LA CONSAGRACIÓN VICENCIANA EN LAS HIJAS DE LA CARIDAD (I)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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INTRODUCCIÓN

Antes de comenzar a tratar el tema, permítanme una aclaración para disipar posibles dudas o malos entendidos ante la manera de enfocar los dos temas que se me han asignado en esta Semana de Estudios Vicencianos.

Al ver el temario a desarrollar durante la Semana es fácil concluir que ha sido inspirado por la Carta del Papa Francisco convocando el «Año de la Vida Consagrada» (21-11-2014). Esa Carta es un modelo de equilibrio entre innovación y fidelidad. Innovación: Cuando dice que la vida consagrada tiene que alige­rar las estructuras que estén restando disponibilidad y movilidad para la evangelización, asumir los retos y desafíos que la sociedad actual lanza a la vida consagrada (cf. Carta II, 4) y recuperar la dimensión protética que debe caracterizarla (Carta II, 2). Y fideli­dad: Cuando afirma reiteradamente no abandonar la herencia reci­bida, sino conectar con la chispa inspiradora de los Fundadores y hacer memoria de los orígenes para mantener viva la identidad (cf. Carta I, 1).

Los temas que se me han confiado apuntan precisamente a dos elementos de la identidad de la Compañía. La manera de tratarlos va a consistir en una vuelta a las fuentes, a los orígenes, para redes­cubrir o recordar el significado de dos rasgos esenciales de la identidad de las Hijas de la Caridad: el sentido de su «consagración (tema de hoy), y su carácter secular (tema del jueves por la tarde). La manera de tratarlos remontándome a los orígenes no es por arqueología, ni por añoranzas del pasado. Las Hijas de la Caridad no deberían caer en la tentación de la autocomplacencia, ni vivir replegadas sobre sí mismas, ni obsesionadas por la diferenciación. «Nadie construye el futuro aislándose, advierte el Papa Francisco (cf. Carta II, 3). Los misioneros Paules y las Hijas de la Caridad estancos llamados a continuar la misión de Cristo evangelizador y servidor de los pobres, inspirados e impulsados por el carisma de nuestros fundadores. Y, al mismo tiempo, preguntándonos qué nos pide hoy Dios y la humanidad (cf. Carta II, 5). Abiertos al cambio, sin duda; al mismo tiempo que fieles a nuestro origen e identidad, sin lo cual no sería posible una auténtica renovación. En la exposi­ción de los temas que me han asignado me centro, sobre todo, en la identidad original.

El telón de fondo, o el marco en el que se encuadra esta prime­ra conferencia, me lo proporcionan estas palabras que san Vicente dirigió a las primeras Hermanas, diez años después de la fundación de la Compañía: «Hijas mías, si sois fieles en la práctica de esta forma de vivir; seréis todas buenas cristianas. No os diría tanto si os dijese que seriáis buenas religiosas. ¿Por qué se han hecho reli­giosos y religiosas sino para ser buenos cristianos y buenas cristia­nas? Sí, hijas mías, poned mucho empeño en haceros buenas cris­tianas» (SVP, IX, 132)

Según este texto de san Vicente, el modo de seguir a Cristo en la Compañía no pretende otra cosa que hacer de las Hijas de la Caridad unas buenas cristianas. Ahora bien; somos cristianos por la fe y el bautismo. Ser buenas cristianas equivale a vivir plenamente lo que significa el bautismo. En coherencia con esto, las Constituciones de la Compañía, al presentar la vocación de las Hijas de la Caridad, dicen: «Las Hijas de la Caridad, en fidelidad a su bautismo y en respuesta a una llamada de Dios, se entregan por entero en comunidad al servicio de Cristo en los pobres, sus hermanos y hermanas, con un espíritu evangélico de humildad sencillez y caridad» (C. 7a). Son, pues, buenas cristianas siendo fieles al bautismo. Y su manera de ser fieles al bautismo es entregándose por entero y en comunidad al servicio de Cristo en los Pobres, con un espíritu evangélico de humildad, sencillez y caridad.

Este modo de seguir a Cristo es respuesta a un llamamiento divino, es decir, a la vocación particular. Esta vocación particular es la manera como las Hijas de la Caridad viven la común vocación bautismal. Por eso, cuando asumen los votos por primera vez, y cuando los renuevan cada año, para confirmar su entrega total a Dios, dicen en la fórmula: «renuevo las promesas del bautismo». Y ello porque, tanto la entrega total a Dios que hacen al entrar en la Compañía, como al confirmar esa entrega por los votos, no buscan otra cosa que ser buenas cristianas, y esto se consigue siendo fieles al bautismo y a las promesas que hicieron al recibir ese sacramento.

Esta introducción me da pie para desarrollar en esta conferen­cia los siguientes puntos:

  1. La Consagración bautismal ¿En qué consiste? ¿Qué implica?
  2. En la vida religiosa se da «una nueva y especial consagración» ¿En qué consiste la consagración de la vida religiosa?
  3. Las Hijas de la Caridad no son religiosas, ni se consagran corno las religiosas. ¿En qué consiste la «consagración» de las Hijas de la Caridad?
  4. ¿Qué significan los votos en dicha la consagración?
  5. Algunas consecuencias y prioridades para las Hijas de la Caridad hoy, a partir de su «entrega por entero a Dios» (consagración) y de los votos de la Compañía.

Estos serán los puntos a tratar en mi intervención.

Fernando Quintano, cm

CEME, 2015

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