- — OTROS ESTABLECIMIENTOS HASTA LA SUPRESIÓN DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN PORTUGAL EN 1834.
En 1779 salió a luz una Vida de San Vicente de Paúl, por Jerónimo da Cunha (en I2.°, Lisboa), en la cual se leen las noticias referentes a los misioneros que, en parte, vamos a transcribir. Cuando en 1889 salió a la luz en Oporto una traducción portuguesa de la Vida popular de San Vicente de Paúl, por M. l’abbé Berbígnier, Canónigo honorario de Burdeos, el traductor, Sr. Fonseca, añadió una continuación a los datos históricos tomados de Cunha; esta continuación se debe a la pluma de un Misionero «que vivió largo tiempo en Portugal», pero que no se sabe quién es. Vamos a dar, pues, en un párrafo, las noticias tornadas de da Cunha y publicadas en 1779; y en otro, aparte, la continuación tomada de la Vida de San Vicente por Berbignier (en 12.0, Oporto, 1889). Téngase en cuenta que da Cunha habla en presente, porque es contemporáneo.
Los Sacerdotes de la Misión establecidos en Rilhafolles recorrieron el Patriarcado de Lisboa, predicando con gran fruto la palabra de Dios. Luego, a petición de los Señores Obispos, pasaron algunos Misioneros al obispado de Miranda, otros evangelizaron las diócesis de Coimbra y de Leiria, y otros el arzobispado primacial de Braga. En 1757 dos Misioneros acompañaron al Obispo de Funchal, condescendiendo a sus deseos, los cuales se ocuparon durante muchos años 1 en los trabajos demisiones, ejercicios espirituales y otras obras de piedad, ya en la isla de Madera, ya en la de Porto Santo. El Serenísimo Infante Don Pedro, después Rey de Portugal, envió a su gran priorato de Crato a los Sacerdotes de la Congregación para que diesen misiones; lo cual ha hecho y hace todos los años, a fin de procurar el mayor bien de sus súbditos. Por fin, el Ilustrísimo Sr. Arzobispo de Evora envió en 1777 a los Sacerdotes de la Congregación a su arzobispado, donde, por mandato de Su Ilustrísima, dieron una misión en la Iglesia Catedral, siendo increíble el fervor con que los fieles asistieron a ella y los frutos que produjo, gracias a las bendiciones del Señor.
La Congregación de la Misión tiene otra casa en la provincia de Entre Duero y Miño, situada una legua al Este de la ciudad de Guimares y a cuatro de Braga. Está situada en el costado de la montaña de Santa Catalina, y rodeada de ocho parroquias tan próximas unas a otras, que sólo dos distan media legua. El lugar que ocupa es elevado, muy saludable, por razón de las aguas y pureza del aire, y muy pintoresco por la parte del Este y Nordeste, de donde se descubre una extensión de muchas leguas, cuyas montañas, adornadas de árboles, verdes campos, ríos y llanuras cultivadas, ofrecen a la vista un magnífico panorama. A un cuarto de legua de distancia se juntan tres arroyos, para formar el delicioso Vizella, que, comenzando allí, va embelleciendo sus riberas, por espacio de ocho leguas, hasta que, engrosado por otros muchos arroyuelos, viene por fin a perderse en el Océano cerca de Villa do Conde. Como esta casa carece de habitaciones contiguas, viene a ser un retiro muy a propósito para la vida espiritual, al mismo tiempo que agradable por la variedad de flores, frutos y legumbres que en él se crían, por los cantos armoniosos de los pajarillos y por todo lo que encanta en la naturaleza. ¿Cuáles fueron los principios y progresos de esta casa? Helos aquí:
El Rvdo. P. José Simoes, Sacerdote de gran virtud y ciencia, natural de la Parroquia dos Gemios, cerca de la ciudad de Guimaráes, fue a Roma, y allí se detuvo algunos años. A su vuelta a Lisboa le confiaron el cuidado de la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en el Brasil, hoy ciudad y Sede episcopal de Mariana, y, estando allí, mandó comprar la quinta de la Cruz, que estaba vecina a la propiedad de su familia. Habiéndose retirado luego a Portugal, habitó en su quinta é hizo levantar una iglesia dedicada a Nuestro Señor de Bomfín (o sea de la Buena Muerte); allí confesaba, predicaba, enseñaba gramática y daba escuela a los niños, todo gratuitamente y por amor de Dios, sin otra compañía que la de algunos eclesiásticos, sobrinos suyos, que le ayudaban en sus obras de caridad. Acordándose entonces de la Congregación de la Misión, que había conocido en Roma, y sabiendo los copiosos frutos que producía en Lisboa, concibió el deseo de ingresar en ella y fundar allí una casa. Dio cuenta de su propósito al Señor Arzobispo, el cual, considerando ser esta la voluntad de Dios, le dio su aprobación y prometió su apoyo, resolviendo que fuera dicha casa la que el Rey Juan V le había recomendado establecer en su arzobispado. Dispuesto ya todo, vinieron tres Misioneros de Lisboa en Octubre de 1751 y dieron la primera misión en esta iglesia, y en otras muchas después, siempre con muy buen resultado y contento de los pueblos. El fundador se presentó en Lisboa con un certificado firmado por Su Alteza, para pedir la autorización Real, que le fue otorgada por un decreto de 30 de Enero de 1756, para doce Sacerdotes.
Muy pronto dejaron de existir, tanto el celoso Arzobispo como el piadoso fundador, con lo cual, faltando recursos para sostener mayor número de personal, quedó éste reducido a cinco Sacerdotes y dos hermanos Coadjutores. No obstante, este pequeño número de Misioneros, dan misiones continuamente, van con frecuencia a Braga para dar ejercicios a los ordenandos, y se dedican en casa, sin parar, a oír confesiones, ir a confesar a los enfermos que les piden, dirigir a los eclesiásticos y seglares que se retiran allí a hacer ejercicios, etc., etc. Ni se limita su celo a esta provincia, sino que también van a dar misiones a la provincia de Tras-os-Montes, en las diócesis de Lamego y Porto. Tienen también una Escuela de niños gratuita.
Grande es el bien que Dios ha hecho y hace aún a este arzobispado por medio de estos hombres apostólicos; y aun cuando se ven obligados a misionar en varios pueblos a la vez a fin de recorrer las mil doscientas cincuenta parroquias y pico que contiene, hacen todo cuanto pueden para la reforma de sus costumbres. En efecto, ellos han trabajado mucho por el establecimiento de las conferencias espirituales y casos de conciencia para los eclesiásticos, que se tienen una vez a la semana en diversas parroquias. Ellos también, por medio de los ejercicios a los ordenandos, de tal modo les han instruido en los ritos, ceremonias, modestia en el vestir y reglas de vida espiritual, que el clero del arzobispado es muy superior al de las otras diócesis. Además, en los ejercicios espirituales que vienen a hacer frecuentemente a la casa de la Misión los Curas párrocos y otros Sacerdotes, los Misioneros han trabajado en inspirarles el celo y diligencia por la salvación de las almas que les están encomendadas. En cuanto al estado religioso, consuela y edifica ver la observancia y fervor que reinan en los conventos de Religiosas de Braga y Guimar a es desde que, a petición de las Religiosas, les han predicado varias veces los Misioneros durante los santos ejercicios. Lo mismo acontece en los Asilos. Tratando a las almas con respeto y mansedumbre, consiguen inflamarlas en deseos eficaces de consagrarse enteramente a la virtud y perfección.
En cuanto a los seglares, como quiera que en las misiones se les exhorta a hacer una confesión general para reparar la vida pasada y comenzar otra nueva, se les enseña la manera de hacer oración, rezar el rosario de la Santísima Virgen, oír Misa y frecuentar los Sacramentos, no puede uno menos de alabar a Dios viendo el fervor y devoción de estos pueblos, los cuales, cuando tienen Curas o confesores celosos, perseveran después en el método de vida que durante la misión han emprendido.
—DA CUNHA, 1779.
En 1739, el Sr. Obispo de Miranda, D. Diego Marqués Monrato, pidió al Superior de la Congregación en Lisboa algunos Sacerdotes para la dirección de su Seminario. Hasta su muerte (1749) no cesó de hacer las más vivas instancias en este sentido, mas sus deseos no pudieron ser atendidos por falta de personal disponible. Su sucesor, Fray Juan de la Cruz de la Sagrada Familia, Carmelita descalzo, fue más afortunado, pues tuvo el consuelo de recibir tres Misioneros é instalarlos en su Seminario el 12 de Agosto de 1752.
El 9 de Septiembre de 1756 el Sr. Obispo de Leira, Don Juan da Cunha (más tarde Cardenal y Arzobispo metropolitano de Evora), hacía donación a la Congregación de la propiedad del Paraíso para que, juntamente con un legado de otro Sacerdote de la diócesis, sirviese para una fundación de Misiones, Ejercicios de ordenandos y Seminario epicopal.
El 29 de Julio de 1757 D. Gaspar Alfonso Brandao, Obispo de Funchal, se embarcaba en Lisboa, llevando consigo dos Sacerdotes de la Misión para la isla de Madera, donde durante diez años hicieron un bien extraordinario; mas después, habiendo necesitado de ellos en el continente, el Superior los llamó a Lisboa.
En 1762, poco más ó menos, se pensó en establecer un Seminario en Goa, posesión portuguesa. Por el mismo tiempo D. Antonio Cayetano da Roche, Obispo de Angra, que había vivido en la casa de la Congregación de Lisboa y recibido en ella la consagración episcopal, pidió también Misioneros para fundar Seminarios semejantes a los de Francia en Angra, San Miguel y Fayal, ciudades del archipiélago de las Azores, perteneciente a Portugal. Por desgracia, todas estas peticiones no tuvieron más resultado que manifestar la confianza de los Sres. Obispos en los hijos de San Vicente de Paúl en Portugal. Se consiguió, sin embargo, organizar en Lisboa un Seminario externo.
En 1779, y en virtud de una orden del Rey, fue preciso enviar a Goa dos Sacerdotes de la Misión para fundar un Seminario. Fueron éstos los Sres. Machado y Santos, que se embarcaron el 3 de Octubre con el Obispo de Cochín, Fray Manuel de Santa Catalina, enviado a gobernar el arzobispado de Goa. En los años siguientes fueron enviados nuevos Misioneros a esta importante Misión, llegando en 1781 a 14 los Misioneros empleados en la dirección de los Seminarios de Goa, Chorao y Rachol.
En 1784 dos Misioneros, los Sres. Corrisa y Villa (italianos), se dirigieron de Goa a Macao. Llegaron el día 28 de Julio y se instalaron en el Seminario de San José, donde fueron recibidos por el Obispo de Pekín Fr. Alejandro de la Orden Tercera de San Francisco. Este digno Prelado, de vuelta en su diócesis, pidió al Superior de Lisboa Misioneros para Pekín, pero no pudo obtenerlos a pesar de sus instancias.
El 10 de Marzo de 1791 S. A. el Príncipe regente, por decreto dado en Salvaterra dos Magos, mandó al Superior de los Lazaristas de Lisboa organizar un Seminario en el gran priorato do Crato. Los Sres. Coelho y Velloso, con el hermano López, llegaron el día 11 de Junio a la nueva residencia establecida en Sernache do Bom Jardim, hoy Seminario para el clero, destinado a las colonias portuguesas (1905). Después de una magnífica recepción pusieron manos a la obra, obteniendo los más halagüeños resultados.
En 1796 el Ilmo. Sr. D. Francisco Gómez, Obispo de Algarve (el Algarve es la provincia más meridional de Portugal), se encontraba en Lisboa; desembarcaron allí dos Sacerdotes de la Misión (italianos), los Sres. Romualdo Ansaloni y José Maffei, que venían de Goa después de haber trabajado en la India durante diez y siete años. El Obispo obtuvo del Superior permiso para llevarlos consigo, a fin de que le ayudaran a organizar su Seminario, pues aún no le tenía.
Habiendo llegado a Faro el 15 de Noviembre de 1796, determinaron todo lo relativo a los estudios, a la parte espiritual y a la temporal; y después de haber hecho un reglamento que aún se observa, con ligeras modificaciones, en dicho Seminario, salieron para Lisboa el 16 de Junio de 1797, acompañándoles el Sr. Obispo hasta San Blas de Aljustrel y dándoles después un hombre de confianza que les acompañara hasta la capital.
En 1797 el Obispo de Pekín, que algunos años antes había recurrido en vano al Superior de la Congregación de la Misión en Lisboa, renovó su petición; mas dirigiéndose directamente al Gobierno, que le obtuvo un Real decreto, con fecha 12 de Mayo, ordenando entregar a los Misioneros de San Vicente de Paúl la iglesia de San José de Pekín y los fondos necesarios para su subsistencia. Entonces el Superior de Lisboa, no pudiendo excusarse, designó para esta Misión a los Sres. Domingo Joaquín Ferreira y José Nunes Ribeiro, que se encontraban ya en Macao. Estos llegaron a Pekín el 24 de Mayo de 1801, y dirigiéndose a la Catedral, encontraron allí al Obispo, que les recibió con los brazos abiertos. Era el día de Pentecostés y asistieron a la Misa pontifical. El digno Prelado les tuvo algunos días en su compañía, y el I.° de Junio tomaron definitivamente posesión de su casa de San José.
Los Sacerdotes de la Misión prestaron grandes servicios a las diócesis de Macao, Pekín y Nankín, y a pesar de las dificultades extraordinarias que hubieron de superar, lograron frutos abundantes de salud. Numerosos Misioneros salieron de la casa de Lisboa para estas lejanas regiones, llevando la luz del Evangelio a multitud de almas sentadas a la sombra de la muerte.
El 25 de Noviembre de 1841 fueron propuestos el Padre Juan de Castro para el Obispado de Pekín, el P. Miranda para el de Nankín, y el P. Borja para el de Macao; más sólo el último recibió la confirmación apostólica, si bien no llegó a consagrarse, porque falleció en 1845. Fue propuesto para sucederle el P. Motta, el cual, confirmado y consagrado, gobernó la diócesis durante algunos años. El P. Juan de Castro y Moura, vuelto a Portugal, fue propuesto para el obispado de Porto, y habiendo recibido la confirmación apostólica y la consagración episcopal, falleció a la una y media de la mañana del 16 de Octubre de 1868.
Los Sacerdotes de la Misión en Portugal, además de los trabajos y ocupaciones que acabamos de mencionar, dieron en el reino muchas misiones a la gente del campo, prepararon los ordenandos en varias diócesis y dirigieron los ejercicios espirituales que los seglares venían a hacer a sus casas. El famoso Marqués de Pombal fue uno de los primeros a quienes abrieron con este fin las puertas de su casa. En Lisboa, el poder civil les había encomendado la difícil misión de acompañar y asistir a los condenados a muerte. Así fue que cuatro Misioneros se encargaron de prestar los últimos auxilios de la Religión, el 13 de Febrero de 1759, a los desgraciados reos del atentado cometido contra el Rey Don José. Les acompañaron a Belén, en las afueras de Lisboa, donde había’ de tener lugar el suplicio, y no se apartaron de ellos hasta que se realizó este terrible acto.
A la casa de Rilhafolles venían para hacer penitencia ó por razones de Estado las personas que la autoridad Real ó Eclesiástica encomendaba a la custodia y cuidado del Superior de esta casa.
Por último, los Hijos de San Vicente de Paúl tenían la misión de visitar todas las cárceles y todos los hospitales, instruir a sus pensionistas y administrarles los Santos Sacramentos. En los hospitales procuraban que los enfermos hiciesen breves Ejercicios espirituales preparatorios a las grandes solemnidades, a fin de celebrarlas con Comunión general.
Como se ve, la vida que hacían los Sacerdotes de la Misión en Portugal era muy laboriosa; pero sus fatigas iban. siempre acompañadas de grandes consuelos.







