Rafael Villarroya

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

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P. Rafael Villarroya

11-06-93

Zaragoza

Anales 1993 Sep.566

mso17124Nació el 30-4-36

Ingresó en la C.M. el 30-9-52

­Murió el I6-6-93

Extracto de la Homilía del P. Visitador en la Misa Exequial. Parroquia de S. Vicente de Paúl, Zaragoza, 17 junio 1993

EL P. Rafael Villarroya, falleció inesperadamente el día 16 de junio, a eso de las 6 de l atarde en la Residencia para ancianos que tienen  las Hermanas en Sobradiel, Zaragoza. Como hacía con frecuencia, había ido a visitar a su padre internado allí. No hace mucho que falleció allí también su madre. El P. Rafael se sintió mal y en menos de un cuarto de hora falleció. ¡Descanse en paz!

Ayer noche, estando de visita en Pamplona, me comunicaron el falle­cimiento de Rafael. El P. Rafael Villarroya estaba visitando a su padre Desiderio en la Residencia de las Hermanas de Sobradiel. Fue una cosa repentina, pero no imprevista. Estaba listo. Hoy, aquí está su padre, su hermano Faustino y familia y sabemos que su hermano Pedro también nos acompaña, aunque no ha podido desplazarse desde California. Aquí estamos concelebrando unos 40 sacerdotes, nos acompañan mu­chas Hermanas y pueblo. El dolor nos une. Nos afligimos, sí, pero «no como los hombres que no tienen esperanza» ( I Tes. 4,13). A sus 57 años, su vida ha sido una vida llena.

¡Rafael, todos estamos aquí por ti y contigo!

Recitamos en esta celebración, como se hacía en todas las celebraciones exe­quiales desde los Padres, dos salmos pascuales: el 113, » En la salida de Israel a Egipto y el 117, «No moriré, viviré para cantar las hazañas del Señor». Aquí se expresa la lucha de un guerrero, la lucha por la vida definitiva. En esta celebración actualizamos de manera especialísima el misterio pascual en el que fuimos bauti­zados, el misterio que Rafael, sacerdote y misionero, celebró en este mismo altar, tantas veces, representando ti Cristo Cabeza y Pastor. Lo celebramos en esperanza y confianza, poniendo a Rafael en las manos del Padre.

La LECTURA (Rom 8,11) nos habla de la verdad evangélica de la muerte. Una paradoja de la antropología paulina.

El EVANGELIO (Jn 112, 1-45) es una bellisima página de la Resurrección. «A Jesús se le saltan las lágrimas. Llora con nosotros y por nosotros». Dos veces cons­tata el evangelio su llanto.

Podemos leer la vida del P. Villarroya a la luz de las llamadas (destinos) de su vocación.

Nació en Santa Eulalia del Campo (Teruel) el 30 de abril de 1936. Allí vivió sus primeros años en el barrio de la Azucarera. Fueron sus padres Desiderio, aquí presente con nosotros, y Magdalena, recientemente fallecida también en Sobradiel.

El 1 de octubre de 1947, el P. Lozano le recibió en nuestro Seminario de Teruel. De allí, cinco años después (1953), pasó al Seminario Interno, entonces en Limpias (Santander). Posteriormente pasó a estudiar Filosofía a Hortaleza (Madrid).

Allí le conocí, a sus 18 años cuando yo todavía no era sacerdote. Recuerdo su ficha de estudiante sobresaliente. Siempre le gustó la enseñanza. Era un hombre formal, constante, recio, amistoso, buen compañero. Siempre gozó con la conver­sación y la dialéctica entre compañeros. En 1954, hizo los votos temporales, sien­do Visitador el P. Silvestre Ojea.

De Hortaleza (Madrid) pasó a Salamanca en 1957 para el estudio de la Teología. En 1961 se licenció en Teología en Salamanca con la tesina «El seguimiento de Cristo». Rafael fue siempre un entusiasta estudioso de la humanidad del Señor.

Mucho le gustaba a Rafael este aspecto encarnacional del Hijo de Dios humanado, centro de nuestra espiritualidad vicenciana. Una vez, discutiendo el tema de la inculturación, defendía con pasión esta verdad cristiana: «Todo ha sido asumido menos el pecado, lo que no ha sido asumido no ha sido redimido».

En Salamanca, hizo sus votos perpetuos el 15 de octubre de 1957, siendo Visitador el P. Franco. También en Salamanca se ordenó de sacerdote el 25 de junio de 1961 de manos de Mons. Florencio Sanz, C.M.

La voluntad de Dios le llamó a trabajar en OCHO DESTINOS, hasta ayer:

1.    MURGUIA (1961-62), como profesor de los apostólicos.

2.    LIMPIAS, Santander (1962-70), profesor del Colegio y luego director técnico y superior.

3.    CUENCA (1970-71), en la nueva Provincia de Zaragoza, director y profesor de la nueva Apostólica.

4.    ZARAGOZA, Terminillo (1971-73), director de COU en aquella casa provi­ncial.

5.    ZARAGOZA, Boggiero: (1973-76). Visitador.

Al ser elegido Visitador, escri­bió: «Me gusta tratar las cosas personalmente más que por carta… Haréis un gran acto de caridad a mí y a la Provincia si me aconsejáis y me corregís». Al terminar de Visitador, escribía: Ha sido una gran alegría la aceptación que habéis hecho de mi persona. Cuando uno comprueba que las distintas ideas, criterios y actuaciones que separan a los hombres producen entre nosotros unión y adaptación tengo que reconocer que no estamos lejos del evangelio que nos dejó san Vicente. ¡Ojalá que esto que habéis practicado conmigo lo practiquéis unos con otros porque los pobres también los tenemos dentro de casa, todos en algunas circunstancias somos especialmente pobres: ancianos, enfermos, desorientados. desanimados… San Vicente, a los que le daban honor por ser superior, les decía: «Yo no soy más que el barro do que se ha servido Dios para juntar a unos misioneros que son las piedras del edificio». Los misioneros que contemplen el lado negativo de mi gestión, por la razón que sea, a todos ellos los pido comprensión  y reconozco que la causa principal es «mi barro».

Al cesar de Visitador, hubo un nombramiento secreto del P. General para que fuera a ayudar a una Provincia con problemas. No cuajó porque el P. General acep­tó las razones de falta de salud que alegó el P. Rafael. Nunca tuvo buena salud. Goteras, a veces invisibles, una tras otra, han ido minando su vida.

6.    PAMPLONA (1976-80), superior y profesor del Colegio. Antes, había sido destinado a Madrid al curso de renovación para «reponer su quebrantada salud». Se le cambió el destino a Madrid por el de Pamplona por ser necesarios sus servicios en este Colegio. Rafael fue un hombre siempre disponible. Aceptó siempre dispuesto a sacrificar sus planes a los de la Provincia. En la consulta para superior que se hizo en esta casa, aparece clara su personalidad y criterio firme: «Me molesta que las cosas nuestras no queden para nosotros». Da su opinión a la consulta que se hace, y concluye: «Pero acepto de buena gana todo lo que hagáis y, si creéis que es necesario lo apoyo».

7.    ZARAGOZA, Casablanca (1980-89), coadjutor tic la parroquia y desde 1983 superior. Al destinarle, el Visitador, mirando a su salud, añade la coletilla: «Ahí podrás descansar y reponerte».

8.    ZARAGOZA, Boggiero (1981-1993), capellanías y ministerio con Hermanas. ¡Cuántas horas en el ordenador!  ¡Cuántas fichas vicencianas! Las Hermanitas del Seminario, más en particular, le recordarán siempre. No había un dato, una efe­méride, una minucia sobre San Vicente que no la conociera Rafael. En Salamanca está esperando su DICCIONARIO HISTÓRlC0-VICENClANO para su publica­ción. Aquí en Zaragoza, en la casa central, siguieron sus limitaciones de salud aunque nadie esperaba este final.

El AMOR quiere ver. Hay que morir para ver a Dios. No se ha interrumpido nuestra Unión con los que durmieron, más aún, se refuerza con la constante comu­nicación de bienes espirituales (Nuevo Catecismo, 955). Ninguna manera mejor que la Eucaristía para encontrarnos todos os en el Señor actualizando su muerte y re­surrección.

Carlos Esparza, C.M.

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