Lambert Duchesne (1652-1736)

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Author: Desconocido · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1903 · Source: Notices, IV.
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I. – Su estancia en Francia.

El Sr. Lambert Duchesne nació en Sedan, diócesis de Reims, el 24 de agosto de 1652, de padres católicos y que se hacían  un honor de conformar su conducta a los preceptos de nuestra santa religión. Su carácter amable y jovial le hacían buscar a niños de su edad, la mayor parte pertenecientes a familias herejes numerosas en la ciudad de Sedan ; pues en estos juegos, en estas pequeñas conversaciones, no siendo aún más que un niño buscaba disipar los prejuicios y las prevenciones de lo que sus camaradas estaban imbuidos por sus padres contra nuestra santa religión, y se dedicaba a su modo y con una exactitud de pensamientos impropia de su edad, a probarles la verdad de la religión católica.

Tan pronto como estuvo en situación de seguir los estudios del colegio que Luis XIV acababa de confiar a los Padres Jesuitas, no dudaron en confiárselo y fue uno de los primeros y de los mejores alumnos de este establecimiento.  Para dar alimento a su entrega a los intereses de Dios y del prójimo pidió entrar  en la Congregación de la Misión; fue recibido en el seminario interno de París, el 11 de octubre de 1672, y al cabo de dos años de prueba, fue admitido a los votos, el 12 de octubre de 1674. Acabados los estudios teológicos, fue ordenado sacerdote, y sus superiores le ocuparon en las diferentes funciones de la Compañía. Manifestó en toda su conducta tanta piedad, tanta sensibilidad, celo por la salvación de las almas, amor a Dios y a sus deberes, ecuanimidad de carácter, de prudencia y de fidelidad a las obligaciones de su estado, que se le consideró ya un sujeto capaz de prestar grandes servicios a las Misiones de Berbería, y él mismo deseaba vivamente una ocasión de dar su vida por la salvación de los pobres esclavos ; su deseo fue más vehemente todavía cuando supo la muerte gloriosa del Sr. Montmasson, colocado en la boca del cañón el 5 de julio de 1688. Solicitó con tanta insistencia el favor de ir a ocupar este puesto peligroso, que el Sr. Jolly tuvo necesidad de moderar su ardor con una carta del 24 de septiembre de 1689 que le dirigió al seminario de Aleth del que acababa de ser nombrado superior. Las dificultades que surgieron entre los gobiernos de Francia y de Argelia no permitieron al Sr. Jolly dar inmediatamente un sucesor al Sr. Montmasson, nuestro celoso misionero debió resignarse a esperar el momento fijado por la divina Providencia.

En el puesto importante que ocupaba en Aleth justificó plenamente la buena opinión que el superior general de la Misión tenía de su sabiduría y de su prudencia. El obispo de esta ciudad, Mons. Pavillon acababa de morir; por sus austeridades, la integridad de sus costumbres, su celo por la disciplina eclesiástica, había obtenido la reputación de un santo en la opinión de muchas personas de esta diócesis imbuidas  de las doctrinas  jansenistas, aunque hubiera salido de este mundo en situación de revuelta abierta contra Roma y contra sus decisiones. En estas circunstancias, la posición del nuevo superior resultaba  de las más difíciles y de las más críticas. Siempre hijo dócil de la Iglesia no se dejó deslumbrar por restas apariencias de piedad, no vio nunca más que a un ángel caído en el prelado que los partidarios de las nuevas doctrinas comparaban con los obispos más ilustres, a los que exaltaban hasta los cielos y no temían contraviniendo el juicio de la santa Iglesia honrar ya como a un santo que había prestado los servicios  más señalados a su diócesis. Por su sabiduría y el ascendiente que supo  ganarse con sus alumnos, el Sr. Duchesne obtuvo  de ellos la firma pura y simple del famoso Formulaire que el Soberano Pontífice había propuesto al clero de Francia. Fue bastante feliz para convenciendo y llevando a la sumisión a la Santa Sede a varios eclesiásticos más de la diócesis.

Hacía ya doce años  que dirigía con tanta prudencia  y vigilancia como sabiduría el seminario de Aleth cuando por fin partió para Argel, el 14 de julio de 1700.

II. Su aplicación al aprendizaje de idiomas. Servicios prestados a los esclavos.

Se entregó a la edad de cuarenta y ocho años con tanta asiduidad al estudio del italiano y de le español que en pocos meses pudo confesar, catequizar y predicar a los pobres esclavos de estas naciones diferentes. El deseo de ser útil lo más posible le hizo comprender pronto la necesidad de aprender el árabe vulgar tal como se hablaba en Argel y también el árabe gramatical para ponerse al corriente del sistema religioso de los musulmanes tal como se halla consignado en sus libros, y sobre todo en los comentarios del Alcoran. Las relaciones que tenía con la gente del país le sirvieron mucho para el árabe vulgar, y con el tiempo y la paciencia, lo consiguió con facilidad. Las dificultades eran más grandes al hacer algunos progresos en el árabe gramatical; para eso, era indispensable tener relaciones  con un letrado o un imán. La Providencia le preparó esta ocasión tan favorable como podía desear, como sabemos por una de sus cartas.

«Tenemos nuestra capilla, añade, doméstica abierta a todos los que quieren oír la santa misa todos los días, los domingos y las fiestas, mi cohermano el Sr. Laurence hace una instrucción en italiano en la misa; y a veces, sobre todo los días de fiesta,  cantamos la misa. Cando no hay sacerdotes esclavos en las mazmorras, las suplimos; más de una vez me he encargado de servir dos, y en cada una hacía una instrucción en italiano».

III. El Sr. Duchesne, vicario apostólico.

La presencia del Sr.  Duchesne en Argel, fue un gran consuelo para el Sr.  Laurence, el otro Lazarista. Los dos misioneros vivieron constantemente en un perfecto acuerdo y en la más cordial intimidad; El Sr. Duchesne se prestaba de buena gana a todo lo que podía ser agradable  a su cohermano, y éste se encontraba feliz en comunicarle el resultado de su experiencia para la dirección de esta Iglesia.

La muerte de su cohermano sucedió el 11 de marzo de 1705. Ese mismo año la sagrada Congregación de la Propaganda le transmitió las cartas de vicario apostólico, función cuyos deberes desempeño con una fidelidad y una dignidad que justificaron plenamente la elección que se había hecho de él.

Al principio de 1706, el Sr. Duchesne aprovechándose de los socorros que la divina providencia le había enviado con las capturas que los cosarios habían hecho de algunos religiosos, mandó hacer un retiro en todas las mazmorras; los esclavos se mostraron mu asiduos en las predicaciones  y luego se acercaron al tribunal de la penitencia. El vicario apostólico tuvo motivos para sentir mucho consuelo por los frutos  de salvación  conseguidos en estos santos ejercicios.

Al procurar la asistencia espiritual y corporal a los pobres esclavos, el Sr Duchesne no se olvidaba del rescate de los que sabía más expuestos o los más necesarios a sus familias desoladas, era incluso una de sus obras de misericordia favoritas; así en el solo año de 1706 tuvo el consuelo de romper los hierros de diecisiete esclavos, parte con sus ahorros, parte con las limosnas que le habían enviado   (Circulaire de M. Watel, 1707.)

Fue el 26 de mayo de 1708, cuando Baba-Assan después de la toma de Oran, hizo su entrada en Argel llevando consigo a más de dos mil prisioneros. El cónsul inglés solo iluminó tres noches seguidas; esta baja fanfarronada desagradó incluso a los musulmanes.

El celo y la caridad del vicario apostólico se multiplicaron a la llegada de tantos infortunados que se hallaban desprovistos de todo. El cónsul escribía al ministro de Francia a propósito. » El Sr. Duchesne se ocupa mucho de todos los esclavos para mantenerlos en la religión. Están menos expuestos que nunca a cambiarla, no queriendo el dey permitir que se hagan musulmanes. Hay muchos actualmente encadenados por obstinarse. El dey da por razón  que estos renegados no sirven para nada; pero el verdadero motivo es que quiere conseguir por ello un buen rescate del que se vería privado si por los que cambian de religión. Baba-Assan pide 100 000 piastras por cada caballero». Los cuidados espirituales no fueron el único objeto de la tierna solicitud del Sr. Duchesne junto a los esclavos, les buscó ropas y alimentos con el desinterés más loable.

Sus trabajos tan penosos como continuos forzaron al Sr. Duchesne a detenerse por algún tiempo haciendo temer por sus días en el curso del mes de mayo de 1709; sin cohermano a su lado a quien pudiera confiar sus poderes, nombró a un religioso capuchino pro vicario apostólico. Ya antes, sintiendo que disminuían sus fuerzas, había solicitado de sus superiores a un compañero a quien habría establecido  pro vicario en Túnez, de manera que no hubo vacaciones  en la autoridad que la Compañía tenía que ejercer en esta región ; sus deseos se habrían realizado si los Padres Capuchinos no hubieran resuelto las dificultades.

Mientras tanto el Señor tuvo a bien conservar en esta misión a un ministro que contribuía tan poderosamente a hacerle honrar por su prudencia, su piedad, su caridad y su celo tan constante como desinteresado, y el 13 de julio de 1710, él podía decir: «Si este año he estado casi todo el tiempo enfermo sobre todo el mes de mayo último, si incluso me he visto reducido hasta el último momento, yo me siento ahora, gracias a Dios, bastante bien repuesto».

Un religioso trinitario, el P. Comelin, ha escrito la historia de la redención de 1719. Hace en ella el mayor elogio del celo, de la caridad, de la benevolencia y del desinterés  del Sr. Duchesne y de sus predecesores en esta tierra infiel.

«Estrechamente cercados, dice, como están los vicarios apostólicos de peligros en la tierra, en el mar, por parte de los infieles, de los judíos de los herejes y de los falsos hermanos, se sostienen con una constancia maravillosa, y una vida tan ejemplar, un celo tan bien dirigido, que convierten a mucho, sobre todo herejes, y reconcilian  a grandes pecadores  a los que se ve cambiar de vida ; detienen con sus lágrimas y sus exhortaciones  apremiantes a los que ven cerca de renunciar a la fe; inspiran grandes remordimientos a los que lo han hecho, y nadie desde su establecimiento  puede quejarse de no tener lo que es necesario para negociar su salvación. Por eso, Dios los protege de manera singular, él bendice sus trabajos por conversiones considerables y por la confianza perfecta  que todos los cristianos de todas las naciones les demuestran.

Quien ejerce ahora el cargo de vicario apostólico es el Sr. Duchesne quien desde hace quince años trabaja con un celo infatigable desempeñando  de manera que no debe nada a sus predecesores, sino los grandes ejemplo que le han dado, a los cuales añade nuevos ejemplos de caridad con los esclavos, de una gran atención para mantener una perfecta inteligencia con el cónsul, de un gran cuidado  en exhortar a todos los cristianos libres a frecuentar los sacramentos, y por la buena fe que les recomienda en el comercio sobre todo con los infieles, de hacer honor a la religión ; de una gran firmeza en mantener  la disciplina y los cánones contra los excomulgados, de una gran dulzura para traer a los herejes al seno de la Iglesia, es de una asiduidad edificante en visitar a los enfermos, aunque con frecuencia atacados de enfermedades contagiosas en el hospital con el administrador con quien mantiene una unión que hace el consuelo de estos pobres afligidos».

El 1º  de septiembre de 1736, el Sr. Duchene dirigía al ministro de Francia una carta en la que se diría que se queja de no haber trabajado bastante por el servicio del prójimo.

«Ya estoy, escribe, en el año treinta y siete  de mi residencia en Argel, y de mi edad el ochenta y cinco. Hubiera sido de desear que además de las lenguas que me he visto obligado a aprender  por mi ministerio hubiese aprendido también el turco y el árabe. De ésta ya le saco partido, la leo y la escribo, tengo los libros necesarios para aprenderla y he conseguido la hermosa biblia en latín y árabe en tres volúmenes in-folio por medio del Sr. cardenal de Polignac. El cardenal Sacripariti me las había prometido, pero se murió sin habérmelas enviado aún. También había trabajado para aprender la lengua turca, y había copiado extractos de la gramática de Meniski, y de su diccionario».

El ministro de Francia, apreciando las raras cualidades y el celo desinteresado del Sr. Duchesne por los intereses de Francia, le escribió una cara lo más graciosa y en la que se ve la estima singular que profesa a su persona. Esta carta tan aduladora que habría herido la modestia de este venerable misionero no debía serle entregada, fue recibida por el Sr. Faroux, el sucesor del Sr. Duchesne; éste había fallecido algunos días antes.

Reproducimos aquí los detalles sobre la muerte de este santo misionero comunicados en 1738 a toda la Congregación por el Sr. Couty, superior general.

«Desde hace algunos años la edad avanzada del Sr. Duchesne y el agotamiento de sus fuerzas hacían temer este momento bien doloroso para su pequeña familia, para la Compañía y para todos los desdichados que habían sido el objeto constante de solicitud paternal. Él mismo lo adivinaba como inminente, y su pena en estas circunstancias era no ver a nadie por allí en situación de sucederle en los trabajos de su laboriosa misión. El Señor le proporcionó sin embargo el consuelo de ver a uno de sus cohermanos destinado a continuar sus penosas funciones, pero no fue más que por unas semanas. Fatigado al cabo el varios meses, se vio en un desfallecimiento tan grande, el 22 de diciembre de 1736, que aunque hubiera hecho la santa comunión por devoción, el día anterior, creyó no obstante  deber pedir el santo viático. El Sr. Faroux se lo administró con la extrema unción.

«La devoción y la piedad de este respetable anciano, siempre tiernas y sólidas durante su vida, reanimaron en al acercarse la muerte. Perfectamente consciente de sí mismo, ya que ni la ancianidad  ni la enfermedad habían alterado la fuerza o la viveza  de su espíritu ; y semejante a los ancianos patriarcas que se enfrentaban en paz al momento en que iban a cerrar los ojos a la luz de este mundo, para abrirlos a la de la eternidad, pidió que fueran a la iglesia a buscarle un cirio bendecido, y pidió que le recitaran las oraciones de la recomendación del alma, señalando las del principio, y designando las que se habían de suspender hasta el momento de su muerte. Se excusaron no obstante de hacer por el momento estas oraciones al ver la recuperación actual de sus fuerzas; mas por la noche del 23 hacia las ocho creyeron satisfacer su piedad y rendirse a sus insistencias reiteradas. El Sr. Faroux comenzó por presentarle el signo de nuestra redención, el enfermo lo besó varias veces con ternura, y se entregó con fervor a responder a las oraciones que se recitaban.  Cuando se terminaron, le pidieron su bendición, él se la dio recomendando a cada uno hacer siempre bien su deber con Dios y, poco después, se durmió pacíficamente en el Señor.     Mémoirs de la Congrégation de la Mission: Algérie, t. 1, p. 519. Cf. Un missionnaire sedanais (M. Duchesne), par l’abbé Lejay. Charleville, s. d. In-12.

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