Mi querida hermana1:
Supongo habrá usted recibido mis cartas al regreso de ese buen sacerdote, uno de los Padres del Hospital General, que marchó de aquí hará unos quince días. Le escribí extensamente; por eso, en ésta no tengo sino que repetirle, una vez más, la alegría que he sentido y siento al saber con detalle sus apreciadas noticias y las de nuestras dos queridas Hermanas; y también acompañarle este paquete y esta carta que la divina Providencia ha querido poner entre mis manos para que yo lo haga llegar a las suyas; no le digo nada de ello porque estoy segura, querida hermana, de que su buen corazón no dejará de comprender lo que Dios pide de usted en semejantes circunstancias. Suplico a Nuestro Señor llene ese corazón suyo de la fidelidad a su Amor que desea ver en él, y que le dé la seguridad, querida Hermana, de que soy de todo corazón en ese santísimo Amor, su muy humilde y obediente hermana y servidora.
[1]C. 724 Rc 3 It 167. Carta autógrafa.