Lucía Rogé: Envío a misión

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Lucía RogéLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Lucía Rogé, H.C. .
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27 de septiembre de 1975

Una etapa de su vida se acaba, la del Seminario, acaban de expre­sar el deseo de ir más allá. Este deseo, respuesta a una llamada, las invade con la seguridad y el gozo de haber sido miradas por Cristo con amor, a pesar de su pobreza. Esa mirada, como en el evangelio, lleva consigo la llamada de Jesús. Y porque han sabido dejar lo que constituía para ustedes su fortuna, la alegría impregna su corazón esta mañana, y están dispuestas a ir más allá, a proseguir su camino con Cristo.

«Este gozo de estar unidas de manera especial a la Iglesia en Cristo» saben ustedes cuán vulnerable resulta en medio de un mundo angus­tiado, pesimista y tenso, atacado constantemente en todos los ámbitos de la vida. Ese «gozo de la verdad» tienen que transmitirlo. Es una de las necesidades más urgentes del mundo de hoy. En la exhortación del 9 de mayo, el Santo Padre nos dice: «La alegría nace siempre de una mirada especial hacia el hombre y hacia Dios».

Esto coincide con la espiritualidad de san Vicente. Esa mirada que ustedes van a dirigir al hombre, ya no puede ser exactamente la misma que la que tenían antes de decidirse a entregarse «totalmente a Dios para servir a los pobres».

Esa mirada que ustedes van a posar sobre aquéllos a quienes se las envía, tiene que estar impregnada de respeto y atención porque tiene que ser una mirada de amor.

La Virgen María es para nosotras, una vez más, Maestra de vida. ¿Cómo se dio cuenta en Caná de que faltaba el vino? Porque miraba a los servidores, a los humildes, a los más pequeños, a los más sencillos que, sin duda, se agitaban buscando en vano un odre que contuviese aún un poco de vino. Su mirada atenta y amorosa le permitió compren­derlo. Dirigirá a los esposos esa misma mirada amorosa y también los comprenderá. Y la fe le dicta lo que tiene que hacer. Primero, suplicar a su Hijo, y después transmitir su fe a los servidores con la seguridad de que Jesús actuará a su debido tiempo.

Introduce la acción de Cristo en los demás con el «Haced lo que él os diga». ¡Qué alegría para la Virgen, cuando el agua se transformó en vino! Era el primer milagro de Jesús. El gozo de la Virgen es en efecto el resultado de una mirada especial hacia el hombre y hacia Dios.

Éste es el «más lejos» hacia el que desean ir… Esa superación de ustedes mismas para introducir la acción de Cristo en los demás… sin reservarse nada para sí.

Ese ir «más lejos» supone ver ante todo, por encima de los hombres, a quien habita en ellos y trabaja ya en ellos. Es imposible ir hacia los demás sin esa visión de fe, de amor y de esperanza. La actitud misio­nera en el servicio de los pobres es la vida teologal que pasa de la mira­da a las obras, comprometiéndose en su servicio. Servicio al que se compromete porque ha fijado su mirada, primeramente, en Dios.

Esa visión de fe, esperanza y amor crea en nosotras la certeza, la paz y el gozo de sentirnos amadas. La alegría de permanecer en el amor de Dios es una gracia concedida al que practica las Bienaventu­ranzas: pobreza, no violencia, perdón y misericordia, dulzura, humildad, pureza. Es ese camino del «más lejos» que ustedes van a emprender.

Recuerden que el punto de partida de dicho camino es la casa a la que van destinadas y que se prepara para recibirlas y acogerlas. Jun­tas, busquen el modo de intensificar la vida de fe, de caridad y de espe­ranza. Juntas, «gusten sencillamente, —como dice el Papa Pablo VI—, de las múltiples alegrías humanas que el Creador siembra en nuestros caminos» y, entre ellas, la del servicio, la de los intercambios, la alegría exigente del sacrificio, pero también el gozo de la amistad fraterna y de la unión en el servicio a Cristo en los pobres. En donde se ame de ver­dad, en donde exista la inquietud de hacer triunfar el amor por encima de las divergencias, se puede hablar de vida fraterna al servicio de la Misión, y allí habrá y reinará la alegría.

Partan pues, con la inmensa alegría que las invade hoy y defién­danla contra los ataques de la nostalgia y de la melancolía del reple­garse sobre ustedes mismas, cualesquiera que sean las causas: deseo de afirmarse, de poseer o de agradar.

Toda huella de tristeza persistente en nosotras es una traición al amor, al amor de Dios y al amor a los demás. Partan con alegría y sean portadoras del amor que tienen la misión de propagar.

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