Recordando a Gerardo Diego
Presentación: Jesús viene al mundo
A este mundo nuestro vino,
como otro niño al nacer,
sin grandeza ni poder,
a pesar de ser divino,
para abrirnos el camino,
sin ninguna ostentación,
pues tomó la condición
de esclavo entre los humanos:
nos dio sus pies y sus manos
y todo su corazón.
Por eso, desde este día
queremos acompañarte,
y seguirte y consolarte
y llegar a tu agonía
y estar allí con María
haciendo del tiempo espera;
pues la nueva primavera
nos devolverá la Vida,
porque tu sangre vertida
hará que la muerte muera.
Primera reflexión: Jesús ora en el huerto
Está Jesús en el huerto:
dolor, soledad, tristeza;
le da vueltas la cabeza
y está de sangre cubierto.
Y es que su futuro incierto,
en este silencio vivo,
le ha robado el atractivo
y está rezando y gimiendo,
gritando al Padre y queriendo
encontrar algún motivo.
Pero el Padre está callado,
a pesar del sufrimiento;
no viene en su valimiento
porque piensa en mi pecado
y en cómo dejar borrado
todo lo que el hombre debe.
Quiere tallar en relieve
en el hombre arrepentido
el nombre del Hijo ungido,
para que siempre lo lleve.
Segunda reflexión: Jesús es flagelado
Está el gentío gritando.
No tiene ningún sentido;
sólo el terrible latido
del gusto que le está dando
saber que están azotando
a quien con zalamería
rabiosamente aplaudía
y le llamaba maestro.
En este día siniestro,
el azote es su alegría.
Y, ante tanta villanía,
no tiene ninguna queja;
somete su cuerpo y deja,
ante la sucia apatía,
que ensucien su bastardía
de escribas y fariseos
todos los demás ateos
que nombran a Dios en vano.
No nos dejes de tu mano;
nos pierden los lloriqueos.
Tercera reflexión: Jesús coronado de espinas
Ya Judas te ha dado el beso
y el gran Pedro te ha negado.
De espinas te han coronado
y no se cansan con eso.
En el colmo del exceso
se burlan del inocente,
pues no tienen en la mente
otra idea que reírse,
maltratar y divertirse
con injusticia patente.
Cuántas coronas de espinas,
cuántos dolores sufridos,
cuántos cuerpos doloridos
tirados por las esquinas;
se imprimen en las retinas,
pero no en los corazones.
Y son participaciones
de esta corona primera,
que sirve de tapadera
para falsas compasiones.
Cuarta reflexión: Jesús condenado a muerte
¿Por qué te lavas las manos,
si sabes que es inocente?
No, Pilato, no es decente
hacer de justos villanos.
Y también los puritanos
han gritado sus conjuras,
han salido de sus huras
para condenar al justo.
Con qué grandísimo gusto
se rasgan las vestiduras.
También yo te he condenado,
pero estoy arrepentido
de haberte, Jesús, vendido
y haber de ti renegado.
Ya sé que me has perdonado,
como a todas las personas;
pues nunca nos abandonas,
a pesar de haber gritado
¡que muera crucificado!,
porque Tú siempre perdonas.
Quinta reflexión: Jesús mira a Pedro
Me cuelgo de tu mirada,
cuando a Pedro estás mirando,
porque sé que estás pensando
que su fuerza está varada.
Al hablarle la criada
se ha encontrado acorralado,
y entre ciego y ofuscado,
olvida su valentía
y su lengua desvaría.
¡Menos mal que le has mirado!
Esa mirada burlona,
de misericordia llena,
envuelve toda la escena
y me enfrenta a mi persona,
pues ando de zona a zona,
viendo, negando y sintiendo,
que, a pesar de estar sufriendo
por mi condición humana,
me olvido de la fontana
en la que sigo bebiendo.
Sexta reflexión: Jesús carga con la cruz
Qué pesado es el madero.
Es la suma de injusticias,
de sobornos e inmundicias;
es la maldad por entero.
Camina, Jesús, viajero,
hacia la cumbre maldita,
para llegar a la cita
con el hombre y su condena.
Carga Jesús con la pena
del hombre y lo resucita.
Cuántas cruces en las vidas;
y cuántas incomprensiones;
abundan las divisiones
y las profundas heridas.
Del todo están decididas,
con el reparto oportuno,
las cruces de cada uno
y las protestas de todos.
Son cruces, de todos modos,
cultivadas de consuno.
Séptima reflexión: Jesús cae por primera vez
Primera vez has caído
bajo el peso de la cruz;
te pesa mi buen Jesús,
este mundo sin sentido;
este mundo que, atrevido,
se juega la vida a muerte,
se entristece y se divierte
siempre amarrándose al suelo,
sin saber volar el vuelo
que le llevara a tenerte.
¡Cuántas veces he caído
y me has tendido la mano!
Has regado mi secano
apenas sin hacer ruido.
Pues la sangre que he bebido
alivia todas mis penas,
descerraja mis cadenas
y me invita a convertirme.
Que pueda, Señor, subirme
a caminar por tus venas.
Octava reflexión: La Verónica enjuga el rostro a Jesús
Desastrada tu figura,
con aspecto deprimente,
se burla de ti la gente
contradictoria y oscura,
admiradora y perjura.
Mas una mujer valiente,
decidida y diligente,
menuda y débil de talle,
sale al centro de la calle
para enjugarte la frente.
En premio a su valentía,
se lleva el lienzo grabado,
con el rostro demacrado
del reo, a quien pretendía
limpiarle la sangre fría.
También te quiero llevar,
para poderte adorar,
impreso siempre en mi vida.
Sal a mi encuentro en mi huida,
y haz que vuelva a regresar.
Novena reflexión: Jesús consuela a las mujeres
Una palabra divina
para estas buenas mujeres,
que, con muchos padeceres,
van de una esquina a otra esquina,
rompiendo la disciplina
de los soldados romanos.
Van usando pies y manos.
Jesús acepta su llanto,
porque es limpio y porque es santo:
es llanto de los cristianos.
Llorad por vosotras, sí,
y también por vuestros hijos.
No bastan los crucifijos
ni es bastante el frenesí
de querer vivir así,
tan sólo del sentimiento.
Ha llegado ya el momento,
en esta vida tan dura,
de aceptar la verdad pura,
aunque lleve al sufrimiento.
Décima reflexión: Jesús cae por segunda vez
No sólo pesa la cruz.
Pesa el hombre y la fatiga,
pesa la ceguera amiga
y hasta le pesa la luz.
Mirándole al trasluz,
¡qué dolor en el semblante!;
su caída no es desplante,
es agotamiento puro,
es el buen fruto, maduro,
de la injusticia arrogante.
Segunda vez has caído.
¡Cómo pesamos los hombres!
Es la suma de los nombres
de todos los que han creído,
porque te hemos respondido
con palabras, no con hechos;
pero siempre en nuestros pechos,
con reverente decoro,
portaremos tu tesoro,
aunque vayamos maltrechos.
Undécima reflexión: Jesús es ayudado por el Cirineo
A pesar de que lo hiciste
por imposición romana,
fue su condición humana
lo que enseguida sentiste.
El peso que recibiste
era un pesado trofeo,
pues era la cruz de un reo.
Desde entonces, por su historia,
sigues vivo en la memoria,
porque eres el Cirineo.
También yo quisiera ser
tu ayuda en este camino,
aunque fuera clandestino,
para intentar comprender
que el agua que he de beber
sólo de tu sangre mana.
Tu costado es la fontana
por donde sale la vida;
beber quisiera en tu herida,
donde el agua es más humana.
Duodécima reflexión: Jesús cae por tercera vez
Un infame e injusto juez,
en un infame proceso,
te ha cargado con tal peso,
que caes por tercera vez,
con inmensa timidez.
Te encuentras desfallecido
por todo lo sucedido;
y como fruta madura
has caído en tierra dura,
sin apenas hacer ruido.
Hermoso grano de trigo,
que haces a la tierra santa;
tienes seca la garganta
y tus labios de mendigo
no encuentran en nadie abrigo.
Yo también te hago caer
y he superado en mi ser
la más negra bastardía.
Descúbreme mi falsía,
y haz que vuelva yo a nacer.
Decimotercera reflexión: Jesús se encuentra con su madre
Se te acaba la saliva,
trepando por la ladera;
mas quieres ser la primera
en llegar hasta allá arriba,
aunque llegues semiviva.
Y os encontráis cara a cara.
¡Qué mirada tan avara!
¡Qué dolor en la mirada!
Os miráis, sin decir nada,
con mirada dulce y clara.
Esta fue la profecía:
es ésta la dura espada;
ésta es una cuchillada,
ver que gritan a porfía,
como una fiera jauría,
los mismos que ayer gritaban,
aplaudían y alababan:
¡gloria al hijo de David!
Han caído en el ardid
de aquellos que más le odiaban.
Decimocuarta reflexión: Jesús despojado de sus vestidos
La sangre se ha resecado
en tu cuerpo dolorido
y, al arrancarte el vestido
de tu cuerpo lacerado,
de nuevo sangre ha brotado.
Con el ansia en sus sentidos
se reparten tus vestidos
aquellos falsos soldados,
y ni advierten los malvados
que están de sangre teñidos.
Está tu cuerpo divino
en poder de los humanos.
Nos desatas nuestras manos,
pero nuestro ser mezquino,
se goza en el desatino
de humillar al humillado
y de dañar al dañado
con actitud arrogante.
Haz que tu recuerdo espante
y limpie nuestro pecado.
Decimoquinta reflexión: Jesús clavado en la cruz
Cortas la respiración,
pero los clavos se clavan,
y en tu corazón excavan,
para mayor vejación,
con la lanza y la traición.
Recostado en el madero,
de qué te sirve el letrero,
retorcida tu figura,
no he visto imagen más dura
ni castigo más severo.
Estás en la cruz clavado
por los pecados del mundo.
Eres el trigo fecundo
y la reja del arado
que va abriendo con cuidado
la tierra del hombre impío,
para hacer de regadío
este mundo sin sentido.
Mundo que estaba perdido…
Mundo tuyo y mundo mío.
Decimosexta reflexión: Jesús promete el cielo al ladrón
Casi, por pedir perdón,
pides perdón al Maestro.
Es verdad que eso es lo nuestro,
del pobre la condición.
Te ha llamado a contrición
y, aunque estabas indeciso,
El proclama el compromiso
y tú lo recibirás:
seguro que hoy estarás
conmigo en el paraíso.
Yo también, como el ladrón,
te pido que me perdones,
y no tengo otras razones
que tu sola compasión.
El hombre, en su condición,
sabe que tiene pecado;
también sabe que le has dado,
como al ladrón de la historia,
la promesa de la gloria
que a todos has regalado.
Decimoséptima reflexión: Jesús, María y Juan
Estaban Juan y María
pendientes del Nazareno;
permanecía sereno,
pero estaba en la agonía.
Sintiendo cuánto sufría,
con la mirada vidriosa,
miraban su cara hermosa
para darle algún consuelo.
Juntos la tierra y el cielo
sufriendo por cada cosa.
Viendo Jesús el encuadre,
bajó la cabeza y dijo:
ahí tienes a tu hijo,
ahí tienes a tu madre.
No hay nada mejor que cuadre
para estos seres humanos:
tienen unidas las manos,
tienen el mismo camino,
tienen el mismo destino,
son los primeros cristianos.
Decimoctava
Decimoctava reflexión: Jesús muere en la cruz
Traición, mentira, cadena,
juez, conveniencia, indecente,
reo, sumiso, inocente,
vivas, mueras y condena.
Pavor, injusticia, pena,
latigazo, espinas, fuerte,
caídas, ventanas, suerte,
madre, dolor, amargura,
tiniebla, noche, negrura,
vinagre, perdón y muerte.
Jesús esta tarde ha muerto.
Nos ha ganado la vida
con la fuerza de la herida
de su corazón abierto.
Nuestro caminar incierto
ha encontrado su destino
al entrar en lo divino.
Estábamos los humanos
atados de pies y manos
en devenir anodino.
Decimonovena reflexión: Jesús es bajado de la cruz
Un José de Arimatea,
cuando se oscurece el día,
está, junto con María,
actuando de albacea
al terminar la tarea.
A Jesús bajan, cubierto,
encogido y casi yerto,
al regazo de su madre.
No hay clavo que más taladre
que tener al hijo muerto.
La madre de la piedad,
con Jesús muerto en sus brazos,
está tejiendo los lazos
que enlacen en hermandad
a toda la humanidad.
Por eso, madre querida,
haz que sanemos la herida
en la muerte del Hermano.
No nos dejes de tu mano,
que su muerte es nuestra vida.
Vigésima reflexión: Jesús es enterrado
Ha muerto el amor fecundo.
Su madre, Juan, Magdalena,
amordazando su pena,
con el dolor más profundo
sepultan al Rey del mundo.
El cielo se ha oscurecido,
la tierra se ha estremecido,
y el hombre y su calendario
sugieren que es necesario
olvidar lo sucedido.
Ya no hay nada que me asombre,
pues, para cumplir la ley,
yace en el sepulcro el Rey,
que era Dios, aunque era hombre.
Conocéis muy bien su nombre:
éste es Jesús Nazareno,
entregado a tiempo pleno.
Y en mi cabeza retumba
lo que pondría en su tumba:
ha muerto porque era bueno.
Final: Jesús ha resucitado
La aurora se ha levantado
gritando con avaricia
la más hermosa noticia
que pregón haya cantado:
¡Jesús ha resucitado!
María se le ha encontrado
y, después de haberle hablado,
como ha vuelto a tener vida,
lo ha anunciado decidida:
¡Jesús ha resucitado!
El sepulcro ha sido hallado
abierto, bien de mañana,
pues aquella losa plana
alguien la había quitado:
¡Jesús, el Resucitado!
Pues que todo lo creado
hoy bendiga al Dios del cielo
y que, ahora, en este suelo
proclame desaforado:
¡Jesús ha resucitado!






