Dios sigue llamando: Sor María

Francisco Javier Fernández ChentoHijas de la CaridadLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Josico · Año publicación original: 2011 · Fuente: Colegio Sagrado Corazón de Los Dolores (Cartagena).

La comunidad educativa del Colegio Sagrado Corazón de Los Dolores (Cartagena) realizó preguntas a sor María, seminarista de las Hijas de la Caridad procedente de este centro.


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Sor María

Sor María

Me causa curiosidad saber ¿de qué forma sentiste la llamada a tu vocación? ¿En qué momento de tu vida sentiste la llamada de Dios? ¿Cómo entendiste que te llamaba?

Bueno, la llamada que el Señor me ha hecho, no se da de la noche de la mañana, pues mi inquietud vocacional se da desde la infancia y que precisamente voy descubriendo a través del tiempo que estuve en este colegio, por medio de acontecimientos pero sobre todo de la presencia de las Hermanas (desde pequeña me llamaba la atención el cariño que daban a los demás y el bien que hacían, lo que me llevaba a mirarlas con más curiosidad).

Esta curiosidad por observarlas y querer saber de ellas, se convirtió en una inquietud interior, a partir de una circunstancia concreta, justamente a los 11 años, en 6° de Primaria estando un día en clase, la profesora lanza la pregunta: ¿QUÉ QUIERES SER DE MAYOR? Fue en aquel momento que me tome en serio la respuesta que tenía que dar, y giré la cabeza y miré por la ventana de la clase y justamente pasaba por allí una hermana. En ese momento vi claro que el Señor me estaba dando la respuesta a mi pregunta sintiendo una gran alegría interior, (como cuando un niño encuentra su juguete favorito que tenía perdido). A partir de aquí comenzó la gran aventura en la que todavía sigo sumergida.

¿Cómo sentiste que debía seguir ese camino? Es decir, ¿qué cosas en tu vida te dieron las señales?

La verdad es que el Señor se ha servido de acontecimientos y personas para señalarme el camino. A partir del primer momento que descubrí que el Señor me llamaba a ser Hija de la Caridad, empecé con un gran entusiasmo, pero los años pasan y esa ilusión se va apagando en el tiempo que estaba en el instituto, debido al entorno de amigos, que no entienden ese estilo de vida, pero a pesar de eso el Señor me recordaba que estaba conmigo, al ir cada viernes al colegio a JMV, y sobre todo el Día de la Confirmación en donde el sentimiento de gozo y alegría, sumergía en mi interior.

Aunque a menudo todo parece imposible, porque hay momentos que parecen que eres la
única que vas a contracorriente de las personas que te rodean, y esto puede apagar esa inquietud interior, el Señor me hace recobrar esa ilusión, a través de otro acontecimiento: estando en 3° de Carrera, se celebran en el Barrio las Misiones Populares, durante 15 días, realizada por la comunidad Misionera de los Padres y de las Hijas de la Caridad. Esta fue una oportunidad de encontrarme otra vez con el Señor y sentir de nuevo esa esperanza de poder seguirle, por lo que me pongo en camino para conocerle más de cerca.

Al año siguiente, en el verano, las hermanas del colegio me invitan a un Campo de Servicio en Madrid. En esta convivencia encontré lo que me hacía falta; me encontré con el Señor en aquellos niños discapacitados de la Casa de Belén, además de convivir con jóvenes que tenían las mismas inquietudes que yo, por lo que me animaba a seguir adelante. Este encuentro fue decisivo para saber que mi vida estaba destinada a seguirle. Por lo que me comprometí a aprovecharme de todas las situaciones que el Señor me iba ofreciendo para ir formándome y descubriendo lo que él quería de mí.

¿Qué temores o miedos has tenido que hacer frente al elegirte Dios para ponerte a su servicio a través de los pobres?

Ante cualquier decisión importante que puede cambiar la vida de una persona, siempre surgen temores y miedos que te hace pensar y discernir la decisión que vas a tomar.

Para mí los miedos que me invadían eran:

  • El miedo de equivocarme: Al principio esa ilusión que despierta en mi interior (el deseo de ser Hija de la Caridad), se convierte en confusión al ver que las personas del entorno te aconsejan cosas totalmente opuestas a esta decisión, lo que me surge la pregunta de: ¿Es éste el verdadero camino que tengo que seguir?
  • El miedo a decepcionar las expectativas que tienen otras personas sobre mí: Este miedo suele surgir sobre todo con las personas a las que más quieres, padres y hermanos, pues ellos suelen aconsejar proyectos de vidas mejores (o al menos así se ve comparado con la vida de una hermana) por lo que muchas veces te cuestionas qué decisión tomar, si ese proyecto ideal de tener un trabajo y una familia o el proyecto que el Señor te propone.

Antes estos miedos, me agarré a la oración, pidiendo al Señor que me ayudara y me diera valentía para poder tomar la decisión más adecuada, y que gracias a ese sentimiento de gozo y tranquilidad interior que sentía me ayudó a ir afrontando estos miedos.

A mí me resulta muy difícil lo que habéis hecho ¿Cómo te resultó a ti?

Para mí ha sido un dejarme abandonar en manos del Señor, porque es verdad que cuesta el dar este paso en el que tienes que dejar todo: amigos, familia, y entorno. Si se observa desde esta perspectiva, todo es más difícil de hacer, pero si ves lo que el Señor va haciendo contigo, y sabes que toda decisión que tomes con respecto a Él te va a corresponder con el doble de gozo y alegría, este paso se hace como un deseo inmediato de cumplir.

¿Cómo te sientes ahora?

Con una alegría desbordante, en el que todos los días le doy gracias al Señor por no haberse cansado de insistirme que le siguiera, y con un gozo interior de dar mi vida para servirle a Él por medio de los más pobres.

¿Cómo afrontó tu familia, y sobre todo tus padres, tu vocación? ¿Les costó aceptarla?

La verdad es que mi familia no me ha sido un obstáculo para dar el paso, sino que a la hora de la verdad han estado ahí apoyándome en la decisión que tomara.

A mis padres les agradezco el esfuerzo que han hecho de comprensión y aceptación, pues al principio suele ser desilusión para ellos, ya que tenían un proyecto diferente. En este momento de dar el paso, suele estar también el temor de lo desconocido, el cual al no tener conocimiento de la vida de una Hija de la Caridad pues suele venir la resistencia.

Ahora están contentos y yo muy agradecida, pues gracias a ellos he ido descubriendo a través de su ejemplo la mano del Señor en esta familia.

Cualquier vocación implica una serie de renuncias, ¿a qué has tenido que renunciar con la tuya?

En esta llamada del Señor, al responderle, ya lleva una serie de renuncias que bien se puede observar en el evangelio: «quien me quiera seguir que deje todo, y me siga».

Para cualquier persona que toma un proyecto de vida tiene que renunciar a lo que no vaya en consonancia con esa opción, por lo tanto para mí no supone renuncias, sino que forman parte de la opción de vida a la que Dios me ha llamado.

¿Has sentido en algún momento en este tiempo de postulantado y seminario soledad, dudas sobre el camino seguido o melancolía sobre tu vida anterior? ¿Echas de menos vuestra vida cotidiana antes de entrar en la comunidad?

No, puesto que mi vida está llena de sentido en manos de Dios y cuando encuentras este gozo de que tu vida está a disposición para los demás, no echas de menos nada. Lo que puede costar un poco es esa añoranza de la familia que, hasta que te haces con la vida en comunidad, suele aflorar, como en cualquier opción de vida.

¿En qué se parece o diferencia la vida de la Comunidad a la vida en una familia?

La Comunidad se parece a una Familia en cuanto que tienen el valor de la Caridad, es decir, lo que prevalece en las dos es el Amor, cada una de diferentes caminos, una desde la familia y otra desde la llamada del Señor.

Y en cuanto a diferencia es que en una Comunidad es el Señor el que nos coloca a cada una a convivir con otras personas en función a una misma misión de fe.

Estás dedicando tu vida, tu esfuerzo y cariño al servicio de los más necesitados ¿Qué te reportan ellos?

Mucho, los pobres son un tesoro en una persona que entrega su vida por ellos, puesto quetú le das lo más mínimo y ellos te devuelven el doble de lo que reciben.

Se aprende a ser persona al lado de ellos en cuanto que te enseñan a valorar lo más insignificante, como el gesto de dar una sonrisa, o decir los buenos días, o simplemente la importancia de estar a su lado sin decir nada.

¿Dentro de la comunidad y en el trabajo que desempeñas, ¿Cómo es tu día a día? ¿Cuál es tu rutina diaria? ¿Cómo transcurre un día normal de tu vida?

El Seminario es un tiempo de formación, por lo que el mayor tiempo se dedica a estudiar y a ir a clases.

El transcurso de un día en el seminario es que comenzamos el día con Laudes y Oración, agradeciendo al Señor la noche que nos ha concedido y dándole gracias por el nuevo día que nos da. Durante la mañana tenemos estudio y una hora de clase, y por la tarde es similar, terminando con Vísperas y Oración, en el que agradecemos al Señor lo que nos ha regalado durante el día y todo lo aprendido.

Los viernes por la mañana tenemos servicio a los pobres: yo voy a servir en una guardería, llamada Fundación Sotes, Madrid, en la que estoy con los niños de 2 años. Los fines de semana se tiene en cuenta un tiempo de Deporte y tiempo libre.

¿Sientes tu vida plena cuando se acaba ese día? ¿Te satisface tu entrega a Dios?

Llego al final de la jornada dándole gracias al Señor por todo lo que me ha regalado durante el día. Y sobre todo porque cada día se hace como una aventura, descubriendo que en los pequeños detalles del día es presencia del Señor.

¿Te gusta el trabajo designado que estas realizando?

Más que trabajo designado, yo lo expresaría como una misión a la que me envía el Señor todos los días, poniendo a disposición mi entrega a los demás a través de la Compartía de las Hijas de la Caridad.

¿Qué objetivos tienes en un futuro?

Todo está en manos del Señor.

Desde tu experiencia, ¿crees que influye la familia y entre otros el tipo de educación recibida en la misma en la vocación religiosa, o es ajena a esta?

Por supuesto que influye la familia y la educación recibida, pues van inculcando valores y actitudes que te van marcando en el camino de la Fe, pues como sabemos los principales formadores de un cristiano es la familia.

Y en este sentido ¿de qué forma podemos los padres fomentarla?

Pues a través del ejemplo de vida y sobre todo en la actitud de vivirla, recordando que lo más importante que venimos a hacer en esta tierra es a AMAR Y SER AMADOS. Y sintiendo ese gozo de ser cristianos, expresándolo a través de la alegría.

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