LA MISERICORDIA EN SANTA LUISA DE MARILLAC (III)

Mitxel OlabuénagaEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

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  1. LA RAZÓN Y EL CORAZÓN

Desde que Descartes publicó el Discurso del Método en 1637. cuatro años después de fundarse las Hijas de la Caridad, el mundo lleva siglos siendo gobernado por la razón. Ya es hora de que sea dirigido por el corazón y la misericordia. La experiencia dice que todos los grupos de personas, si quieren permanecer unidos y no destruirse, necesitan regirse por los principios de la razón. La razón es una facultad admirable. considerada como la raíz de todo adelan­to. Quien la emplea en bien de la sociedad consigue el bienestar y la paz, pero, si la usa para destruir la convivencia, engendra terro­rismo. Cuando las personas pretenden tener «razón. el corazón se endurece y exige el castigo o la venganza. Tener razón frecuente­mente significa imposición. obstinación o fanatismo. Compadecerse y perdonar no entran en el diccionario de quien piensa que tiene la razón, porque tener razón implica para él ser poseedor de la verdad, y se siente obligado a imponerla en justicia.

En realidad, cabeza y corazón no se oponen, se necesitan. Para una ayuda eficaz a los pobres, los vicencianos necesitan una mente que discierna y organice. Lo demostró santa Luisa. Se puede decir que ella fue el cerebro que uso san Vicente para organizar y llevar a cabo tantas obras caritativas que sin ella no se hubieran iniciado o no hubieran perdurado. Ella compuso los reglamentos para las Hermanas que se ocupaban de los Niños Abandonados, para las Hermanas enviadas a las Provincias, los de la Casa central, el Reglamento de la Residencia de ancianos del Nombre de Jesús, del Hospital General que se pretendía fundar, hasta imponer su menta­lidad sobre la naturaleza de la Compañía de las Hijas de la Caridad, haciendo acertadas observaciones a las Reglas Comunes y que aceptó san Vicente. Lo que debía ser la Compañía lo plasmó en un organigrama mental que giraba alrededor de las relaciones de la Compañía con la Congregación de la Misión y de la función del Superior General de los misioneros paules en la Compañía de las Hijas de la Caridad.

La razón le decía que las Hijas de la Caridad tienen que atender corporal y espiritualmente al hombre total, alma y cuerpo. Usaba la razón para planificar el edificio y la composición de la Casa Madre, razonaba que había que darles a los necesitados los medios necesarios para que fueran ellos mismos quienes se esforzaran por salir de la pobreza, como telares, hilos, lanas, etc. o descubrir dónde comprar más barato y vender a mejor precio. Es la clave del éxito que obtuvo el establecimiento de la Residencia del Nombre de Jesús que tanto admiró a las señoras de las Caridades, hasta el punto de querer repetirlo a mayor escala, fundando un Hospital General diri­gido por ella y sus hijas.

El sacerdote Vicente de Paúl había descubierto los valores de la señorita Le Gras y más que colaboradora la colocó como fundadora en un rango de igualdad. Confía en ella y deposita en sus manos la dirección de la Compañía y la ejecución de muchas obras. En sus cartas son frecuentes frases que lo confirman: «Yo iré a esbozar lo que más tarde podrá acabar usted… Apruebo lo que me dice de erigir la cofradía y de acomodarla a las demás de la diócesis… Usted verá quién puede hacerlo con menor dificultad… Aguardaré a que venga para trabajar sobre este asunto… Le agradezco el parecer que ha querido darme sobre el estado de la Caridad de Beauvais… Piense. lo que hay que hacer y dígame su manera de pensar… ¡Cuánta nece­sidad tenemos de que venga usted para resolver los asuntos!».

Aunque aparezca como una organizadora nata, sería un error catalogarla como una planning-woman. Más bien fue una directora que sabía organizar en la práctica a las personas. Y para relacionarse con los pobres y para convivir en comunidad prefirió el corazón. Si falta el corazón, los pobres pasan desapercibidos y la convivencia resulta un pedregal. Pues la experiencia le decía que la cabeza sola es fría y para servir o convivir se necesita ternura. Las Hermanas se encuentran con miserias, pobrezas. sufrimientos que no compren­den con la razón, pero que atajan con el corazón. Siguiendo a san Vicente de Paul, también santa Luisa estaba convencida de que el amor al pobre tiene que ser ciertamente efectivo, pero también afectivo.

Benito Martínez Betanzos, C.M.

CEME, 2015

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