El Sr. Antoine Lucas nació en París, el 20 de enero de 1600; todavía no era sacerdote cuando vino a ofrecerse a san Vicente, en diciembre de 1626, pues no fue ordenado hasta setiembre de 1628. El Sr. Lucas había estudiado en Sorbona. Su ciencia muy variada y su habilidad en las discusiones le dieron a conocer al Sr. Olier, quien se le pidió un día a san Vicente para ayudarle a convertir a un hereje. Pero tenía en sus debates tal viveza que a veces su compañía hacía penosa a sus cohermanos. En varias ocasiones san Vicente, escribiendo al Sr. Portail le recomienda la dulzura y la condescendencia frente a este misionero. Sus predicaciones tenían éxito en todas partes, El Sr. Portail se sentía feliz al comunicarle a san Vicente quien se enteraba por otro lado por los obispos en las diócesis donde trabajaban los dos. San Vicente se alegraba por la bendición que el cielo otorgaba a sus cohermanos, y animaba al Sr. Portail al apoyo y a la humildad.
Algunos años después encontramos al Sr. Lucas misionando en el Mesnil, y veamos la carta que le escribe san Vicente esta vez:
«Señor,
Habéis hecho bien en no aceptar las ofertas del Sr. vizconde de Gondi, y haréis bien en no escuchar la propuesta de alimentarnos; es una regla fundamental de nuestro pequeño Instituto. Ahora bien, supongo que no habéis acabado así antes de recibir la presente, y que iréis luego a hacer las visitas que me decía que deseáis hacer a los lugares donde habéis estado. Pero hecho eso, Señor, os ruego que descanséis en Montmirail hasta que hayáis recuperado vuestras fuerzas para volver a trabajar en los pueblos que dependen de Montmirail y de la diócesis de Troyes; y luego veremos si Monseñor de Soissons quiere que se trabaje en los de su diócesis. Yo no veo modo de hacerlo esta cuaresma en la ciudad a causa que no ha querido darnos la estación. Qué deciros de este bueno pero molesto muchacho, sino que siento que se haya olvidado tanto como hablaros como el Sr. Duchesne me dice que lo ha hecho y que vuestra piedad os hace guardar silencio. Pues bien, no veo otro remedio que despedirle, pero ¿cómo lo haréis con un muchacho? ¿No encontraréis a alguien en Montmirail o en Champaña pagándole?
«Os suplico, Señor, que busquéis uno si lo encontráis, sino trataremos de enviaros a uno de aquí. Escribiré, si me es posible, al Sr. de Chesme, pero he aquí que me vienen a ofrecer el medio, le diréis en ese caso que he sentido gran consuelo con su carta y que no dejaré de escribirle en la primera ocasión. La misión de Saint-Germain-en-Laye, donde se halla la corte, adelanta y Dios la bendice mucho. Acabo de ver lo que el Sr. de la Salle escribe al Sr. d`Horgny que ha dicho en el seminario que sin este socorro varios miles de almas habrían perecido; os pido que recéis y mandéis rezar por el embarazo de la reina.
«Soy en el amor de Nuestro Señor, vuestro muy humilde servidor. «VICENTE DE PAÚL.» París, 30 de enero de 1638.
Acabada esta misión, se fue sin tregua a comenzar la de Montmirai. San Vicente, como buen padre que se inquieta por su salud, le escribió:
«Señor,
«Os envío estas líneas con algunas prisas que son para rogaros que cuidéis vuestra salud y la del Sr. Cagnet y que descanséis después de este gran trabajo, antes de volver a empezar la misión, y cuando lo estéis, podréis comenzar a trabajar en los pueblos que dependen de la diócesis de Troyes y de Montmirail. Os mandé escribir por el Sr. Soufflier el domingo pasado, y os pedía entonces lo mismo y que nos enviarais al Sr. Duchesne y que en su lugar yo os enviaría al Sr. Calon: pero alguna ligera incomodidad que tiene no permitiéndole esta satisfacción por el momento, regresará a Aumale donde podrá hacer algo en los alrededores. He estado en casa del Sr. nuestro hermano en el Pont-Saint-Michel para pedirle que envíe a la misión al que se aloja en casa del Sr. de Bélin, pero me dice que no estaba en la ciudad, que estaba todavía en Milly, y que al regreso yo le enviaría a Rueil; no he sabido que lo haya hecho, ni que haya vuelto. Os envío una carta de los Chévennes, la Compañía va bastante bien, gracias a Dios; la misión de Saint-Germain va a concluir con bendiciones, aunque al principio haya habido motivos de ejercitar la santa virtud de la paciencia: hay pocos de la casa del rey que no hayan cumplido sus deberes con el pueblo y una devoción ejemplar; la firmeza contra los cuellos descubiertos ha dado lugar a este ejercicio de paciencia; el rey dijo al Sr. Pavillon que estaba muy satisfecho de todos los ejercicios de la misión, que era así como había que trabajar, y que así lo declararía en todas partes. yo tenía una dificultad grande de enviar a ese lugar mientras la corte estaba allí; pero habiéndome hecho el honor de que Su Majestad así lo deseaba, tuvimos que pasar por alto estas dificultades; las que habían tenido las mayores en un principio son ahora tan fervorosa que han ingresado en la Caridad, sirviendo a los pobres en su día y han pedido limosnas en el pueblo, en cuatro grupos; se trata de las hijas de la reina. Los Srs. Lambert, Perdu, Cuissot, Caudoing, Benoist y Goudain están en Richelieu; los Srs. Gresnu y Saucquier en el ducado de Aiguillon, en Gascuña, donde Dios les da como se lo ha hecho al Sr. de Sergis y al Sr. Brunet una gran bendición, y el Sr. de Sergis se vuelve a Tholon, donde monseñor el arzobispo le espera con gran impaciencia.
«Acabo encomendándome a las oraciones de los Srs. Caignet y Duchesne y os ruego, Señor, que dé noticias nuestras y nuestras recomendaciones a los Srs. Mouton y Boucher. Espero escribirles el miércoles y enviaros al Sr. Bourdet en lugar del Sr. Duchesne
«Quedo en el amor de Nuestro Señor, vuestro muy humilde y obediente servidor. «VICENTE DE PAÚL.»
A finales de junio de 1638, el Sr. Lucas estaba de misión en Montmirail con el Sr. Bécu.
El mes de octubre siguiente, lo vemos en Joigny a la cabeza de una compañía de misioneros, entre los cuales se hallan los Srs. Perrochel, más tarde obispo de Boulogne, y Pavillon. Este último ya nombrado obispo de Alet, trabajaba con celo admirable y como el último de los misioneros; san Vicente le había decidido a aceptar el episcopado, y fue en San Lázaro donde quiso ser consagrado, lo que tuvo lugar el 21 de agosto de 1639.
Pero escuchemos a san Vicente que escribe al Sr. Lucas, el 18 de octubre de 1638:
«Señor,
Ya estoy de regreso de Richelieu, he recibido una de vuestras cartas en aquellos lugares y otra aquí, una y otra me muestran la bendición de Dios sobre vuestros trabajos, y la última la indisposición de los Srs. Renard y Mouton, y como os ibais a Joigny, doy gracias a Dios por todo ello y le pido que devuelva una perfecta salud a estos Señores; necesitamos aquí al Sr. Mouton, si su salud lo permite, después de la fiesta, os suplico que nos le mandéis. He visto la que escribís al Sr comendador, que me ha servido de gran consuelo, pero tengo mis dudas si habéis terminado la misión de Serizé. El Sr. comendador se queja de que no. Os ruego me informéis sobre lo que pasa. La que escribía al Sr. de la Salle me ha consolado mucho también, en particular lo que le decís que continuaréis la orden que ha tenido con el seminario en la misión que han dado hace poco; ahí está el nervio de la misión. Pido a Dios, Señor que os dé la gracia de hacer uso de ella así, pero por Dios, Señor, ¿cómo están los Srs. Pavillon, Renard y Perrochel? Os suplico que los cuidéis bien y la salud de toda la Compañía; no se ha de omitir el descanso del jueves y alguna distracción agradable en cuanto se pueda inter privatas parietes. Saludo muy humildemente a estos Señores y a toda la Compañía y envío al Sr. Perrochel un paquete que se ha recibido aquí para él. Decidle que ya hablaremos a su regreso de lo que la religiosa que le escribe le pide; el R. P. de Gondi me ha dicho que la Caridad no está muy organizada en Joigny. Os suplico, Señor, que pidáis al Sr. Pavillón que trabaje para restablecerla lo mejor que se pueda. Él tiene experiencia de cómo se debe recuperar, y gracias a Dios, tenemos unos setenta ejercitantes de los que cinco o seis son bachilleres, y de los más sabios, aunque en Sorbona hayan corrido rumores contra el orden establecido, y la obligación para las personas así de asistir a los ejercicios. El Sr. Hospille hace el pontifical y el Sr. Hobier la charla de la mañana. Los Srs. de la Salle, d’Horgny, Soufflier, Cuissot y algunos de nuestros jóvenes teólogos sirven; en los Bons-Enfants es donde las cosas andan mejor de lo que lo esperábamos. El resto de la casa están bien, aparte del Sr. Portail y del Sr. Rieuprés que comienzan a mejorar; lo mismo que en Richelieu he recibido gran consuelo al ver el bien que se hace en la ciudad; no he visto nunca a un pueblo más asiduo ni devoto en la santa misa, se frecuentan los santos sacramentos; no hay nadie que se porte escandalosamente; reina una gran paz entre los habitantes, y no hay divisiones como antes; las tabernas son menos frecuentadas y casi en todas partes, en especial durante los oficios, los domingos y las fiestas; la Caridad marcha bien; ha tratado a sesenta enfermos después de Pascua, sin que sólo haya muerto una joven, cosa que no pasaba antes; las dos hermanas sirvientes de los pobres que hemos enviado desde aquí, hacen maravillas, una con los enfermos y la otra con la instrucción de las niñas. No sé se podrán enviar a dos a Joigny. María de los pobres, que servía a los pobres de la Caridad, ¿vive aún? Todas las pequeñas de la ciudad ¿van a la escuela para jóvenes de Notre Dame? Lo que más destaca en Richelieu es que es un pueblo unido y la mayor parte distantes de su región por las deportaciones. Esto es, Señor, cuanto os puedo decir de momento, a no ser que me hagáis saber del estado de la Compañía todas las semanas y de sus trabajos. Saludo muy humildemente a los Srs. párrocos y a todos los que me honran con sus recuerdos, y soy en el amor de Nuestro Señor,
«Señor, vuestro muy humilde y muy obediente servidor, «VICENTE DE PAÚL.»
«De París, el día de san Lucas 1638, 18 de octubre.»
El mes de febrero de 1640, san Vicente escribe al Sr. Lucas que estaba en misión en Saint-Prix; aquí se verá la solicitud con la que este buen Padre se informa de lo que se refiere a la salud de los misioneros y sus necesidades. Oigámosle hablar:
«De San Lázaro, el 11 de febrero de 1640.
«Señor,
«Bendito sea Dios, por la gracia que os da y a toda la Compañía de trabajar tan valientemente, como el Sr. de Cuménon me cuenta; pero ¿cómo estáis de salud, Señor? ¿Habéis moderado algo el exceso de vuestro fervor? Os suplico en nombre de Nuestro Señor, que lo hagáis porque si vos o alguno de vuestra Compañía necesita de algún remedio después de la misión, os ruego que os recuperéis bien descansando donde os halléis después de la misión, para luego dar las dos pequeñas misiones a la vez, no sólo, como me lo proponéis.
«Os enviaré a los Srs. Germain y a Guérin el joven, o al primero solamente, en lugar del Sr. Talmets, a quien me devolveréis después de la misión.
«¿Encontraréis en esos sitios bacalao, arenques, mantequilla, frutas, higos secos, pasas, almendras y nueces para postre? Decid al Sr. Portail todo lo que necesitéis, por favor.
«Saludo a vuestra querida Compañía, y soy en el amor de Nuestro Señor,
«Señor, vuestro muy humilde servidor. «VICENTE DE PAUL».
«Os pido que cuidéis de vuestra salud y encarguéis al Sr. Louistre de lo demás y de atender a la Caridad; os suplico que le dejéis ese cuidado a él; hay inconveniente en establecer esta Caridad y la del rosario, y luego se opone el general de los Jacobinos. Nuestras noticias son la mejor salud del Sr. Boucher, que teníamos ayer dieciocho ejercitantes, y hoy diecisiete, de los que cuatro son de la casa de Sorbona».
El año siguiente, noviembre de 1644, el Sr Lucas misionaba en Varèse y se disponía a dirigirse a Marchais, donde había predicado en otro tiempo san Vicente con tanto fruto. Ésta es la que el Sr. Lucas recibe de su venerable Padre:
«Señor,
«Dios mío, qué gran consuelo para mi alma por la bendición que Dios se digna otorgar a vuestra misión, por la fuerza que os da [143] para sobrellevar un trabajo tan grande, y por la vida que llevan el Sr. y la Sra. de Varèse; por todo ello doy gracias a Dios y le ruego que os fortalezca más y más, y que él sea la santificación y la gloria del Sr. y Sra. de Varèse. Paro, ay, Señor, que este consuelo está muy mezclado de aflicción por la enfermedad del Sr. Rousset. Oh bueno, bendito sea Dios, cui sic placuit. No parece conveniente traerlo aquí en ese estado, por la naturaleza de su enfermedad, la estación y la distancia de los lugares. Os enviaré a nuestro hermano Amaud, si su indisposición se lo permite, no pudiendo enviaros al hermano Alexandre, porque tenemos al Sr. Bécu y al Sr. Grenu enfermos aquí.
«No me parece tampoco que vayáis a comenzar solo la misión en Marchaiz; eso acabaría con usted. Oh Jesús, Señor, más vale diferirla a un momento en que podamos daros algunos auxilios que no tenemos en estos momentos. Porque todos los que os podrían ayudar están en misiones. Que si el Sr. decano de Dunois pudiera hacer esta buena obra, in nomine Domini. podréis acompañarle, y fuera de eso, os ruego, Señor, que pospongáis la cosa y no ahorréis nada en la enfermedad del Sr. Rousset, a quien saludo muy humildemente y ruego, en nombre de Jesucristo, que haga lo posible para mejorar su salud. Yo no agradezco al Sr. y a la Sra. de Varèse por la incomparable caridad que ejercen con el Sr. Rousset. Dio solo es digno de este agradecimiento y de ser su recompensa. Les renuevo aquí las ofertas de mi obediencia, que soy, en el amor de Nuestro Señor, Señor, vuestro muy humilde y obediente servidor.
VICENTE DE PAÚL. Indigno sacerdote de la Misión.»
El Sr. Lucas volvió a París a comienzos de 1642; el Sr. Olier que conocía su aptitud en la controversia, rogó a san Vicente que se lo enviara. Ésta es su carta:
«Querría suplicaros en Nuestro Señor que permitáis al Sr. Lucas que venga hoy aquí a causa de un hereje que debe encontrase, y que me pregunta sobre puntos en los que no estoy muy instruido. Espero de vos esta gracia por el amor de Nuestro Señor. ella servirá tanto para la edificación del pobre hugonote como para mi propia instrucción, pues soy muy ignorante; desearía, por vuestro medio, hacerme menos indigno y menos incapaz del cargo que llevo. Por último había pedido al Sr. Lucas que os dijera que yo tendría gran necesidad de conversar con él durante quince días sobre las materias de controversia; pocas personas las conocen tan bien como él, en comparación con el difunto Padre de Condren. Él le estimaba mucho y le había dado instrucciones que me serían muy útiles a mí mismo.»
El Sr. Lucas asistió en octubre de 1642 a la primera asamblea general celebrada por san Vicente, luego se marchó a Roma. Una carta de san Vicente señala su presencia en esta ciudad a finales de 1642. Debió volver de roma en 1643 y retomar su misión en la que tenía maravillosos éxitos. El Sr. Codoin a quien había visto en Roma, le escribió en esta fecha. En 1647, el Sr.Antoine Lucas fue superior de la casa de le Mans. Fundada en 1645, esta casa había tenido por primer superior al Sr. Guillaume Gallais, misionero experimentado que había tenido el honor de fundar en 1643 la misión de Sedan. El mérito del Sr. Lucas fue apreciado en le Mans. en un trabajo que ha aparecido hace unos años sobre las instituciones de san Vicente en el Maine, el autor traía con honor el recuerdo del Sr. Lucas. –En el curso del año 1650, los administradores del hospital privaron a los misioneros del disfrute de un local que les había sido concedido el hecho de la fundación.
He aquí lo que escribe san Vicente al Sr Lucas en esta ocasión:
«23 de mayo de 1650.
«He pedido al procurador de vuestra casa que deje las cosas como están con los Srs. administradores, que se guarde de tocar las cerraduras de los graneros, y más aún de entablar ningún proceso, la paz vale más que todo lo que os quitan; y si nosotros la procuramos en los demás, no es más razonable que la conservemos en casa, para que no nos echen en cara ese reproche que leímos ayer en el Evangelio: Médico, cúrate a ti mismo. En nombre de Dios, Señor, soportemos más bien semejantes pérdidas antes que dar escándalo. Dios tomará nuestra causa en su mano, si practicamos el consejo de Nuestro Señor … etc.»
En el mes de agosto de 1651, el Sr. Lucas asistió a la segunda asamblea general. Regresó luego a le Mans, donde continuó viviendo hasta el final de 1654.
Debió, según todas las apariencias, volver a París al dejar le Mans, y fue de allí de donde pidió la gracia de ir a Génova en el momento en que la peste causaba estragos en esta ciudad. Él fue allí en efecto, y allí murió en noviembre de 1656, víctima de su celo. Veamos cómo san Vicente da a conocer su generosa entrega y su muerte.
Escribe al Sr. Martín, superior de Turín:
«29 de diciembre de 1656.
«He recibido vuestra querida carta del 15. Sois el primero que me habéis anunciado la disposición que Dios ha hecho del buen Sr. Lucas, que es una notable pérdida para nosotros y por la que nos sentimos muy afligidos; pero es un excelente gracia haber muerto como hombre apostólico y haber dado su vida por el prójimo que es el mayor acto de caridad que se pueda hacer, como lo ha dicho Nuestro Señor. Habéis sabido como este servidor suyo, habiendo recibido el movimiento de exponerse al servicio de los apestados, ha pedido este permiso, y una vez obtenido lo ha ejecutado con un gran valor, después de preparase para un retiro. El buen Dios quien nos lo había dado nos lo ha quitado. Que sea bendito su santo nombre. Os ruego, Señor, que deis gracias a Dios, como lo hemos hecho nosotros aquí por haber honrado a la Compañía con tal misionero que ha preferido la salvación de las almas a su propia conservación para la gloria de su Maestro. Hemos pedido a Dios como vos en la duda que le quede alguna satisfacción que hacer, ya que la divina Providencia y la santa Iglesia han ordenado oraciones por los justos fallecidos. Todos los sacerdotes de esa casa están dispuestos a seguir el ejemplo de este querido difunto exponiéndose como él, como los de Roma, y no esperan más que la orden de Monseñor el cardenal, sin la cual les he pedido que no lo hagan. Lo que nos da un gran motivo de dar gracias a Dios porque ha puesto entre nosotros a almas enteramente desprendidas de la tierra y tan preparadas a salir de ella que a quedarse, cuando se trata de su servicio o de su beneplácito…»
El Sr. Antoine Lucas murió a la edad de 56 años después de pasar treinta en la Compañía. Su muerte fue una gran pérdida, pero dejó un ejemplo admirable de entrega y de celo apostólico que animaba a este celoso misionero.