Santa Luisa y la Educación (III)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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  1. EL CATECISMO DE LA SEÑORITA LEGRAS

Para asegurar la formación cristiana de las niñas e incluso de las Hermanas, ella misma elaboró un pequeño catecismo.

El catecismo es muy sencillo, a base de preguntas y respues­tas, breves y fáciles, con un lenguaje y un estilo similar al de otros catecismos de la época. Llama la atención su claridad en la exposición, el método activo donde los niños se convierten en actores y sobre todo la amplitud de la enseñanza que en pocas páginas les presenta todo un compendio de las principales verda­des de nuestra fe. Entre las preguntas y respuestas intercala una breve historia, algún ejemplo o una comparación, para poner las verdades de Dios al alcance de los niños.

Comienza con una pregunta acerca de la creación del hombre: ¿Quién te ha creado y puesto en este mundo?

De ahí pasa a la fe, a Dios, al pecado, al infierno, al cielo, al bautismo, a la cruz. Nos sorprende descubrir el interés que mani­fiesta por conocer y seguir a Jesús.

Entre las oraciones destaca el Padrenuestro, que va explicando cada petición, algo parecido hace con el Credo, en que va explican­do cada uno de los artículos. (Hay un detalle curioso, les pide que lo reciten en latín y en francés). Con mucho detalle explica el sacra­mento de la Eucaristía y también el de la Penitencia o Confesión; se detiene después con más brevedad en los demás sacramentos.

Termina el catecismo explicando los ejercicios piadosos del día, todo un programa para consagrar el día al Señor y vivir en su presencia. Nos recuerda el reglamento de vida en el mundo que ella había elaborado cuando tenía 36 años.

Después de este largo recorrido a través del cuál hemos podi­do descubrir la gran riqueza de la acción educativa de santa Luisa, podemos llegar a la conclusión de que ella concibe la enseñanza y la educación como una misión, prolongación de la misión de Jesucristo mientras vivió en la tierra. Aquí está el secreto de su pasión por la educación. Y este es el legado que hoy nos deja a nosotros, miembros de la Familia Vicenciana para que desde nuestro vivir y servir, seamos transmisores de unos valores, tanto humanos como espirituales, pues así estaremos colaborando en la formación integral de los niños y jóvenes.

  1. RETOS DEL EDUCADOR VICENCIANO

A la luz de lo que hemos ido descubriendo en la labor educa­tiva de Luisa, podemos concretar algunos principios o rasgos del educador vicenciano:

  • El educador vicenciano debe vivir su tarea educativa como una vocación, debe sentirse llamado por Dios para colaborar en el plan de salvación de Dios sobre los alumnos. Debe sen­tirse instrumento de Dios dejándose guiar por el Espíritu.
  • Consciente de la grandeza de su misión, la vivirán con sencillez, entusiasmo y alegría; poniendo al servicio de sus alumnos lo mejor de su persona, derrochando cada día amor gratuito y entrega generosa.
  • Tendrá como objetivo principal la formación integral del niño, poniendo gran interés en la transmisión de la Buena Noticia del Evangelio. Su vida debe ser transparencia de los valores humanos y espirituales que quiere transmitir.
  • Debe trabajar en equipo y colaboración, con unidad de cri­terios y métodos, haciendo vida el Ideario de los Centros Vicencianos.
  • Tendrá una preocupación especial por los más débiles, los tímidos, los atrasados, los que viven situaciones difíciles. Con los ojos y el corazón abiertos para salir al encuentro de los más abandonados. Esta inquietud tratará de trans­mitirla a sus alumnos para despertar en ellos actitudes de solidaridad con los más necesitados.
  • Vivirá en continuo proceso de formación para ofrecer a los alumnos una enseñanza de calidad, dando respuesta a las necesidades actuales.
  • El educador vicenciano debe colaborar en la formación de nuevos agentes educativos para que la antorcha del caris­ma vicenciano se prolongue a nuevas generaciones.
  1. PRESENTE Y FUTURO

Después de más de tres siglos, esta pequeña semilla que plan­tó santa Luisa se ha convertido en un árbol frondoso extendido por todo el mundo. Sus enseñanzas tienen valor permanente y actual. Ante los cambios rápidos que presenta la sociedad, cam­bios que nos desconciertan y nos hacen perder la seguridad, nos crean angustia ante un futuro incierto, la vida y enseñanzas de santa Luisa nos ayudan a afrontar la realidad presente y futura con serenidad, valentía y audacia.

La enseñanza siempre será una de las tareas prioritarias de las Hijas de la Caridad. Tendremos que abrirnos a caminos nuevos donde las llamadas urgentes reclaman nuestra presencia porque la sociedad evoluciona, las necesidades cambian y nuestros ser­vicios tendrán que responder a estos nuevos retos.

Mirando al futuro, dos objetivos deben orientar nuestros esfuerzos:

  • La búsqueda y acogida de los más abandonados. Que nuestros Centros estén siempre abiertos a las nuevas for­mas de pobreza y nuestra presencia de educadores se abra a las necesidades actuales.
  • La educación en la fe, es una de las grandes urgencias de nuestra sociedad actual. «La mayor pobreza es no cono­cer a Jesucristo». El niño y el joven necesitan la forma­ción en valores y sobre todo formación religiosa.

Hoy la sociedad que nos rodea está vacía de Dios. Los cen­tros educativos son la «plataforma» a través de la cuál podemos anunciar la Buena Nueva de Jesucristo no sólo a los niños y jóve­nes, también a los padres, profesores y personal de servicio, que de alguna manera colabora también en la tarea educativa.

Esta es nuestra misión: educadores de la Caridad, sembrado­res de esperanza, de alegría, de paz, fe.

Cojamos la «antorcha» que santa Luisa nos dejó, dejémonos iluminar por su luz y pasémosla con elegancia y fidelidad a los niños y jóvenes que Dios ha puesto en nuestras mano.

 

11.SEMBRAR SEMILLAS

Termino con esta sencilla historia dedicada a aquellos maes­tros, educadores, que hoy más que nunca, no pueden ver cómo crecen las semillas plantadas, las esperanzas depositadas en el corazón, sobre todo de los adolescentes que llenan sus clases. Y como los padres son o deben ser los grandes educadores; tam­bién está dedicado a ellos.

Una vez había un hombre que cogía cada día el autobús para ir al trabajo.

Una parada después subía una anciana y se sentaba al lado de la ventana. Abría una bolsa y durante todo el trayecto iba tiran­do algo por la ventana.

Siempre hacía lo mismo y un día intrigado el hombre le pre­guntó qué era lo que tiraba.

¡Son semillas! Dijo la anciana. ¿Semillas, de qué? Le pregun­tó el hombre. ¡De flores, es que miro y todo está vacío! Respon­dió la anciana.

Pero las semillas caen en el asfalto y se las comen los pája­ros. ¿Cree que las semillas germinarán?

Seguro que sí, pero tardarán en crecer, yo hago lo que puedo. Ya llegarán los días de lluvia… y la anciana siguió con su trabajo.

Unos meses después al mirar por la ventana el hombre, vio todo el camino lleno de flores. Todo era un colorido y bello paisaje.

Se acordó de la anciana y al no verla preguntó al chófer por ella. Había fallecido.

El hombre volvió a su asiento y mirando al paisaje pensaba: «las flores han brotado y el campo está precioso pero ella no ha visto la obra. ¿De qué ha servido su trabajo?

Cuando de pronto, observó a una niña que señalando por la ventana, decía a su papá: ¡mira, papá, qué bonito, cuantas flores!

Dicen que aquel hombre, desde aquel día viaja con una bolsa de semillas.

Educador vicenciano, siguiendo las huellas de Santa Luisa de Marillac, vive tu misión de educador con entusiasmo, con pasión, con gozo, sigue sembrando semillas de esperanza, semi­llas de eternidad, otros recogerán el fruto y se alegrarán de tu trabajo. Así vivió Luisa de Marillac su vocación educadora.

BIBLIOGRAFÍA

Santa Luisa de Marillac, Correspondencia y Escritos, CEME.

Empeñada en un Paraíso para los Pobres, Benito Martínez C.M.,

CEME.

Santa Luisa de Marillac, Margaret Flinton, CEME.

Luisa de Marillac, Jean Calvet, CEME.

Luisa de Marillac, XVIII Semana de Estudios Vicencianos, CEME.

San Vicente de Paúl, Obras Completas I, SÍGUEME.

San Vicente de Paúl, Obras Completas X, SÍGUEME.

Luisa de Marillac, Un amor creativo, Revista S.M.

Teresa Barbero

Ceme 2010

 

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