4.1 Votos: la expresión de una consagración para la misión
En el tiempo del fundador el tema de los votos fue tierra fértil para múltiples preocupaciones. Obligó a reflexión, oración y, en ciertas situaciones. a tomar medidas más extremas como el alejamiento de los miembros que se resistían al proyecto por él presentado y apoyado por la mayoría. Los votos, como expresión de la consagración a Dios para la misión, son estructuradores de nuestra identidad como congregación. Ellos son la espina dorsal de una estructura ósea que son las reglas y constituciones. Emilio Cid en un estudio previo a las actuales constituciones afirma que los Consejos Evangélicos y los votos son una «materia muy importante v complicada». Disertando sobre el tema, en finales de la década de 60. el padre A. Dodin pone el acento en dos cuestiones que considera las fundamentales: «¿Cuál es la naturaleza del vínculo que une a los miembros de la Congregación? ¿Es solo una promesa? Si es un voto ¿cuál es la naturaleza de este voto?». Pérez Flores. por su lado, los analiza sabiamente desde la perspectiva teológico-espiritual y la jurídico-canónica. El autor recuerda que en la actualidad, el Código de Derecho Canónico, sitúa la Congregación de la Misión en las denominadas Sociedades de Vida Apostólica. Ellas se asemejan a los Institutos de Vida Consagrada y su principal finalidad es apostólica. Han nacido simplemente de la voluntad de Dios Padre, bajo la inspiración del Espíritu Santo para dar continuidad a la misión del Hijo. Semejanza. subraya el autor, no significa identidad. Más aún: la no pertenencia a los Institutos de Vida Consagrada no significa que el misionero no sea un consagrado. A la preguntar si puede considerarse como consagrado al misionero paúl, la respuesta es categórica: si porque en la Iglesia hay expresiones de vida consagrada que no siendo reconocidas canónicamente como Institutos de Vida Consagrada lo son en la práctica: «los misioneros teológicamente son personas consagradas, aunque canónicamente, no se los considere como tales», concluye el P. Pérez Flores.
4.2 Más allá de las normas
La asamblea de 1969 se debruzó sobre el tema de la ambigüedad de ciertos presupuestos de la Congregación cuando uno de los asambleístas puso en evidencia unas contradicciones del fundador: por una parte, Vicente dijo que la Congregación no era una religión, pero, por otra, introdujo en las Reglas Comunes prácticas conventuales, como el capítulo de faltas, el silencio en el refectorio, el rezo del oficio común, etc. Más aún: san Vicente fue consciente de la posible ambigüedad. En la carta que escribió al P. Rivet, el 28 de julio de 165835, le advierte que no convenía hablar de votos sino de virtudes, dado que las «personas del mundo podrían tomarlos como votos religiosos y a pesar de que son simples y dispensables, y tenernos por religiosos. a pesar de que no lo somos». ¿Podremos considerar esta opción fundamental iniciada por Vicente y continuada por tantos hombres como un camino ambiguo? ¿O sería antes un camino novedoso que tenía en cuenta las reales necesidades de la Iglesia de su tiempo y, por eso, ha suscitado la «invención atrevida»? Parafraseando el Evangelio, pienso que se pude decir que los nuevos problemas no pueden ser solucionados con viejos remiendos: para el vino nuevo hacen falta los odres nuevos. Por lo tanto, Vicente –inauguro una nueva forma de consagración con el lenguaje de su época que sigue siendo, en su contenido fundamental, aceptado actual reconocido por la Iglesia. Por otra parte, me parece importante recordar que cuando nos obsesionemos en definir jurídicamente una realidad que es llamada a ser manifestación del Espíritu de Dios para el mundo, las palabras, las expresiones y los raciocinios son siempre insuficientes e imperfectos. Las reglas ofrecen, a semejanza de un mapa, las pistas de orientación y demás líneas para ayudar al viajante en su jornada. El misionero Paúl es llamado a orientarse por estas líneas las cuales, según creemos, son también inspiradas por Dios. Gracias a ellas es posible actualizar en cada tiempo y lugar la Regla de la Misión, Jesucristo. La identificación con este modelo es el cumplimento del espíritu de todas las reglas. incluyendo las que, por fragilidad humana, no se cumplen. A modo de conclusión, señalamos tres dimensiones que juzgarnos caracterizar la consagración vicenciana misionera:
Nélio Pita Pereira, cm
CEME 2005