2º Domingo de Pascua (reflexión de la S.S.V.P. en España)

Francisco Javier Fernández ChentoHomilías y reflexiones, Año BLeave a Comment

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ssvp“Sus humillaciones no eran más que amor, su trabajo era amor, sus sufrimientos amor, sus oraciones amor, y todos sus ejercicios interiores y exteriores no eran más que actos repetidos de amor. Su amor le dio un gran desprecio del espíritu del mundo, desprecio de los bienes, desprecio de los placeres y desprecio de los honores”. (SvdeP)

Al celebrar el segundo domingo de Pascua, continuamos celebrando el misterio que mantiene vigente nuestra Fe: La Resurrección del Señor. La liturgia nos ofrece un hermoso abanico de lecturas que convergen en la importancia que tiene la resurrección para la comunidad de los creyentes. En la primera lectura, conocemos de primera mano el ideal de vida que la primera comunidad cristiana se trazó luego de la muerte y resurrección de Jesús. Aquellos primeros cristianos ponen como criterio de vida comunitaria el sentido salvífico, que consiste en comprender con la mente y el corazón que es en medio de la comunidad donde verdaderamente Dios actúa, donde Dios Padre salva y libera. Por ello, los discípulos sienten la necesidad de consolidar internamente la comunidad, tratando de vivir en plenitud el mandamiento del amor y con él “dar testimonio de la Resurrección de Cristo Jesús”. Uno de esos primeros testimonios es la Fe. La multitud cree en el proyecto liberador que trae consigo la resurrección y por esto mismo se hacen comunidad; es decir, que la resurrección, la vida nueva, convoca a los seres humanos a fraternizar pues los llena de alegría, de esperanza, los motiva a ver la existencia más allá de los falsos límites de la muerte. Los primeros cristianos se hacen comunidad porque creen que Dios, por medio de su Hijo, es más fuerte que la muerte y es dador de sentido pleno para sus vidas. Otro factor necesario para que la comunidad creyente se vincule, es hacer visible, por medio de acciones nacidas de la voluntad, del corazón y del alma, el proyecto alternativo iniciado por Jesús de Nazareth que es contrario al proyecto piramidal ofrecido por el imperio de turno. Que ninguno de su comunidad considere sus bienes como propios y que exista un orden económico que elimine la pobreza responde a una realidad que va más allá de un querer filantrópico, es una realidad propia de Dios; es el deseo más profundo de Dios con respecto a sus hijos. Por lo tanto, creer en la resurrección del Señor, es creer en un proyecto donde la vida y la dignidad del ser humano es la prioridad y no el poder ni los bienes materiales. Ellos comprendieron bien que para acercarse a la salvación, es necesario asumir un estilo de vida coherente con el testimonio dado por mismo Jesús.

De ahí, que en la Primera Carta de San Juan, se nos recuerde el vínculo entrañable que existe entre amar y creer; quien cree en el proyecto salvífico de Dios, obligatoriamente cree en la fuerza transformadora y vivificadora del amor. La experiencia de la Resurrección adquiere sentido cuando la comunidad cristiana actúa bajo el mandamiento del amor, cuando cree que el amor fraterno, el servicio incondicional a los hermanos, la solidaridad y la justicia son la manera correcta de conocer, amar y permanecer en Dios.

San Juan comprende que para poder ser fiel al proyecto liberador de Jesús es necesario estar acompañado del Espíritu Santo, que nos exige romper las barreras del pecado y la división en nuestros corazones y comunidades, ya que la resurrección  consiste en integrarnos plenamente al amor desmedido de Dios. Son los excluidos a quienes debemos ira a apagar el fuero de su marginación y olvido, para mantenerlos y elevarlos a un nivel de justicia social-divina y no la social humana en que se encuentran hundidos.

«No puede haber caridad, si no va acompañada de justicia» (SvdeP)

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