- LA FORMACIÓN EN EL TIEMPO DEL «NO-HACER»
Me he permitido llamar tiempo del no-hacer a los años que los biógrafos suelen llamar años de viudez y más impropiamente años de noviciado: los cuatro años que pasó Luisa de Marillac (1625-1629) entre tanteos, esperas, impaciencias, después de haber entrado bajo la orientación de san Vicente de Paúl.
Muerto su esposo, Luisa abandona su antigua residencia y se instala en la calle de San Víctor, en la parroquia de Saint-Nico-las-du-Chardonnet, no lejos del colegio de los «Buenos Hijos», donde reside san Vicente y donde va a estudiar su hijo Miguel Antonio.
Su minucioso «reglamento de vida en el mundo» nos permite reconocer en santa Luisa a una verdadera mujer devota. Los «devotos» son personas que dedican su vida a la oración y a la vida estricta. El movimiento devoto es una moralidad, una forma de vida práctica, minuciosamente ordenada a obtener la vida de perfección en la calle, en las circunstancias concretas de la vida ordinaria, cualquiera que sea la profesión o el estado. «Es ante todo una escuela de santidad personal; una doctrina, una teología sin duda, pero afectiva y dirigida totalmente a la práctica. Por otra parte, su propaganda quiere alcanzar a todos los fieles, incluso a los más simples». Este «reglamento de vida en el inundo» nos muestra a santa Luisa, totalmente centrada en la presencia de Dios, en las prácticas de la vida cristiana devota y en la dedicación a las diversas actividades propias de su condición de madre viuda para agradar a Dios.
- LA FORMACIÓN EN LAS VISITAS A LAS COFRADÍAS
¿Habrá terminado ya santa Luisa su formación cuando es enviada por Vicente de Paúl a visitar las Cofradías de la Caridad?
Más bien, se inicia entonces una nueva etapa en su formación humana y cristiana. Es la formación en la acción.
Las Cofradías de la Caridad, establecidas por san Vicente de Paúl y sus misioneros en las parroquias donde predicaban las misiones al pueblo, no siempre mantenían el entusiasmo primero con el paso del tiempo. Teniendo en cuenta la autonomía de cada Cofradía y las escasas posibilidades de volver a encontrar a los misioneros durante varios años, ¿cómo asegurar la animación de estos grupos, integrados habitualmente por personas sin demasiada formación? Vicente de Paúl confía este servicio a Luisa de Marillac en mayo de 1629.
Las visitas a las parroquias de los campos permitirán a Luisa de Marillac proseguir su formación humana y cristiana, al tiempo que contribuía a la organización y revitalización de las Cofradías de la Caridad:
- Luisa descubre la importancia de trabajar en comunión, en equipo: realiza estas visitas siempre acompañada de algunas otras mujeres.
- Luisa conoce las dificultades de la Caridad. Se acerca a la realidad concreta y participa de los medios sencillos, propios de los campos (alimentación, vivienda, hospedaje…). Lleva consigo medicinas, ropas, abecedarios para las escuelas…
- Yendo por los caminos, Luisa vive centrada en el Señor, a quien saluda al divisar las torres de las iglesias y capillas, y a quien visita en la persona de los pobres y en el Santísimo Sacramento de los lugares donde los transportes se detienen.
- La metodología que Luisa pone en práctica revela su sentido de la formación: cuando llegaba al lugar que debía visitar, reunía a todos los miembros de la Cofradía y escuchaba detenidamente la relación que hacían de sus trabajos y de sus dificultades. Ella misma, con sus preguntas, trataba de completar la información. Y, a partir de ese momento, comenzaba su trabajo renovador: «Luisa elogiaba primero el bien, luego reprendía el mal; a continuación, trataba problemas particulares; y, sobre todo, exhortaba a una vida más santa, a una entrega más profunda, a un trabajo más diligente».
- Luisa informaba minuciosamente a San Vicente de todas las dificultades encontradas y le sugería los remedios, esperando su aprobación. San Vicente llega a preocuparse de la salud de Luisa por estas largas conversaciones y le pide con insistencia que le diga «exactamente si no tiene los pulmones agotados de tanto hablan y la cabeza aturdida por tantas preocupaciones y cuidados».
- No se contentaba con dar buenas recomendaciones a los miembros de las Cofradías. Luisa misma las ponía en práctica desplegando su pedagogía en acción: durante unos días asumía las funciones de la superiora, más tarde las de la tesorera, después las de la visitadora de los enfermos. De esta manera todas tenían un modelo vivo para desempeñar su trabajo.
- Luisa llevaba además otra preocupación: la formación. En los lugares donde ya existía una maestra, Luisa alentaba su trabajo y le proporcionaba medios para mejorar su enseñanza. Allí donde no había maestra, seleccionaba a alguna de las jóvenes más despiertas y la preparaba cuidadosamente para que pudiera desempeñar tan importante servicio.
- En las visitas a las Caridades, Luisa ha ido descubriendo la importancia que tiene trabajar en estrecha colaboración con los párrocos y obispos: para que la Cofradía de la Caridad funcione y el servicio a los enfermos sea fructífero, es preciso contar siempre con el párroco.
Las visitas a las Cofradías de la Caridad, que Luisa continuó realizando también después de la fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad, constituyeron una verdadera formación en la Misión: Luisa dio a conocer sus capacidades para la organización y animación de la Caridad; sus observaciones y precisiones serán en adelante siempre solicitadas por Vicente de Paúl para los nuevos proyectos al servicio de los pobres; su experiencia desembocará en el establecimiento de las Cofradías de la Caridad en las parroquias de París y en la organización y formación de las Hijas de la Caridad.
Juan Corpus Delgado
CEME, 2010