Nicolas Treilhe (1652-1724)

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

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Author: Desconocido · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1903 · Source: Notices, IV.
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En la bilioteca Mazarino en París se posee una Vida manuscrita del Sr. Nicolas Treilhe. Lleva al número 3175 (1932), tiene ciento cuarenta y cinco páginas. Tenemos a la vista un simple resumen manuscrito de la vida de este piadoso misionero; este resumen es el que reproducimos.

» Acabamos, se ha dicho, de cerrar los ojos al Sr. Nicolas Treilhe, sacerdote de nuestra Congregación, de setenta y cuatro años de edad y que había pasado cincuenta en nuestra vocación, con una edificación constantemente sostenida desde su seminario hasta su muerte. El difunto Sr. Jolly nuestro Superior general y el difunto Sr. Fournier su Director del seminario le querían mucho.  El Sr. Hauron le quería tan tiernamente por su singular prudencia, su rara bondad y su exacta fidelidad a la observancia de las Reglas, y también por otras virtudes que practicó perfectamente durante el curso de sus estudios, a pesar de la delicadeza de su temperamento.

Había nacido en Moulins, diócesis de Autun,  el 20 de mayo de 1652, y había sido recibido en el seminario en París el 24 de abril de 1675. Allí estudió con aplicación, pureza de intención y discernimiento, sin apartarse lo más mínimo de la perfecta observancia de sus reglas. Siempre piadoso, siempre dulce, siempre ejemplar en todo, era muy querido de todos sus cohermanos sin excepción.

Poco tiempo después de ser ordenado sacerdote fue nombrado Director del seminario interno de Lyon. En este empleo se condujo con prudencia, sabiduría y discreción. Nuestro Señor le visitó luego con una enfermedad grave y peligrosa. Como se veía que no podía mejorar, ni recuperar la salud de la que gozaba antes, le  llamaron a París de donde fue enviado luego a Chartres. Allí se restableció tan completamente como se podía esperar. Hizo mucho bien en esta casa en el espacio de diez años que pasó en ella.  Fue muy útil no sólo en la administración de los bienes temporales que él cuidaba, sino más todavía por la sabia dirección de los seminaristas que preparaba con prudencia y éxito en el ejercicio de todas las virtudes y de las funciones propias de su estado.

«De Chartres pasó sucesivamente a otras dos casas donde difundió siempre el buen olor de Jesucristo y  por último fue colocado en Saint-Cyr donde pasó los veintiocho últimos años de su vida en la práctica exacta de todas las reglas, en la fidelidad a todos los ejercicios de piedad y en el perfecto ejercicio de todos sus deberes respecto de la dirección de las Damas y de las Señoritas que viven allí en comunidad. Todas tenían por él estima y veneración a causa de su devoción, de su rara virtud, de su prudencia, de su discreción, de su celo infatigable por sus funciones. En la dirección de las conciencias, se advertía su constante igualdad de espíritu, y la santa cordialidad y alegría espiritual de las que el Espíritu Santo le había llenado su corazón, y que él comunicaba admirablemente a las almas confiadas a sus cuidados. Las conservaba  en esta paz de Dios que sobrepasa  todo sentimiento fruto de la pureza y sencillez de conciencia, y que trae el Espíritu Santo, como un festín perpetuo, juge convivium.

«Las virtudes que le han hecho más recomendable son en primer lugar : la pureza de la fe, su pronta obediencia, su perfecta sumisión a la Santa Sede, a todas las Bulas y Decretos que de ella dimanan, sin ninguna excepción ; en segundo lugar : el fervor de su espíritu en todos los ejercicios en relación con el culto divino ; en tercer lugar,  su perfecta observancia de nuestros votos, de nuestras reglas y de las prácticas de nuestro Instituto ; en cuarto lugar, la cordialidad y gozo siempre uniforme e igual con la que vivía con sus cohermanos, los amaba a todos en Dios y por Dios sin ninguna excepción o parcialidad ; en quinto lugar, su constante igualdad de espíritu y su perfecta uniformidad de vida durante el espacio de cincuenta años y más. Era muy  sensible en cuanto se refería a la gloria de Dios o a la salvación del prójimo, dulce, cordial como un verdadero ministro de este Maestro que por su dulzura infinita triunfa de todos los corazones.

«Por último el carácter propio de este misionero era que se sacrificaba por completo en favor de la paz, la caridad y la unión, y a este fin tomaba siempre lo que dejaban los demás, sin sentirse ofendido por nada, le dijeran o hicieran lo que fuera. Por eso en la casa donde se encontraba se veía honrar la obediencia y la alegría y él era el consuelo y el apoyo de todos los que vivían en su compañía».

 

 

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