Capítulo X: Segunda vez en Estados Unidos
En 1874, muerto el P. Etienne, le sucedió en el generalato el gran orientalista que fue el P. Eugenio Boré. A principio, de 1876 le vemos visitando las Casas de Argel, Oran y Constantina, desde donde llamó al P. Maller para que le ayudara en. aquella visita e investirle con los poderes de Comisario extraordinario para girar en su nombre las visitas a las Provincias de habla de inglesa: Irlanda y Estados Unidos. Y allá fue, embarcándose en Cartagena. Con el P. General fue a París, vía Marsella y Lyón en donde le vemos desde el 9 de marzo hasta primeros de mayo. En Dublín le vemos, desde el día 10 hasta el 29, abriendo y cerrando el ciclo de su visita a las demás Casas de la Provincia, sin excluir a las de Inglaterra. Únicamente da la visita que, hizo a la de Sheffield, en Inglaterra, conservamos unas notas, redactadas en Lanark, de Escocia acerca de las obras fomentadas por los mineros, que no son para dejar en el tintero porque nos parecen de un interés no pequeño y aleccionador. Después de hablar el P. Maller de las Conferencias de San Vicente y de la Cofradía del Santísimo Sacramento, añade:
«3. La young men Society, Asociación de los Jóvenes:.-Compuesta exclusivamente de jóvenes, tiene por fin propagar y defender los intereses de la religión católica. Varios de sus miembros, inteligentes y abnegados, van al frente de todas las manifestaciones religiosas. Estos mismos días están preparando una manifestación con motivo de las bodas de oro de nuestro Santísimo Padre Pío IX. La organización imprime una fuerza singular a todas las obras de la parroquia. Para ser recibidos en ella se exige a los candidatos una conducta virtuosa, religiosa y ejemplar. Tambien trabaja la Asociación en conservar a los buenos en el bien y atraer al buen camino a los extraviados, se esfuerza por influenciar y dirigir la opinión pública de los católicos y trata de presentarse, aun entre los protestantes, como modelos de probidad. Los socios ascienden actualmente a 150, que tienen sus reuniones todos los domingos a las ocho de la tarde. A una de estas reuniones fui atentamente invitado y quedé sorprendido ante el entusiasmo que reina en todos los jóvenes durante, la sesión, por defender los intereses católicos. Tuve el honor de dirigirles algunas palabras.
4 y 5. La Asociación de Jóvenes Católicos Obreros.- Recoge a todos los muchachos que en Sheffield desde los doce o trece años se emplean en las fábricas con sueldos muy elevados. Me han asegurado que por término medio ganan tantos chelines como años tiene. Es fácil darse cuenta de los numerosos peligros en que se encuentran estos muchachos emancipados del hogar, rodeados de camaradas de trabajo sin fe y sin pudor y con los bolsillos llenos. De aquí la importancia y la necesidad de esta Asociación. Se les reúne lo más frecuentemente posible y se emplean mil piadosas industrias para atraerlos y hacerles las reuniones tan útiles como agradables. Con excursiones, «tés», banda militar y otros medios que paso por alto; los misioneros logran reunir todos los domingo de 200 a 300 muchachos. También procuran que se reúnan durante la semana. En estas reuniones los 38 miembros de la Cofradía del Catecismo les explica la doctrina cristiana y les dan conferencias sobre asuntos útiles y edificantes.
6. La Cofradía de San José.– Prepara a los niños que van a ingresar en las fábricas o talleres para fortificarles contra los peligros que les aguardan.
7. La comisión de política.- Compuesta de 24 miembros, la cual, sin imponer ninguna opinión política determinada, encauza las actividades políticas de los cristianos, indicándoles quiénes tienen derecho al voto, les advierten cuándo han de votar y, si es preciso se lo prohíben.
8.- En el bando del penique.- Los pobres depositan sus pequeños ahorros; los cuales, cuando ascienden a cierta cantidad respetable, son devueltos al propietario para que los coloque en los Bancos públicos.
9. La liga del sábado.- Es una modificación de la Sociedad de la Templanza. Sus miembros se obligan a no beber ningún licor embriagador los sábados en honor de la Virgen María y para conseguir la libertad de nuestro Santo Padre el Papa y la de la Iglesia, una abstinencia total asustaría a muchos; la del sábado no tiene este inconveniente. En cambio, si esta obligación no se .extiende más que a un día, este día es el más importante, ya que el sábado los obreros reciben la paga de la semana, el trabajo cesa al mediodía y, con frecuencia, se distribuye el salario en la próxima taberna, circunstancias todas que constituyen para ellos una grandísima tentación. Para salir al paso de la embriaguez que aquí arruina a gran número de familias, nuestros Hermanos han establecido ya, hace dos años, la «Saturday Ligue». La «Liga del Sábado» cuenta ya con 500 socios, los cuales asisten también a las reuniones de los «jóvenes». En la que yo asistí fueron recibidos siete nuevos reclutas, los cuales hicieron la promesa constitucional de la «Liga Sabatina». Todas estas Asociaciones conservan, reavivan y propagan la fe entre la clase obrera en la Parroquia de la Misión de San Vicente de Paúl. A obras tan prósperas e interesante hay que. añadir dos Escuelas para muchachos; una de día, a la que asisten de 300 a 400 alumnos, y otra nocturna, con un promedio de 80 jóvenes obreros. «Tenían además la dirección espiritual de todas las escuelas y Asociaciones de la Parroquia. Las Hijas de la Caridad, por su parte, mantenían las Asociaciones de las Hijas de María y de los Santos Ángeles, las Cofradías de Santa Brígida, la del Santísimo Sacramento, de la Doctrina Cristiana y de la Sagrada Familia, sin contar las escuelas diurna y nocturna, con. 650 alumnos, el Asilo, el Reformatory School y la Escuela industrial de Kirdeg para jóvenes abandonadas procedentes, como las del Reformatorio, de toda Inglaterra».
Como se ve, una parroquia modelo, puesta en orden de batalla, viva y operante, tan distinta de las de hoy, a pesar de tanto gritar y presumir de Asambleas y reuniones.
Desde Nueva York a la Habana y desde La Habana a Nueva York. Desde Irlanda saltó a Nueva York, donde le vemos el 24 de junio. En julio visita Filadelfia, Germantown y Emmitsburgo, en donde además visita la Casa Central de las Hermanas, de las que en otro tiempo, desde el 49 al 53, fue Director; por lo que hubo de emplear en ambas visitas, desde el 27 de julio hasta el 5 de septiembre. En Baltimore le encontramos el 23, y está hasta el 15 de octubre. En Nactchez le encontramos el 8 de diciembre en Nueva Orleáns, el 2 de enero del año siguiente, 1878; en La Habana desde el 10 del mismo mes hasta el 12 de marzo; en Mobile, el 29; en S. Luis, el 31 en Niágara, el 13 de abril; en Emmitsburgo, por secunda vez, el 2 de mayo. En septiembre de este mismo año ya estaba en Madrid, después de haber dado cuenta de su visita al Padre General.
Sus notas son interesantísimas, tanto por lo que dice de las Casas como por lo que dice de los individuos y de los problemas que tenía planteada la Provincia norteamericana y por las soluciones que el da. Transcribiremos algunas de las más interesantes en que brillan su fino análisis psicológico, su profundidad en captar los problemas y la claridad en plantearlos, la caridad con que matiza los defectos» Y sobre todo, el espíritu sobrenatural y el amor a la Iglesia y a la Compañía, que flotan en todas sus páginas. Empezamos por sus problemas.
I. Los partidos
Transcribimos de su libreta de notas, escritas en francés, para preparar su informe al Rvmo. P. General.
«Lo que actualmente es la Provincia de Estados Unidos no fue más que unas Casas dependientes de Roma, y ello hasta 1835 ó 36, en que fueron erigidas en Provincia, al frente de la cual el P. General Juan Bautista Nozo colocó como primer Visitador al reverendo señor don Juan Timón, más tarde Obispo de Búfalo. Hasta 1884 no hubo más Casa de importancia que la de loa Barrens, en donde había grupos de misioneros de varias naciones; a saber, italianos, franceses, alemanes, americanos e irlandeses.
Esta .mezcolanza y la imposibilidad de darles ocupación a todos dio origen a pequeños desórdenes. La crítica, las murmuraciones, la división y los partidos no tardaron en. hacer de ellos una comunidad poco edificante. En 1841 la Providencia abrió la puerta al remedio.
Primero el Obispo de Filadelfia y luego los de Nueva York, Cincinati y Bardstown ofrecieron sus respectivos Seminarios, y el señor Timón se apresuró a aceptar ofertas tan benévolas. Los Seminarios fueron, pues, colocados bajo la dirección de los misioneros; mas por unas u otras razones la empresa no tuvo éxito, ya que los tres últimos, a saber, Nueva York, Bardstown y Cincinati fueron abandonados al cabo de dos años. El de Filadelfia permaneció por más tiempo bajo nuestra dirección, a saber, desde 1841 a 1853, que no fue abandonado ni por no entenderse con el Obispo ni por falta de éxito, sino únicamente porque, habiendo sido nombrado Obispo de Monterrey en California el señor Amat, C. M., en aquél entonces su rector, el Visitador, señor Penco, declaró que no tenía otro sucesor que darle en la Rectoría, y los misioneros fueron retirados.
De paso diré que, a mi parecer, el señor Penco no anduvo bien inspirado en esta ocasión y que la Provincia al perder el dicho Seminario, por .aquel entonces uno de los más importantes de los Estados Unidos, experimentó una gran pérdida. Desde entonces su importancia ha ido creciendo y se me afirma que su actual Obispo no está muy lejos de ofrecérnoslo de nuevo.
Al dispersar a los misioneros aglomerados en gran número en los Barrens en 1841-1842, no se logró restablecer la paz en aquella Casa, y los cohermanos llevaron por otra dirección el espíritu de división, deslindándose con claridad dos partidos importantes, a saber, el partido italiano y el irlandés.
Hubo también una especie dé partido alemán, pero nunca oí hablar de un partido francés, español o americano. Los misioneros de esta nacionalidad generalmente se aliaban con los irlandeses, mientras que los de las otras nacionalidades se aliaban con los italianos.
Estos dos partidos se han conservado hasta nuestros días. Veamos ahora cuáles son, al parecer, sus respectivas tendencias. Puede decirse que representan, en general, la doble .tendencia, «progresista conservadora», sin que esto quiera decir que no haya excepciones individuales; aquí me. refiero a la generalidad de cada grupo.
Se comprende que por ambas partes haya cosas buenas y cosas malas; que el espíritu de partido sea siempre ciego hasta el punto de apreciar las cosas de muy distinta manera y, frecuentemente, poco justa, y que al celo por la observancia y por la prosperidad se mezclen preferencias rivales, personales y de partido. Parece que este espíritu de partido se manifestó de una manera alarmante en la Asamblea Provincial de 1874, llegando la cosa hasta el extremo de nombrar de una manera inconstitucional a un diputado irlandés.
Actualmente los partidos están más vivos y candentes que nunca. El nombramiento del P. Rolando para el cargo de Visitador, como era de esperar ha desagradado a los irlandeses, y la visita ha .despertado sus esperanzas. De una y .otra parte .me traen quejas, y no ciertamente contra el espíritu o conducta personal del señor Rolando. Todos están de acuerdo en decir que es .un hombre, .excelente; mas le suponen poca capacidad, espíritu corto y limitado, tímido, tornadizo y cediendo al último que le habla, y del todo incapaz en lo que mira a los, asuntos temporales. Tales son las tendencias y pensamientos de este partido que, más ,o menos abiertamente, declara que no se dará por satisfecho hasta que tenga la administración entre sus manos. Pretenden que sólo un americano o un irlandés puede captar bien su espíritu y llevar a la Provincia por los caminos de la prosperidad. Los más listos lo piensan y los más tontos lo confiesan.
Los otros, en cambio, dicen: «El espíritu de. regularidad y de sencillez se va perdiendo de día en día y cada vez más, y la disipación, la independencia y un espíritu mundano vienen a ocupar su Tugar. Se tienen demasiados contactos y relaciones con los seglares, se tienen demasiadas visitas, se fuma y se bebe demasiado, y de ahí los escándalos que muy últimamente han causado la pérdida de vocaciones y el deshonor de la Congregación en algunos casos. Ahora bien, todo esto es imputable a este espíritu moderno, que estos señores quieren introducir, ya que a medida, dicen, que ellos triunfan perdemos algo de ese buen espíritu de otro tiempo y nos hundimos en el espíritu moderno. Es pues menester oponerse a eso.
Y ante el hecho ¿qué decir?, ¿qué se puede hacer?
Hay quien dice que es menester hacerles frente y no ceder; estos señores no son tan valientes como parecen. Si. se cede, se subirán a mayores y se atreverán a más; pero si se les resiste, ceden. En efecto, un buen Superior, que no es de los suyos, al menos, los tiene sujetos, si mira sus conveniencias; mas esta especie de sumisión no es más que tolerado y no me parece suficiente ni puede durar siempre. Por otro lado los misioneros extranjeros disminuyen de día en día, y tarde o temprano será menester que llegue un día en que, de bueno o mal grado, toda la autoridad irá a parar a manos de irlandeses y americanos.
Otros sugieren, y al parecer con razón, que el mejor remedio y, acaso el único, sería reforzar el partido conservador, enviando misioneros franceses, italianos y españoles, y al parecer, las demás Religiones y Congregaciones lo comprenden así, pues tienen buen cuidado de enviar acá sujetos en proporción dominante. Mas ¿podemos nosotros contar con este recurso? A los Visitadores, con el consentimiento del superior General, toca proveer. Por lo que a mí hace, veo la cosa harto difícil.
II. Deudas
Como se verá al hablar de las Casas en particular, hay motivo para alarmarse a la vista de las enormes deudas de algunas Casas. Hay tres, por lo menos, que corren riesgo de sufrir la quiebra más catastrófica, pues sus deudas sobrepasan, en mucho, el valor de lo; que poseen o, al menos, de lo que poseerían, si llegara el caso de tenerlos que vender. Esto ocurriría con toda seguridad a las Casas de Niágara, de Brooklyn y de Chicago. Si las demás Casas estuvieran en situación desahogada, podrían venir en su ayuda, mas no es así por lo menos las más importantes están también endeudadas. Así, las Casas de Germantown, de S. Luis de los Barrens y de Cap-Girardeau y las dos de Nueva Orleáns están en deuda, sino inquietante, sí harto considerable, para que puedan venir en ayuda de las otras. Si, pues, ocurriera la desgracia de que sus acreedores cayeran sobre ellas, sea por necesidad, porque sus propios acreedores les apretaran, sea por desconfianza o por otra causa, la catastrote sería inevitable. Pues bien, esto podría ocurrir de un momento a otro. En noviembre último pasado hemos tenido una alarma de esta especie con ocasión de la muerte del Sr. Superior de la Casa de S. Luis. Afortunadamente el asísteme Sr. Hennessey arregló también las cosas que inspiró, la suficiente confianza a los acreedores y todo quedó tranquilo. He ahí un susto no pequeño por otra vez, pero ¿responderá de otra alarma? Es de notar que en Estados Unidos casi todo el mundo anda entrampado en deudas. El Sr. Arzobispo de S. Luis me decía que «en Estados Unidos no se pregunta cuánto tiene uno, sino cuánto debe, y así, es considerablemente más rico aquel que menos debe. Acaso no haya Obispo que no tenga deudas mas o menos grandes, quién medio millón, quién un millón y quién millón y medio de dólares o piastras». La piastra vale 5,025 francos.
Esto, por una parte, es causa de que no sea tenido por deshonra el tener deudas, mas por otra, esto convierte la situación en más peligrosa, ya que la quiebra de un solo individuo puede arrastrar consigo la caída de otros muchos. También es verdad que las deudas más importantes están consolidadas y aseguradas sobre una propiedad que responde de ellas y el resto no corre peligro ante la ley, mas la conciencia, a mi modo de ver, no queda menos comprometida, y yo me pregunto cómo arreglan la suya los superiores que permiten que se contraigan semejantes deudas. Y aun prescindiendo de la conciencia, de la justicia y del honor, hay en este sistema algo muy desventajoso, sobre todo cuando tales deudas son enormes, pues el deudor se sitúa en la imposibilidad de pagar el interés anual, y entonces, si el acreedor consiente en ello, se ve obligado a pagar el interés compuesto; y sino, a buscar otro empréstito, para pagar los intereses de la deuda, lo que viene a ser lo mismo, absorbiendo el interés una parte tan grande de las rentas, el trabajo resulta siempre por demás molesto y el ánimo de los superiores se ve en continua zozobra e intranquilidad. «Un galeote es más digno de compasión, me decía el mismo Arzobispo de S. Luis, que el que está endeudado». Los superiores y el Visitador se ven obligados a tolerar no pocas cosas a los misioneros, que encuentra capacitados para el manejo de los negocios y para ayudarle a pagar sus deudas, con lo que la regularidad y el buen espíritu no pocas veces llevan todas las de perder. Hay que confesar que este estado actual de cosas no ha comenzado con el actual Visitador; pero no se puede negar que ha empeorado su administración y se pretende que no es capaz de ponerle un remedio heroico que, sin embargo, parece indispensable. Es para dudar que otro lo pueda hacer mejor, y sin embargo, es menester que el u otro haga lo que sea necesario para evitar la deplorable catástrofe de que están seriamente amenazados. Lo primero que debe hacerse es prohibirles en términos absolutos aumentar las deudas actuales; lo segundo, y esto aún más tajantemente, si fuera posible, no permitirles bajo cualquier pretexto que sea, contraer otras nuevas; lo tercero, ordenar al Visitador que examine las cuentas de los procuradores, y si ellos no fueran capaces de hacerlo, en carguen este menester a algún misionero de su confianza. Esto tendría dos ventajas: 1º que el Visitador quedaría exactamente informado sobre el estado financiero de cada Casa y 2º que los superiores y procuradores serían más cuidadosos, de lo que suelen ser, en tener las cuentas en regla. Las casas por ejemplo de S. Luis y, aún más, la de Niágara están lejos de ser modelos en este aspecto, negligencia que en la última viene de veinte anos atrás. Hay, pues, negligencia en los Visitadores o se les hace ver azul, como dicen que saben hacer ver los señores procuradores a los que no son maestros en el arte de examinar semejantes libros. Lo cuarto es que, sin hacer a las de más Casas solidarias de las deudas de las otras, se debería y se podría, a lo que me parece, obligar a las casas endeudadas, que pueden salir de las propias deudas y no tienen necesidad de edificar, a salir cuanto antes de ellas y acudir en ayuda de las entrampadas, hasta sacarlas a flote o, al menos, ponerlas fuera de peligro y en estado de poderse liberar por sí mismas. Así por ejemplo, las Casas de Nueva Orleans, Cap-Girardeau, de los Barrens y de San Luis podrían salir de sus deudas en el espacio de cinco a diez años, mientras que las de Chicago, Brooklyn y sobre todo la de Niágara sólo podrían liberarse por sí mismas en el espacio de trece a veinte años, si es que a eso podrían llegar en ese lapso de tiempo.
El actual Visitador no podría por sí mismo proponer, ni mucho menos poner en práctica estas medidas. Un Visitador más ampliamente aceptado y más capaz, apoyado con la autoridad del Superior General, acaso lo lograría. La medida desagradaría a algunos
mas como la mayoría están endeudados y, por tanto intranquilos, sería posible inclinarlos a aceptarla; mas hay que insistir todavía en que debería ser propuesta por un Visitador mas grato a todos y mas propicio, como dicen, que el actual.
III. La cuestión del tabaco
El decreto de la Asamblea de 1843, que prohíbe fumar, no fue aceptado por los misioneros de Estados Unidos y, a mi parecer, jamás se llevó fielmente a la práctica. Lo critican y no se manifiestan más, dispuestos a practicarlo ahora. Hasta diríase que hay una especie de prescripción contra el decreto. Desde un principio, tan pronto como el decreto fue conocido, hubo un crecido número de misioneros que pidieron y lograron ser dispensados de él por el Superior General, alegando como razón que ello les era necesario a causa de su salud y que los médicos se lo aconsejaban y recomendaban, etcétera. Los menos escrupulosos siguieron fumando más o menos abiertamente. Los sucesivos Visitadores no se han sentido con fuerza para oponerse, y en el día de hoy apenas hay. quien se acuerda de que tal decreto existe. En esta cuestión no hay partidos; o más bien, todos son del mismo partido. Todos están de acuerdo en que ese decreto no debería existir, al menos para América o Estados Unidos.
«Desde luego, dicen ellos, que en favor del decreto no milita ninguna razón a priori, pues es en sí misma una cosa indiferente». Si se les dice que es cosa sucia, ellos, responden que «más sucio es tomar rapé, como se hace en Europa. En Estados Unidos todo el mundo fuma: sacerdotes, Obispos, religiosos de todas las Ordenes, Jesuitas, Redentoristas, Dominicos, etc. ¿Qué razón hay, pues, para que se prohíba fumar a los vicencianos?».
Los más jóvenes y los más osados del partido avanzado osan decir: «Esto es un capricho europeo que se nos quiere imponer. Si la costumbre de fumar existiera en Francia, no nos inquietarían por tenerla también nosotros». Si alguno me preguntaba de buena fe qué razón había para dar esta ley, yo le repetía el axioma: «El que fuma, bebe.» «Este axioma, sin embargo, replicaban, tiene no pocas excepciones; fíjese usted sino en tal y tal que fuman y no beben.»
El hecho es que hay una fuerte tendencia a la bebida, venga o no de la costumbre de fumar. Hablando sobre esta materia con el Visitador, el me sugirió que se prohibiera fumar en público, pero que se permitiera hacerlo en secretó, limitando el número de veces por día; yo, por mi parte, no veo grandes ventajas en una capitulación semejante.
Desde luego que después de la comida, durante la recreación, es cuando se fuma con más satisfacción, por no decir sensualidad. Sería preciso que cada cual se retirara a su habitación durante la recreación para poder fumar a solas o que dejaran de fumar durante este tiempo y darles otro-tiempo para este ejercicio. Me temo que ocurriría con toda limitación o restricción lo que ha ocurrido con el mismo decreto; a saber, que no tardaría en convertirse en letra muerta. Yo no sé qué aconsejar en la práctica. Todo se remediaría con facilidad si entre nuestros misioneros de Estados Unidos hubiera más espíritu de oración, de piedad y de mortificación; mas desgraciadamente hay que confesar que no se distinguen por estas cosas.
Son abnegados, generosos, trabajadores, celosos, pero están demasiado evaporados y disipados». Además las reformas son siempre difíciles de introducir.
IV. Silencio
Excepto en la Gasa Central de Germantown no se nota que tenemos una regla, de silencio. Todas las Casas son o Parroquias o Colegios, obras ambas que originan demasiados contactos con seglares que no pueden menos de poner en trance peligroso la guarda del silencio. La falta de silencio procede de la falta de recogimiento y, a su vez, aquélla, contribuye a ésta.
V. Comunicación interior.
Excepto los seminaristas y los estudiantes nadie o casi nadie hace comunicación interior, a no ser durante los ejercicios, espirituales anuales. Sin. embargo, los Superiores podrían llegar fácilmente a inducir a ella a sus cohermanos. Generalmente, no tienen bastante celo para promover el adelantamiento espiritual de sus súbditos. Es muy frecuente que se contenten con mantenerles en. el orden material de las Reglas, y aun esto…
VI. Mujeres de servicio.
El número insuficientísimo de Hermanos coadjutores y la dificultad de encontrar hombres que por una paga pudieran reemplazarlos, a lo que se dice, ha sido causa de que se hayan visto obligados a echar mano de mujeres para el servicio. Esto es muy de lamentar, porque, si bien no he descubierto en ello nada que sea verdaderamente alarmante, la cosa no dejar de tener sus riesgos y peligros, y en uno o dos casos me he enterado de que esto había dado que hablar de un modo que la Regla nos manda evitar, no dando motivos y ni siquiera pretexto para ello. Por otro lado los decretos de las Asambleas son precisos a este respecto. Tengo que añadir que no quisiera que se me pudiera replicar: «Y en Francia, ¿por qué se emplean religiosas en ciertos Seminarios?» Ni siquiera se puede alegar la excusa de que no se encuentran hombres para sustituirlas.
Hay, pues, mujeres para el servicio de la mitad de las Casas: bien que sean las menos importantes. Paréceme que sé podrían y deberían observar los decretos de las Asambleas; pero el ejemplo nos debe llegar de Francia. El Visitador tiene la intención de hacer lo posible por formar Hermanos.
VII. Misiones
Si bien la obra de las misiones no está desarrollada lo bastante que sería de desear; sin embargo, no está descuidada por entero. Prueba de ello es la lista de las misiones hechas los años pasados, Dios las ha bendecido como las bendice generalmente donde, quiera han sido hechas; y lo serían mucho más, pienso yo, si se atuvieran más al reglamento, sin perjuicio de introducir ciertas modificaciones que las circunstancias de los lugares aconsejaren o exigieren. Sería de desear, a mi juicio, que se aumentara el número de misioneros. Actualmente no hay más que una terna para todos los Estados Unidos; lo que originan muchos gastos y mucha pérdida de tiempo para trasladarse de un sitio a otro. Sería menester, cuando menos, formar otras dos ternas y destinarlas respectivamente al este y al sur, y ello, a la mayor brevedad posible.
La obra de las Parroquias y de los Colegios tiene demasiada preponderancia en este momento, que es causa de que el espíritu de la Provincia se resienta y menoscabe.
VIII. Relaciones entre los Padres y Hermanas.
Sea por antipatía natural o por otra causa, nuestros cohermanos no aman al señor Burlando, y, por su parte, el señor Burlando les paga en la misma moneda. El estaba de malhumor, especialmente con los irlandeses, porque, a su modo de ver, eran exigentes, interesados y poco amigos de servir a las Hermanas. Algún choque o encuentro desagradable ocurridos y no habiéndose portado correctamente alguno de los nuestros, y aún, a lo que se decía, escandalizado a las Hermanas, el señor Burlando se creyó obligado a prohibirlas tener otras relaciones con los misioneros que las absolutamente inevitables por razón de los ministerios, lo que irritó a todos en general, especialmente a los irlandeses, que gritaron contra tal medida. Yo creo que el señor Burlando andaba mas equivocado que los cohermanos. Él había exagerado las cosas o se las habían exagerado. Se mostró lleno de desconfianza hacia casi la totalidad de los misioneros, de lo que hasta los mismos italianos se quejaban.
El decía a las Hermanas que no se fiaran de ellos, y ellas, al menos en su mayoría, adoptaron estas ideas, de cuyo estado de ánimo se produjeron resultados deplorables para ambas partes. Este prejuicio le llevó a recomendar al señor Guidry para Director de las Hijas de la Caridad, y los tristes resultados, que de esto se siguieron, demuestran cuan equivocado andaba.
Desde el principio de la visita me esforcé en destruir este prejuicio o mutua antipatía, cosa que no me fue difícil lograr porque, aparte de raras excepciones, las Hermanas no habían adoptado, estas ideas o, al menos, si por respeto y estima hacia el señor Burlando, que se las estimaba, se habían conformado a ellas, no se habían impreso profundamente en sus corazones, y por el contrario, en su mayoría, se sintieron dichosas de poder volver a los antiguos sentimientos de afecto y estima. Por su parte los cohermanos se prestaron a servirlas con buna voluntad.
IX. Casa e individuos de San Luis.
Si bien el catálogo parece indicar que esta Casa fue fundada en 1818, propiamente hablando y en el efecto, esta fecha hay que retrasarla hasta 1845, poco más o menos. Cierto que el señor D´Andreis empezó allí con Mons. Rosati; mas a la muerte de los primeros cohermanos no fueron reemplazados y la casa desapareció. Fue el actual Obispo quien los invitó, de nuevo y, a cambio de ciertos servicios, contribuyó a su establecimiento. El objeto principal era trasladar allí el Seminario, cuya causa o pretexto fue la insalubridad verdadera o pretendida de los Barrens. Si hemos de juzgar por los resultados, Dios no bendijo esta medida. Hubo divisiones y miserias entre los misioneros; ni entre ellos reinaba el espíritu de regularidad. El seminario, aunque numeroso con relación al país, no daba satisfacción. Los seminaristas tenían demasiados contactos con los sacerdotes seculares a los que llevaban sus quejas y el mismo señor Obispo les daba demasiado oídos y les daba o les había dado la razón, de donde la autoridad de los Directores y hasta la del Superior sufría no poco quebranto. Las cosas llegaron al punto que se vieron obligados a rogar a Monseñor que retirara a sus alumnos, pues el Seminario era nuestro, y desde entonces -1849- no tenemos en San Luis más que una sola Parroquia. Al principio habitaron en una casa doble, es decir en dos casas edificadas, una junto a la otra, y con tal simetría, que es fácil hacerlas una con sólo abrir algunas comunicaciones interiores. Las dos casas estaban ya en el terreno cuándo éste fue comprado. Después se edificó otra mejor adaptada, a nuestra manera de vida común. Es un edificio cómodo y puede servir para una comunidad de diez; o quince individuos. Según acabamos de indicar, tenemos aquí una Parroquia compuesta de veintiún parroquianos (vecinos) de diferentes naciones y lenguas, predominando los de habla inglesa y alemana. Estos son tantos que los nuestros se ven obligados los domingos y días festivos a cantar dos misas, una a las ocho para los alemanes y otra a las diez para los de habla inglesa. Esta mezcla no está en el número de las cosas mejores. A mi modo de ver creo que sería más satisfactoria para unos y otros, y menos penoso y más ventajoso para nuestros cohermanos si la Parroquia se desdoblara, edificando una iglesia distinta, exclusivamente para los alemanes, en la que no hubiera más que una misa mayor para ellos y sólo se predicara en alemán. Y como esto no es así, no existe muy buena armonía ni entre los parroquianos ni entre los curas, y las diferentes pretensiones de ambos bandos son difíciles de conciliar.
Sin embargo, se hace un gran bien en pro de la salvación de las almas. La iglesia, modesta y sin pretensiones, está bien. La finca es hermosa y constituye un cuadrado de 300 a 400 pies de lado, de suerte que hay sitio de sobra. La iglesia está situada en el ángulo nordeste, mirando al este y algo hacia el sur, y separada de ella por una estrecha faja de terreno se levanta la casa, y más al sur todavía, en el ángulo sudeste, se ubican las dos primeras casas.
En el ángulo sudoeste, y mirando hacia el oeste, los nuestros edificaron hace algunos años una serie de casas, según creo, con objeto de alquilarlas; gastando en ello 24.000 dólares, que pidieron prestados y que todavía deben. Sus rentas son tan modestas que dudo que con ellas se pueda pagar él interés del capital invertido en su construcción, toda vez que las reparaciones, el agua contra incendios, los impuestos, etc;, se llevan gran parte de lo que producen. Además poseemos en S. Luis un terreno que antiguamente, antes de que la ciudad se ensanchara, estaba en las afueras de sus límites, pero que ahora queda muy dentro de su actual recinto. Su primitivo destino fue ser cementerio; mas condenados esta. clase de cementerios por las ordenanzas, no sé si municipales o estatales, fue menester trasladar de allí los cadáveres; operación que fue bastante cara. Piensan venderlo algo más tarde y a buen precio, con que se mejorará el estado financiero de esta Casa, que en este momento no es nada brillante.
Según lo que he podido averiguar, pues es difícil llegar a cifras exactas, la deuda total, incluido lo que deben a la Provincia, llega a 130.000 dólares, que a 5 ó 5,25 pesetas hacen 682.500. Hay, sin embargo, una parte de estas deudas que no paga o casi no paga intereses y son depósitos de las economías de los feligreses pobres. Otra parte de esta deuda la tienen con la Provincia, que procede o de los atrasos de la tasa anual o del impuesto del Visitador para levantar la casa y capilla de Germantown. Por consiguiente, sólo deben pagar anualmente, a lo que parece, 4.009 dólares, o sea, 81.000 pesetas, que viene a ser lo que cobran de las casas de alquiler. Además tienen 14. 000 dólares colocados a interés, más 7.000 u 8.000 dólares de entrada por otros conceptos, de donde resulta claro que .con un poco de orden y economía pueden salir del apuro. El peligro está en que sobrevenga un pánico que se apodere del pueblo y que los depositarios se echen a un tiempo sobre nosotros. Si entonces no tuviéramos con qué satisfacer, por lo menos, a los primeros, sólo Dios sabe qué resultados se seguirían. Este peligro se cernió sobre nosotros a la muerte del señor Burke en noviembre último, y sólo Dios nos libró de una catástrofe.
El personal
Habiendo muerto el señor Burke e] 31 de octubre y no habiendo todavía sido nombrado su sucesor en el cargo de Superior, la situación del personal es así:
1. Señor Edmundo Hennessey… de cincuenta y cinco años de edad y treinta y cuatro de vocación. De talento más que mediano, es muy instruido, trabajador, generoso, de buen corazón y muy agradable en la recreación. Es un poco niño, acaso algo vano; no bastante prudente; aficionado, más de la cuenta, al recibidor, y con demasiada frecuencia llamado el «instruido» por los que quieren hacerse católicos; pero tanto los Superiores como el Visitador no están muy tranquilos. Aunque todavía pertenece a, esta Casa de S. Luis, yo creo, y así se lo he dado a entender a1 Visitador, que no debe volver aquí, al menos durante cierto tiempo. Desde principios de abril está ausente. A la muerte del señor Burke ee encontró en un gran embarazo a causa del .estado financiero de la Casa, del que salió a maravillas; pero sea por su trabajo mental, sea por la inquietud y desasosiego, su salud ha quedado de ello resentida y su misma cabeza da señales de debilitamiento. Ama la alegría, que a veces raya en la demasía, si bien jamás hasta el extremo de haber apariencias, siquiera, de escándalo. Al parecer es uno de los mas fogosos de1 partido irlandés.
2. El señor Uhland, Juan, de sesenta años de edad y treinta de vocación. Es un buen cohermano que desde sus veintinueve años está encargado de la sección alemana de la Parroquia; cargo en que yo mismo le coloqué en octubre o noviembre de 1849. Con muy moderados talentos y muy poca salud ha hecho y todavía hace un bien inmenso. Le tachan de demasiado apegado a las costumbres alemanas. ¡A saber quién tiene razón!
3. El señor More, SANTIAGO, de cuarenta y cuatro años, de edad y veintitrés de vocación. De muy aventajados talentos, dado a la piedad, muy trabajador, más un tanto original; se ocupa, sobre todo, en el Hospital civil de S. Luis, enclavado dentro de la Parroquia.
4. El señor Krabler, LUIS, de treinta años de edad y once de vocación, alemán, joven y buen sacerdote y con talentos corrientes; tiene necesidad de una formación cuidadosa.
X.- Los Barrens
Es la primera Casa de la provincia en el orden cronológico y durante más de veinte años, la única de importancia; pero se ha visto sujeta a no pocas vicisitudes. Está situada en un paraje que goza fama de insalubre a causa de una especie de malaria que allí reina y que ocasiona fiebres intermitentes. Sin embargo, durante mucho tiempo gozó de gran prosperidad. Cuando en 1848 yo llegué allí por vez primera había un Seminario diocesano y un Colegio con numerosos alumnos, que pasaba por ser uno de los mejores de los Estados Unidos. Allí florecía entonces el espíritu de nuestro estado mantenido por misioneros, principalmente italianos y franceses; mas por estas fechas había un fermento de gérmenes de división, y un espíritu de innovación empezaba a apoderarse de algunos de ellos. Se quería, y así se decía, salir de aquel «agujero insalubre y demasiado aislado, a 12 millas -18 o 20 kilómetros- del río Mississipi». Primero se trasladó el Seminario interno a Cap-Girardeau, que está a orillas del río, a 45 millas -unos 70 kilómetros- al sur de los Barrens. Más tarde se trasladó allí el Colegio, y por el mismo tiempo el Seminario Mayor de la Diócesis fue trasladado a S. Luis. De esta suerte Barrens se encontró sin Colegio, sin Seminario mayor y sin Seminario internó o de la Congregación. Se abrió, no obstante, un Seminario menor que, a su vez floreció, y se volvió a establecer el Seminario interno, que también floreció, a pesar de las fiebres intermitentes. En esta guerra contra el antiguo Barrens -que así la llamaban unos por afecto y otros por desdén, según el espíritu y disposición que los animaba-terminó por triunfar la oposición de 1868. En este año el Seminario menor fue cerrado y el de la Congregación trasladado a Germantown. Desde entonces en Barrens no hay más que una Parroquia y una especie de escuela, en donde se instruyen un reducidísimo grupo de muchachos de los contornos con el fin de justificar el cumplimiento de las condiciones de la carta patente de incorporación, sin lo cual no podrían gozar la posesión en común de las tierras que allí poseemos.
Imposible me sería pintar lo que yo experimenté cuando llegué allí en noviembre último después de una ausencia de veintisiete años.
En este lugar es donde treinta y siete años atrás hice yo mis primeras armas. Entonces, tan alegre, tan poblado, rumoroso y lleno de vida, y ahora tan triste, tan solitario y tan silencioso, una tristeza profunda, se apoderó de mi alma y me obligó, a preguntarme: ¿qué pecado ha merecido semejante desolación? La malaria no me satisfacía como respuesta a mi pregunta, y me parecía oír la sentencia divina: «Omne regnum in se ipsun divisum desolabitur».
A pesar de todo esto, es posible que Barrens se levante y florezca de nuevo; mas para ello, contando con la gracia de Dios, no sería menester más que la buena voluntad del Visitador y del Superior local. El Visitador actual parece tenerla lo mismo, que el Superior. Yo les he alentado a ello con calor y entusiasmo a restablecer el Seminario menor, cosa que es tanto más hacedera cuanto que no hay ningún otro en toda la archidiócesis de S. Luis y cuenta con la aprobación del Arzobispo y el aliento de su Coadjutor.
La Casa amplia, cómoda y lo bastante grande para la Comunidad y un Seminario no muy numeroso, de 30 a 40 alumnos, por ejemplo, pero en caso de que ello fuere necesario, se podría aprovechar el antiguo edificio de madera, qué era el Seminario antes de que se construyera el actual de piedra y ladrillo en 1850. Entonces la antigua Casa se arrancó y transportó entera al otro lado del patio, donde está todavía, fácil de ser puesta de nuevo en estado de servicio.
La iglesia, que en su tiempo fue la maravilla del país, no está mal; es del gusto italiano y no tiene; nada que pertenezca al gótico. El santuario y el coro son de proporciones espaciosas y se prestan para las hermosas ceremonias de la iglesia, que antiguamente eran el encanto aun de los protestantes y daban envidia a los Obispos que venían a visitarnos.
En torno al .Seminario poseemos varios centenares de acres de terreno. Cinco acres son dos hectáreas. La tierra es bastante buena y se la explota; pero o no la trabajan como es debido, o Dios no bendice la empresa. También tenemos otras posesiones, a 3 millas -5 kilómetros-, poco más o menos, del Seminario con varios centenares de acres cada una, que tampoco producen gran cosa. En una de ellas tenemos un molino de harina, que en otro tiempo rendía bastante; mas en la actualidad se muele el trigo con molinos de vapor, y los de agua han perdido su importancia. A pesar de estas ventajas, el estado financiero está lejos de ser brillante. Hay deudas, algunas de ellas importantes. No he podido darme perfecta cuenta de ellas, pero pueden situarse entre los 16.000 y 32.000 dólares, incluyendo en ellos lo que deben a la provincia. Acaba de ser nombrado un nuevo. Superior capaz y celoso, que, según espero, no tardará muchos años levantar los negocios de esta pobre Casa. La situación del persona es así:
1º. Antonio Verrine, de cincuenta y seis años de edad y siete de vocación. Excelente cohermano, buen espíritu, trabajador, inteligente, sólidamente virtuoso, bastante capaz, un tanto demasiado vivo, a veces demasiado aferrado a su propio juicio inclinado a chocar y a desalentarse luego en las contradicciones. El estado de la Casa no le era imputable, pues solo hacía dos meses que estaba en ella. Estaba dispuesto a hacer los esfuerzos pertinentes para un enderezamiento, mas ha sido relevado y destinado a Nueva Orleáns, sucediéndole en el cargo el señor Mc Charthy, del cual hablaré cuando llegue su turno en Emnisburgo.
2º. Guillermo Moore, de treinta y nueve años de edad y diecisiete de vocación. Procurador, hombre valiente y bravo; demasiado simple para ser Procurador; se le sorprende con demasiada facilidad. Es muy celoso por la salvación de las almas; hace muchísimas conversaciones entre los protestantes. Nació en los alrededores; es muy conocido e inspira mucha confianza.
3º. Segundo Lavezeri, de cincuenta y tres años de edad y veintisiete de vocación. Buen sacerdote, buen compañero; piadoso mediano talento; con poco tacto para gobernar y manejar a las personas; las juzga al revés de lo que son. Se le había nombrado superior, pero no tuvo éxito y fue menester nombrar otro..Después de la Visita fue enviado a Emmitsburgo, donde se espera que será excelente para confesar y dirigir a las Hermanas y alumnas de la Casa principal.
Otras fichas
4º. Hickey, Juan, superior, con cuarenta años de edad y veintidós de vocación. Buen espíritu, muy capaz, activo; un tanto áspero inclinado a hacer distinciones y mostrar confianza o desconfianza por pura simpatía o parcialidad, sin celo suficiente para el adelantamiento espiritual de sus súbditos, manteniendo, sin embargo, una regularidad pasadera, y ello, acaso no tanto por falta de voluntad como de fe viva; es además un poco demasiado entregado al deber exterior; de buenos talentos, buena salud, buena vocación, amor a la Congregación.
5º. K´Koeffe, Timoteo, de cincuenta y nueve años de edad y treinta y seis de vocación, Buen obrero, inclinado a la .piedad con medios mas que razonables se hace bastante útil, pero no tanto pudiera serlo, el no fuera por si no fuera por su malaventurada inclinación a la bebida, que hace que sea menester vigilarlo constantemente y ahorrarle los peligros quitándole la ocasión, hace ya mucho tiempo le ocurrió, que dio un mal ejemplo. Por lo demás, está muy apegado a. su vocación y goza de .una excelente salud.
6º. Landry, Felipe, de treinta y seis años de edad .y dieciséis de vocación. Es uno de los mejores misioneros que he encontrado en esta Provincia. Si Dios nos lo conserva y sigue bendiciéndole será muy útil para la gloria de Dios y para el bien de la Congregación. Es criollo, es decir, americano, pero de padres franceses.
7º. Murphy, Guillermo, de treinta y un años de edad y diez de vocación. Joven «de muchos talentos, trabajador, piadoso y de bastante vanidad; él mismo lo reconoce y, por tanto, es de esperar que se irá corrigiendo. Tiene buena salud y amor a la vocación. Es director del semanario que se imprime en este Colegio y que recoge los ensayos que los alumnos componen y que son dignos de ver la luz pública.
8º. Durkin, Santiago, de veintisiete años de edad y siete de vocación. Buen espíritu, con medios sobresalientes; enseña con mucho éxito. Sabe mantener a los muchachos en su deber; es amable a todos, goza de buena salud y ama su vocación.
9º. Dowminig, Juan, de treinta y cuatro años de edad y siete de vocación. Es hermano del Procurador; buen espíritu, de talentos mediocres; tiene muy poca salud; lleva la Parroquia de Cap-Girardeau, que está a nuestro cargo, y cuyos deberes cumple con alabanza de todos.
10º. Mc Kauley, Fernando, de veintiocho años de edad y siete de vocación. Buen espíritu y buen talento; triunfa en la enseñanza.
11º. O’Regan, asistente, nombrado por mí mismo durante la Visita, de cuarenta y tres años de edad y veintitrés de vocación. El año último era Superior de Brooklyn; buen espíritu, regular, excesivamente duro y áspero; no sabe hacerse amar de sus súbditos, dejándolos demasiado a si mismos y siendo, sin embargo, demasiado exigente en la regularidad, con una rigidez que llega al extremo de dar a su gobierno apariencia de régimen militar, que tiene poco que ver con nuestra manera paternal. Con todo este su rigor, la Casa de Brooklyn no era un modelo de regularidad. Hay fundadas esperanzas dé que tendrá mas éxito en La Salle, donde tendrá menos cohermanos que gobernar.
12º. Andrieüx, Antonio, asistente, de sesenta y tres años de edad y treinta y ocho de vocación. Buen misionero, de muy buen espíritu, de talento bastante, excelente. Como es francés, se ocupa particularmente de sus compatriotas y confiesa numerosas Casas de Hermanas, para cuyo ministerio parece muy a propósito; goza de muy buena salud.
13º. Raldini, Pascual, de treinta y un años de edad y cuatro de vocación. Espíritu ligero, charlatán, entrometido, poco o nada amante de su habitación. Italiano de nacimiento y recién llegado; en seguida abrió fuego contra los irlandeses. Empezó, por decirme que no se puedo vivir con ellos. Es de notar que sólo hay uno en Bouligni. Echándoselas de importante, escribe al Visitador como para darle consejos acerca de la manera de gobernar la provincia. Con toda claridad le di los avisos de que me pareció tener necesidad, que por cierto recibió muy bien, prometiéndome ser más modesto, recogido y más asiduo a su habitación. Todavía puede ser formado, y el señor Verrino es el hombre que necesitaba. Después he sabido que se comporta mejor. Cuida especialmente de loe negros de la Parroquia. Los Hermanos Locatelli y Cariapa, ambos italianos, ejercen los oficios de sastre y de carpintero; para el servicio hay mujeres.
14º. Leyden, Dionisio, de cuarenta y seis años de edad y veinticinco de vocación. Dotado de muy buenas cualidades; bellos talentos, bella educación, bella figura; capaz para los negocios; es amado de todos y da muestras de amor y apego a la vocación; mas por desgracia tiene un defecto que obscurece todas estas buenas cualidades, y es una muy pronunciada inclinación a la bebida, .que le obliga a mantenerse en .guardia. El lo conoce y hace ya mucho tiempo que no se deja llevar a ningún exceso criminal. Pero la pasión está ahí.
15º. O´Neil, Pedro, de treinta y seis años de edad y trece de vocación. Espíritu mediocre, gruñón, descontento de su mediocridad intelectual, carácter atroz, inclinado a la cólera furiosa, de poca salud, amenazado incluso de tisis pulmonar. Es bastante trabajador.
16º. Gandolfo, Hipólito, de sesenta y seis años de edad y cuarenta y tres de vocación. Buen espíritu, sencillo como un niño piadoso, ejemplar, talentos ordinarios y buena salud, pero casi ciego y en peligro de serlo del todo, cosa que le aflige poco, dado que su ocupación casi entera consiste en confesar a las Hermanas y a las chicas del pensionado.
17º. Mc´Carthy, Daniel, de cincuenta y cuatro años de edad y veinticuatro de vocación. Bueno y con medios excelentes, trabajador, celoso, inteligente y capaz, buen Procurador, amante de la vocación, si bien algo original y con necesidad de ser comprendido. No está en Emmistburgo, sino en los Barrens, que ama y que es capaz de levantar como en su lugar queda indicado.
18º. Coop, Juan, de cuarenta y dos años de edad y veinticinco de vocación. Alemán muy notable y digno de ser destacado. Es uno de los mejores talentos en filosofía, cuyas cuestiones más abstractas profundiza, hasta el punto que el publicista Browson dice que es el talento más profundo de los Estados Unidos, después de él, se entiende. Al morir le encargó que revisara sus escritos, pero no ha hecho gran cosa. No es muy asiduo al trabajo o, por lo menos, en el apostólico mariposea demasiado. Otra cosa hay contra él, y es que en alguna ocasión se ha dejado llevar de la bebida, cosa que le ocurrió accidentalmente, arrastrado acaso por el ejemplo. Hace más de un año que no ha recaído y, por no estar, a lo que yo creo, inveterada su pasión, se ha corregido radicalmente. Así me lo prometió con mucha sinceridad. Actualmente está en Germantown y goza de buena salud.
19º. White, Enrique, de cuarenta y tres años de edad y ocho de vocación. Bueno, muy sencillo, bastante piadoso y trabajador. Tiene a su cargo la Parroquia y goza de buena salud.
Hemos trasladado la descripción sociográfica que de las dos Casas de San Luis y de Barrens hace el P. Maller, junto con la sicografía de un grupo de individuos de la Provincia, como especímenes que pueden dar idea del conjunto. Ello es bastante para la cala y cata en el momento presente de la Provincia, sobre que no nos es posible trasladar aquí todas las notas de las Casas e individuos de Nueva Orleáns, La Salle, Baltimore, Cap-Girardeau, Germantown, Chicago, Brooklyn y Niágara, que, con las ya descritas, constituían en. 1877 la Provincia única de Estados Unidos. Las tres últimas Casas eran importantes Colegios-Seminarios, que luego evolucionaron convirtiéndose en tres célebres Universidades. Para terminar este corte horizontal de la Provincia, trasladaremos aquí las últimas notas de conjunto.
Las plagas mas inquietantes
a) La de las deudas.
Al leer las precedentes notas acaso nos sentiremos llevados a creer que la mayor plaga de la Provincia serán las deudas. Sin embargo, tengo para mi que, aunque esta plaga es grande e inquietante, no es ni la peor ni la que más me quita el sueño. Con buenos Superiores, con buenos Procuradores y un Visitador, que pueda y quiera detener el mal, será posible enjugarlas. Desde luego que no cabe duda de ello con respecto a las Casas de Nueva Orleáns, La Salle, Cap-Girardeau, Barrens y San Luis. La cosa es más difícil si se trata de las Casas del Niágara, Brooklyn y Chicago. La del Niágara es la más expuesta. La situación ha empeorado después de la crisis comercial, que todavía no está, superada. Después de la terminación de la guerra civil, los negocios se reanudaron con una actividad extraordinaria. Todo el mundo se lanzó a ellos: los Estados, las ciudades, los campos, los individuos. Era esto una prosperidad que, aunque real, tenia más apariencia que realidad. Pasada la primera fiebre, apareció desnuda la realidad que, como consecuencia, trajo muchas bancarrotas y un estancamiento en el comercio. Es de esperar que las aguas vuelvan a su cauce y el comercio se recobre, y entonces habrá más medios con que hacer frente a las deudas. Los medios ordinarios, por lo que concierne a los Colegios y Seminarios, ya son conocidos, y para las iglesias, el alquiler de las sillas, las colectas que hacen en casi todas las misas, vísperas y toda clase de funciones, como novenas, mes de María, etc. Esto es suficiente para cubrir los gastos ordinarios. Para las necesidades extraordinarias se acude a medios industriales, como ferias, excursiones, Pick-nicks, lecturas, etc.
Las ferias consisten en reunir objetos curiosos o de piedad, que son regalados por los amigos, y si no basta, se, compran y luego en un día prefijado se venden a beneficio de la iglesia, del orfelinato o de cualquier otra buena obra. Los objetos se venden a un precio superior al de su valor, cosa que no ignoran los compradores. Se buscan, para ello, vendedores o más frecuentemente vendedoras, que piadosamente hacen valer el precio de los objetos.
Son éstas, señoras o señoritas de lo más notable de la localidad, las cuáles comprometen a sus amistades a hacer tales compras. Se organizan loterías de algún objeto de valor, por ejemplo, un cuadro, y se venden los billetes que se pueden. Asimismo se venden refrescos, etc. Con todos estos objetos, cuando la cosa ha sido inteligentemente preparada, se saca siempre una suma considerable, que varía según las circunstancias y lugares, de 1000 a 10.000 o 15.000 dólares.
Se llaman «lecturas» a unos discursos acerca de un tema religioso o histórico o hecho importante, sea en una iglesia, sea en otro sitio de reuniones, que pronuncia algún orador más o menos popular, a cuyo acto son admitidos los que presentan su billete de entrada, que han de comprar de antemano. El acto se anuncia con la debida anticipación indicando el orador, precio de las entradas etc. Si el discurso de hace a favor de una obra de caridad, no se venden billetes. En este caso se llama «Charity sermón».
El picnic consiste en un paseo que se hace a un lugar extraurbano, para pasar allí un día agradable, en que cada cual paga un tanto para los gastos de comida, etc. Con frecuencia se alquila una banda de música que toca piezas para recreo de los diletanti. A veces también se baila. Estas reuniones promiscuas de los dos sexos no deja de tener sus peligros, por lo que no todos andan de acuerdo acerca de la conveniencia de los pock-nik, que son severamente reprobados por algunos sacerdotes y obispos.
Se llama excursión cuando en vez de ir al campo van a otra ciudad o pueblo utilizando ya el ferrocarril, ya el vapor que se alquila de ordinario a precios económicos cuando no son puestos gratuitamente por los propietarios a disposición de los organizadores, sin que los pasajeros se vean libres de pagar su cuota, que pasa en este caso íntegra a la obra, en cuyo beneficio se ha ideado la excursión.
Además de estos medios de reunir dinero está el medio sencillísimo de ir de casa en casa, o únicamente a las casas que ofrecen ciertas esperanzas, y limitarse sencillamente a pedir. A veces se forman asociaciones «ad instar» de la Propagación de la Fe.
Cuando el dinero abunda, el éxito es seguro, y de esta suerte las Iglesias, las Escuelas y los Ordinarios, etc., se comienzan y se sostienen. No es pues imposible que a lo largo y tras no pocos esfuerzos los nuestros salgan de sus apuros.
Las plagas demás torno. Lo que más miedo me causa es ese espíritu de familiaridad chabacana y libertad de maneras y la falta de veneración de la autoridad. Acostumbrados a discutirlo todo en actos públicos y oficiales de las autoridades temporales, con la misma libertad discuten los de la autoridad espiritual. Lo es también la falta de unión, el espíritu de partido, la poca atención a las cosas pequeñas, al silencio, a las reglas, a los usos y a las prácticas de la Compañía.
Sin embargo, excepción hecha de unos pocos, creo que podría volvérselos al buen camino; mas haría falta que se les diera un Visitador que se hiciera entender, amar y respetar; pero ese tan completo yo no lo encuentro entre ellos. Dios tenga a bien dárselo.
Las dos caras de los americanos. Si se estudia a los cohermanos americanos y se los contempla en conjunto no producen buena impresión, por lo menos a los ojos de un europeo; pero ello ocurre poco más o menos con todas las demás Congregaciones, y el clero secular. Carecen de maneras y actitudes modestas, casi nunca se les oye en recreo una reflexión que lleve a la piedad. Algunas veces he tratado de introducir en el recreo alguna conversación piadosa y jamás, he logrado que, la sigan. Creo que no violo ningún secreto si digo que, según confesión casi unánime de ellos, no existe lo que se llama espíritu de oración ni aun entre, aquellos que he calificado de espíritus buenos ni tampoco espíritu de penitencia, siquiera sea entre los que tienen espíritu de piedad. Todo su fuerte, está en fumar y beber, bien que no todos lo hagan con exceso. A esto se añade el espíritu de partido. Todos estos rasgos constituyen lo que podríamos llamar su «cara mala». Pero cuando los tomáis uno por uno los veréis -hablo, en general- francos, abiertos, sinceros, dóciles y hasta fáciles de moldear. Yo tengo para mí que; no he encontrado uno tan siquiera en quien no haya notado un cierto grado de estas buenas cualidades. Algunas veces me he sentido conmovido por la confianza que me han demostrado. Aceptan los avisos, que se les dan y parecen dispuestos a ponerlos en práctica. Son trabajadores, abnegados y aman su vocación. Todo esto me da pie para pensar que son susceptibles de una buena dirección y que, si corrigen los defectos indicados, de las buenas cualidades que tienen harán un poderoso y eficaz instrumento para .la gloria de Dios Tales son las principales notas tomadas al pie de la letra, si bien traducidas del francés de su «Libreta manuscrita».
El cuadro no es, desde luego, muy halagüeño, pero se notan en el vislumbres de esperanza. Existen sombras y luces con no poco recargo en las sombras. En ellas se mueven desde los dados al vino y al tabaco hasta los faltos de piedad y vacíos de espíritu; desde el vanidoso y charlatán hasta el excesivamente preocupado de que no le salen bien los negocios; desde el superior, que se despreocupa de los súbditos, hasta el que lo lleva todo «manu militari», y desde el extrovertido, que siempre anda de visiteo y trato con las gentes, hasta; el concentrado y melancólico, porque habiendo estado a punto de tocar con la mano la mitra no logró la meta.
De todo ello se saca la impresión que la interpretación americana del espíritu vicenciano no coincide con la interpretación europea y hasta dista no poco de ella; mas apartando los ojos del panorama americano de 1877 y paseándolos por el europeo actual de 1960, se saca otra impresión todavía más desagradable, y es que en vez de haber ganado el espíritu europeo por mejor el corazón americano parece haber sucedido al revés.
También hay luces en el cuadro que abren el corazón a la ilusión y a la esperanza; la espléndida realidad, que representan las dos florecientes provincias americanas, nos está diciendo cómo las orientaciones .y consejos del P. Maller contribuyeron a que aquellas virtudes y buenas cualidades superaran a las malas y terminaran por predominar en el cuadro. ¿Podríamos los europeos de hoy decir otro tanto? ¿Aquella su sinceridad su laboriosidad, su carácter abierto, su generosidad y moldeabilidad se nos han pegado como se nos han pegado sus defectos? Cuando se trata de elegir, lo prudente, lo sabio y lo perfecto no es echar por la borda lo bueno que se posee y adoptar lo malo del tipo que se admira, sino conservar lo bueno poseído y adoptar lo bueno que no se posee.
El P. Maller ha hecho en su informe un corte o disección horizontal en la provincia americana, que nos la da a conocer en uno de los años de la historia de su crecimiento –1877-, y fue una fortuna .para este crecimiento el recibir el impacto de la doctrina, de los consejos y de los ejemplos de uno de los más esclarecidos discípulos de San Vicente de Paúl
Con el fichero que hizo del personal, y con el análisis que trató de sus cualidades útiles o peligrosas, el Superior General podía mover con más seguridad los peones en el tablero de aquella lejana Provincia, que hoy día es una de las más florecientes de la Congregación.
Y ¿que decir de las conferencias con que el sabio misionero aragonés llenas de piedad y solidez, ilustró tanto a los Padres como a las Hermanas?
Cuando cinco años más tarde el P. Mac´Namara, Visitador de Irlanda, recorría aquellos parajes con idéntica misión que la que le llevara allá al P. Maller, después de una larga relación de su viaje, no creyó satisfacer su conciencia si no la ponía esta elocuente posdata: «Me he sentido dichoso al encontrar entre los misioneros y las Hijas de la Caridad el recuerdo siempre vivo del P. Maller, Visitador de la Provincia de España, y he de confesar que he experimentado un sentimiento de satisfacción personal al verme encargado con una misión parecida a la que el ilustre cohermano había recibido del venerable señor Boré, de grata memoria.»