2 de diciembre de 1650
Le doy gracias a Dios de que le haya inspirado hacer predicar al padre Ricardo y de que haya bendecido su predicación. Ahora empezamos a reconocer nuestra falta por no haber ejercitado antes a los jóvenes, ni aquí ni en las demás casas; de ahí que los viejos se hayan gastado y que los jóvenes se hayan formado demasiado tarde. Así pues, padre, haremos bien en dedicarlos desde ahora a todo. Le ruego que lo haga así con los suyos, haciéndoles predicar y tener el catecismo en el campo y ejercitándolos en todas nuestras funciones, incluso en casa, porque así la experiencia los irá formando suficientemente, se animarán y se harán capaces para servir a Dios. Nuestras ordenaciones pasadas siempre estaban dirigidas por uno de los más viejos; pero ahora nos hemos decidido a dejar la dirección al padre Duport, que es nuevo, y a encargar de la primera academia a dos sacerdotes jóvenes, uno de los cuales lleva sólo uno o dos meses de sacerdote y el otro se ordenó hace dos años. Y no nos quedaremos en eso, sino que espero ir metiendo en avío a todo el mundo en adelante, aunque despacio y con prudencia. Tenemos mucha necesidad de obreros y nunca tendremos bastante, si no los vamos formando.