Actualmente en Italia las personas mayores no desean entrar en una residencia, prefieren estar en su casa, con la ayuda de personal auxiliar, enviado por la asistencia sanitaria pública, o privada, enfermeros y badanti, la mayor parte procedentes del Este de Europa. Mientras hace algún tiempo las personas mayores autosuficientes solicitaban entrar en las residencias y el personal organizaba su tiempo de recreo, terapia, descanso, etc., hoy la mayor parte de los residentes son enfermos terminales, o ancianos, que no pueden defenderse solos. Son como tantos crucificados en sus sillas de ruedas, o en la cama, o enfermos de Alzheimer que no se dan cuenta de lo que está ocurriendo en su vida. Veamos a Cristo en ellos porque están cercanos al final de su vida, inmovilizados, tratados como personas de poco valor, que ya no pueden pensar por ellos mismos, totalmente dependientes y han sido abandonados de todos.
Las personas mayores necesitan apoyo, cuidados, comprensión, relaciones tranquilizadoras, ya que con frecuencia son rechazados a los márgenes de la sociedad. Las Hijas de la Caridad, ante esta dramática tendencia de nuestro tiempo, han organizado Centros de Día donde los ancianos son cuidados durante el día y por la tarde pueden volver a su casa, así como una acción de asistencia a domicilio que rompe la tragedia de una soledad sin esperanza.
Las Hijas de la Caridad, siguiendo las enseñanzas de sus Fundadores, tratan de aliviar el sufrimiento de las personas, con disponibilidad, acogida, capacidad de escucha, proximidad, delicadeza, curando las heridas de la soledad y la separación, ofreciéndoles el apoyo necesario para enfrentarse con valor a su vida. Nadie es superfluo ni estéril. Dios quiere que se valoren todos los talentos y que la diversidad contribuya al enriquecimiento de todos. Se dedican a descubrir nuevos modos de inserción activa y responsable de las personas mayores, porque ellos forman parte integrante de la comunidad y por lo tanto de la vida de la Iglesia.