Bienhechores en tiempos de San Vicente

Francisco Javier Fernández ChentoEn tiempos de Vicente de PaúlLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Desconocido · Traductor: Máximo Agustín, C.M.. · Año publicación original: 1898 · Fuente: Notices, III.
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En los compendios de nuestras antiguas Noticias, en los recuerdos de los piadosos Misioneros, se halla a la vez el de los bienhechores de la  Congregación. Nada era tan conforme en los sentimientos de san Vicente de Paúl quien decía: «Tengo dos cosas en mí el agradecimiento y que no puedo dejar de alabar el bien«. (Vida, por Abelly, l. III, c. XVII.)

Entre los bienhechores mencionaremos a los soberanos pontífices URBANO VIII quien, por su bula Salvatoris, del 12 de febrero de 1632,  erigió la Compañía fundada por san Vicente en Congregación aprobada por la Santa Sede; y ALEJANDRO VII quien, por el breve Ex commisa nobis, del 22 de septiembre de 1655, aprobó los votos emitidos en la Congregación y declaró a la Compañía exenta de la jurisdicción de los obispos en todo lo que concierne a su administración interior.

El Sr. Adrien Le Bon, religioso de la orden de los Canónigos regulares de San Agustín y prior de San Lázaro.

Un relato, escrito de la mano del Sr. de Lestoc, doctor de Sorbona [215] y párroco de Saint-Laurent, en  referencia a lo que pasó en la fundación de los sacerdotes de la misión en la casa de San Lázaro-lez-Paris ha sido publicado en la Vida de San Vicente de Paúl, por Abelly (l. I, c. XXII). Allí se ve lo que  la familia de san Vicente deberá siempre al piadoso prior de San Lázaro. A la muerte del Sr. Le Bon, san Vicente dirigió a todas las casas de la Congregación la carta siguiente:

10 de abril de 1651.

«Ha querido Dios dejar a la Compañía huérfana de un padre que nos había adoptado como hijos; Es del buen Señor el prior de San Lázaro, que falleció el día de Pascua, fortalecido con los sacramentos, y en una tal conformidad con la voluntad de Dios, que en todo el curso de su enfermedad no se le ha visto el menor rasgo de impaciencia, no más que en sus debilidades precedentes. Ruego a todos los sacerdotes de vuestra casa que celebren misas a su intención, y a todos nuestros hermanos que comulguen«.

San Vicente mandó hacer al Sr. Le Bon funerales de honor; y para perpetuar la memoria de los servicios que él y los suyas habían recibido, hizo grabar en mármol un epitafio que se traduce así:

Al venerable Adrien Le Bon, de Neuf-Château, en la diócesis de Rouen, -sacerdote, canónigo regular de la Orden de San Agustín,- precedentemente Prior de esta casa, -el año de la salvación 1632, el 6 de los idus de enero. –  Agobiado por el deseo de contribuir a la educación del clero y a la evangelización de los pobres de los campos, nos dio en posesión esta casa, -el año de la salvación de 1632, 6 de los idus de enero. – En memoria de un tan grande beneficio, -llenos de gratitud- hemos consagrado este monumento de nuestro eterno agradecimiento a nuestro insigne bienhechor.

«Su eminente piedad para con la bienaventurada virgen María -su liberalidad verdaderamente cristiana con los pobres, -su celo ardiente por la salvación de las almas –su entrega singular a la obra de las Misiones- le hicieron digno de admiración«. Falleció  el 5 de los idus de abril de 1651, a sus 74 años».

La duquesa D’Aiguillon

María de Wignerod había nacido en 1604, de René de Wignerod, señor de Pont.Courlay, y de Françoise du Plessis, hermana del cardenal de Richelieu. Se casó, en 1620, con el sobrino de duque de Luynes, Antonio de Combalet, que fue muerto dos años después en el sitio de Montpellier. Se ntregó desde entonces de cuerpo entero a las obras de caridad. Fue grande y rica, sobre todo a partir de 1638, cuando Richelieu, le compró la ciudad y la tierra de Aiguillon, con los derechos y el título de ducado y dignidad de par. Murió en 1675. Fléchier pronunció su oración fúnebre. Llena de generosidad y de valor, fue ella quien, con  la Sra. de Gondi contribuyó más en todas las instituciones de san Vicente de Paúl y de Luisa de Marillac.

Fundó un establecimiento de la Misión en su ducado de Aiguillon en Nuestra-Señora-de-la-Rose, y otro en Marsella, mientras que en esta última ciudad fundaba también el hospital cuya dirección era confiada a los sacerdotes de la Misión. Contribuyó en todas las obras de san Vicente por las misiones de Lorena, de Irlanda y de Polonia, y en su casa se reunían con frecuencia las damas de la caridad.

Aparte de diversas donaciones considerables que hizo para el servicio de las galeras y para las misiones de Berbería, logró que el rey de Francia atribuyera los consulados de Túnez y de Argel a la Congregación de San Vicente de Paúl.

Por tres veces hizo fundaciones considerables a favor de la casa  de los Misioneros de San Vicente de Paúl en Monte-Citorio, como da fe de ello una inscripción grabada en la iglesia de esta casa. Es a título de donación  de la duquesa de Aiguillon como la parte del establecimiento, que representa la suma que ella había dedicado, fue conservada, después de la invasión de 1870, a los sacerdotes de la Misión de Roma.

A la muerte de san Vicente, la duquesa de Aiguillón manifestó el más vivo dolor y mandó hacer un relicario de plata para recibir el corazón del hombre de Dios.

EL SEÑOR DE GONDI (Philippe-Emmanuel), conde de Joigny, general de las galeras y la Sra. de GONDI (Françoise-Marguerite de Silly, baronesa de Montmirail) su mujer, seguirán en la memoria  de la familia de san Vicente como los insignes protectores y bienhechores de su padre y de toda la Congregación.

En sus tierras fue donde san Vicente dio sus primeras misiones y estableció sus primeras cofradías de caridad. Se sabe qué culto tenía por su santo director la Sra. de Gondi y con qué insistencia obtuvo que él se quedara cerca para asistirla en sus últimos momentos. Logró atribuir a san Vicente el colegio de los Bons-Enfants en 1624, y en 1625, hizo con su marido un contrato de fundación para el establecimiento de la Congregación de la Misión.

«La fundación de los sacerdotes de la Misión, dice Abelly, (l. I, c. XVIII), era la obra por la que esta virtuosa señora sentía más predilección, reconociendo los frutos que él podía producir en la Iglesia por la salvación y la santificación de un gran número de almas; por ello, después que Dios le dio la gracia de dar la última mano, viéndole perfecto y cumplido, le parecía que ella no podía desear ya nada más en esta vida«.

El Sr. de Gondi, una vez viudo, se retiró al Oratorio llegando a ser miembro de esta Congregación. Allí dio admirables ejemplos de virtud. Poco tiempo antes de morir, san Vicente preparó una carta para decirle adiós y agradecerle como a uno de los más insignes bienhechores de la Compañía. (Cartas de san Vicente, t. IV, p. 596.) Esta carta fue remitida al P. de Gondi después de la muerte de san Vicente. El Sr. de Gondi murió a su vez poco después en los sentimientos más edificantes, en el año de 1662.

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