Mi nombre es Patricia Lissette, soy originaria de la ciudad de León, Nicaragua. Tengo 32 años de edad y actualmente me encuentro iniciando el Prepostulantado en la Compañía de las Hijas de la Caridad.
Deseo comenzar este testimonio haciendo referencia a la cita bíblica del profeta Jeremías (1, 4-6):
«Me llegó una palabra de Yahvé:
‘Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía;
antes de que tú nacieras, yo te consagré y te destiné a ser profeta de las naciones.’
Yo exclamé: ‘Ay, Señor, Yahvé,
¡Cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!»
Hago referencia a esta lectura porque me sobrecoge, de manera especial, la forma en que Dios llama a Jeremías y la respuesta del que se sabe llamado.
A mí no me llegó una palabra directa de Yahvé que me hiciera descubrir, de golpe, su voluntad sobre mí. Yo he sido mucho más torpe que Jeremías para descubrir la voluntad de Dios; no fue una palabra la que me hizo descubrir esta inquietud que ahora quema dentro, sino una serie de acontecimientos, en mi vida, que han ido surgiendo desde mi niñez hasta mi edad actual.
En León de Nicaragua yo me encontraba trabajando, estudiando una segunda carrera y llevando la corresponsabilidad de una comunidad parroquial de jóvenes universitarios. Estaba tan a gusto que, en mis pensamientos, la vida de ese entonces me parecía cómoda y creía que no tenía que seguir preguntándome: Y ahora ¿Qué quiere Dios de mí? Pregunta que revoloteaba en mi cabeza, de vez en cuando, y que, muchas veces, yo acallaba llenándome de tareas o responsabilidades varias. Venir a España supuso romper con muchos de mis proyectos para emprender otros proyectos de familia, alejarme de mi comodidad e iniciar una búsqueda diferente, en cuya prioridad estaban los míos, aunque también deseaba encontrar aquí donde realizar las actividades pastorales que ya venía realizando en la Iglesia, en Nicaragua.
Llegué a Martínez Campos en búsqueda de las Hijas de la Caridad para encontrar, en primer lugar, trabajo y, luego, ver si era posible realizar alguna labor de pastoral y entonces volver a sentirme a gusto; pero los designios de Dios no son nuestros designios. Sí, encontré trabajo y pude formar parte del voluntariado del Centro de Día del Programa Integral Vicente de Paúl. Además, se me permitió incorporarme a una comunidad de Juventudes Marianas Vicencianas; todo esto se desarrolló poco a poco. A medida que me integraba en estas actividades mis inquietudes sobre la voluntad de Dios fueron resurgiendo y, aunque no dejaba de hacer las cosas que ya estaba haciendo, sentía un impulso que me invitaba a ir más allá y concretar la voluntad de Dios en mí. Pero, igual que Jeremías, yo también decía: «Ay, Señor, Yahvé» ¿porqué a mí?
Por la gracia de Dios siempre he contado con la escucha de los «grandes instrumentos» – personas que son mediadoras de Dios-de los que Él se vale muchas veces para hablarnos. Cuando sentí que no podía sola, busqué ayuda en ellos y empecé a exponer lo que me pasaba. Creo que Dios nos llama a todos a realizarnos como personas y también creo en la libertad que nos regala para elegir nuestra vocación y para saber atender y responder a su llamada; y, cuando no podemos solos, depende de nosotros el dejarnos ayudar por las mediaciones de Dios; ellas nos pueden orientar aunque la decisión siempre es personal. Inicié un proceso de discernimiento vocacional, acompañado, cuyo resultado fue confirmar el sueño de Dios sobre mí: ser Hija de la Caridad.
Ahora, en mi inicio del Prepostulantado, no dejo de estar atenta a los acontecimientos de cada día y mucho menos dejo de rogar a Dios me permita percibirlo en cada detalle. Sé que el ser humano es feliz cuando es capaz de descubrir la voluntad de Dios y responderle. Yo me encuentro feliz y pido a Dios conserve en mí la alegría de servirle en los pobres. Y seguramente Dios me permitirá comprender lo que le fue dicho a Jeremías: «Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré y te destiné a ser profeta de las naciones.»
Madrid, 9 de Octubre de 2009