanar de Valdivielso, lugares que vio el día 2. Sale para Arcos de donde regresa el 4. El 30 de junio está en Murguía y se alegra de la buena acogida que hicieron los de: Sigüenza al Padre Arnáiz, que les fue a pasar la visita, y de los frutos que ya se vislumbraban.
El 23 de julio está en Bilbao y dice que estará allí varias semanas por las muchas »cosas que hay que hacer. Lo del P. Mejía eran las bases de fundación «del Seminario; de San Juan de Puerto Rico, que le envía al P. Arnáiz para que lo archive. Teme que no dure muchos años. » En los tiempos que vivimos, dice, no hay modo alguno de asegurar fundación de ninguna especie. Por más que procuremos atar cabos siempre quedará alguno suelto, y además lo que agrada a un obispo no agradará quizá al sucesor. Hasta que no tengamos Seminario «externorum in domibus nostris erectae», no conseguiremos verdadera libertad de aplicar nuestros reglamentos a nuestro modo. Y ¿cuándo será estos? «Deus scit». (Arnaiz, 23-VII-91)
El P. Vila acaba de salir del Seminario de la Habana y piensa enviarle a Puerto Rico para que ayude al P. Mejías. (P. Arnáiz, 24-VII-91)
El 23 de agosto todavía anda por el norte, y concretamente en Vergara, en donde recibe dos cartas del P. Arnáiz, en que le da cuenta de la visita que en su nombre ha hecho a las casas de Padres y Hermanas de Barcelona y Mallorca. Después de darle las gracias por los servicios, que no sólo a él, sino sobre todo a Dios y a la Congregación está prestando, le encarga que, después de visitar Teruel y de regreso en Madrid, se dedique a preparar el personal que ha de ser enviado nos solo a México y Filipinas, sino también a las Casas de la Península, y le da un consejo muy atinado para que aprenda a calibrar lo que le dicen en las visitas canónicas: «En todas partes hallará exageraciones de unos y de otros. No se puede uno fiar ni siquiera de lo que dicen haber visto u oido; la imaginación se alborota y se forjan monstruos a veces de cosas insignificantes» (23-VII.91).
Nuevo fuego en México.
La Provincia de México se había esforzado en bastarse a sí sola y reclutaba sus miembros entre los nativos o en correrías que hacían por España hablando en Seminarios y otros ambientes sobre las necesidades religiosas de aquella república. La visita que el P. Maller había hecho en 1886 la había apuntalado por poco tiempo, y como existían las mismas causas, las cosas no iban bien. En la Asamblea de 1890 se planteo, la cuestión y el P. Fiat confió la solución al P. Maller y a la Provincia de España, que hubo de hacer «nuevo fuego», como diría el P. Claret, enviando allá un equipo capaz de encenderlo, activarlo y extenderlo. El P. Maller, a sus setenta y dos años, estaba dispuesto a pasar por cuarta vez el Atlántico para capitanear la empresa. El P. Arnaiz le escogió un equipo que él reputó excesivo y se inclinaba a ir suministrando el personal por dosis, según se fueran consolidando las posiciones. En este sentido escribe a su báculo desde Azcoitia:
«Mucho personal me parece de un golpe para Méjico. Yo pienso que cuatro buenos bastarán por este año, y una vez allí podrían enviarse otros cuatro el año que viene. Desde que el señor Hiera quiere ir, o personalmente sirva; lo que él quiere es volver a España. La idea de enviar alguna persona a las Antillas me la sugirió el Padre General, pero no delante, sino con la expedición misma. En las Antillas se formaría la expedición, y el mismo Comisionado iría con el nuevo «Provisitador» (expresión del mismo Superior General), pasaría a Méjico, instalaría a éste y volvería para visitar las Casas de Santiago de Cuba y Puerto Rico.
«A eso me ofrecería yo si no fuera porque dirán que «soy aragonés tozudo». Ni el señor Ribas ni el señor Casarramona me llenan para sustituir al señor Moral ni para lo otro.
Si fuera otro, el señor Moral podría ir, instalar etc., etc., y volver. Pero si va encargado para la Provincia de Méjico, yo no veo otro que usted o el señor Valdivielso o servidor de ustedes.» (AT P. Arnáiz, el 2-IX-91.)
No juzgaron sus consejeros que el animoso Visitador pudiera afrontar los avatares de tan larga expedición, y una vez más hubo de echar mano del báculo de su vejez, para encender en aquella provincia un «fuego nuevo y una vida nueva».
El P. Arnáiz visitaría en su nombre las Gasas de las Antillas e instalaría al P. Ildefonso Moral al frente de aquella Provincia, que pasaba de nuevo a ser filial de España, de la que debían de recibir su personal. El P. Moral, por su prudencia y santidad, tenía la capacidad suficiente para mantener el fuego nuevo y levantar la Provincia de sus ruinas. No tardó el P. Maller en recibir nuevas favorables del P. Arnaiz. «Gracias a Dios, le contesta, por la protección que en su misericordia ha otorgado en las tres partes del viaje hecho hasta llegar a ésa; ahora seguiremos pidiendo que la misma infinita Bondad prosiga la misma protección en lo que falta a usted y lo que falta a los otros para concluir el arreglo tan deseado y, sobre todo, para que le dé acierto y bendiga lo que disponga, y también asista a los que han de continuar el bien comenzado. Oh!, qué empresa tan difícil. Bien es el caso de decir: «Nisi Dominus etc. Al mismo tiempo no es menos cierto que «Omnia possum in Eo qui me confortat…» Todo parece prometer que sí, que Dios bendecirá la empresa para su mayor gloria.
Aquí todo sigue regular, a Dios gracias: las misiones, bien; las Escuelas Apostólicas, bien también; el Seminario, no muy halagüeño de momento, pero promete para el año que viene. Eso también: «Nisi Dominus.»
Hasta ahora no hemos tenido mucho frío, pero de un día acá no se explica mal. Sin embargo, no nada extraordinario. Ha fallecido el Cardenal de Toledo, señor Paya. No faltará quien le suceda.»E1P. Arnaiz, por su parte, le daba noticias de la primera misión que dio en la Parroquia de Santa Catalina para inaugurar la nueva etapa. «El pueblo y misioneros están muy animados. Ojalá que Dios no permita que los malos estorben el fruto grande que se espera.
Santa Catalina es la tercera Parroquia, por lo grande, de Méjico, y está detrás de la hermosa iglesia de Santo Domingo; hay muchos pobres, y el señor Icaza —ex Paúl— se empeñó y el señor Arzobispo le secundó. Después seguirán en los pueblos, D. m. Hacía años que los nuestros no misionaban en esta Diócesis.» (Ib.)