Bibliografía Vicenciana 1960-1970 en torno a la espiritualidad de San Vicente

Francisco Javier Fernández ChentoFormación VicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Veremundo Pardo, C.M. · Año publicación original: 1970 · Fuente: Anales españoles.
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Lo que antes se llamaba Ascética y Mística, hoy se llama comúnmen­te Espiritualidad. Es una palabra traída de Francia, como tantas otras, que también han hecho fortuna, más por moda que por convencimiento. Así se bautizan los tratados de Historia, desde Pourrat (1926) hasta Bouyer-Vandenbroucke (1963).

El recomendar tan insistentemente el Pontificado y el Concilio Va­ticano II la vuelta a las fuentes, o dicho más en castellano, el beber en las fuentes puras de la Espiritualidad: la Biblia, los escritos de los Fundadores y las orientaciones del Magisterio de la Iglesia, debía traer una intensificación del estudio y divulgación de esas fuentes, nunca ago­tadas. Lo que se ha hecho en este aspecto en orden a la espiritualidad vicenciana y su similar la de Santa Luisa de Marillac, lo vamos a recoger y valorar en este artículo.

I. ANTOLOGIAS DE LA DOCTRINA

Las antologías o resúmenes de la doctrina y ejemplos virtuosos de San Vicente datan de su primer biógrafo, Abelly, en la tercera parte de su obra, dedicada a los dichos edificantes del Santo, en una buena parte auténticos.

Las «Máximas de San Vicente», que leíamos diariamente desde el Se­minario Interno y que se reeditaron hasta el primer tercio de este siglo, estaban tomadas de Abelly, hasta que, en 1940, saqué directamente de la edición de Coste otra serie de ellas, auténticas, para cada día y que después edité, como apéndice, en «Espíritu y doctrina de Santa Luisa» (Madrid, 1960, págs. 503 a 582).

El «Espíritu de San Vicente de Paúl», recogido y levemente estudiado por Andrés Ansart (París 1780, y seis ediciones más hasta 1852), fue alimento bastante puro de muchas generaciones de Misioneros y de Hijas de la Caridad. Se tradujo al castellano en 1801, y llegó hasta nuestros días en las Casas, especialmente de Hermanas. Yo lo leí, con primitiva avidez vicenciana, en mis años de seminarista.

«Virtudes y Doctrina de San Vicente», escrito por otro gran biógrafo del Santo, Maynard (París, 1864), ya fue destinado a todos los públicos y tuvo larga vida hasta 1924, última edición, curiosamente coincidente con la edición de los Escritos y Conferencias de San Vicente. En cas­tellano llegó tarde la traducción (Madrid, 1908), sin duda porque a1n se leía a Ansart y se usaba para este fin algún capítulo del resumen de Abelly hecho por Acami, Fray Juan del Santísimo Sacramento. Yo mis­mo aprendí ese capítulo, que habíamos de recitar ante todos los se­minaristas. Este autor, clásico hasta Coste, entre los biógrafos del San­to, ya unió la doctrina y los hechos edificantes, lo que forma un modelo más realista de virtudes.

La edición crítica de los Documentos vicencianos, realizada pacien­temente por P. Coste (París, 1920-25), da mayor seguridad a las antolo­gías, ya que los textos están depurados de interpolaciones piadosas, pe­ro no originales del Santo. El mismo Coste las aprovecha ávidamente, aunque en la espiritualidad no ahonde mucho, y los capítulos dedicados a ella en su «Monsieur Vincent» (1932) sea de lo más flojo en su gran biografía de «el gran Santo del gran siglo» (que nos trae a la memoria la «grandeur» ambiciosa de Charles De Gaulle, hoy en silencioso re­tiro).

Desde ahora, las Antologías vicencianas se bifurcan: en meras co­lecciones ordenadas de textos, con alguna introducción más o menos erudita o sabia, o en libros de reflexión sobre los textos vicencianos y el contexto histórico y «espiritual».

«Les Vertus Chretiennes á 1’Ecole de S. Vicent de Paul» (París, 1937), del prolífico escritor Padre Baetteman, C. M., sigue la línea anterior de traer ‘en Antología frases y algunos hechos relativos a las virtudes, en concreto 16 de ellas, y con mayor abundancia la Caridad en sus diver­sas direcciones. En este aspecto, el libro es muy edificante.

En «La Vie et l’Ame de Monsieur Vincent» (París, 1959), Daniel Ropps introduce al lector, con un profundo y precioso análisis de la vida y persona del Santo Fundador a los «Textos escogidos del Padre Cha­lumeau, C. M.». Son XXXVII y 263 páginas de introducción y de doctrina espiritual. El autor de la selección, buen catador de esencias vicencianas, no se reduce a frases sueltas, sino a piezas completas del pensar y del hacer del señor Vicente, en relación a su vida, a sus Obras y a su es­piritualidad. Esta parte es la que aquí interesa más, y es la primera antología del período que recensionamos específicamente, aunque era preciso escribir algo de las anteriores antologías, muy meritorias. Lo característico de ésta es que está hecha siguiendo las posiciones funda­mentales del Santo, a juicio del «seleccionador». Es una lástima que este libro no haya tenido el honor de la traducción.

La «Vida de San Vicente de Paúl», de los Padres Herrera y Pardo, editada para el Centenario (1960), incluye una «selección de escritos», precedida de su valoración ascética, desde la página 679 a la 958, divi­dida en siete secciones correlativas a las grandes acciones e institucio­nes en su espiritualidad respectiva. Fue del gusto del público.

Antología Española del Centenario (Madrid, 1961).

La traducción de los 14 volúmenes de la edición crítica de Coste fue una aspiración del inolvidable Padre Adolfo Tobar. Hasta llegó a reunir en Madrid una Comisión de Padres traductores, que familiarmente se llamó «de los Setenta»: Alberto González, Urbano Moral, Esteban Gon­zález, Fernando Larraínzar, etc., quienes llegaron a traducir buena parte de los Documentos del Fundador y que duermen en el Archivo Provin­cial. Con ocasión del Centenario de 1960, se volvió a suscitar la cues­tión, y quedamos de acuerdo en que era inviable tal edición en caste­llano, por desgracia. Entonces brotó la idea de una magna antología or­gánica de doctrina vicenciana. Hicimos el esquema de la misma el Padre Herrera y el que esto escribe, pretendiendo abarcar la doctrina dogmá­tica y la ascético-mística de San Vicente, con una orientación marcada, que consideraba al Santo como Maestro y Doctor de la Mística de la Acción y de la Caridad. Yo me encargué de hacer el estudio de esta faceta original en la Espiritualidad de San Vicente, y lo realicé con toda ilusión y alegría al comprobar la verdad de esta Teología de la Caridad, renovada en la Iglesia por San Francisco de Sales y San Vicente. Des­pués, por disposición de la autoridad interna, no se puso al frente de la Antología, que aun así conservó ese título, del que nadie se da cuenta por faltar esta explicación. Dicha introducción fue publicada en la colec­ción Cáritas (1961), con el largo título: «Renovación de la Mística de la Acción y de la Caridad» (Edic. Studium), y tuvo larga difusión.

La Antología española lleva un prólogo del Padre Vicente Franco y 1.421 páginas de textos vicencianos, seleccionados por los estudiantes teó­logos de Salamanca, a la que voluntariamente cooperé, y ordenados por el Padre José Herrera con acertadas indicaciones al comenzar las ocho secciones en que se contiene la mayor y mejor parte de los 14 volúmenes de la edición de Coste. La mayor parte se la lleva la Espiritua­lidad de la acción pastoral y de las virtudes, siguiendo la línea anterior. Un precioso índice, hecho también por los estudiantes, que merecen una citación de gratitud aquí, hace muy manejable y práctica esta An­tología de Espiritualidad.

La Antología italiana «Perfezione Evangelica de S. Vicenzo de Paoli» (Roma, 1964), codificada por una anónimo Sacerdote de la Misión, en amorosa y pacientísima labor de años, es la más completa Antología de la Espiritualidad vicenciana, en 1.284 páginas, de formato casi doble que la española, dedicada en exclusiva a la espiritualidad, con un orden lógico perfecto de ascético-mística. Los textos seleccionados y los «pa­ralelos» dan la doctrina del Santo sobre cada tema. Preciosa edición, con índices orientadores y bellísima presentación tipográfica.

II. ESTUDIOS DE LA ESPIRITUALIDAD VICENCIANA

Una discusión previa alude a si conviene difundir estas Antologías or­denadas o es mejor acudir a los 14 volúmenes de Coste y al 15 editado después.

Si las fuentes de espiritualidad estuvieran ya alumbradas en orden, como, por ejemplo, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio o las Constituciones de las dos Comunidades vicencianas, no habría duda en la solución, pero no es así ni en la documentación vicenciana ni menos en la relativa a Santa Luisa, sino que está hecha y mezclada con hechos históricos grandes o menudos y, por ende, es preciso entresacarla, orde­narla y divulgarla entre los discípulos de San Vicente.

Los ESTUDIOS profundos y organizados de la Espiritualidad vicen­ciana no han sido muchos, por lo menos hasta el tercer Centenario (1960). Podemos afirmar con el Padre Dodin: «El examen metódico de la experiencia, de la evolución de las fuentes, de la doctrina espiritual no ha sido acometida en firme; se han hecho intentos.» En mi libro «Es­piritualidad vicenciana y Renovación conciliar» (1966), escribía: «El aná­lisis crítico y la actualización de este mensaje vicenciano pudo ser el fruto del Centenario, y en pequeña parte lo fue» (pág. 87). Es una em­presa que realizar ahora.

Antecedentes de estos estudios: H. Bremond, «Histoire litteraire du sentiment religieux en Fr’ance», «La Conquéte Mystique. L’Ecole Fran­caise» (París, 1921). Esta obra clave levantó ante el mundo la figura de Vicente Paál, bastante achatada por los jansenistas y «románticos». Co­mo aun trabaja en Bremond el sentimiento romántico y un si es o no modernista, Vicente no es medido en su talla real. Le hace discípulo incondicional de Berulle (que tampoco es original) «con una interesante potencia de mimetismo» (pág. 222). Vicente tiene una personalidad in­trasferible y, al adoptar sistemas espirituales, el de Berulle, San Francis­co de Sales, etc., los adapta a su talante bien original y decisivamente práctico. Pero ya es mucho que le dedique Bremond todo un capítulo (198-228) bien documentado, aunque antes de Coste.

Pourrat, en «La Spiritualité Chretienne» (1925″, tomo tercero, Les Temps Modernes, indica con objetividad las principales características de la Espiritualidad de San Vicente. Este autor ya usa la edición Coste y, si bien adscribe al Santo en la Escuela francesa de Berulle, etc., como Bremond, le da formas originales de espiritualidad (pág. 575-586).

Arrimad d’Agnel explotó, en forma de antologías ordenadas y comen­tadas, las fuentes que alumbró Coste y presenta ágilmente a San Vicente como Director de Conciencia (1925), traducido al castellano con) «Guía del Sacerdote» (1928) y como Maestro de Oración 0929 Son libros sencillos, documentados y prácticos.

J. Delarrue escribió su tesis «Ideal misionero sacerdotal según San Vicente» (1947).

Los estudios continuados del Padre Dodin, C. M., en diversas revis­tas antes del Centenario y después de él, han si no revolucionado los estudios de espiritualidad vicenciana, sí, al menos, abierto nuevas pers­pectivas, como el autor confiesa al final de su «Saint Vincent de Paul et la Charité» (1959) y donde sintetiza su estudiada interpretación de esta espiritualidad, que en parte es discutible, pero que tiene muchos aciertos, por conocer a fondo al Santo y la espiritualidad del siglo XVII francés, de la que es profesor en el Instituto Católico de París. Como esto es una bibliografía, no entramos en discusión de sus opiniones.

«San Vicente, Forjador de Apóstoles de la Caridad», de Andrés Dodin, es una colección selecta de artículos del autor, que editamos en caste­llano (Madrid, 1968) para facilitar a los de habla hispana el conoci­miento del espíritu vicenciano tal como lo presenta, muy pedagógica­mente, el Padre Dodin. Forma parte de los 15 volúmenes de la «Pe­queña Biblioteca de Caridad», cuya difusión deseamos.

«Espiritualidad Vicenciana y Renovación Conciliar», del Padre Ve­remundo Pardo, C. M. (Madrid, 1967). Con la íntima alegría filial, al ver como el Concilio Vaticano II daba un precioso refrendo a la Espiri­tualidad Vicenciana, me dediqué en el año 1966 a reelaborar mi inter­pretación del espíritu y de la Pastoral de San Vicente. Al mismo tiem­po, ambas Comunidades vicencianas estaban en pleno período de «ade­cuada renovación» en la preparación de las Asambleas Generales. Y salió este libro, que tuvo una difusión inesperada y rápida. Tengo la gran satisfacción de saber que muchos miembros de ambas Asambleas lo habían estudiado y lo llevaban allí…

Es un intento añorado de sistematizar la Espiritualidad y las deri­vaciones pastorales. No pienso que se ha llegado a la meta, pero se hace camino al andar. Tengo particular contento del capítulo tercero y cen­tral acerca de la Conciencia, el Sentido y el Servicio de San Vicente y sus Instituciones a la Iglesia.

Otras Antologías y estudios se citan aquí, aunque anteriores a 1960.

La tradicional de «Enseñanzas de San Vicente sobre las Hijas de la Caridad», reditadas en 1944 con motivo de las Bodas de Oro del Padre Adolfo Tobar.

«Las Hijas de la Caridad según San Vicente. Textos originales del Santo» (1944), recogidos con amor por el infatigable Padre Lorenzo Sierra y difundidos en las Casas de Hijas de la Caridad. Son textos auténticos del ser de la Hija de la Caridad.

e) «Espíritu y doctrina de Santa Luisa de Marillac» (Madrid, 1960). Un estudio hecho con sabiduría y amor por dos Hijas de la Caridad que ocultan su nombre. Es un fiel reflejo de la vida y espíritu exquisito de la Santa. Y una Antología, ordenada según las Reglas, de la doctrina de la Fundadora, sacada de la voluminosa obra del Padre Rosendo Castaña­res (Madrid, 1945), que resultaba poco manejable. Esta es manual.

III. ACTUALIZACION DEL CARISMA Y DEL ESPIRITU VICENCIANO

Esta parte de la bibliografía vicenciana se puede dividir en dos apar­tados: primero, aplicación de la vida interna de las Comunidades vi­cencianas en su espíritu; segundo, aplicación actual a la Pastoral de Misiones y de la Caridad. (Este segundo apartado será objeto del se­gundo artículo de esta biblografía.)

Las Reglas y Constituciones de las Comunidades vicencianas, inclui­dos los Estatutos y Reglamentos de San Vicente pul a las Asociaciones seglares de Caridad contienen, oficialmente y con una orientación y or­den intencionados, la verdadera Espiritualidad de San Vicente y en el caso de Hermanas y de Damas de Santa Luisa. La Iglesia ratificó hace bien pocos años la actualidad de ambas Reglas y Constituciones (1953). Por lo mismo, estos libros-fuentes de la Espiritualidad nuestra que­dan como códigos palpitantes de la vida espiritual personal y comuni­taria, y así lo han reconocido las Constituciones «renovadas».

ACTUALIZACION POSCONCILIAR DE LA ESPIRITUALIDAD VICENCIANA

Las Constituciones y Estatutos de la Congregación de la Misión y las de las Hijas de la Caridad (1970) son fruto laborioso de las dos Asam­bleas generales. Nadie puede dudar del empeño de conservar la fide­lidad al Carisma y al espíritu correspondiente del Santo Fundador, con una reflexión prolongada sobre las fuentes y su aplicación a las necesi­dades actuales de los Pobres y de la Iglesia. Tal vez resulten más expli­citadas estas fuentes originales en las Constituciones de las Hijas de la Caridad, que, además, tienen el acierto de citarlas, a cada número de las mismas, junto a las fuentes bíblicas y conciliares. La aplicación es más práctica y concreta también en ellas, como labor femenina deta­llista, sin quitar por ello la legítima libertad dentro de la Regla.

En las Constituciones de «la Misión» se nota más la navegación por los principios evangélicos, vicencianos y conciliares, sin una concreción tan práctica. Es de anotar el peligro que encierra para la espiritualidad y la Pastoral a estilo netamente vicenciano la nota al número cinco, hecha por la Sesión 62.a de la Asamblea General (3 de julio de 1969). Cierto que estas Constituciones son «ad experimentum» y susceptibles de corrección.

Se ve clara la necesidad de un Comentario a las Constituciones.

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