Muy conocidas serán ya de todos nuestros lectores las actuales dificultades por que atraviesa la Iglesia en Francia, y las grandes pruebas que sufren en ella las Comunidades religiosas. La pena que mayor sentimiento ha causado a la Congregación de la Misión ha sido el tener que abandonar los Seminarios encomendados a su dirección por los Sres. Obispos en varias Diócesis. Desde su origen, consideró siempre la formación del Clero como una de las principales obras encomendadas a su celo.
La separación de estos Seminarios ha dado ocasión a una despedida en gran manera conmovedora, y de que los sacerdotes de la Misión hayan recibido las mayores é in-equívocas pruebas de estimación y de simpatía.
¿Será oportuno publicar algunos de estos testimonios de estimación y afecto? Algún tanto hemos dudado, ante la inutilidad de manifestar recuerdos tan dolorosos. Pero, por una parte, hay que convenir en que la historia tiene sus derechos, y no queremos, por otra, parecer insensibles é ingratos a los que nos han grandemente honrado con tales testimonios. Esta es la causa que nos mueve a publicar los siguientes:
ALBI
Carta del Emmo. é Ilmo. Sr. Arzobispo.
Bien sabido es que vosotros no buscáis ni los honores ni las riquezas; ignorados del mundo, vivís solamente para trabajar por la gloria de Dios, y no habéis hallado en este mundo otra recompensa que el reconocimiento y agradecimiento de vuestros alumnos. Ciertamente que ésta no ha faltado; la memoria de la mayor parte de los profesores que se han sucedido es objeto de la mayor veneración en toda la Diócesis. Nos limitaremos a hablar solamente de los más conocidos. ¿Quién olvidará jamás al Sr. Haran, segundo Su-perior, al venerando Sr. Bourdarie, que gobernó el Seminario por espacio de treinta y dos años y que tan bien supo dejar impresas su piedad, prudencia y bondad en tantas generaciones de sacerdotes? Los Sres. Nicolle, Amourel, Coquerel y Wenes, últimos superiores, todavía viven en los corazones de aquellos que formaron en los principios de la vida eclesiástica,
Por cuanto a lo que a usted toca, Sr. Superior, sus obras están a la vista de todos, que son más que suficientes para que redunden grandemente en elogio de usted. No sola-mente han recibido un grande impulso los estudios con sus propios desvelos, sino que también1 por una prudente administración de doce años, y sin que haya costado a la Diócesis el menor sacrificio, deja usted el Seminario engrandecido, aumentados sus fondos y perfectamente acomodado, de suerte que este establecimiento le es a usted deudor de tal prosperidad como jamás la había conocido. Estos felices resultados, obtenidos merced a la confianza que usted ha sabido granjearse, le aseguran un eterno y profundo reconocimiento de nuestra parte.
En vano se buscaría algún inconveniente, por el cual no pudieran continuar los sacerdotes de la Misión la obra de formación sacerdotal, para la que parecen naturalmente destinados desde su fundación, pues San Vicente de Paúl fue con el Sr. Olier el fundador de los Seminarios en Francia. Pero no estaban ustedes autorizados «para los Seminarios mayores». ¡Esta era la palabra que faltaba en el antiguo texto! Por esta omisión se ven ustedes precisados a partir! Se había esperado, y aun ustedes lo habían creído así, que la ley hubiera sido susceptible de más benigna interpretación, a vista de tanta virtud y tantos sacrificios.
Ya, señores, que Nos nos vemos en la necesidad de someternos a este hecho consumado y ustedes con su silencio y reserva dan a sus alumnos un supremo ejemplo de prudencia y de desprendimiento religioso, nosotros también tenemos el derecho de manifestar nuestra tristeza y el profundo disgusto que experimentan todos los sacerdotes de la Diócesis.
AMIENS
Entresacamos las palabras siguientes de un estudio publicado por la Semanine Religieuse:
«El año 1662, dos años después de la muerte de San Vicente de Paúl, el Obispo de la Diócesis llamó para encargarles la dirección del Seminario mayor a los sacerdotes de la Congregación de San Lázaro, a los hijos del grande Apóstol de la Caridad, a los celosos continuadores de su obra sublime.
La prosperidad del Seminario bajo su dirección, la protección de los primeros pastores de la Diócesis, el interés constante que ellos comunicaban a este piadoso plantel y las simpatías que se habían conciliado sus sabios y experimentados directores, atrajo tan gran número de alumnos y favoreció tantas excelentes y sólidas vocaciones, que se vieron precisados a despedir a muchos porque el edificio no podía contenerlos.
Por esto se decidieron los Lazaristas a construir a sus expensas el Seminario mayor actual, bendiciendo su primera piedra el 16 de Febrero de 1736 Mgr. de la Motte (cuatro años después fue llamado a predicar en París, en la iglesia de San Lázaro, ante la mayor parte de los Obispos de Francia, el panegírico de San Vicente de Paúl, del cual su Seminario mayor pregonaba enérgica y felizmente su glorioso patrocinio).
El Seminario de Amiens era el consuelo de sus Obispos y el elogio de sus directores cuando estalló la Revolución. Entonces fue transformado sucesivamente en, hospital mi – litar y en depósito de mendigos. Merced a estos destinos se debió el que no fuera vendido como uno de los bienes nacionales, circunstancia providencial que permitió después a los Lazaristas reivindicar su propiedad.
Los directores de este Seminario provisional eran el Sr. Canónigo Cottu y el Sr. Logerot, Sacerdote de la Misión, célebre teólogo de Amiens, cuyos sabios trabajos gozan al presente de gran notoriedad.
En 1805 Mons. Demandolx encargó de nuevo la dirección del Seminario a la abnegación y celo de los Lazaristas, que habían sido restablecidos en Francia por decreto de 27 de Mayo de 1804. Al pronto se establecieron en el Claustro de San Nicolás y después en el antiguo Colegio de la calle des Jacobins.
El 17 de Noviembre de 1816 se expidió un real decreto relativo al Seminario mayor del arrabal de Noyon. En virtud de este real decreto se devolvía «el inmueble y dependencias a los sacerdotes de la Misión, con la obligación por parte de ellos de formar los jóvenes destinados al estado eclesiástico, bajo la dirección del Obispo.» Esta decisión fue muy aplaudida por los habitantes de la ciudad y de la Diócesis.
La modestia de los que marchan y de los que ya han partido contendrá seguramente el rigor de las apreciaciones que el corazón dicta a mi pluma, y mitigarán algún tanto los dolorosos sentimientos de que yo me hago eco.
¿Cómo hacer ya un elogio? Ninguno más elocuente que la inmensa tristeza con que se recibió la fatal noticia de su partida y los pensamientos de reconocimiento que les seguirán a través del destierro.
Dignense los Sres. Directores aceptar el más sincero homenaje de nuestro grato recuerdo.» (Seinaine religieuse du diocese d’Amiens, 30 Agosto 1902.)
ANGULEMA
En una carta pastoral escrita con ocasión de la despedida de los sacerdotes de la Misión, el Obispo de Angulema se expresa de este modo:
Solamente la Revolución pudo arruinar esta institución Secular, y los Lazaristas, negándose a prestar el juramento cismático de 1791, declarándose apóstoles de la Verdad entre algunos curas de Angulema que en un instante habían caído en el cisma, firmaron por este mismo hecho su destierro y su muerte en el día mismo del aniversario de su entrada en Angulema; el 25 de Mayo de 1791 descendían de sus cátedras para morir juntamente con los otros mártires de la Revolución.
Mas la Diócesis, no pudiendo olvidar estos generosos obreros, les volvió a llamar en 1856 por medio del Ilustrísimo Sr. Cousseau, de feliz memoria, y desde entonces por espacio de medio siglo no han cesado de formar el clero de esta Diócesis con aquella amable humildad, paciente caridad y abnegación admirable que vosotros conocéis.
Nada de esto ha podido obtener gracia: ni la larga prescripción de ciento cincuenta años, ni las cartas y decretos reales, ni los servicios prestados, ni la actitud modesta y pacífica de estos obreros de Dios, han servido para impedir tales medidas de proscripción.
Nós hemos hecho en este año cuanto Nos ha sido posible para defender su causa, que más podemos llamar nuestra; Nos hemos reivindicado sus derechos, hecho valer sus títulos, hemos suplicado mucho y hasta hemos acudido a las más altas influencias.
Que les acompañe en su destierro el pensamiento consolador de que dejan en Angulema un clero que no olvidará jamás ni sus enseñanzas, ni el ejemplo de sus virtudes, y que tengan presente que serán llamados a ocupar las cátedras que ahora abandonan tan pronto como pluguiere a Dios hacer cesar la persecución.
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Buenos días. Mi nombre es Manolo Micha Nsa
Tengo 25 años. Soy de Guinea Ecuatorial.
Mi madre se llama felipe Nsa. Y mi difunto padre Cosme Micha. Hijo de matrimonio canónico. Desde muy pequeño quiero servir a Dios desde el ministerio sacerdotal. Quiero ser sacerdote. Y estoy tocando a vuestra puerta para que podais hacer de mis sueños una realidad. Quiero servir toda mi vida a los pobres. Solo pido una ayuda.
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