Barbastro: Datos Históricos del Seminario de San Vicente de Paúl

Mitxel OlabuénagaHistoria de la Congregación de la MisiónLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: .
Tiempo de lectura estimado:

La humanidad es en alto grado deudora al esclarecido varón San Vicente de Paúl por haber sido el fundador de los principales Institutos religioso-caritativos con que se honra la Iglesia, siendo uno de ellos la Congregación de los Sacerdotes Misioneros. El objeto de tan célebre Insti­tución es el de evangelizar a los pueblos por medio de la predicación, y el dar Ejercicios espirituales a los ordenados Sacerdotes, y aun a los legos que desean el retiro para tratar más seriamente el negocio de su salud eterna. El siglo XVIII fue la época en que principió a florecer en Es­paña tan benéfica Asociación, multiplicándose después en casi todo el reino. El celoso Presbítero Dr. D. Francisco Ferrer y Paúl fue quien en tiempo del Obispo Sr. Padilla (en el año de 1718) fundó un Seminario sacerdotal en el Santuario de Nuestra Señora de la Bella de Castejón del Puente, distante unos diez kilómetros de Barbastro, siendo el origen y matriz de otros varios. El último operario de dicho Seminario fue D. Domingo de Torres y Borja, natu­ral de Naval, quien, habiendo quedado sin compañeros, y viendo no se le agregaban otros de su espíritu y vocación, instituyó heredera de sus propios bienes a la Congregación de San Vicente de Paúl en el caso que sus individuos qui­siesen continuar el gobierno y dirección del Seminario de la Bella, o  fundasen en el Obispado de Barbastro, según cons­ta de su testamento otorgado en 9 de Noviembre de 1750.

Fallecido al poco tiempo dicho Sr. Torres, el Obispo D. Fray Juan Ladrón de Guevara se dirigió a la Congrega­ción de Paúles de Barcelona 1 pidiendo dos Sacerdotes para la Casa de Nuestra Señora de la Bella. Aceptada por el Superior general la súplica del Sr. Obispo, fueron man­dados los Sacerdotes, que tomaron posesión de aquella ci­tada Casa en II de Abril de 1752. Siete años después, ob­tenidas por los Misioneros de la Congregación las licencias necesarias, así del Obispo de Barbastro como del Supremo Consejo de Castilla, se trasladaron a esta ciudad y funda­ron su Casa y Seminario en el antiguo Convento de Capu­chinas el 17 de Abril de 1759.

La nueva Iglesia se principió en lo de Octubre de 1768, colocando y bendiciendo la primera piedra el Sr. Obispo Perodes, cuya Iglesia consagró su sucesor D. Juan Manuel Cornel en 19 de Octubre de 1777.

Este Seminario ha tenido singulares bienhechores en todos tiempos, debiendo hacer digna mención, entre otros, de la Excma. Sra. D. Rosa María de Castro, Condesa de Lemos, viuda del Excmo. Sr. D. Guillerno de Moncadas, Marqués de Aytona; pues a más de haber interpuesto su válida influencia para conseguir del Real Consejo la trasla­ción de Sacerdotes de la Bella a Barbastro, dio 30.000 ducados para la fábrica de la Iglesia, y 20.000 para alimentos de los Misioneros, sin otra carga que la celebración anual de un aniversario y el que predicasen alguna vez en los pueblos de su señorío.

Dióles también varios ornamentos, y entre ellos un riquí­simo terno y frontal, cediéndoles a la vez el precioso re­tablo de su Oratorio, que sirvió de modelo para el que di­chos Marqueses hicieron construir en la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. La Casa-Seminario de Barbastro llegó a ser una de las mejores del reino, contando con algunas fincas de valor que redituaban, no sólo para el sostenimiento de aquélla, sino también para el gasto de las personas que en diferentes épocas del año entraban a Ejercicios espirituales, y se les daba sin retribución algu­na. El edificio en lo material es grande, suntuoso y bello. Sus tres claustros con arqueada bóveda, y cuya longitud es de unos sesenta metros y cuatro de latitud; las espacio­sas y ventiladas celdas, que a la par que de la influencia solar gozan de alegre y variada vista; la Iglesia, que en su única nave de piedra sillería cuenta sobre unos treinta me­tros de largo con catorce de ancho, adornada con seis ca­pillas, tres en cada lateral, y separadas por graciosos ar­cos, así como el coro y tribunas levantándose en el centro, y como remate de la obra una elegante cúpula con pintu­ras al fresco, forman un conjunto capaz de interesar la aten­ción del curioso observador. Habitábanla de ordinario ocho Sacerdotes y cuatro Legos, quienes a más de llenar las obligaciones de su Instituto daban la enseñanza de Teología moral con notables ventajas del Obispado. Así continua­ron prestando tan importantes servicios hasta el tiempo de la salida de los Misioneros en 1836, en que tuvieron que abandonar la Casa. Esta poco a poco fue despojándose de cuantos objetos y enseres tenía, quedando últimamente entregada a servicios particulares, inclusa su Iglesia, que llegó a convertirse en almacén. Con esto la enseñanza pública, que antes se daba por los Sacerdotes, se redujo notablemente, siguiendo la suerte que los demás esta­blecimientos de su clase. Incorporada después la mitra de la Casa-Seminario, trató de rehabilitarla y plantear nueva­mente las Escuelas de Filosofía y Teología; pero la escasez

de recursos para realizar la considerable obra que exigía el deterioro que en varias partes había sufrido el edificio, hizo suspender la ejecución de tan útil propósito.

Llegó por fin el año 1853, y pareciendo al Sr. D. Basilio Gil Bueno, Deán de la Santa Iglesia de Barbastro, y en­cargado de una de las cátedras de Teología, que no sería difícil la restauración de la Casa-Seminario en virtud del apoyo que para ello se prometía de algunas personas res­petables de la población, hizo indicación de ello al Ilustrí­simo Sr. Obispo, D. Jaime Fort y Puig, .quien no tan sólo la acogió favorablemente, abundando en los mismos de­seos que el Sr. Deán, sino que le comisionó para que bajo su inspección se realizase la obra, y en la forma y manera que mejor le pareciese. De las primeras personas a quienes comunicó el Sr, Gil tan útil y benéfico pensamiento, fue la del caritativo D. Pablo Saún y Palacín, propietario de la ciudad, confiado en que luego le hallaría dispuesto a con­tribuir con sus limosnas para una obra tan importante. En efecto, dicho señor ofreció costear a sus expensas la mayor parte, interesado como se hallaba en la restauración de una casa para cuya fábrica había, dado en otros tiempos D. Joa­quín Palacín, su tío, la respetable suma a de 10.000 duros. Con esto, el apoyo que ofreció el ilustre Ayuntamiento, y varios otros recursos con que se contaba, principió la obra, logrando que en pocos meses quedara habilitada suficiente­mente aquella parte del edificio que se destinaba para uso del Seminario Conciliar. En este supuesto se formaron los Estatutos que habían de regir el establecimiento, y al tenor de lo que prescribe el Santo Concilio de Trento y loable práctica de otros Seminarios, fueron nombrados por el Sr. Obispo los directores y catedráticos necesarios, El I.° de Octubre de 1854 fue el día señalado para la inauguración, que se celebró con toda solemnidad, honrando con su asistencia tan religioso acto el venerable y anciano Prelado, varios individuos del Cabildo, autoridades, personas distin­guidas y una numerosa concurrencia de fieles, que señala­ban marcadamente su gozo al ver de nuevo ocupada la casa de San Vicente de Paúl por jóvenes alumnos que, consagrados al retiro, devoción y estudio, podrían prome­ter importantes servicios a la Iglesia y al Estado.

Después del Evangelio de la Misa del Espíritu Santo, cantada a toda orquesta, ocupó la cátedra sagrada el señor Deán, D. Basilio Gil Bueno, quien tanto había trabajado para vencer los obstáculos que se oponían a la restauración del Seminario, y cuya constancia y celo supo vencerlos; y en un sentido y razonado discurso presentó la historia de los Seminarios conciliares desde su origen, su necesidad y utilidad, concluyendo con dar las gracias a todas las perso­nas que habían prestado su auxilio y cooperación a tan be­néfica obra. Más de una vez vimos correr las lágrimas por las mejillas del respetable Obispo, que presidía el acto, y por quien había sido tan suspirado aquel día.

El Seminario siguió su regular marcha con fruto y apro­vechamiento hasta el año 1856, en que sabido es lo mucho que sufrieron estos establecimientos, habiendo sido supri­mida en ellos la enseñanza de Filosofía y últimos años teo­lógicos, con otras duras y especiales pruebas por que tuvo que pasar el de Barbastro.

Sin embargo, todo logró vencerlo el acertado tino y pru­dencia con que supo conducirse en tan difíciles circunstan­cias el Sr. Gil Bueno, en cuya persona había recaído el go­bierno eclesiástico del obispado al fallecimiento del Ilmo. Pre­lado, ocurrido en Octubre de 1855. Pasadas que hubieron aquéllas, se restauró la enseñanza por completo y se hicieron notables mejoras en la parte material del edificio, las que han continuado hasta el día, viéndose hoy satisfechas todas las necesidades que exige una casa conciliar. Pero no se ha dado por satisfecho con esto el celo del actual Sr. Vicario Capitular, sino que tratando de nivelar el Seminario barbastrense con los principales de su clase, lo ha dotado de entendidos superiores, instruidos maestros, y ha orga­nizado de tal suerte la enseñanza, que abrazando todas las asignaturas prevenidas en el vigente plan de estudios, se están tocando los más felices resultados. Prueba de ello son los aventajados jóvenes que, habiendo cursado en el Seminario y recibido los mayores grados, hoy dignamente les está encomendada cátedra en el mismo; los que han sa­lido ya en calidad de párrocos al servicio de las iglesias del obispado y fuera de él, y los muchos sobresalientes que entre el gran número, así de internos como externos, que están haciendo sus estudios, se cuentan al presente, pro­metiendo en su día importantes servicios a la Iglesia y al Estado.

ANALES 1906

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *