Integrados en la comunidad y respetuosos con los dones de otros

Francisco Javier Fernández ChentoEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

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Author: Flores-Orcajo · Year of first publication: 1983 · Source: CEME.
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asd«La manifestación particular del Espíritu se le da a cada uno para el bien común. Pero ­todo eso lo activa el mismo Espíritu, que lo reparte dan do a cada individuo en par­ticular lo que a él le parece. Es un hecho que el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros; pero los miembros, aun siendo muchos, forman entre todos un solo cuerpo». (I Cor 12,7; 11-12).

«Nos integramos en la comunidad entregando nuestras personas y todas nuestras cosas. Pero guárdese a la vez el debido respeto en lo que mira a la vida privada; promueva la comunidad los va­lores personales; disciérnanse los proyectos individuales a la luz del fin y espíritu de la Misión. De esta forma, la diversidad y los carismas de cada uno contribuyen a acrecentar la comunión y a hacer la misión fructífera». (C. 22).

Dentro de la Iglesia fundada por Jesucristo y anima­da por el Espíritu Santo no existen otras iglesias parale­las; así también en la Congregación no pueden darse comunidades locales ni provinciales ajenas al ideal co­mún espiritual y apostólico, inspirado por Dios a San Vicente al fundar la Compañía. No obstante, se consta­tan en el Pueblo de Dios y en la Congregación gracias diferentes, otorgadas por el Espíritu a los individuos, para el bien común.

1. «Hemos traído a la Compañía todo lo que somos».

La integración total del Misionero en la comunidad es vista por San Vicente desde la perspectiva teológica de la consagración a Dios en la Congregación para evan­gelizar a los pobres y salvar al mundo:

«Todos hemos traído a la Compañía la resolución de vivir y morir en ella; hemos traído todo lo que somos, el cuerpo, el alma, la voluntad, la capacidad, la destreza y todo lo demás. ¿Para qué? Para hacer lo que hizo Jesús, para salvar al mundo. ¿Cómo? Por medio de esta santa vinculación que hay entre nosotros y del o f re cimiento que hemos hecho de vivir y morir en esta Sociedad y de darle todo lo que somos y todo lo que hacemos; de aquí proviene que esta comunión entre los Misioneros hace que también sean comunes todos los be­neficios, ya que todos concurren al éxito, de modo que los sacerdotes no logran ellos solos las conversiones, sino que también contribuyen los hermanos». (XI 402).

2. «Los dones, los oficios… constituyen una especie de complemento recíproco».

Resulta fácil aplicar a la comunidad de los Misione­ros lo que se afirma y cree de la Iglesia en general:

«En el misterio de la Iglesia la unidad en Cristo lleva una intercomunicación de vida entre sus miembros. Pues plugo a Dios santificar y salvar a los hombres no singularmente, cual individuos sin conexión, sino cons­tituyendo con ellos un pueblo. Los elementos que hacen diferentes entre sí a los diversos miembros, o sea, los dones, los oficios y los ministerios diversos, constituyen una especie de complemento recíproco y, en realidad, están ordenados a la única comunión y misión del único Cuerpo. Por lo demás, el Espíritu Santo es llamado alma del Cuerpo de la Iglesia; ningún miembro del Pueblo de Dios, sea cual sea el ministerio a que se dedica, posee aisladamente todos los dones, oficios y ministerios, sino que debe estar en comunión con los demás. Los diversos dones y funciones en el Pueblo de Dios convergen y se complementan recíprocamente en única comunión y mi­sión». (MR 2; 9,b).

3. «Enriquecer, desarrollar y rejuvenecer la vida del Instituto».

La constatación de los dones personales es una gran riqueza para la vida de la comunidad. Pero esto no impide el necesario discernimiento cuando entran en pug­na los valores y proyectos individuales con la misión y vida comunitarias. El documento acerca de los criterios pastorales sobre las relaciones entre Obispos y Religio­sos en la Iglesia dice expresamente:

«Cada religioso, personalmente, tiene sus propios dones que el Espíritu suele dar precisamente para enri­quecer, desarrollar y rejuvenecer la vida del Instituto en su cohesión comunitaria y en su testimonio de renova­ción. Pero el discernimiento de tales dones y de su uti­lización deben tener como medida la congruencia de los mismos con el estilo comunitario del Instituto y las necesidades de la Iglesia a juicio de la legítima autori­dad». (MR 12).

Añade además el mismo documento:

«Respecto a los religiosos que desarrollan activida­des apostólicas fuera de las obras propias del Instituto, ha de tutelarse la participación sustancial de la vida de comunidad y la fidelidad a las propias Reglas y Consti­tuciones, obligación que los Obispos mismos deben ur­gir (cf. CD 35,2). Ningún compromiso apostólico debe ser ocasión de apartarse de la propia vocación». (MR 46).

  • ¿Procuro integrarme plenamente en la comuni­dad dando todo lo que soy y tengo?
  • ¿Considero como míos los éxitos y fracasos de la comunidad?
  • ¿Someto al discernimiento de la comunidad mi proyecto personal?

Oración:

«Señor, todo lo bueno que hay en mí, Tú me lo has dado; concédeme la gracia de no apropiarme nada que im­pida en la comunidad acrecentar la comunión y hacer que la misión sea fructífera. Por nuestro Señor Jesucristo».

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