Textos propios de la Liturgia de las Horas en la festividad de la beata Marta Wiecka

Francisco Javier Fernández ChentoMarta WieckaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Desconocido · Año publicación original: 2008.
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Beata Marta María Wiecka
Beata Marta María Wiecka

BEATA MARTA WIECKA
Virgen

Liturgia de las Horas

Marta Wiecka nació el 12 de enero de 1874 en Nowy Wiec, en Pomerania, en los confines de Polonia, la tercera de trece hijos. Desde la infancia mostró inclinación a la oración y al servicio a los demás. A los 18 años, entró en el noviciado de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en Cracovia, y en doce años de vida consagrada sirvió a los pobres en algunos hospitales. Se preocupaba no sólo por la salud de cuerpo sino también por la del alma. Habiéndose encargado del cuidado de un joven padre de familia, contrajo una grave enfermedad y pocos días después, alegre, entregó su espíritu a Dios, el 30 de mayo de 1930, in Sniatyn.

del Común de Vírgenes

ORACIÓN

Oh Dios que concediste a la beata Marta, virgen,
imitar el amor y la solicitud de Cristo hacia los enfermos,
concédenos que, siguiendo sus ejemplos,
demos alivio a nuestros hermanos
y llevemos su corazón hacia ti, dador de toda salvación.

Oficio de lectura

SEGUNDA LECTURA
De los Escritos de Santa Luisa de Marillac .
Santa Luisa de Marillac, Correspondencia y escritos. Salamanca, 1985. pp.818-819.

Sobre el espíritu interior necesario a las Hijas de la Caridad

Nuestra conversación interior con Dios debe ser, a lo que me parece, el recuerdo habitual de su santa presencia, adorándole al dar las horas haciendo actos de amor hacia su bondad, trayendo a la memoria lo más que podamos los motivos que más nos han impresionado en la oración y principalmente los afectos y resoluciones que durante ella hemos formado para corregirnos y adelantar en este santo amor.

En todas las ocasiones penosas para los sentidos, tenemos que mirar la paternal bondad de Dios que como buen Padre permite nos afecte su justicia divina, unas veces para corregirnos, otras para manifestarnos su gran amor haciéndonos participar en sufrimientos para aplicarnos el mérito de los de su Hijo y que por nuestra parte se lo agradezcamos.

Cuando se nos presentan las cosas que nos son gratas y los asuntos ocurren según nuestros deseos, antes de dejarnos ir a la alegría que se nos ofrece, miremos a Dios con mirada interior y seamos agradecidas a su misericordia que por su solo amor nos da este consuelo; aceptémoslo con esta mira y unamos a ello algún acto de amor.

Debemos intentar también que todos los objetos que se presentan a nuestros sentidos nos sirvan para elevar nuestro espíritu hacia Dios, unas veces mirándolos como creados por su mano omnipotente, otras considerando los designios de Dios al crearlos, que casi siempre son en provecho del hombre para que éste se los agradezca.

Otras veces, pensemos en la excelencia del ser que Dios nos ha dado para elevarnos así por encima de las cosas rastreras hacia las que nos atrae nuestra naturaleza corrompida por las vanas inclinaciones de nuestros afectos a cosas que no merecen llenar nuestro espíritu, y protestemos de que no queremos nada en la tierra fuera de Dios.

Cuando a veces apremiadas, según nos parece, por la necesidad, deseemos o busquemos la ayuda de las creaturas y ésta llegue a faltar, sea por disposición de la divina Providencia, sea por algún fallo del otro que, en realidad, procede también de esa disposición, miremos inmediatamente la santa voluntad de Dios y aceptándola en esa privación, elevemos nuestro espíritu a él, recurriendo a él solo y considerando que desde toda la eternidad ha sido y es suficiente a sí mismo y, por consiguiente, puede y debe bastarnos a nosotras también; y puesto que somos tan dichosas que nos hallamos en un estado en el que debemos tenerle a él solo por consuelo, hagamos interiormente un acto de aceptación amorosa de la privación de lo que nos falta, aunque nos parezca muy justo y necesario tenerlo, y permanezcamos en paz y a solas con Dios.

RESPONSORIO Jn 5,3; Sir 23, 27

R/ En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. * Y sus mandamientos no son pesados.
V/ Nada hay más dulce que guardar a los mandamientos del Señor * Y sus mandamientos.

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