XL. El sr. Jolly satisface a las preguntas de la asamblea. Escribe otras cartas circulares
Quedaron varias preguntas de las que la asamblea no quiso discutir, y dejó al superior general, como se había hecho hasta ahora, para que las respondiese. Y lo hace pronto escribiendo una carta a todas las casas. Advierte en primer lugar que se habían quejado de cierto relajamiento, en cuanto a la sencillez, tan recomendada por el sr. Vicente, evitando los ornatos superfluos en las iglesias, los edificios, las habitaciones, como la demasiada limpieza en los vestidos, observando la uniformidad perfecta en las casas en las ropas, sin servirse de telas extraordinarias, de demasiado largos gorros cuando se va al campo, de medias de estameña, o hechas con clase, de hebillas en los calzados, de guantes en la ciudad, de breviario en cuatro tomos, o cubiertos de tafilete. Los abrigos de los hermanos no deben sobrepasar las ligas. Donde se tengan parroquias, y seminarios, que obligan a algún misionero a decir el oficio y la misa según las rúbricas de la diócesis se puede decir la misa diferente del oficio que se ha recitado. Y servirse de ornamentos de otro color, que no prescribe el Romano con el fin de adaptarse al uso de la diócesis.
La asamblea ha deseado que los predicadores exhorten con insistencia a los pueblos en las misiones a hacer confesiones generales, y que los jóvenes sacerdotes le dediquen todo el tiempo necesario a menos que con respecto a cierta gente tales confesiones no se juzguen convenientes. Bien está mandar dar misiones de vez en cuando en las parroquias de nuestra dirección, haciendo venir a confesores de otras casas de la CM. El superior debe vigilar que los catequistas no hablen demasiado, el escaso fruto que se observaba en los catequistas provenía de esto, y debe también mandar visitar las cofradías de la caridad en los lugares en que están establecidas. No dejar introducir el canto de canciones espirituales en el catecismo, y por la noche en lugar de letanías; plantar cruces al final de las misiones, y toda otra novedad. Examinar por sí o por los otros a los sacerdotes jóvenes antes de exponerlos a confesar, advertir a los rectores de seminarios que no digan nada que favorezca la opinión, de no poderse servir para la dirección exterior de lo que se sabe por la confesión, mandándoles enseñar lo contrario. Ejercitar a los seminaristas en hacer, en el refectorio o en alguna sala, pláticas y sermones. Atraerlos hacia la comunicación interior; poner atención en no demostrar más afecto a algunos de sus inferiores, que a los otros, y lo mismo con los seminaristas, formar a los nuevos hermanos en los ejercicios espirituales, atenerse al uso de la CM de no confesar, ni dirigir a las Hijas de la Caridad, si las hay en los lugares donde se encuentran, excepto en París, y los lugares donde se tiene parroquia. Sin embargo el visitador puede verlas para hacerles una visita, y confesarlas después de ser aprobado por el ordinario. Las casas deben seguir para el oficio de la dedicación de las iglesias catedrales la costumbre de la diócesis. Los superiores no pueden ni leer ni abrir las cartas escritas al admonitor del general, ni las que se reciben de él, y existe un sello particular para él marcado con estas letras, A. S. G. Congre. Missionis. Ha molestado el enterarse del poco cuidado que se tiene en algunas casas de los enfermos, y se recomienda a los superiores que no les falte de nada, y exhortar a menudo a los particulares de la familia, mantener entre sí una gran unión, teniendo de vez en cuando conferencias sobre este tema. Poner atención a la regla que prohíbe hablar de los asuntos de la casa y de la dirección; a la lectura de vez en cuando de las cartas circulares instructivas sobre las que se envían a continuación de las asambleas generales. Estas son las actas que nos quedan de ésta, y no hubo otras.
Se destacan, lo mismo que en los de las asambleas precedentes, reglamentos muy útiles para la perfección de una comunidad. Nunca existió ninguno en el que no se deslizara algún error, de lo que no se conocieran las consecuencias. Se advierte en ciertas casas alguna falta respecto de la templanza, y el general, una vez informado, escribió inmediatamente una carta circular a todas las casas, con fecha del 15 de septiembre de 1687. Me he enterado, dice, por algunas casas que comenzaba a haber algo de relajamiento en lo que se refiere a la boca. Algunos tratando de salir fuera de casa y tomarse recreos donde hay colaciones que no están conformes al uso de nuestra CM. Y los superiores reciben por su parte a los eclesiásticos a quienes han invitado para agasajarlos demasiado espléndidamente, de manera que no se contentan con darles buenas carnes por lo común, y hasta pollo, sino añadiendo caza. Y como postre confituras, pasteles, etc., sin contar la fruta en que no falta el azúcar. Escribe también que se introducía una práctica de ir bastante lejos al encuentro de las visitas, devolverlos de la misma forma, haciendo siempre excesos de boca en esos viajes. Esto no se vio en el principio de la CM, el mal no es, después de todo, todavía muy grande. Pero he creído que era mi deber advertir a la CM del peligro, en que nos pondría la continuación de estos pequeños excesos. Se sabe que esto es lo que se reprocha a los miembros de comunidad con mayor vergüenza por su parte, ya que a Dios gracias no se nos acusará de deshonestidad (17º cuaderno) después de la cual no hay desarreglo mayor que el de la boca, pues hace al hombre incapaz de la oración y de las cosas espirituales, y le lleva después a otros abusos, si Dios no le abre los ojos para conocer el peligro en que está, y si no trabaja con eficacia para corregirse.
Por eso ateniéndonos a lo que hemos recibido de la dirección y ejemplos del difunto sr. Vicente, habrá que proceder así, 1º no hacer viaje alguno por el campo sin necesidad, excepto lo que se haya concedido a los profesores de los seminarios en la última asamblea general. 2º Cuando un eclesiástico llega a la casa , y se cree natural convidarle a comer, se contentarán si es un párroco ordinario u otro sacerdote de la misma categoría con darle como se hace en casa, fuera de la porción acostumbrada, una entrada con un postre, pero no para esta clase de gente confituras o cosas exquisitas. Se trata mejor a los srs. Vicarios generales dándoles además de la porción un pollo hervido, y alguna vez también una entrada y dos clases de fruta además de la de la comunidad. A un obispo se le dan cuatro platos de carne y cuatro platos de postre. Uno de los platos, si así parece, puede ser de asado, aunque sea para comer, lo que se dé de más, no serviría de nada, y no los edificaría. El sr. Jolly conocía perfectamente a su gente, habiendo vivido allí por algún tiempo antes de hacerse misionero, y nadie le ha acusado de ser ineducado y de no conocer las reglas de urbanidad. Continúa, no tenemos lo que algunos religiosos toman en casa camera charitatis. Se colocará en el refectorio a las personas a quienes se invita, y siempre en la primera mesa, en cuanto sea posible.
En cuanto a las personas de la CM, no se les dan confituras si no están enfermos, y siempre en la enfermería, nunca en el refectorio. No se da tampoco a los de la casa pasteles a no ser pastelillo o tarta de ocho denarios por cambiar cuando no hay mucha fruta. No se pone azúcar a la fruta, ni tampoco con las fresas. Si ocurriera que estuviera barato, se les dará. Tampoco se le pone al arroz, ni en la crema cuando se sirve. Se debe igualmente evitar con cuidado hacer los desayunos y colaciones con carne en el refectorio. La asamblea general de 1683 dijo que se diera algún extraordinario a los que vienen de misión o de viaje en el mismo plato de la ración, o en plato aparte. Aunque esto no se entienda de un viaje de un día, y el mismo decreto dice que los que llegan así de fuera comerán en el refectorio a no ser que estén enfermos, o muy cansados de un largo viaje, o de un gran trabajo de misión. Por lo que toca a los visitadores a quienes se les sale al encuentro, y se les despide suficientemente lejos de la casa, hasta salir de la diócesis, esto no se hacía al principio de la Congregación. Y parece que existen inconvenientes. Por eso creemos que no se haga más en adelante. Nos ha de bastar con recibir a los visitadores con mucho respeto, y tener en gran estima la visita.
Aplicándose en primer lugar a poner en práctica las ordenanzas, el sr. Jolly temió así sacar mayores frutos de estas pequeñas deficiencias que aparecían en la CM. El único medio de prevenir grandes males es remediar continuamente los más pequeños. Por otro lado se había enterado de que en alguna casa se sentía curiosidad por saber noticias del mundo y por leer a toda prisa las gacetas del espíritu del mundo y de la vanidad, y temía que se introdujese en la CM. Lo que le llevó a escribir otra carta circular fechada el 9 de noviembre de 1689, donde destaca que habiéndose sabido que en varias casas se leían las gacetas y que algunos se afanaban mucho por ello, teniendo en cuenta por otro lado que las reglas prohíben hablar de la guerra, de las noticias del estado, lo que no se conjuga bien con el espíritu de oración al que se debe aspirar. Y no edificaría a los externos, viendo así a las personas de nuestra profesión dejarse llevar por la curiosidad. Ha tenido a bien recordar el espíritu de tal regla y exhortar a los individuos de la CM a aficionarse a cosas mejores que a las noticias que no pueden sino causar distracciones en la oración e impedir el santo comercio que se ha de tener con Dios por la plegaria. Ruega a los superiores que no permitan que los periódicos entren en su casa, ni que se vaya a leerlos en la ciudad, ni se converse con noticias de la guerra, ni del estado, sino que se sea fieles a observar la regla que tenemos sobre eso, fuera de que redundará en gran bien de la Co, la cual privándose de esta diversión obtendrá los consuelos de Dios, sin comparaciones más agradables y más útiles. Se hallará más dispuesta a las gracias que Dios comunica en la oración, y edificará de esa manera al prójimo, porque conocerá que se desprecian las vanas curiosidades de las noticias del mundo y que se ocupa el espíritu con pensamientos más santos y más sólidos. Esta vigilancia del general muestra evidentemente que se prestaba atención hasta a las menores cosas de la compañía, y ella despedía aún un buen olor en los países extranjeros como lo vamos a ver en lo que sigue.