- LA FUERZA PROFÉTICA DE LA INSTITUCIÓN DE LAS HIJAS DE LA CARIDAD
- San Vicente tenía una conciencia cierta y plena de la novedad constituida por las Hijas de la Caridad, cual lo muestran los textos citados y muchos otros. Era además consciente de la novedad revolucionaria del texto de la que hemos llamada su Carta Magna, precisamente en virtud de la novedad constituida por la Compañía misma. Conscientemente, con la Carta Magna, y sobre todo con el hecho concreto de las Hijas de la Caridad, Vicente desafió la vida consagrada de su tiempo, la mentalidad eclesial y la mentalidad misma del mundo. Consiguió abrir brecha.
Sin que obste su apelación continua a la acción de Dios, era demasiado inteligente, y estaba asimismo culturalmente preparado, como para no apercibirse de que lo que estaba naciendo constituía una ruptura con el pasado y abría prospectivas nuevas. De ahí su extremada prudencia, el tomarse tiempo ante las decisiones que su fiel colaboradora, Luisa de Marillac, hubiera deseado algo más prontas. De ahí su insistencia en los elementos característicos de la nueva forma de vida y en su extraordinaria belleza.
- En el pasado, con su ser y su actuar, las Hijas de la Caridad provocaron y desafiaron la vida religiosa, la mentalidad eclesial y aun la misma del mundo. Sus orígenes y posterior desarrollo pueden constituir hoy una provocación y un desafío para sí mismas y para toda la Iglesia.
Desafío en dejar hacer a Dios, en dejar que sea Él quien indique las metas que alcanzar y el camino que recorrer: sin estar a merced de la prisa, pero sin demorarse mucho; actuando en el respeto de las normas, pero sin pretender un inmediato reconocimiento oficial. Ello supone gran capacidad de discernimiento.
Desafío en la relativización de esquemas, estructuras, métodos consolidados, para emprender, con confianza y valor, nuevos caminos. Vicente y Luisa supieron osar, supieron arriesgar, confiados en Dios, anticipándose a los tiempos, ocupando siempre el centro de su atención los pobres, en los que veían un icono de Jesucristo.
Desafío en privilegiar el ir y venir. No un ir y venir cualquiera, al azar, a capricho, según el impulso del momento, según los propios gustos. No girar en el vacío, sino aquel ir y venir que dicta el estar uno poseído, como Vicente y Luisa, por la caridad-agape que es Dios, aquella caridad inventiva que es superior a todas las reglas y a la que todas las reglas deben hacer referencia
Desafío en estar de parte de los pobres y con los pobres, con las debidas habilidades naturales y competencias profesionales, pero sobre todo con la atención del corazón, de la que habla Benedicto XVI en la encíclica Deus Caritas est; con la humanización de la técnica, otrora señalada por la Madre Suzanne Guillemin.
Desafío de ir a los pobres, estar con ellos, vivir en medio de ellos, con un estilo de vida sencillo y sobrio, cercano a los pobres, dejándose evangelizar por ellos.
Desafío en confiarse, no a las estructuras, a las exterioridades, sino a la solidez y robustez interior que brota de ser conformes a Jesucristo, bajo la acción del Espíritu Santo. Lo que cuenta es tender a la perfección, a la santidad de vida. Ni aun hoy puede insistirse en otra cosa que en la construcción del «hombre interior», a la cual precisa dedicar tiempo, recorriendo caminos y empleando estrategias para cultivar la vida espiritual, en una relación personal y comunitaria profunda con el Señor.
A esta profunda relación con Jesús, el Señor, invita a toda la Iglesia Benedicto XVI con la proclamación del año de la fe. Sólo de ésta puede partir la nueva evangelización. Sólo de ella podrá brotar un testimonio intensificado de la caridad, que capte las mociones de la caridad-ágape de Dios, «inventiva hasta lo infinito».