Isabel Ana Bayley Seton. Mujer de misión (IV)

Francisco Javier Fernández ChentoIsabel Ana Bayley SetonLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Betty Ann McNeil, H.C. · Año publicación original: 2000 · Fuente: Ecos 2000.
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Dirección de la Comunidad

Madre Rosa Withe. El Padre David había dirigido a esta viuda, Dª Rosa Withe, antes de que se uniera a Madre Seton en Baltimore (1808). Sucediendo a Isabel Seton fue la segunda Madre (General) de las Hermanas de la Caridad de San José, durante dos mandatos. En el primer mandato como Superiora (1821-1827), Madre Rosa trabajó en estrecha colaboración con el Padre Dubois para continuar la misión emprendida por Madre Seton y construir su futuro.

Durante su segundo mandato (1833-1839), Madre Rosa trabajó con el P. Hic­key. No existen documentos que atestigüen que Madre Rosa o la Hermana que le sucedió como Madre General, Madre Mary Augustine, hubiera tenido conocimiento de la visita canónica que el P. José Carriére, S.S., hizo en 1829 a los Sulpicianos de los Estados Unidos ordenándoles que volvieran al carisma original: la formación en los Seminarios’. Esto significaba que debían retirarse de cualquier otro minis­terio. Al año siguiente, el P. Flaget que, a pesar de su implicación junto a las Hermanas de la Caridad, no ejerció nunca una función de autoridad sobre la co­munidad, contactó sin embargo con la Superiora General de las Hijas de la Caridad de París, para pedirle la incorporación de la comunidad de Emmitsburgo a la de Francia. La respuesta de la Casa Madre fue negativa, alegando que las Hermanas americanas no habían hecho el Seminario en París. Sin embargo las minutas del Consejo de Emmitsburgo no hacen mención alguna de esas proposiciones con miras unir la comunidad americana a la de Francia.

Tampoco existen documentos del Consejo de Emmitsburgo relativos a la petición de Mons. Samuel Eccleston (1801-1851), Arzobispo de Baltimore (1834-1851), al P. John Timon, c.m., (1797-1867), Visitador Vicentino nuevamente nombrado en Améri­ca, de animar a los Superiores lazaristas de Francia a que llevaran a cabo esa unión. Sin embargo, después de que el P. Timon fue nombrado Visitador de la Provincia de los Estados Unidos para la Congregación de la Misión, los Padres Eccleston y Deluol examinaron los medios a poner en práctica para transferir la administración de «Mon­te Santa María» y la dirección de las Hermanas de la Caridad a la Congregación de la Misión. En este asunto tampoco hay pruebas de que las Hermanas de la Caridad hubieran tomado parte alguna en las deliberaciones.

Madre Mary Augustine. Madre Mary Augustine Decount, (1786-1870), música de talento de Filadelfia, fue la tercera Madre General de las Hermanas de la Caridad de San José (1827-1833). Ante la petición recibida de enviar Hermanas para la atención a los enfermos, Madre Mary Augustine y su Consejo, llenos de celo apostólico, enviaron en 1828 a cuatro Hermanas para una misión audaz en San Luis donde abrieron el primer hospital católico de los Estados Unidos.

En respuesta a la necesidad urgente de ocuparse de los niños afectados por las epidemias a lo largo de la costa Este, Madre Augustine y su Consejo dieron su conformidad para que algunas Hermanas pudieran ocuparse de los jóvenes en Nueva York; se trataba de una medida provisional, pero en 1845 la cuestión del servicio a muchachos se hizo de toda urgencia. No existe ningún documento que pruebe que Madre Augustine y su Consejo supieron que el Padre Deluol había escrito al Superior General de los Sulpicianos explicando que «buscaba desde hacía mucho tiempo una ocasión favorable para liberarse de la pesada carga [de la dirección de las Hermanas de la Caridad], pero… mi tiempo y mi energía no lo han permitido… Lo abandono todo a la Providencia».

Madre Mary Xavier. Madre Mary Xavier Clark (1790-1855), cuarta Madre Gene­ral de las Hermanas de la Caridad de San José (1839-1845), mujer brillante y compasiva, nacida en Santo Domingo, había conocido el exilio y la muerte de su marido y de su hijo. Había formado parte del Consejo en cada uno de los gobiernos que se sucedieron desde el de Madre Seton. En el momento de su elección, José Rosati, c.m., (1789-1843), obispo de San Luis, apoyó la unión que había sido propuesta, pero reconoció: «Yo no he recibido ningún poder de nuestras Hermanas de la Caridad americanas, ni del Arzobispo, para tomar medidas en este asunto; solamente he tanteado las disposiciones de los Superiores de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, a los que he encontrado muy favorables.

Tampoco existe ningún documento que atestigüe que Madre Xavier y su Con­sejo supieran que, en 1842, el P. Eccleston había ofrecido también la administra­ción del Monte Santa María y la Dirección de las Hermanas de la Caridad al P. Timon, pero después de la decisión del Consejo General de la Congregación de la Misión, retiró su oferta. El Consejo de Emmitsburgo probablemente no estuvo tampoco al corriente de que al año siguiente el Sr. Obispo de Bardstown (Mons. Flaget) había dirigido de nuevo una petición al P. Etienne, en favor de la unión. En su carta al P. Etienne, Mons. Flaget contaba la historia de la fundación de las Hermanas de la Caridad y el proyecto inicial de los Sulpicianos de implantar Hijas de la Caridad francesas en los Estados Unidos.

En 1845, el P. Luis de Courson, S.S., nuevamente elegido Superior General de los Sulpicianos, tomó inmediatamente medidas para regularizar la situación apostóli­ca de su Sociedad y ordenó a los Sulpicianos que no se dedicaran más que a su misión de formación del Clero. Esto llevó a retomar los contactos con la Congrega­ción de la Misión de París en favor de las Hermanas de la Caridad de San José. El P. Deluol pidió a su Superior General que hablara con el P. Etienne y solicitara la unión de las Hermanas americanas con las de París. La respuesta no fue muy alentadora.

Madre Etienne Hall. Mediante una elección «contestada», Sor Mary Etienne Hall (1829-1872) fue la quinta Superiora General de las Hermanas de la Caridad de San José (1845-1850) y después su primera Visitadora (1850-1855). Nos podemos preguntar si Madre Etienne tuvo conocimiento de la visita canónica del P. Carriére a los Sulpicianos de los Estados Unidos o de la nueva orden de 1845 exigiendo que los Sulpicianos se deshicieran de todo ministerio no directamente unido a la forma­ción y a la educación de los candidatos al sacerdocio. No hay ninguna prueba en las minutas del Consejo ni en la petición oficial de los Sulpicianos, en 1846, para que los Lazaristas se hicieran responsables de la dirección espiritual de la comu­nidad de Emmitsburgo.

Cuando el P. John J. Chanche, S.S., (1795-1852), Obispo de Natchez, vino a Europa en 1848, recibió el mandato de los Sulpicianos de que hiciera avanzar el asunto relativo a las Hermanas de la Caridad. El P. Chanche entregó personalmente al P. Juan Bautista Etienne, c.m., (1801-1874; Superior General de 1843 a 1874) una petición firmada por el Sr. Arzobispo de Baltimore, el P. Deluol, el P. Chanche y Madre Etienne Hall, pidiendo la unión entre la Comunidad de Emmitsburgo y las Hijas de la Caridad de París. El Consejo General de la Congregación de la Misión deliberó sobre esta petición el 11 de diciembre y el Consejo General de las Hijas de la Caridad el 13 de diciembre. Después de la conversación que tuvo en «Monte Hope», en Bal­timore, con el P. Mariano Maller, c.m., (1817-1892), Visitador de la Provincia de los Estados Unidos (1846-1850), el P. Deluol escribió en su Diario: «Se ha decidido que, bajo reserva de la aprobación por la más alta autoridad, la Comunidad de las Herma­nas de la Caridad se una a la de Francia para garantizar la asistencia de los Lazaris­tas y la perennidad de la Comunidad. La víspera, el P. Deluol había pasado la jor­nada con sus amigos sulpicianos, entre los cuales se encontraban el Arzobispo Mons. Eccleston y Mons. Chanche, para distenderse, charlar y, sin duda, examinar con detalle su proyecto para las Hermanas de la Caridad.

En una carta al P. de Courson, S.S., Superior General, el P. Etienne-Michel Fai­non, S.S., hizo un informe oficial de su visita a los Sulpicianos de Baltimore, explican­do que se había enterado confidencialmente de que el P. Deluol había manipulado la elección de las Hermanas de la Caridad en 1845, de manera que Sor Etienne fuera elegida Madre General en lugar de Madre Mary Xavier Clark. Su carta dice también:

«Hemos hablado de la unión con Francia (al Arzobispo Mons. Eccleston). Él desea que los Lazaristas sean responsables de la dirección de su vida espiritual, pero no le parece urgente que las Hermanas se unan a la Comunidad de París. El P. Maller, de quien le hablé en mi última carta, viene a Emmitsburgo para estudiar la unión. Piensa que ello no debería plantear grandes problemas a las Hermanas ya que están llenas del espíritu de su estado y la desean sinceramente».

Curiosamente, las minutas del Consejo de Emmitsburgo bajo la dirección de Madre Etienne Hall (1845-1849) no hacen mención de este tema. Cuando Madre Etienne Hall escribió al P. Etienne para pedir oficialmente que las Hermanas de la Caridad americanas fueran unidas a las Hijas de la Caridad francesas, precisó claramente que la unión que se solicitaba era «el deseo del amable y venerable Superior (el P. Deluol) que, durante tantos años, ha trabajado por el bien de nuestra Comunidad y que continúa haciendo todos los esfuerzos posibles para llevar a cabo esta unión tan importante y tan necesaria para nosotras».

Gestión de la Misión

Después de la Revolución francesa, la Sociedad de San Sulpicio recibió la orden de volver a su carisma fundador: la formación en los Seminarios. Al clarificar su misión, la Sociedad revivificada en Francia eliminó por sí misma los ministerios anexos que habían sido temporalmente tolerados por el P. Emery debido a «cir­cunstancias inhabituales» 18. Además, en el resto del mundo, esto significaba igual­mente: renunciar a todos los demás ministerios asumidos temporalmente por los Sulpicianos durante la crisis ocasionada por la Revolución francesa, entre ellos el de la dirección de las religiosas de los Estados Unidos.

Bajo la dirección del Padre Deluol, esta toma de posición tuvo profundas con­secuencias para la misión y los servicios de las Hermanas de la Caridad de San José de los Estados Unidos. El P. Francis Lhomme, S.S., (1794-1860; Superior de los Sulpicianos en América de 1850 a 1860) y el P. Deluol trabajaron unidos para responder a las cuestiones cruciales que ellas suscitaron, tratando de tener en cuenta los elementos contradictorios que provenían de su misión:

  • Obediencia al Superior de los Sulpicianos de Francia en lo referente a los ministerios anexos.
  • Mantenimiento de la integridad de las Hermanas de la Caridad amenazadas de desaparecer.

El P. Deluol escribió su petición al P. Etienne, un poco más tarde en la misma sema­na, explicándole que, desde hacía años, había deseado la unión de las Hermanas de la Caridad de San José con las Hijas de la Caridad y citaba alguno de los medios que había empleado para llegar a ello. El Consejo General de las Hijas de la Caridad examinó la petición el 18 de julio de 1849 y el Consejo General de la Congregación de la Misión el 13 de agosto de 1849. El P. Deluol y Madre Etienne debieron de preguntarse si la transición iba a efectuarse suavemente o no. ¿Cuáles serían los senti­mientos de las Hermanas? ¿Qué pensarían? ¿Cuáles serían sus reacciones? El P. Deluol hace alusión en su Diario al clima que reinaba en la Comunidad: «El P. Maller va a Emmitsburgo y constata cierta resistencia a su autoridad».

Al final del verano de 1849, el P. Etienne notificó a Madre Etienne Hall que «la petición había sido recibida favorablemente» y le anunció que el P. Maller iba a hacer una visita canónica a este respecto a la comunidad y que él le transmitiría directamente sus conclusiones. El P. Maller dio un informe favorable y el asunto de la unión avanzó. El Primer Libro de los Consejos hace referencia por primera vez a la unión con Francia en el artículo 324:

«Hoy, la Renovación de los Votos ha tenido lugar en esta casa, y espera­mos, más generalmente en los Estados Unidos… Las Hermanas han em­pleado la fórmula que dicen cada año las Hijas de la Caridad en todo el mundo y han hecho voto de obediencia al Venerable Superior General de la Congregación de la Misión, por el hecho mismo han realizado la unión con las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, proyectada algún tiempo antes, y aprobada por el Arzobispo de Baltimore, por el Protector de las Constituciones y por el entonces Superior General de las Hermanas».

A excepción de 7 Hermanas de Cincinnati, la mayoría de las 320 Hermanas de la Comunidad de Emmitsburgo pronunciaron los Votos según la fórmula francesa. La postura de las que rehusaron hacerlo se debió a la influencia de una autoridad extra­ña a la Comunidad. Estas Hermanas se habían unido a una Comunidad americana y pensaban que la unión iba contra la intención de Madre Seton. Dejaron la Comuni­dad, dirigidas por Madre Margaret George, y dos años más tarde formaron una comu­nidad diocesana independiente: las Hermanas de la Caridad de Cincinnati.

En el momento de la unión, había 40 Hermanas jóvenes que aún no habían pronunciado los Votos por primera vez. Las Hermanas servían en más de 30 casas, donde estaban dedicadas a la educación, al servicio de los enfermos, de los huér­fanos y de las familias pobres. Desde la fundación en 1809, unas 1.110 candidatas entraron en las Hermanas de la Caridad antes del 25 de marzo de 1850 y 737 (67%) habían perseverado.

Cuatro Hermanas fueron a París el 15 de mayo de 1850 para ser iniciadas en las costumbres de la comunidad francesa en la Casa Madre: Sor MI Luisa Caulfield, Sor Valentina Latouraudais, Sor Vincentia Reppelier y Sor Ana de Sales Farren. En la primavera siguiente, Madre Etienne Hall, primera Visitadora, y Sor Ana Simeon Norris (que más tarde habría de ser la tercera Visitadora, de 1859 a 1866) viajaron a Francia también para aprender en la Casa Madre las costumbres de la Comunidad francesa.

El P. Etienne, mediante una circular, erigió oficialmente la Provincia de los Estados Unidos y nombró a Madre Mary Etienne Hall Visitadora, el 1 de Noviembre de 1850. En esta carta, el P. Etienne rendía homenaje al papel desempeñado por los Sulpicianos en la fundación y dirección de la comunidad y exhortaba a las Hermanas americanas a la uniformidad. Más tarde, el Consejo tomó medidas legales para modificar el estatuto jurídico de la comunidad tanto con relación a los Superiores Sulpicianos como al Arzobispo de Baltimore. En los dos años que siguieron, las Hijas de la Caridad americanas comenzaron, poco a poco, a llevar el hábito gris azulado y la corneta blanca.

Servicio en crisis

Al mismo tiempo que los Sulpicianos se esforzaban por unir la Comunidad de Emmitsburgo a la de París, un «verdadero terremoto» se produjo en Nueva York, fomentado por la decisión del Consejo de Emmitsburgo de suprimir el servicio a los muchachos a las Hermanas de la Caridad. Desde el comienzo de ese servicio provisional, quince años antes, habían surgido muchos problemas. Madre Seton y el P. Dubois habían modificado el Reglamento para centrar el servicio de las Her­manas en la educación de las niñas, mientras que la Regla francesa no hacía esta distinción entre niños y niñas. La autorización para atender a los muchachos se había dado sólo en respuesta a una necesidad urgente, en una época en que las epidemias dejaban a muchos niños huérfanos.

El P. Deluol escribió a los Obispos de las diócesis donde estaban las Hermanas de la Caridad al servicio de los chicos, para informarles de la decisión del Conse­jo. Todos respondieron que aceptaban con disgusto, excepto Mons. John Hughes, Obispo de Nueva York, (1797-1864), quien contestó con vehemencia esta decisión de los Superiores de Emmitsburgo así como otras cuestiones de gobierno. De ello resultó que 30 Hermanas de Emmitsburgo dejaron la Comunidad para establecer una comunidad diocesana independiente en Nueva York, en 1846: las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, bajo la dirección de Madre Isabel Boyle (1788-1861) 28. El P. Deluol quedó profundamente afectado por la pérdida de estas Hermanas y se dio cuenta de que este incidente podía crear precedentes.

El conflicto con el Obispo de Nueva York se convirtió en el catalizador que llevó al P. Deluol a intensificar las negociaciones con los Superiores Lazaristas de Francia, con miras a elaborar rápidamente una unión entre ellos y las Hermanas de la Caridad americanas. El P. Deluol creía que la comunidad de Emmitsburgo iba a tener que afrontar, en el futuro, un doble peligro debido a la vocación de los Sulpicianos y a la separación de la comunidad de Nueva York. El lugar central en el discernimiento de los Sulpicianos lo ocupaba esta cuestión espinosa: ¿Qué medidas tomar para preser­var a las Hermanas de la Caridad de San José? ¿Cómo podían salvaguardar los Sulpicianos la integridad de la misión y del carisma fundador de Vicente de Paúl y Luisa de Marillac por lo que a dicha comunidad se refiere?»

Relectura

El impacto de la unión de las Hermanas de la Caridad ocasionó protestas de parte de algunos de los primeros compañeros de ruta de Madre Seton, incluido su hijo William. Se dice que éste declaró categóricamente a su hijo Robert que no había sido tal el proyecto de su madre. Varias Hermanas se expresaron con con­vicción, diciendo que la unión era contraria a su deseo, entre ellas Madre Margaret George de Cincinnati, quien dijo que: «Madre Seton era resueltamente opuesta a tal unión y que frecuentemente se había expresado en ese sentido». Con el mismo estilo, Madre Isabel Boyle (1788-1861), de Nueva York, escribió a Madre María de la Encarnación de Montreal, anteriormente Sor Cecilia O’Conway de Emmitsburgo, que se fue ursulina en 1823: «Se ha dicho que nuestra querida Madre Seton había deseado siempre estar unida a Francia, yo no lo creo».

Esas dos mujeres quizá tenían razón. Si es ese el caso, la tradición referente al deseo que tenía Madre Seton de llegar a ser miembro de las Hijas de la Caridad francesas, según el P. Dubourg, dataría de los comienzos de la comunidad (1808-­1810). Sus cartas de 1810-1811, sin embargo, reflejan un profundo malestar ante la incertidumbre ocasionada por la llegada prevista de las Hermanas de Francia. A partir de 1812, cuando la Regla de la Comunidad de Emmitsburgo fue aprobada, Madre Seton guió a la Comunidad en sus comienzos (1810-1813) y en las diferen­tes etapas de su desarrollo (1814-1821) como a una comunidad americana mode­lada según la de las Hijas de la Caridad francesas, a quienes el Consejo de Emmitsburgo consultaba, a veces, acerca de prácticas de formación.

El testimonio de las intenciones iniciales de Madre Seton, aunque retrospectivo, se basa en las palabras del P. Dubourg con relación al establecimiento de las Hijas de la Caridad en América y en sus declaraciones, según las cuales Isabel Seton deseaba ser admitida en la Compañía; en el consejo de Mons. Carroll a Mons. David a propósito de la comunidad como que debiera ser «parecida a» la comunidad fran­cesa y en la inquietud de Madre Seton acerca de su cometido, una vez que hubieran llegado las Hermanas francesas. Está claro que a las Hijas de la Caridad se las esperaba en 1811. Sin embargo, a comienzos de 1812, en vista de que las Hermanas francesas no llegaban, las Reglas, las Constituciones y las decisiones de las Herma­nas de la Caridad de América reflejan la resolución de establecer una comunidad autónoma modelada según la Regla del S. XVII de Vicente de Paúl y Luisa de Mari­Ilac para las Hijas de la Caridad. Las Hermanas de la Caridad se convirtieron en la primera comunidad autóctona de religiosas establecida en los Estados Unidos.

Lo importante es que Isabel Seton oyó la voluntad de Dios a través de la voz de la Iglesia y de los Superiores que habían aprobado a las Hermanas de la Caridad de San José y su Regla de vida. Con su apertura de espíritu habitual, si Madre Seton hubiera vivido hasta el dilema propuesto por los Sulpicianos con relación a los minis­terios anexos, ¿cómo hubiera interpretado estos acontecimientos y cómo hubiera respondido a ellos? ¿Hubiera comprendido la voluntad de Dios como expresada por la visita canónica del P. Carriére en 1829 y por la orden del P. de Courson a los Sulpicianos en 1845? No podemos emitir más que hipótesis sobre la respuesta, si tenemos en cuenta el cambio que se dio en el contexto después.

¿La unión formaba parte de las profecías de María, de 1830? En su relato de 1876 sobre las Apariciones que habían tenido lugar 46 años antes, Catalina afirmaba sim­plemente que una comunidad d’un grand paix (sic, pays) intentaría unirse a la Com­pañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. El relato de Santa Catalina no nombra ningún país en especial. De hecho, las Hermanas de la Caridad america­nas pero también las Hermanas de la Caridad de Graz (Austria) se habían unido ya a las Hijas de la Caridad francesas en 1850, es decir, 26 años antes de dicho relato.

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