Idolatría y Biblia: B – La idolatría según el Nuevo Testamento

Francisco Javier Fernández ChentoFormación Cristiana7 Comments

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Author: José L. Caravias, S.J. .
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En el Nuevo Testamento se sigue hablando sobre los mismos temas de idolatría que en el Antiguo, pero, como es lógico, de un modo más profundo y concreto.

1 – Jesús desenmascara las falsas divinidades

Todos sabemos que con Jesús llega a su término el proceso de revelación bíblica. Dios había ido poco a poco manifestándose a sí mismo, hasta llegar a la cumbre, que es Jesús. Y para revelarse Dios a sí mismo había tenido que ir desenmascarando las falsas divinidades. Por ello es lógico que Jesús, revelación plena del amor del Padre, completa este proceso.

No es el fin de este folleto presentar el lado positivo de cómo Jesús es la revelación plena de Dios. Ello, por ejemplo, lo he desarrollado en mi libro «El Dios de Jesús». A él me remito.

Ciertamente Jesús no se limitó a predicar al Dios verdadero, sino que, como complemento, combatió y desenmascaró toda imagen falsa de Dios. Su conocimiento y su amor al Padre era tan perfecto, que no podía permanecer impasible ante las caricaturas que se hacían de él. Además, una de las formas de dar a conocer a Dios es también a través del contraste con las falsas divinidades. Conocer a Dios y reconocer los falsos rostros de Dios son como las dos caras de la misma moneda.

Si entre Jesús y los fariseos se hubiese organizado un panel de discusión ideológica sobre Dios, quizás no se hubieran encontrado diferencias básicas entre ellos. La oposición entre Jesús y los representantes de la religión oficial de entonces no se dio en el plano doctrinal. En la teoría estaban bastante de acuerdo.

Los adversarios de Jesús, escribas, fariseos y saduceos, nunca se habían imaginado que Dios no fuera bueno, que no fuera misericordioso, que no fuera libre. Pero si se abandona la teoría sobre Dios y se pasa a concretar el comportamiento de Dios hacia los hombres, entonces la oposición entre Jesús y los fariseos es evidente.

En el combate de Jesús, se trata de Dios, no de una teoría sobre Dios: cómo se vive a Dios, y no cómo se habla sobre Dios. Por ello la base para interpretar a Jesús es ante todo su acción. Jesús nunca dio una definición de Dios, sino que su vida toda es la manifestación plena del rostro de Dios. Viendo a Jesús, se ve a Dios (Jn 14,19).

El debate entre Jesús y sus opositores recae sobre la forma cómo actúa Dios en los asuntos humanos. Es en los problemas concretos de la vida en los que se da oposición entre Jesús y los fariseos.

Para Jesús la vivencia de Dios era diametralmente opuesta a la de ellos. Su corazón, lleno de Dios, no podía aceptar la predicación de que tantos pordioseros y enfermos como pululaban por Judea fueran consecuencia de un castigo divino. El sentía dentro el amor de Dios hacia ellos, y por eso se vuelca sobre los pobres, conversa cariñosamente con ellos, los toca, los cura y aun comparte su comida.

Los fariseos maldecían al pobre como acto de piedad, ya que así pensaban imitar la acción castigadora de Dios; Jesús los bendice, ya que así secunda la acción misericordiosa de Dios. Los fariseos prohibían curar en sábado: así honraban el día del Señor; Jesús cura preferentemente en sábado, justo porque en el día del Señor se tienen que atender especialmente a sus preferidos. Ellos, en nombre de su dios, desprecian a lisiados, pobres, niños y mujeres; Jesús, en nombre de su Dios, los bendice y los atiende con especial cariño. Es que en realidad los dos están hablando de un Dios distinto, aunque los dos le den el mismo nombre.

Según Jesús, el conocimiento de Dios no puede comprenderse fuera del efecto liberador que produce. El combatió la «ideología» que organizaba y justificaba la dominación saducea y farisea. Combatió contra ella, no porque juzgase erróneos los principios doctrinales de los fariseos, sino porque consideraba intolerables los efectos destructores de su religión. En este sentido el dios de la religión oficial de la sinagoga no era el Dios de Jesús. Si el Dios proclamado y venerado no libera, sino que oprime, ese dios no es el Dios de la Biblia. A Dios se le honra en donde se libera a los hombres de cualquier pecado. El pecado contra el Espíritu (Mc 3,9) consiste precisamente en confundir el acto liberador de Dios con el acto esclavizante de Satanás.

A Jesús le apasiona el combate por la libertad de Dios. No le gustan las discusiones doctrinales. La doctrina abstracta sobre Dios puede servir de excusa para oprimir. Eso es lo que Jesús reprocha a escribas y fariseos: quieren encadenar a Dios a sus propios intereses personales y lo usan como excusa para oprimir y despreciar a los demás.

Jesús se distinguió irremediablemente de los maestros en religión de entonces porque implicaba a Dios en la sociedad y en la misma religión de una manera distinta. Y pagó con su sangre esta opción que había hecho por un Dios liberador.

Según Jesús los derechos de Dios no pueden estar en contradicción con los derechos de los hombres. Cualquier supuesta manifestación de la voluntad de Dios que vaya en contra de la dignidad de los hombres es la negación automática de la más profunda realidad de Dios.

El Dios de Jesús es un Dios único, que excluye a todos los otros modos de concebir a Dios. El presenta a su Padre como Dios de la vida, alternativa excluyente de las divinidades de la muerte. Hay que elegir: o con el Dios de Jesús o contra el Dios de Jesús. O el Reino de este Dios o la teocracia judía y la «paz» romana.

Los fariseos y sus seguidores sintonizaron con acierto que el Dios de Jesús no era el mismo dios que ellos proclamaban. Las palabras y las acciones de Jesús eran verdaderas «blasfemias» contra su dios.

Ellos eligieron matar a Jesús en nombre de su dios e invocando a su dios. Los romanos lo ajusticiaron en nombre de los dioses del imperio que garantizaban «su paz». Según la lógica de judíos y romanos el Dios de Jesús no debía existir: por eso quisieron destruirlo matando a quien lo predicaba. Los dioses de la muerte, dioses idolátricos, siempre quieren dar muerte al Dios de la Vida. Pero la Vida, al final, triunfa siempre sobre la muerte…

La vida de Jesús no se entiende si no se entiende el conflicto entre Dios y los dioses. Los dirigentes judíos rechazaron a Jesús y su Dios: «No tenemos más rey que al César» (Jn 19,15). Con ello muestran cuál es el dios por el que ellos habían optado: su ambición de poder y gloria. Rechazan al Dios del amor y eligen al que, por ser opresor, permite y justifica la opresión que ellos ejercen. El Dios al que ellos profesan fidelidad, aunque siguieran llamándolo Yavé, era un dios que legitimaba la opresión. Revelaban así su idolatría de hecho, pues pusieron sus intereses personales en lugar de Dios.

En la pasión y muerte de Jesús no se trata de una confrontación personal entre las autoridades y Jesús. Lo que está en pugna es una diversidad opuesta en la concepción de Dios y, por consiguiente, de la organización de la sociedad. Se trata de totalidades de vida y de historia, en última instancia basadas y justificadas en una concepción de Dios. Romanos y judíos defienden a sus dioses; Jesús vive y predica a su Dios. Y en esta pugna, le quieren hacer desaparecer; y Jesús da la vida, conscientemente, sin claudicar en su fe. Con ello triunfa sobre todos los dioses de la muerte…

Para reflexionar y dialogar

1. ¿De qué forma Jesús desenmascaró a las falsas divinidades?

2. ¿Cómo trató Jesús a los fariseos, que se decían doctores de la Ley y de la religión?

3. ¿Qué diferencia existe entre el Dios de Jesús y el Dios de los fariseos?

4. ¿Se da algún tipo de idolatría en nuestras familias, nuestra comunidad y nuestra sociedad? ¿Cómo combatirla, al estilo de Jesús?

2 – Idolatría de la ley

Uno de los pasos dados por el Nuevo Testamento es la constatación de que la ley puede convertirse también en ídolo y el hombre sometido a la ley transformarse en idólatra. Esto es lo que aparece explícitamente en el texto de Gálatas:

«En otros tiempos no conocían a Dios, y sirvieron a los que no son dioses. Pero ahora que ustedes conocieron a Dios, o más bien, que él los ha conocido, ¿cómo pueden volver a cosas y principios miserables y sin fuerza? ¿Otra vez quieren someterse a ellos? Ya que vuelven a observar días y meses y tiempos y años. Me hacen temer que me haya fatigado inútilmente» (4,8-11).

La ley en sí misma puede que sea buena, pero cuando el hombre busca la salvación sólo en la observancia de la ley, ésta se convierte en un ídolo que mata: en «cosas y principios miserables y sin fuerza». La ley no tiene en sí misma ninguna fuerza liberadora. El hombre esclavizado a ella acaba con los nervios destrozados: hace lo que no quiere y quiere lo que no puede hacer.

Los judíos pensaban que merecían su propia justificación por su observancia de la ley, cuando en realidad nuestra justificación viene del sacrificio de Cristo. El hombre sólo es justificado por la fe en Jesucristo; no por las obras de la ley (Gál 2,16; Rom 3,28). La ley da el conocimiento del pecado, pero no el poder para apartarse de él. Nadie es justo ante Dios porque cumpla unas normas concretas. Ciertamente hay que seguir a Cristo, cumpliendo su Mandamiento Nuevo, pero la salvación no nace como consecuencia de esas obras, sino de la persona de Jesús.

La fe en el Dios de Jesucristo se enfrenta en forma radical a la idolatría de la ley. A ello se refiere Pablo cuando dice: «Cristo nos liberó para que fuéramos realmente libres. Por eso, manténganse firmes, y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud» (Gál 5,1).

Pablo les reconoce a los judíos que tienen un celo por Dios maravilloso, «pero en forma mal entendida», por cuanto está privado del verdadero conocimiento de Dios. «No entienden cómo Dios nos hace santos, y se empeñan por hacerse santos a su manera. Con esto pasan al lado del camino de Dios» (Rom 10,1-3). Al considerar a Dios como un Poder exigente (la Ley) y amenazador (el Juicio Final), resulta que realmente no lo están conociendo. Porque Dios es, ante todo «Justicia», justicia salvadora que brota de su amor: Poder de vida fiel a su proyecto en favor del hombre. Ese desconocimiento les impide acoger la Justicia de Dios y ser así sus beneficiarios. Les impide dejarse amar por Dios.

Los seguidores de la religión de la Ley no pueden más que defenderse, protegerse de ese Dios, a quien «malconocen» como amenaza. A fuerza de obras, cuyo valor está declarado por la Ley, los judíos se aseguraban contra Dios. Así, la relación con Dios, por religiosa que sea en cuanto al celo, se mueve, de hecho, en el desconocimiento y en el temor. Ello lleva implícito la desesperación de ver cómo pasa la vida sin que uno se encuentre debidamente armado para vencer al Juez que se acerca.

En el evangelio de San Marcos, del 2,1 al 3,12, donde se cuentan las controversias de Jesús con los fariseos, se desarrolla una teología contra la idolatrización de la ley. La salvación que realiza Jesús es contraria a la ley fetichizada por los fariseos. Su postura se resume maravillosamente en la frase: «El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27).

Esta idolatría aun puede ser más opresora y destructora que otras, ya que llega a pervertir la misma conciencia del hombre. Al igual que la idolatría del dinero, también ésta destruye las relaciones humanas, sociales y políticas. Ella es causa y consecuencia de un mundo opresor y represivo.

Para reflexionar y dialogar

1. En nuestro país existen muchas leyes, pero las que miran al bien común, como la reforma agraria y la educación para todos, no siempre son respetadas por el gobierno. ¿Conocemos nosotros las leyes que promueven el bien común y nos organizamos para exigir que se cumplan?

2. ¿Cómo cumple nuestra comunidad las leyes que nosotros mismos nos damos? ¿Podemos decir que son justas y que realmente ayudan a promover el bien para todos? ¿O favorecen especialmente a algunos?

3. En Paraguay se ha hecho una nueva Constitución en 1992, en la que están escritas las leyes, obligaciones y deberes de cada ciudadano paraguayo. ¿Qué piensa nuestra comunidad acerca de la Constitución Paraguaya? ¿Qué aspectos son más positivos y cuáles son los que aun representan un desafío al pueblo? ¿Por qué?

4. ¿Cuál es la diferencia entre la Ley del Antiguo Testamento y la Ley del Nuevo Testamento?

3 – Idolatría del dinero

Jesús identifica a la idolatría con el servicio al dinero: «Ningún servidor puede quedarse con dos patrones, porque verá con malos ojos al primero y amará al otro, o bien preferirá al primero y no le gustará el segundo. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero (Mammón)».

Nótese que no se trata del dinero en sí, sino de servir al dinero, ser esclavo de él. Esto no quiere decir que los bienes terrenos constituyan en sí un dios que se opone a Dios. Es el hombre, con su actitud, quien puede divinizarlos y convertirlos en un rival de Dios. Y de hecho con frecuencia se da esta alternativa entre Dios y el dinero. Así pasó con Judas, que prefirió las treinta monedas antes que al Maestro (Mt 16,14s).

Servir al dinero es entregarse a él, aceptando que las riquezas son equivalentes a Dios. Por eso la enérgica contraposición de Jesús, que no sólo pone frente a frente a Dios y a «Mammón», sino que exige a sus seguidores una opción exclusivista. De ahí la imprecación contra los ricos «porque ya tienen su consuelo» (Lc 6,24), declarándolos excluidos de las bienaventuranzas precisamente porque su fuente de seguridad y alegría es el dinero y no Dios.

¿Por qué Jesús pone frente a frente el servicio a Dios y al dinero? Porque el culto al dinero lleva a derramar la sangre del pobre, en las múltiples formas concretas que la explotación y opresión asumen en la historia humana. Y si al pobre se le quita aunque sea parte de la vida a la que tiene derecho, entonces se está en contra del Señor de la vida, Padre de todos.

La idolatría del dinero, de ese fetiche que es producción humana, está indesligable y provocativamente vinculada a la ruina y la muerte del pobre. Por eso es que, yendo a la raíz, la idolatría va contra el Dios de Jesús que es el Dios de la vida. El dios-dinero se alimenta de víctimas humanas. Por eso Jesús nos lanza la disyuntiva de elegir entre el Dios de la vida y los dioses de la muerte…

Jesús da un paso más, que sólo había sido insinuado por los profetas (Am 6,6): Condena el egoísmo del que no se preocupa de compartir lo que le sobra. Es el caso de Epulón y Lázaro (Lc 16,19-31) y el del rico insensato (Lc 12,16-20).

En Epulón se destaca su egoísmo. No se dice que sea condenado por injusto, sino sencillamente porque ni se enteró de que a su puerta alguien necesitaba con urgencia las migajas de su mesa.

El segundo rico no es descrito como ambicioso, ni injusto, pero ante la prosperidad sólo piensa en sí mismo: «Túmbate, come, bebe y date a la buena vida». Aunque su cosecha sea muy abundante, su horizonte es muy limitado: ni Dios, ni el prójimo entran en su perspectiva.

Pero la parábola no condena sólo su egoísmo: ataca también su confianza en sus bienes; cree que todo depende de ellos, y que cuando se tiene en abundancia no hay que preocuparse de nada más. Acumula porque es egoísta, pero es egoísta porque piensa que la abundancia de bienes constituye lo único seguro en esta vida.

Esta parábola nos enseña que para idolatrar las riquezas no es preciso robar; basta ser egoísta, negándose a compartir los bienes, y poner la confianza en ellos.

Esta misma es la enseñanza terrible de las «malaventuranzas»: son condenados los que sólo se preocupan de su consuelo, de estar satisfechos y pasarlo bien (Lc 6,24-26).

Desde la venida de Jesús la riqueza perdió el sentido que tenía de ser considerada como signo de bendición de Dios. Jesús desacralizó la riqueza: la dejó en su significación natural. Le quitó al dinero su poder sobre los hombres. Si el dinero sigue teniendo tanto poder en nosotros esto quiere decir que no nos apoyamos suficientemente en su victoria.

San Pablo insiste en el antagonismo existente entre avaricia y Reino de Dios.

En tres listas que él confecciona de vicios incompatibles con la fe en Dios se nombra expresamente la idolatría. Se trata de 1 Corintios 5,9-13; 6,9-11 y Gálatas 4,19-21. Podemos detectar en estas enumeraciones que una de las realidades básicas en las que se puede dar la idolatría es el dinero: El codicioso, el tramposo, el ladrón es un idólatra, que acarrea con su actitud enemistades, discordias, rivalidades, egoísmos y envidias. La idolatría aparece como elemento destructor de las relaciones humanas.

En un par de textos más Pablo relaciona explícitamente a la idolatría con el dinero. Dice que «los explotadores, que sirven al dios dinero, no tendrán parte en el Reino de Cristo y de Dios» (Ef 5,5). Y en otra carta exhorta a apartarse de: «la codicia, con la que uno se hace esclavo de ídolos» (Col 3,5).

En estos dos textos codicia e idolatría son sinónimos. El término codicia, que en el original griego literalmente significa «tener más», connota ambición, avidez, abundancia, arrogancia. El ídolo sería, por lo tanto, el dinero, pero no como una realidad en sí misma, sino la posesión del dinero como poder para desear y extraer más dinero de otros, creando enemistad y discordia. De ahí la identificación de idólatra con codicioso, ladrón y tramposo.

Todos los textos de Pablo afirman el carácter antagónico de la idolatría con la realidad cristiana. En 1 Corintios 5,9-13 se ordena excluir de la comunidad cristiana a los idólatras. La codicia es incompatible con el ser cristiano. El apóstol no ordena apartarse de los idólatras, pues para eso habría que salirse de este mundo; pero sí ordena que sean expulsados de la comunidad.

En 1 Corintios 6,9-11 y Gálatas 4,19-21 se afirma que los idólatras «no heredarán el Reino». En 1 Corintios 10,14-17 se excluye al idólatra de la Eucaristía, presentada aquí como solidaridad con el cuerpo del Mesías y de la comunidad. El dinero como ídolo destruye esta solidaridad, destruye el Cuerpo del Mesías.

El autor de la carta 1 Timoteo, como resumiendo el mensaje de Pablo y de los evangelios sinópticos, da el siguiente consejo: «Exige a los ricos que no se pongan orgullosos, ni confíen en riquezas, que siempre son inseguras. Que más bien confíen en Dios, que nos lo proporciona todo generosamente para que gocemos de ello» ( 6,17).

Y Santiago critica duramente a algunos hacendados, no sólo porque no pagaron dignamente a sus cosechadores (5,4), sino además porque «no buscaron más que lujo y placer en este mundo, y lo pasaron bien mientras otros eran asesinados» (5,5).

Podemos concluir que según el mensaje del Nuevo Testamento es imposible cualquier reconciliación entre la idolatría al dinero y el espíritu del Padre Dios.

El espíritu de Dios es gracia, gratuidad, mansedumbre; el espíritu del dinero es dominación, orgullo, agresividad. El espíritu de Dios es amor y no apego: compartir; el espíritu del dinero es egoísmo y avaricia: competir. El dinero es lo primero que convierte al hombre en lobo para el hombre; el espíritu de Dios es simple y abierto; es limpio como una copa de cristal. La idolatría al dinero es torcida, disimulada, tiene dos caras, actúa en la obscuridad; Dios actúa a la luz. El espíritu del dinero consiste en utilizar su propio poder para intentar crearse su propio paraíso, y por ello utiliza a los débiles para que le sirvan de pedestal para alcanzar la gloria…

Jesús ha vencido al poder del dinero. Y su victoria se manifiesta entre nosotros cuando un «rico», en dinero o en deseo, no entrega a los pobres, individuos o naciones, en manos de los poderosos; cuando un «rico» desacraliza el poder del dinero en su conciencia y lo considera sólo como instrumento; cuando reconoce que Dios es el soberano de toda riqueza; cuando el «rico» es capaz de mirar sin pánico la pobreza y se considera libre en relación con la seguridad que le puede proporcionar el dinero; cuando se hace capaz de gratuidad y no cubre su conciencia bajo la capa de la limosna; cuando sabe compartir con el pobre… Cada hombre o mujer que vive el espíritu de las bienaventuranzas ha vencido ya el poder idolátrico de la plata.

Para reflexionar y dialogar

1. ¿Qué significa para nosotros hoy la comparación que hizo Jesús entre la idolatría y el servicio al dinero? (Mt 6,24).

2. Saquemos conclusiones de los siguientes datos:

  • Paraguay tiene una superficie de 40.675.200 hectáreas. De ellas 14.748.500 está en poder de empresas extranjeras y 16.712.000 pertenece a los grandes latifundistas paraguayos. Con ello resulta que el 80% de las propiedades rurales pertenece al 1% de los tierra-habitantes, mientras que el 99% restante se reparte el 20% de las tierras agrícolas.
  • Unas 150.000 familias campesinas carecen de tierra.
  • Más de 100.000 personas viven en zonas inundables de las grandes capitales.
  • En el Brasil el 5% de las personas poseen el 95% de las riquezas del país. Y el 95% de las personas tienen que repartirse el 5% de las riquezas restantes.
  • En el mundo mueren de hambre al año 13.000.000 de niños.

3. Ante estos datos pensemos cómo actúa el dios-dinero y cómo actúa el Dios de Jesús.

4 – Idolatría del poder político opresor

Ya vimos cómo los profetas atacaron duramente todo lo que fuera divinización del poder. Hay personas que piensan que en el Nuevo Testamento se cambia este enfoque. Para entender este problema de nuevo es necesario tener en cuenta el proceso progresivo de revelación, a partir de las circunstancias históricas.

Ciertamente en la carta a los Romanos dice Pablo: «Que todos se sometan a las autoridades que nos dirigen. Porque no hay autoridad que no venga de Dios…» (13,1). Dice además que el que tiene miedo a las autoridades es porque se porta mal, ya que ellas «están al servicio de Dios para llevarte al bien» (13,4). Y afirma que al cobrar impuestos los gobernantes son «los funcionarios de Dios mismo» (13,6). Aquí Pablo se mantiene en un terreno puramente teórico.

También San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, se esfuerza por presentar a los gobernantes del imperio como personas sensatas (13,7; 18,12-15; 19,33-40; 25,13-27).

Para entender este enfoque de los primeros escritos del Nuevo Testamento hay que tener en cuenta que en aquel tiempo los cristianos intentaban supervivir manteniéndose al margen de la gran polémica existente entre los judíos y Roma. Por ello Pablo y los primeros evangelistas se esfuerzan en no tener problemas con las autoridades romanas.

Pero después que con Nerón comenzó la persecución violenta, ciertamente el mensaje respecto al imperio cambió radicalmente.

Ya Jesús había dicho: «Ustedes saben que los jefes de las naciones se portan como dueños de ellas y que los poderosos las oprimen» (Mt 20,25). Y enseguida aclara que entre sus seguidores no ha de ser así: el que le sigue ha de tener una actitud de servicio (20,26-28).

Según San Lucas, cuando Satanás tentó a Jesús nos hizo una gran revelación: «Te daré todo ese poder y esa gloria, porque me lo han dado a mí y yo lo doy a quien quiero» (Lc 4,6). Satanás es dueño, es señor con verdadero dominio, y los idólatras son administradores suyos que reciben de él poder, bienes y éxito.

En el Apocalipsis, cumbre del proceso de revelación bíblica, se radicaliza el enfoque frente al poder. Ya habían pasado los cristianos por la persecución de Nerón y, a finales del siglo primero, estaban pasando entonces por una nueva persecución mucho más cruel, la de Domiciano.

El Apocalipsis la describe como muy violenta (12,13.17; 13,7): hay cantidad de prisioneros (2,10) y muchos han derramado ya su sangre (2,13; 6,9-11; 7,13s; 16,6; 17,6; 18,24; 20,4). El control de la policía era total (13,16): quien no apoyaba el régimen del imperio no podía comprar ni vender nada (13,17). La propaganda era enorme (13,13) y se infiltraba en las comunidades para forzarlas a adorar al emperador, como si fuera un dios (13,4.12-14).

En estas circunstancias, el Apocalipsis es la respuesta de Dios a este pueblo afligido y perseguido. Fue escrito por orden de Dios (1,11.19) para levantar el velo y esclarecer, a la luz de la fe en Cristo resucitado, la situación idolátrica de aquel imperio de mentiras y el triunfo final de los seguidores del Dios de Jesús. Es un libro de consuelo, en el que florece la esperanza del encuentro con el Dios verdadero en medio de un mundo enmarañado en la idolatría al poder.

Para el Apocalipsis el imperio es obra de Satanás (13,1-10). Los culpables no son únicamente algunos malos funcionarios del imperio, sino el imperio en sí: su organización económica y política, bajo la pretensión de ser señor del mundo (13,1-18). Y la ciudad de Roma, la grandiosa capital del imperio, no pasa de ser una gran prostituta que lleva al mundo entero a su perdición (17,1s). Por ello los cristianos no pueden ser ingenuos y alimentar un régimen cuya organización está en contra del Reinado de Jesús (18,4). No pueden permitir que la falsa propaganda del imperio eche raíces en medio de las comunidades (2,14-20); deben mantenerse fieles a Jesús hasta la muerte (2,10).

Hasta el capítulo 12 habla de la persecución, pero a partir del 13 va a hablar directamente del perseguidor y a desenmascarar su política. Veamos con un poco más de detenimiento esta parte.

Juan ve una Bestia terrible que parece una pantera, tiene pies de oso y boca de león, con diez cuernos y siete cabezas, señal de mucha crueldad y poder. Satanás le entrega a esta Bestia todo su poder (13,2.4), y por eso es insolente (13,5): ataca a Dios con blasfemias (13,6), persigue al pueblo de las comunidades (13,7) y tiene pretensiones de ser dios y dueño del mundo entero (13,7s).

Para dominar la mente de tanta gente la gran Bestia recibe la ayuda de otra bestia más pequeña, que tiene la apariencia de cordero, pero que habla como el Monstruo (13,11); son los falsos profetas: sabios, sacerdotes, técnicos, políticos que colocan su magia, su poder y su saber al servicio del imperio opresor.

El Apocalipsis los describe así: «Después vi surgir del continente otra bestia que llevaba dos cuernos como los del Cordero, pero hablaba como el Monstruo. Esta aprovecha todo el poder de la primera Bestia y está totalmente a su servicio. Ella ha logrado que la tierra y sus habitantes adoren a la primera Bestia … Hace prodigios maravillosos, hasta mandar que baje el fuego del cielo a la tierra en presencia de todos. Por medio de estos prodigios que le fue concedido obrar en servicio de la Bestia, ella engaña a los habitantes de la tierra, aconsejándoles que hagan una estatua de esa Bestia… Se le concedió hasta dar vida a la estatua de la Bestia, la cual puede hablar, y ha logrado que quienes no adoren esa Bestia sean muertos. Ha logrado, así mismo, que a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente: ya nadie podrá comprar ni vender si no está marcado con el nombre de la Bestia…» (13,11-17).

Por tres ocasiones, al hablar de su condena, a esta segunda bestia se le da el nombre de «falso profeta» (16,13; 19,20; 20,10). En una de ellas se vuelve a especificar su misión: «Este es el que hacía maravillas al servicio de la Bestia, con las cuales engañaba a los que recibieron la marca de la Bestia y a los que adoran su estatua» (19,20).

Nótese que el fin de estos falsos profetas es seducir a la humanidad para que adore a la Bestia, o sea, a un sistema económicamente acaparador y culturalmente despreciador del pueblo. A través del miedo logran controlar la economía. Gracias a estos profetas el emperador se puede considerar a sí mismo, sin peligro, como dios y dueño del mundo.

En el capítulo 17 se describe a la capital del imperio (17,9) como «gran prostituta…, madre de las prostitutas y de los abominables ídolos de todo el mundo» (17,1.5). Ella es «la ciudad grande, la que reina sobre los reyes del mundo entero» (17,18) y está ebria, no de vino, sino de la sangre de los mártires (17,6). Su misión es llevar al mundo entero a embriagarse con el vino de su prostitución, o sea, la idolatría del poder: «Con ella pecaron los reyes de la tierra, y con el vino de su idolatría se emborracharon los habitantes de la tierra» (17,2).

En el capítulo 18 se describe cómo la causa de toda la maldad del imperio fue su deseo de lujo y su acumulación planificada y organizada (18,3.7.9-20.23). Por eso se convirtió en «guarida de demonios» (18,2). «Con el vino de su idolatría se emborracharon todas las naciones, y los reyes de la tierra pecaron con ella, y los comerciantes de la tierra se enriquecieron con su lujo desenfrenado» (18,3).

Después de exhortar al Pueblo de Dios a que se aleje de ella (18,4), se canta su ruina: «Que sufra tantos tormentos y desdichas como fueron su orgullo y su lujo… Llorarán y se lamentarán sobre ella los reyes de la tierra que pecaron con ella y participaron de su lujo… Llorarán y se lamentarán por ella los comerciantes de la tierra…, los que en ella se enriquecieron con sus negocios…» (18,7.11.15). «¡Alégrate, cielo, por su ruina! ¡Alégrense, santos, apóstoles y profetas, porque al condenarla Dios les hizo justicia a ustedes!» (18,20). «Es que tus comerciantes eran los magnates de la tierra y tus brujerías han seducido a las naciones. Miren que en esa ciudad se encontró sangre de los profetas y de los santos…» (18,23s).

En el Apocalipsis no se condena todo tipo de poder, sino el poder que se idolatra a sí mismo y que, por consiguiente, es enemigo del Dios verdadero. Ese poder es una bestia. Se le ve por lo que hace. No hemos de pensar hoy sólo en un poder concreto, sino en todo lo que entra en la imagen simbólica que nos ofrece este libro. Se trata del poder que pretende ser absoluto y soberano, que se presenta como autor y árbitro supremo de todo lo que es justo y lo que es ley.

Al servicio de la bestia también hoy están poderosos medios de control de los espíritus, poderosas oficinas de espionaje, de desinformación, de mentira organizada. Ellos también realizan prodigios: ponen sus deslumbrantes éxitos técnicos o deportivos al servicio de su poder absoluto, a fin de conquistar los corazones y las conciencias. La función de los falsos profetas es conseguir la pertenencia incondicional de los hombres al poder absoluto: que todos piensen y actúen como él.

Hay grandes y pequeñas tiranías. Hay poderes gigantescos y poderes restringidos, pero que se complacen en hincharse cuanto pueden. Todos ellos son monstruosos y aplastadores, desde un gran monopolio internacional hasta el machismo de un padre de familia. Hay una monstruosidad cada vez que una realidad limitada, individual o institucional, exige unos derechos y un culto que pertenecen sólo a Dios.

El Apocalipsis anuncia que se han de acabar todos los poderes opresores y sus servidores (13,5) . El Cordero y los suyos los han de vencer. El poder de Dios dado al Cordero es muy superior al poder del Dragón dado a la Bestia.

El triunfo será de los que no se han contaminado con el culto a los ídolos: «Su boca no supo de mentiras: son vírgenes» (14,5). Ellos alimentan su fe y su esperanza con la certeza de que Dios, y no el imperio, es el dueño del mundo. El imperio opresor caerá por podrido, derrumbado poco a poco por las plagas de la historia (15,1 – 19,10).

El mal será totalmente derrotado por el que monta el caballo blanco de la victoria, el «Fiel y Verdadero, el que juzga y hace las guerras justas» (19,11), «el Rey de reyes y Señor de señores» (19,16). Jesús resucitado ha de vencer a la Bestia y al falso profeta (19,20), al Demonio (20,10) y aun a la misma muerte (20,14).

Una vez vencidos los ídolos y su poder demoníaco, entonces se celebrarán las bodas del Cordero (21 y 22). Su novia será la humanidad engalanada con todo lo bueno realizado a través de la historia: permanecerá para siempre todo lo que haya sido verdad, justicia, libertad y amor.

Para reflexionar y dialogar

1. ¿Qué espera nuestra comunidad de los políticos elegidos por el pueblo? ¿Es bueno que la comunidad participe activamente en política? ¿Por qué?

2. ¿Cómo debe actuar una persona que tiene un cargo político?

3. ¿Por qué tanta gente lucha por llegar al poder? ¿Desean realmente cumplir todo lo que el pueblo espera de ellos? ¿Responden a las expectativas del pueblo?

4. ¿Es posible que alguien que esté en el poder pueda realmente servir al pueblo? ¿En qué circunstancias el poder es liberador y en qué situaciones se convierte en instrumento de opresión?

5. «La fe cristiana no desprecia la actividad política; por el contrario, la valoriza y la tiene en alta estima» (Puebla 514). Hagan un comentario sobre esta afirmación y compárenla con la situación de hoy.

5 – La idolatría deshumaniza

En cuanto decidimos en lo más íntimo de nuestro ser no ser dóciles a Dios, es muy posible que fabriquemos un nuevo dios, condescendiente y aun justificador de nuestras vulgaridades, defectos o vicios. El Dios verdadero siempre pide más de nosotros: sabe exigir porque conoce lo mucho bueno de lo que somos capaces; los ídolos, en cambio, son inventos nuestros para justificarnos en lo menos y aun en lo malo.

Por ello las consecuencias de las actitudes idolátricas son desastrosas, puesto que la idolatría es el calmante que tranquiliza y justifica todo lo que es menos vida, menos verdad, menos justicia, menos libertad, menos amor. Pero con frecuencia justifica además toda clase de mentiras, injusticia y muerte. Es como el sello religioso que sacraliza la maldad del mundo. Con razón, poco antes de la venida de Jesús, se llegó a decir que «la invención de los ídolos fue el origen del libertinaje…, una trampa para el mundo» ( Sab 14,12.21).

a. Romanos 1,18-32

Para Pablo resulta evidente que la fe en Dios no se reduce simplemente a aceptar unos contenidos ideológicos. No se trata de un acto intelectual: la fe lleva directamente a una relación personal con Dios y, en consecuencia, con todos sus hijos, en cuya historia él mismo se ha hecho presente. Por eso la respuesta creyente al Dios revelado consiste en que el hombre deje a Dios ser Dios, alabándolo y dándole gracias como se merece (Rm 1,21). Esto sólo es posible si el hombre no quiere ser como Dios (Gén 3,5), es decir, si acepta que él y todos los seres del mundo son hechura de Dios. Sólo así evitará querer divinizar lo creado.

Sin embargo Pablo sabe que el hombre, por sus propias fuerzas, no es capaz de resistir a la tentación de deificarse a sí mismo y a las cosas que le rodean. Por eso dice que «pretendiendo ser sabios, resultaron unos necios, pues cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes con forma de hombre mortal, de aves, de animales y de serpientes» (Rm 1,22s). Para el apóstol la raíz de la situación deplorable de la humanidad está precisamente en «haber sustituido al Dios verdadero por uno falso, venerando y dando culto a la creatura en vez de al Creador» (1,25).

Ciertamente la gran tentación del hombre es querer cambiar al Dios vivo, que irrumpe en la vida del hombre cuando y como quiere y que le lleva a donde quiere (ver Núm 9,17-23), por un dios controlable y manejable (ver Ex 32,1.23). Por ello aparece que la idolatría es la mentira radical del hombre, puesto que con ella cambia al Dios vivo por algo muerto, como subraya Pablo en el versículo 25 y ya lo había dicho el autor de la Sabiduría (13,10).

Otro punto clave en el que se manifiesta la confusión entre el Creador y la criatura lo encontramos en el hecho de que el hombre intenta domesticar, manipular al Dios trascendente, queriendo convertirlo en criatura suya: «despreciaron a Dios, al no tratar de conocerlo según la verdad» (Rm 1,28).

Conocer a Dios según la verdad no es simplemente una tarea intelectual que, a lo más, desemboca en un culto a su grandeza. Conocer a Dios quiere decir estar dispuesto a buscarlo y encontrarlo allí donde él quiere ser buscado y encontrado: en la solidaridad con los pobres y oprimidos, luchando por su liberación, tal como los profetas no se cansaron de recordarlo.

Si el hombre de cualquier manera neutraliza el ser interpelado por Dios, ya no es a Dios a quien adora, sino a su propia imaginación egocéntrica. Dios fuera del imperativo moral de justicia ya no es Dios.

Pablo piensa que el falso concepto de Dios que tienen los paganos les lleva a una conducta inhumana. Para él resulta claro que una mala teología lleva a una mala ética, por lo que la consecuencia inevitable de haber cambiado a Dios por un ídolo es el caos moral (Rm 1,26-32). Si creo en un dios injusto, es lógico que yo también sea injusto…

El no reconocer a Dios conduce al hombre a querer aprovecharse de los demás para compensar, a costa de ellos, la falta de humanidad que lleva el «romper» con el Creador. El hombre, como desconocedor de Dios, se convierte automáticamente en explotador de los demás.

Por eso la falta de amor es la actitud radical que aparece en todas las manifestaciones de pecado que Pablo enumera en 1,19-30.

Los ídolos destruyen sistemáticamente la humanidad de sus adoradores, a quienes acaban destruyendo. No pueden realizar sus promesas, sino que obstruyen las vías de acceso a una existencia libre y feliz.

Para Pablo, pues, la consecuencia de no «conocer» a Dios es la deshumanización del hombre y el desastre del mundo que Dios le ha confiado.

Así como una mala teología produce una mala ética, también una mala ética produce una mala teología. Es lo que Pablo quiere decir cuando en el versículo 18 habla de los que «destierran la verdad con la injusticia». Según lo visto en el versículo 25 se trata de «la verdad de Dios», de la verdadera esencia de Dios. Y de ella afirma Pablo que a base de injusticias es con lo que los hombres impiden conocerla.

El que vive en la injusticia, o se decide a convertirse a Dios y salir de ella, o no tiene más remedio que oprimir la verdad de Dios, inventándose otro dios concordante con su manera de proceder. La actitud vital de injusticia impide conocer al Dios verdadero. Por eso una actitud constantemente injusta es como una fábrica de ídolos.

b. Hechos 17, 16-34

Este texto nos narra la actividad de Pablo en Atenas, una «ciudad poblada de ídolos» (17,16). El discurso que tiene el apóstol en el Areópago (17,22-31) es una crítica radical a la idolatría, en el que radicaliza y profundiza la crítica del Antiguo Testamento.

Utiliza dos argumentos. En el primero se refiere a Dios como creador y señor de la historia. Este Dios no necesita templos, ni altares, ni ídolos para revelarse. El hombre tampoco los necesita para conocerlo. Dios es plenamente trascendente, y por eso «en él vivimos, nos movemos y existimos» (17,28).

La presencia trascendente de Dios en el hombre, en la naturaleza y en la historia es el fundamento último y más radical contra la idolatría, puesto que es radicalmente opuesta a toda práctica idolátrica. Todos los hechos liberadores de Dios llegan a ser una imagen en la que él se revela y donde el hombre puede conocerlo a la luz de la fe. La idolatría, por el contrario, se manifiesta en la destrucción de la historia, del hombre y de la naturaleza.

El segundo argumento de Pablo radicaliza e ilumina el primero: Si el hombre es imagen de Dios, «si somos de la raza de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea semejante al oro, a la plata o a la piedra, obras del arte y del ingenio humano» (17,29). El hombre es la imagen más perfecta de Dios y en él se manifiesta y revela el Dios trascendente y creador. Y si el hombre es la imagen de Dios, «linaje de Dios», ninguna trascendencia y espiritualidad puede existir y revelarse en la destrucción del hombre. Si Dios se revela en la realización plena del hombre y de todos los hombres, lo que destruya de alguna manera al hombre, por más capa de espiritualidad que tenga, es pura idolatría y fetichismo.

Como conclusión podemos afirmar que los que marchan como títeres en pos de ídolos se deshumanizan y deshumanizan a los demás. Ante el ídolo moderno se siente a la vez una intensa atracción y una no menor dependencia.

El mecanismo de la idolatría convierte lo vivo en cadáver, el amanecer en obscuridad, lo real en fantasmagórico, lo creado por nosotros en creador nuestro. El denominador común de los ídolos es su condición de seres muertos, momificados y disecados. Los seres humanos se identifican a sí mismos con las cosas y tratan a los demás como si fueran cosas.

Los ídolos cierran al hombre dentro de sí mismo y legitiman sus actitudes de apropiación egoísta. En vez de alentarle a darse, le alientan al acaparamiento, es decir, a tener más de lo que está destinado a los otros y a poder más sobre los otros.

Tenía razón Carlos Marx cuando afirmaba que la religión es el opio del pueblo, pero él se refería, aun sin saberlo del todo, a la religión de los ídolos. La religión que él conoció en aquel obscurantismo religioso del siglo XIX era en buena parte idolátrica, tanto en su familia protestante, como en los diversos ambientes de la época.

Para reflexionar y dialogar

1. ¿Por qué se dice aquí que la idolatría deshumaniza? ¿Estamos de acuerdo?

2. Leamos Romanos 1, 18-32 y hagamos un comentario en comunidad sobre ello.

3. Dios quiere que el hombre tenga vida en abundancia y que se lleve bien con sus hermanos. Sabemos que la idolatría impide la vivencia de la fraternidad. ¿Qué podemos hacer para evitar que nos domine la idolatría y poder así avanzar juntos en la conquista del bien común?

6 – El poder de los ídolos

El hombre tiene poder para fabricar ídolos y el ídolo es la representación material de ese poder. Y cuando el hombre fabrica ídolos, tiene realmente más poder. El poder del ídolo no es una ficción o un engaño, es real, pero su origen es sólo el poder del hombre.

Es necesario comprender que somos nosotros mismos los que producimos los ídolos porque en última instancia se corresponden a nuestras experiencias, deseos y miedos. Y en este sentido son radicalmente reales, ya que se ponen en lugar de algo perdido o aún no llegado, o invocan algún imposible desconocido, ya sea de una persona, de un grupo o de una clase social. Son sus sueños y esperanzas frustradas.

El concepto marxista de alienación del hombre aparece por primera vez, aunque, claro está, no con esta palabra, en el concepto bíblico de la idolatría. La idolatría es la veneración de las cualidades limitadas y alienadas del hombre.

Un hombre alienado es necesariamente un adorador de ídolos, ya que se ha empobrecido a sí mismo transfiriendo sus poderes vivientes a cosas que están fuera de él, a las que se ve obligado a reverenciar para retener una pequeña parte de su yo y, en último análisis, para conservar su sentido de identidad.

Los dominados por cualquier tipo de esclavitud buscan su seguridad en el sometimiento a la misma dominación. La idolatría la hace aparecer así como salvación.

El hombre transfiere sus propias pasiones y cualidades al ídolo que él mismo crea. Dice Erich Fromm que el ídolo es la forma alienada de la experiencia de sí mismo que tiene el hombre. Al adorar al ídolo, el hombre adora su yo, pero sólo en un aspecto parcial, y por ello se autolimita. Adora sólo su inteligencia, su cuerpo, el poder, la fama y así sucesivamente. Y con ello pierde su totalidad como ser humano y cesa de crecer. Ya no es libre. Solamente en la sumisión a sus ídolos encuentra la sombra, aunque no la sustancia, de su yo.

El ídolo es una cosa y no está vivo. Dios, por el contrario, es la vida. El hombre abierto a Dios encuentra la vida; pero sometiéndose a los ídolos se convierte en una cosa. La contradicción entre la idolatría y el reconocimiento de Dios al final de todo no es más que la contradicción entre el amor a la muerte y el amor a la vida.

El salmo 115 expresa la esencia de la idolatría cuando dice: «Sus ídolos son obra de las manos de los hombres. Tienen boca y no hablan, ojos y no ven, orejas y no oyen… Que sean igual los que los hacen cuando confían en ellos» (115, 4-8). El segundo Isaías describe bellamente la misma idea (Is 44,12-20). El ídolo es algo inútil y los que los adoran se vuelven inútiles también.

Una y otra vez los profetas caracterizan a la idolatría como un autocastigo, una degradación humana, en contraposición a la adoración de Dios, que es liberación y realización humana. Por ello la idolatría es radicalmente incompatible con la libertad y la realización plena de la humanidad.

Para reflexionar y dialogar

1. El ser humano siente continuamente tentaciones de inventarse ídolos para aumentar su poder. ¿Qué consecuencias sufrimos nosotros de esta tentación en nuestra familia y en nuestra comunidad?

2. ¿Qué diferencias hay entre el Dios verdadero y los ídolos? ¿Es importante saber distinguir estas diferencias? ¿Por qué?

3. ¿Por que se dice en este capítulo que los ídolos son «los sueños y las esperanzas frustradas» de la sociedad? ¿Qué significa esto para nosotros hoy?

7 Comments on “Idolatría y Biblia: B – La idolatría según el Nuevo Testamento”

  1. CITAS BÍBLICAS SOBRE IDOLATRÍA, ÍDOLOS, ESTATUAS, IMÁGENES, ESCULTURAS, etc. etc. etc.

    (ANTIGUO TESTAMENTO)

    Levítico 26:1. -No haréis para vosotors ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; por que yo soy Jehová vuestro Dios.-

    Levítico 26:30. -Destruiré vuestros lugares altos, y derribaré vuestras imágenes, y pondré vuestros cuerpos muertos sobre los cuerpos muertos de vuestros ídolos, y mi alma os abominará.-

    Levítico 19:4. -No os volveréis a los ídolos, ni haréis para vosotros dioses de fundición. Yo Jehová vuestro Dios.-

    Deuteronomio 4:15-20. -Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra, figura de animal alguno que está en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire, figura de ningún animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo de la tierra. No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos. Pero a vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su heredad como en este día.-

    Deuteronomio 4:23-27. -Guardaos, no os olvidéis del pacto de Jehová vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que Jehová tu Dios te ha prohibido. Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso.-

    Deuteronomio 4:28. -Y serviréis allí a dioses hechos de manos de hombres, de madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.-

    Deuteronomio 12:3. -Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y sus imágenes de Asera consumiréis con fuego; y destruiréis las esculturas de sus dioses, y raeréis su nombre de aquel lugar.-

    Deuteronomio 7:5. – Mas asi habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego.-

    Isaias 44:9. -Los formadores de imágenes de talla, todos ellos son vanidad, y lo más precioso de ellos para nada es útil; y ellos mismos son testigos para su confusión, de que los ídolos no ven ni entienden.-

    Isaias 44:13-20. -El carpintero tiende la regla, lo señala con almagre, lo labra con los cepillos, le da figura con el compás, lo hace en forma de varón, a semejanza de hombre hermoso, para tenerlo en casa. Corta cedros. y toma ciprés y encina, que crecen entre los árboles del bosque; planta pino, que se crie con la lluvia. De él se sirve luego el hombre para quemar, y toma de ello para calentarse; enciende también el horno, y cuece panes; hace además un dios, y lo adora; fabrica un ídolo, y se arrodilla delante de él. Parte del leño quema en el fuego; con parte de él come carne, prepara un asado, y se sacia; despues se calienta, y dice: ¡Oh! me he calentado, he visto el fuego; y hace del sobrante un dios, un ídolo suyo; se postra delante de él, lo adora y le ruega diciendo: Líbrame, por que mi dios eres tú. No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no entender. No discurre para consigo, no tiene sentido ni entendimiento para decir: Parte de esto quemé en el fuego, y sobre sus brasas cocí pan, asé carne, y la comí. ¿Haré del resto de él una abominación? ¿Me postraré delante de un tronco de árbol? De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?

    Jeremías 43:13. -Además quebrará las estatuas de Bet-semes, que está en tierra de Egipto, y los templos de los dioses de Egipto quemará a fuego.-

    Jeremías 50:38. -Sequedad sobre sus aguas, y se secarán; porque es tierra de ídolos, y se entontecen con imágenes.-

    Isaias 2:8. -Además su tierra está llena de ídolos, y se han arrodillado ante la obra de sus manos y ante lo que fabricaron sus dedos.-

    Isaias 2:18. -Y quitará totalmente los ídolos.-

    Isaias 31:7. -Porque en aquel día arrojará el hombre sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que para vosotros han hecho vuestras manos pecadora.-

    Deuteronomio 29:17. -Y habéis visto sus abominaciones y sus ídolos de madera y piedra, de plata y oro, que tienen consigo.-

    Ezequiel 6:13. -Y sabréis que yo soy Jehová, cuando sus muertos estén en medio de sus ídolos, en derredor de sus altares, sobre todo collado alto, en todas las cumbres de los montes, debajo de todo árbol frondoso y debajo de toda encina espesa , lugares donde ofrecieron incienso a todos sus ídolos.-

    Ezequiel 8:10. -Entré, pues, y miré; y he aquí toda forma de reptiles y bestias abominables, y todos los ídolos de la casa de israel, que estaban pintados en la pared por todo alrededor.-

    Ezequiel 23:14. -Y aumentó sus fornicaciones; pues cuando vio a hombres pintados en la pared, imágenes de caldeos pintadas de color.-

    2 Crónicas 23:17. -Después de esto entró todo el pueblo en el templo de Baal, y lo derribaron, y también sus altares; e hicieron pedazos sus imágenes, y mataron delante de sus altares a Matán, sacerdote de Baal.-

    2 Crónicas 24:18. -Y desampararon la casa de Jehová el Dios de sus padres, y sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado.-

    2 Crónicas 34:3-4. -A los ocho años de su reinado, siendo aún muchacho, comenzo a buscar al Dios de David su padre; y a los doce años comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, imágenes de Asera, esculruras, e imágenes fundidas. Y derribaron delante de él los altares de los baales, e hizo pedazos las imágenes del sol, que estaban puestas encima; despedazó también las imágenes de Asera, las esculturas y estatuas fundidas, y las desmenuzó, y esparció el polvo sobre los sepulcros de los que les habían ofrecido sacrificios.-

    2 Crónicas 15:16. -Y aun a Maaca madre del rey Asa, él mismo la depuso de su dignidad, porque había hecho una imagen de Asera; y Asa destruyó la imagen, y la desmenuzó, y la quemó junto al torrente de Cedrón.-

    Génesis 31:19. -Pero Labán había ido ha trasquilar sus ovejas; y Raquel hurtó los ídolos de su padre.-

    Oseas 13:2. -Y ahora añadieron a su pecado, y de su plata se han hecho según su entendimiento imágenes de fundición, ídolos, toda obra de artífices, acerca de los cuales dicen a los hombres que sacrifican, que besen los becerros.-

    Habacuc 2:18. -¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo? ¿la estatua de fundición que enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confie el hacedor en su obra?.-

    Isaias 42:8. -Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.-

    Isaias 42:17. -Serán vueltos atras y en extremo confundidos los que confian en ídolos, y dicen a las imágenes de fundición: Vosotros sois nuestros dioses.-

    Ester 3:2. -Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque asi lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba.-

    Isaias 30:22. -Entonces profanarás la cubierta de tus esculturas de plata, y la vestidura de tus imágenes fundidas de oro; las apartarás como trapo asqueroso; ¡Sal fuera! les dirás.-

    Daniel 3:1-30. -El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia.-

    Miqueas 5:13. -Y haré destruír tus esculturas y tus imágenes de en medio de ti, y nunca mas te inclinarás a la obra de tus manos.-

    Salmos 96:5. -Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; pero Jehová hizo los cielos

    Salmos 106:36-38. -Y sirvieron a sus ídolos, los cuales fueron causa de su ruina. Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios, y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas, que ofrecieron en sacrificio a los ídolos de Canaán, y la tierra fue contaminada con sangre.-

    Salmos 115:4-8. -Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; Manos tienen, mas no palpan; Tienen pies, mas no andan; No hablan con su garganta. Semejantea a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confia en ellos.-

    Deuteronomio 5:8-9. -No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen.-

    Deuteronomio 27:15. -Maldito sea el que haga un ídolo o una figura de metal fundido, hecha por un artesano, la ponga en un lugar oculto, pues eso le repugna al Señor. Y todo el pueblo dirá: “Así sea”(Amén)-

    Jeremías 10:3-5. -La religión de esos pueblos no vale nada. Cortan un tronco en el bosque, un escultor lo labra con su cincel, luego lo adornan con plata y oro, y lo aseguran con clavos y martillo para que no se caiga. Los ídolos parecen espantapájaros en un campo sembrado de melones, no pueden hablar, y hay que cargar con ellos, porque no caminan. No tengan miedo de ellos que a nadie hacen mal ni bien-.

    Isaías 44:18-20. -Esa gente no sabe, no entiende; tienen los ojos tan ciegos que no pueden ver, y el entendimiento tan cerrado que no pueden comprender. No se ponen a pensar, les falta entendimiento para comprender y decir: “¡La mitad de la madera la puse a arder y en las brasas cocí pan, asé carne y me la comí; del resto hice esta cosa detestable, y lo que estoy adorando es un pedazo de palo!” Verdaderamente, es como comer ceniza. Es dejarse engañar por ideas falsas. Esas personas no podrán salvarse. No serán capaces de entender que lo que tienen en sus manos es pura mentira-.

    Isaías 45:20. “Reúnanse y vengan, acérquense todos los sobrevivientes de los pueblos. Son unos ignorantes quienes llevan en procesión sus ídolos de madera y se ponen a orar a un Dios que no puede salvarlos”

    Isaías 46:7. “Lo cargan sobre los hombros y se lo llevan; lo colocan sobre un soporte y ahí se queda, sin moverse de su sitio. Por más que gritan pidiéndole ayuda, no les responde ni puede salvarlos de sus angustias”.

    2 Reyes 19:18. – Y que han echado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por el hombre. Por eso los destruyeron.-

    Isaías 2:20. -En aquel día el hombre echará sus ídolos a las ratas y a los murcielagos, esos ídolos de oro y de plata que él mismo se hizo para adorarlo.-

    Isaías 37:19. – Y que han echado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por el hombre. Por eso los destruyeron.-

    Salmos 135:15-18. -Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca y no hablan; tienen ojo y no ven; Tienen orejas y no oyen; Tampoco hay aliento en sus bocas. Semejante a ellos son los que los hacen, y todos los que en ellos confían.-

    EN EL NUEVO TESTAMENTO

    Hechos 17:29. -Siendo, pues, descendientes de Dios, no debemos pensar que Dios sea como las imágenes de oro, plata o piedra que los hombres hacen según su propia imaginación-.

    2 Corintios 6:16. -¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.

    Hechos 19:23-27. -Demetrio hacía figuritas de plata que representaban el templo de la diosa Artemisa y ésto daba muchas ganancias a los que trabajaban con él. Reuniéndose con otros que trabajaban en oficios semejantes, dijo: Ustedes saben que nuestro bienestar depende de la venta de éstas figuritas, pero ustedes ven y oyen que ese Pablo, dice que no son dioses lo que se hace con las manos, y así ha convencido a mucha gente, aquí en Efeso y en toda Asia. Esto es peligroso, porque nuestro negocio puede echarse a perder.-

    Gálatas 5:19-21. -Y manifiestas son las obras de la carne, que son: Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.-

    Apocalipsis 21:8. -Pero en cuanto a los cobardes, los incrédulos, los odiosos, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los que practican la brujería, los que adoran ídolos, y todos los mentirosos, a ellos les tocará ír al lago de azufre ardiente, que es la segunda muerte. –

    Apocalipsis 9:20-21. -Y los otros muertos que no fueron muertos con estas plagas, ni aun asi se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra, y de madera, las cuales no pueden ver, ni oir ni andar; Y tampoco dejaron de matar, ni de hacer brujerías, ni de cometer inmoralidades sexuales, ni de robar.-

    Apocalipsis 22:15. -Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.-

    Romanos 1:23,25 -Y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. …….. Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrrando y dando culto a las criaturas antes que al creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.-

    1 Corintios 10:14. -Por tanto amados míos, huid de la idolatría.-

    M E N S A J E

    Jesucristo está vivo en el cielo (en gloria) sentado a la diestra de Dios su Padre (Marcos 16:19).
    Y él es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5).
    Y todo el poder de Dios está en él (Colosenses 2:9) (Mateo 28:18).

    ÉL NO ES UN MUÑECO QUE SE CARGA AL HOMBRO

    Los que tienen imágenes y estatuas en sus casas, no tienen parte en el reino de Dios;
    Millones de almas están en el infierno por causa de la idolatría, porque le creyeron a líderes religiosos engañadores .
    Echa a la basura las imágenes, pinturas, estatuas, muñecos y objetos, que desvían tu salvación.
    Adora a Dios en espíritu y en verdad (Juan 4:23)
    Solo en Jesucristo hay Salvación (Hechos 4:12) (1 Corintios 3:11).
    El es el único en el cual Dios el Padre tiene complacencia (Mateo 3:17; 12:18; 17:5)

    ¡¡¡ A DIOS SEA TODA LA GLORIA !!!

  2. Solo puedo decir, maravilloso, sentí con sólo leer un gran esclarecimiento, les doy gracias por este hermoso trabajo, realmente todo lo podemos transformar en idolatría, sus alcances son enormes pero la gracia de Jesús, sus enseñanzas nos ayudan a desenmascararla y evitarla, Dios este con ustedes.

  3. Perfecto una gran enseñanza pese a ser criado en el verdadero evangelio debo de ser codescendiente con quienes predican de una u otra manera este bello evangelio para seguir motivando a la gente en dejar la idolatría ya que de lo contario seguiràn construyendo su propia tumba. Dios les bendiga.

  4. Mala interpretación se le da en este artículo a Galatas 4; 8, esre texto no está diciendo que la Ley es idolatría, la ley fue introducida por Dios para hacer caer em cuenta al ser humano que es pecador y conduce al hombre hacia Cristo, el texto lo que indica es que ya Dios cumplió la Ley por nosotros y que a veces las personas queremos volver a ella, no cayendo en cuenta que Ctisto ya la cumplió y que nos rescató de un pasado pecaminoso, porque la Ley no salva quien salba es Cristo. Sin embargo la Ley no es idolatría.

  5. Ni la Ley, ni el poder, ni el dinero son ídolos; el problema aparece cuando lo absolutizamos; en ese momento desplazamos a Dios y nos volvemos adoradores de estas criaturas, que bien pueden ser solo herramientas para crecer en Gracia, Sabiduría y Santidad. Así entiendo de esta reflexión tan ilustradora .

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