Formación humana y cristiana de Luisa de Marillac (V)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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  1. LA FORMACIÓN EN EL TIEMPO DEL «NO-HACER»

Me he permitido llamar tiempo del no-hacer a los años que los biógrafos suelen llamar años de viudez y más impropiamente años de noviciado: los cuatro años que pasó Luisa de Marillac (1625-1629) entre tanteos, esperas, impaciencias, después de haber entrado bajo la orientación de san Vicente de Paúl.

Muerto su esposo, Luisa abandona su antigua residencia y se instala en la calle de San Víctor, en la parroquia de Saint-Nico-las-du-Chardonnet, no lejos del colegio de los «Buenos Hijos», donde reside san Vicente y donde va a estudiar su hijo Miguel Antonio.

Su minucioso «reglamento de vida en el mundo» nos permi­te reconocer en santa Luisa a una verdadera mujer devota. Los «devotos» son personas que dedican su vida a la oración y a la vida estricta. El movimiento devoto es una moralidad, una forma de vida práctica, minuciosamente ordenada a obtener la vida de perfección en la calle, en las circunstancias concretas de la vida ordinaria, cualquiera que sea la profesión o el estado. «Es ante todo una escuela de santidad personal; una doctrina, una teolo­gía sin duda, pero afectiva y dirigida totalmente a la práctica. Por otra parte, su propaganda quiere alcanzar a todos los fieles, incluso a los más simples». Este «reglamento de vida en el inundo» nos muestra a santa Luisa, totalmente centrada en la presencia de Dios, en las prácticas de la vida cristiana devota y en la dedicación a las diversas actividades propias de su condi­ción de madre viuda para agradar a Dios.

  1. LA FORMACIÓN EN LAS VISITAS A LAS COFRADÍAS

¿Habrá terminado ya santa Luisa su formación cuando es enviada por Vicente de Paúl a visitar las Cofradías de la Caridad?

Más bien, se inicia entonces una nueva etapa en su formación humana y cristiana. Es la formación en la acción.

Las Cofradías de la Caridad, establecidas por san Vicente de Paúl y sus misioneros en las parroquias donde predicaban las misiones al pueblo, no siempre mantenían el entusiasmo prime­ro con el paso del tiempo. Teniendo en cuenta la autonomía de cada Cofradía y las escasas posibilidades de volver a encontrar a los misioneros durante varios años, ¿cómo asegurar la anima­ción de estos grupos, integrados habitualmente por personas sin demasiada formación? Vicente de Paúl confía este servicio a Luisa de Marillac en mayo de 1629.

Las visitas a las parroquias de los campos permitirán a Luisa de Marillac proseguir su formación humana y cristiana, al tiempo que contribuía a la organización y revitalización de las Cofradías de la Caridad:

  • Luisa descubre la importancia de trabajar en comunión, en equipo: realiza estas visitas siempre acompañada de algu­nas otras mujeres.
  • Luisa conoce las dificultades de la Caridad. Se acerca a la realidad concreta y participa de los medios sencillos, pro­pios de los campos (alimentación, vivienda, hospedaje…). Lleva consigo medicinas, ropas, abecedarios para las escuelas…
  • Yendo por los caminos, Luisa vive centrada en el Señor, a quien saluda al divisar las torres de las iglesias y capi­llas, y a quien visita en la persona de los pobres y en el Santísimo Sacramento de los lugares donde los transpor­tes se detienen.
  • La metodología que Luisa pone en práctica revela su sen­tido de la formación: cuando llegaba al lugar que debía visitar, reunía a todos los miembros de la Cofradía y escu­chaba detenidamente la relación que hacían de sus traba­jos y de sus dificultades. Ella misma, con sus preguntas, trataba de completar la información. Y, a partir de ese momento, comenzaba su trabajo renovador: «Luisa elo­giaba primero el bien, luego reprendía el mal; a conti­nuación, trataba problemas particulares; y, sobre todo, exhortaba a una vida más santa, a una entrega más pro­funda, a un trabajo más diligente».
  • Luisa informaba minuciosamente a San Vicente de todas las dificultades encontradas y le sugería los reme­dios, esperando su aprobación. San Vicente llega a preo­cuparse de la salud de Luisa por estas largas conversacio­nes y le pide con insistencia que le diga «exactamente si no tiene los pulmones agotados de tanto hablan y la cabe­za aturdida por tantas preocupaciones y cuidados».
  • No se contentaba con dar buenas recomendaciones a los miembros de las Cofradías. Luisa misma las ponía en práctica desplegando su pedagogía en acción: durante unos días asumía las funciones de la superiora, más tarde las de la tesorera, después las de la visitadora de los enfer­mos. De esta manera todas tenían un modelo vivo para desempeñar su trabajo.
  • Luisa llevaba además otra preocupación: la formación. En los lugares donde ya existía una maestra, Luisa alen­taba su trabajo y le proporcionaba medios para mejorar su enseñanza. Allí donde no había maestra, seleccionaba a alguna de las jóvenes más despiertas y la preparaba cuidadosamente para que pudiera desempeñar tan impor­tante servicio.
  • En las visitas a las Caridades, Luisa ha ido descubriendo la importancia que tiene trabajar en estrecha colaboración con los párrocos y obispos: para que la Cofradía de la Caridad funcione y el servicio a los enfermos sea fructífe­ro, es preciso contar siempre con el párroco.

Las visitas a las Cofradías de la Caridad, que Luisa continuó realizando también después de la fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad, constituyeron una verdadera formación en la Misión: Luisa dio a conocer sus capacidades para la orga­nización y animación de la Caridad; sus observaciones y preci­siones serán en adelante siempre solicitadas por Vicente de Paúl para los nuevos proyectos al servicio de los pobres; su experien­cia desembocará en el establecimiento de las Cofradías de la Caridad en las parroquias de París y en la organización y formación de las Hijas de la Caridad.

Juan Corpus Delgado

CEME, 2010

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