- CONSAGRACIÓN MISIONARIA DE LA NUEVA CONGREGACIÓN
Nuestra comunidad de consagrados que hoy calificamos con el nombre de misioneros Paúles y/o vicentinos es constituida por un conjunto de hombres que asumen una forma de vida peculiar dentro de la peculiaridad que es la consagración en general. Como hemos visto, esta especificidad ha sido suscitada en la Iglesia V en el mundo por el Espíritu Santo a través de san Vicente. Toda la comunidad es heredera del patrimonio espiritual de su fundador y de él ha recibido un legado que conserva y actualiza como forma de mantener su identidad propia. A. Dodin señala muy adecuadamente que una determinada forma de vida consagrada debe su existencia al impulso creativo de su fundador y el cuerpo institucional lleva consigo las mismas inquietudes, los mismos anhelos que lo han motivado. Para mejor comprensión de los datos de la actualidad —¿Qué es eso de consagración vicenciana de los misioneros paúles?— intentemos sucintamente recordar algunas líneas con que se ha hecho la historia de Congregación de la Misión y que aún definen nuestra fisonomía. La evocación de algunas fechas y de ciertos documentos nos dan la posibilidad de acompañar el paso de una consagración personal, la del fundador, para la de un grupo, la congregación de la Misión.
3.1 De una pía asociación a la Congregación de la Misión
El contrato de fundación de la piadosa asociación firmado en 1625 por Vicente y los Gondi contiene las preocupaciones pastorales del fundador, las mismas que, salvo ligeras variaciones, se mantienen constantes y serán asumidas por los eclesiásticos que se agregarán a dicha asociación. El objetivo general es poner remedio al abandono espiritual del pobre pueblo del campo. La asociación debía estar formada por eclesiásticos de reconocida doctrina, piedad y capacidad, que renunciaban a las comodidades de las ciudades como a todos los beneficios, cargos y dignidades de la Iglesia para, con el beneplácito de los prelados, dedicarse por entero y exclusivamente a la salvación del pobre pueblo, «yendo de aldea en aldea a sus propias expensas, predicando, instruyendo, exhortando y catequizando a esas pobres gentes y moviéndolas a hacer una buena confesión general de toda su vida pasada». El citado texto ya contiene el tema que será el «guión principal» del proyecto de la compañía, lo mismo que ha sido de la consagración del santo. Los verbos «predicar. instruir, exhortar, catequizar» asociados a la promoción de la confesión general de los pobres aldeanos que «se condenan por no conocer las cosas necesarias para la salvación y confesarse» son, en sí mismos, una explicitación de la misión que define la consagración de los misioneros. Es significativo que los mismos verbos se evidencian en el acta de reconocimiento del arzobispo de Paris en 1626″. Dos años después, en junio de 1628, cuando Vicente escribe al Papa Urbano solicitando la aprobación de dicha asociación, los verbos reaparecen. Los eclesiásticos pertenecientes a la nueva sociedad son presentados como Sacerdotes de la Misión o Misioneros por su consagración total, bajo la dirección de Vicente de Paúl, a la salvación de las gentes del campo. Ellos están comprometidos en recorrer las aldeas, «predicando, exhortando, enseñando en público y en privado los misterios de la fe necesarios para la salvación que la mayoría ignoran por completo, disponiendo a los fieles a hacer una confesión general de toda su vida».
En el lento proceso de aprobación pontificia, la indefinición jurídica inicial da paso a la formación de una nueva realidad, canónicamente situada bajo el título de Congregación de la Misión. Ella se llamará «de la Misión» porque tuvo como finalidad originaria la evangelización de los pobres por medio de las misiones. Como ha subrayado I. Zedde. «la predicación de las misiones es la forma fundamental y predilecta de la asistencia a los pobres». Esta ha sido y sigue siendo su forma de consagración en la Iglesia. Eso nos recuerda el fundador. en 29 de octubre de 1638. algunos años después de la aprobación pontificia de la compañía. cuando en una de sus habituales sesiones de formación sobre la perseverancia en la vocación. comenta que ha sido Dios quien ha tenido la iniciativa de suscitar la Congregación: «Es Dios es el que nos ha llamado y el que desde toda la eternidad nos ha destinado para ser misioneros». Hay una clara consciencia de elección divina, de consagración para la misión y por eso, nada más que la Misión es la razón de ser de su existencia. A semejanza del profeta Jeremías, él insistía que el nacimiento de la Congregación de la Misión había sido querido por Dios desde el «vientre materno». Los misioneros han sido escogidos y consagrados para «perpetuar» y «actualizar» los gestos misericordiosos del Señor para con los más frágiles y débiles. Había otras comunidades misioneras, pero la novedad de la Congregación de la Misión se destacaba por su semejanza con el grupo de Jesús y los apóstoles: El sacerdote en la congregación es un nuevo apóstol que, desprendido de los vínculos del mundo, se consagra por entero al anuncio de Reino’. Por eso decía a sus misioneros que Dios había esperado mil seiscientos años para crear una comunidad que hiciera lo mismo que Cristo, ir de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia a los pobres. Una e otra vez repite la misma idea: «En esta vocación vivimos de modo muy conforme a nuestro Señor Jesucristo que, al parecer, cuando vino a este mundo, escogió corno principal tarea la de asistir y cuidar a los pobres. Misa me evangelizare pauperibus (…). ¿No nos sentiremos felices nosotros por estar en la Misión con el mismo fin que comprometió a Dios a hacerse hombre? Y si se le preguntase a un misionero, ¿no sería para él un gran honor decir como nuestro Señor: Misit me evangelizare pauperibus? Yo estoy aquí para catequizar, instruir, confesar, asistir a los pobres. Y ¿qué es lo que supone esta forma de vivir como nuestro Señor, más que nuestra predestinación?».
Nélio Pita Pereira, cm
CEME 2005