Día 5 de julio.—Estamos en días de verdadera expectación y ansiedad. Nuestra situación es algo parecida a la del prisionero que en estrecho calabozo espera la sentencia definitiva. Los rumores y suposiciones de que los rebeldes no se entendían ni se avenían con los yankees, por desgracia no se confirman, y ayer nos quisieron dar una prueba de lo contrario. Poco después de las cuatro y media de la tarde rompieron el fuego contra las trincheras de Singalón y polvorín de San Antonio, y a los pocos minutos se extendía por gran parte de la línea hasta las inmediaciones de San Juan del Monte. Tanto los cañones como la fusile- ría respondieron muy bien, y para las cinco y media ya estaba ‘otra vez todo en completa calma. A las ocho y cuarto insistieron de nuevo, y tres cañonazos de los nuestros ayudando a los cazadores impusieron silencio a los insurrectos. Lo restante de la noche la han pasado tiroteando según costumbre y sistema adoptado por estos guerreros casi anfibios. Esta tarde se oían tiros de remington y cañonazos hacia San Lázaro y la Loma. Aquí han pasado el día bastante silenciosos, pero a las seis y cuarto ha empezado un fuego muy nutrido en el dichoso Singalón, y a las nueve menos cuarto lo han repetido con más dureza y tenacidad, extendiéndose hasta San Antonio y Maituvig. Se conoce que no pueden adelantar un paso, y que puestos a raya por nuestros valientes artilleros y cazadores, tienen que retirarse pronto, pues apenas dura cada acometida un cuarto de hora. Venimos notando desde ayer que el enemigo contesta con Maüser, y esto nos indica que han reforzado la línea con gente nueva. Esta noche empieza a ser algo toledana, no cesan las descargas, y en estos momentos estoy oyendo el sonido de unos fusilazos que suenan horriblemente, y por la doble detonación que producen se conoce que las balas son explosivas. Con música tan espantosa y horrísona, mal se puede conciliar el sueño, máxime teniendo, como a mí me sucede, tan alterados los nervios. Además hay .que dormir con precaución y cuidado, porque estamos expuestos a tener que levantarnos y salir escapados para Manila. Toda la Comunidad tiene permiso para retirarse a dormir en intramuros, pero aún nos que – damos aquí la mitad. Yo fuí el mes pasado unos catorce días.
Día 8 de Julio.— Todo permanece lo mismo en los alrededores de Manila, y tres son las ideas principales que ocupan la atención en estos días: si se podrá sostener la línea, si llegará pronto la escuadra y nos librará de la opresión que sufrimos, y si se agotarán los víveres y comestibles. La detención de la correspondencia por los yankees cuando les conviene a sus fines, la falta de noticias ciertas de dentro y de fuera, y la reserva prudente de las autoridades, son causas para que dichas ideas se arraiguen y más se comenten de muchas maneras. Respecto a las existencias, aunque van faltando algunos comestibles de Europa, de otros hay para más de un mes; y a fin de poner coto a la avaricia de los poseedores, que siempre abusan en circunstancias como las presentes, la Junta Civil de defensa ha dictado un arancel, al cual tienen que sujetarse, bajo pena de ser castigados con graves multas. En cuanto a la escuadia, todos, sin excepción, la anhelamos por momentos, pidiendo al Cielo que no sufra percances y que obtenga una victoria completa. ¡La línea de defensa! ésta es la que nos tiene con más cuidado; y aun cuando lograsen rebasarla por alguna sorpresa, todavía nos queda la ciudad murada; pero sería tal nuestra situación, que no se podría resistir mucho tiempo. Si es cierto que se aproxima la’ escuadra española, estos han de ser los días más aciagos, pues es de suponer que el enemigo hará cuanto pueda por tomar a Manila. Ya van dos noches que atacan con más dureza y tenacidad. La del día seis fue terrible, y la pasamos bastante alarmados. A las once menos cuarto dio principio el jaleo, que fue aumentando por momentos, sosteniéndose con mucha intensidad hasta las once y media pasadas, continuando algunas descargas sueltas, acompañadas de cañonazos, y a las doce y media se renovó con tanto o más ímpetu hasta pasada la una, siendo la última acometida fuerte de tres y media a cuatro y cuarto. ¡Qué noche! cinco horas, de las cuales apenas se pudo dormir una, y siempre retumbando los estampidos de fusiles y cañones. La del 7 no hubo más que una envestida furiosa, jugando los cañones como nunca lo habían hecho. El día ha pasado silencioso, y hasta este momento (las diez) no se han oído más que dos cañonazos y algunas descargas y tiros sueltos.
Día 9 de,julio.— ¡Gracias a Dios! Esta noche ha reinado tranquilidad completa y hemos descansado muy bien. No lo esperábamos, y nos alegramos de la equivocación, pues temíamos otro golpe, según los rumores que corrían. Los que han dormido en el Seminario dicen que ya sabían allí que pasaría en silencio, debido a que el Coronel de las milicias, Sr. Blanco, y un secretario de Aguinaldo, han venido a Manila, para ver si pactan algún convenio con nuestro Capitán general. El Coronel Blanco es prisionero de los insurrectos; es cierto que ha venido dos veces de Cavite para conferenciar con el General, pero no se sabe con certeza lo que vienen tratando. En cambio corre entre los indios, que hoy y mañana van a dar los golpes decisivos, sin más espera. Los diarios de hoy dicen que las noches pasadas, desde las trincheras de Santa Ana, Singalán y San Antonio, hicieron más de 5o0 bajas al enemigo, no habiendo tenido los nuestros más que cuatro heridos.
Según una carta de un español residente en Hong-Kong, los filibusteros tienen en los Estados Unidos un cabecilla que les participa lo que allí se piensa y siente respecto a Filipinas. «Aquel cabecilla—dice el español—ha telegrafiado a la Asamblea filibustera de Hong-Kong, diciendo que en los Estados Unidos hay más de quinientos mil alistados para destinos y ocupación general del Archipiélago; añadiendo que de ninguna manera sigan al lado de ellos, pues quieren ganar las Filipinas con sangre de indio, y una vez posesionados, destruir la raza. Esto ha movido mucho al jefe del movimiento insurreccional, y creo que por este mismo correo van las órdenes de dicha Asamblea para los que están levantados contra nosotros ahí.» Si esto fuese verdad, tal vez cambiaría el aspecto de las cosas y mejoraría nuestra angustiosa situación.
Día 12 de Julio.—Hasta el presente, nada se vislumbra que indique el objeto de las venidas del Coronel indígena Sr. Blanco y de sus entrevistas con el Capitán general. Los insurrectos se mueven poco estos días, el tiroteo ha disminuido en la parte de la línea desde Santa Ana hasta San Antonio Abad, y solamente atacaron con alguna dureza el día Io hacia San Juan del Monte. Entre los indios insiste el rumor de que van a dar el golpe final un día de estos, y entretanto siguen celebrando sus triunfos con orgías y bacanales en su Corte de Cavite. Hoy me ha asegurado un concejal del Ayuntamiento que nuestras tropas siguen en San Juan del Monte, que los depósitos del agua no han sido destrozados, y que las máquinas de Santolán no han sufrido desperfectos, aunque dicho lugar está ocupado por los insurrectos; pero no las dejan funcionar apenas y por eso viene muy poca agua. De provincias se han recibido noticias, satisfactorias unas y tristes otras. De las islas Visayas dicen que no ocurre novedad. En la villa de Lipa, Batangas, se sostienen con bizarría unos 400 soldados
Sigue el 12 de Julio.—En Tarlac y Nueva Écija son rechazados los insurrectos que fueron de Bulacán y la Pampanga. El día 7 llegó un Recoleto de la provincia de Zambales, paisano y amigo mío, al cual visité el día 10 Dicho religioso, Padre Medardo Moleres, llegó en un buque alemán, después de haber pasado infinidad de peligros y malos ratos. Gracias a su confianza en Dios y a su carácter decidido, se ha librado por tres veces de caer en poder de los insurrectos. La primera huyendo de su curato a la Cabecera de la provincia. En ésta se reunieron u compañeros, y al ser atacada por los rebeldes se trasladó a un pontín con cuatro de ellos; los siete que quedaron cayeron en poder del enemigo. Viendo que no estaban seguros en el pontín, saltaron a una islita que hay a la entrada del puerto de Subic, reuniéndose con 500 hombres, todos españoles, que allí se habían refugiado. Pasados algunos días, se acercó un buque de guerra alemán y pidió el Padre Medardo hablar con su Comandante. Saltaron a la isla algunos oficiales alemanes, entre ellos uno que hablaba algo el castellano, y con él se entendió para pedir que le llevasen a Manila con sus cuatro compañeros. Prometieron que llevarían a todas las señoras y niños que hubiese; pero respecto a los religiosos tuvieron dificultades, y le dijeron que ya le avisarían en caso que se determinasen. El día 6 le participaron que podían embarcarse, y que estuviesen preparados para el día siguiente. A la hora convenida mandaron sus botes los alemanes, y estando para embarcarse volviéronse atrás los cuatro compañeros, por temor de exponerse a caer en poder de los yanquis al ser visitado el buque en Cavite. No pudiendo convencerles de su temor infundado, se embarcó en compañía de un artillero enfermo y las señoras con sus niños. Todos fueron muy bien tratados por los alemanes, y el día 7 por la tarde estaba el Padre Medardo en el convento de Recoletos, rebosando de alegría al verse entre sus hermanos de hábito, después de varios meses de angustias, trabajos, sufrimientos y sobresaltos. Al venir para Manila se cruzaron con dos buques de guerra norteamericanos que iban a Subic para ver si se rendían los 500 hombres que quedaron en la islita. Estos contaban, al salir dicho religioso, con mil fusiles Maüser, cien mil cartuchos, treinta y cuatro vacas, doce carabaos y otros comestibles, con los cuales podían sostenerse por espacio de mes y medio, Un diario de ayer dice lo siguiente: Heroicidad española. «Es elogiada por todos la conducta admirable que demuestran el Capitán de navío D. Julio del Río, Jefe de la división naval de Subic, el Teniente de artillería Sr. Maldonado y fuerzas de infantería de Marina, artillería, ingenieros y cazadores de dicho punto, que se han opuesto a los ataques del enemigo, respondiendo enérgicamente a las intimaciones de rendición que los yanquis les han hecho. Dichas tropas se han fortificado, según nuestras noticias, y cuentan con víveres y municiones suficientes para defenderse por mucho espacio de tiempo, sobrándoles además valor heroico para demostrar de cuánto son capaces ante el enemigo. Parece que hace días fueron a dicho punto los cruceros yanquis Boston y Concord y el aviso Culloc a exigir de aquellos bravos su entrega, dos de cuyos buques regresaron a Cavite sin lograr su propósito, pues la contestación de los españoles fue rotundamente negativa. Ahora, según noticias, los norteamericanos quieren, con el auxilio de los insurrectos, apoderarse de aquel punto, y es seguro que los cañones y fusiles de los nuestros impedirán, como hasta aquí, que esos deseos se realicen. Sólo nos resta enviar a aquellos héroes nuestro sincero y entusiasta aplauso, a pesar de lo que dice ese diario, es de temer que los insurrectos, apoyados por los cruceros americanos, logren la rendición de los nuestros, que no tienen cañones para poner a raya los buques enemigos. También dan cuenta los periódicos de otro hecho vandálico. Dicen que el vapor Compañía de Filipinas, de la Compañía general de Tabacos, salió de Aparri el 3 del corriente con dirección a Formosa, y que durante la travesía se sublevó la tripulación, asesinando al capitán, D. Francisco Picó, oficiales D. Tomás Lanuza y Sr. Delgado, y a uno de los maquinistas del vapor, robándoles luego cuanto tenían. Una vez cometido el crimen, la tripulación indígena del Compañía de Filipinas hizo rumbo hacia Cavite, donde el citado buque fue entregado por los piratas a nuestros enemigos. Crímenes como éste, que merecen el más enérgico castigo y la reprobación más grande, sólo encuentran protección en los yanquis, que contra todo derecho y toda razón se han apoderado del vapor, considerándolo como buena presa. La Compañía general de Tabacos ha reclamado, por este abuso de los yanquis, ante los cónsules de las potencias extranjeras en esta capital, exigiendo la devolución del referido buque.
Día 15 de julio.—Es incomprensible la conducta y táctica de nuestros enemigos. Dos o tres días han estado sin molestar apenas en las líneas avanzadas, y no sé si fundados en esa quietud, han dicho los periódicos que había disidencias y divisiones entre los principales cabecillas del campo insurrecto. Tales asertos y suposiciones satisfacen por el momento a los que las creen, pero después, el desengaño es más amargo y cruel. Los hechos nos dicen que en esos intermedios se organizan y preparan para dar golpes más duros y sensibles.
Llegó la hora prefijada, y a las cinco menos cuarto de esta mañana rompió el fuego la fusilería en las trincheras de Santa Ana y cementerio de los protestantes; luego empezó el cañoneo durando lo fuerte del ataque más de hora y media. El P. Blanco salió para celebrar la Misa en la Concordia, en cuyo edificio han caído bastantes balas perdidas, y estando ya para salir al altar, pasó una silbando más cerca de lo que él creía, causándole un susto y sensación poco agradable. El fuego de cañón continúa todo el día desde el punto citado hasta San Antonio Abad, y en este sitio han atacado con tesón desde las nueve y media hasta pasadas las diez. Antes de las tres se ha repetido el combate casi en toda esa parte de la línea, y a las cinco y cuarto se extendía hasta Tutubán y Meipajo, entre Tondo y Caloocán. Se conoce que el día de hoy lo tenían destinado para atacar toda la línea. Aunque ya nos vamos acostumbrando al estruendo de los cañones, al ruido seco que produce el Matiser y al estallido de las balas explosivas, no deja por eso de ser imponente cuando el jaleo es muy continuado, apoderándose del ánimo cierto temor al pensar en el resultado final. Dicen que hemos tenido cuatro muertos y unos veinte heridos, y que al enemigo se le han causado infinidad de bajas. En la parte de Santa Ana se presentaron los insurrectos diciendo que querían parlamentar o tratar de un arreglo; y al decirles nuestro Jefe que se acercaran más, pero que dejasen las armas en el suelo, mandó el cabecilla hacer fuego, pues su objeto era entretener a los nuestros para abalanzarse a las trincheras miles de rebeldes que estaban ocultos entre la arboleda del pueblo de San Pedro Macati. Tanto en este punto como en San Antonio Abad les ha costado muy cara la estratagema, y cañones y fusiles han hecho una horrible carnicería en las grandes masas, que se aproximaron a unos cincuenta metros. Los grupos vistos durante el día han sido muy numerosos, y todos creíamos que durante la noche harían otra acometida. El descalabro ha debido ser muy grande, porque la noche ha pasado muy silenciosa, contra lo que esperábamos. Hasta los militares dicen que la acometida del 15 ha sido la más fuerte y que el enemigo aun con cañones y con muchísima gente recién llegada de Calamba, Biñang, Batangas y otros puntos, no ha conseguido más que dejar el campo lleno de cadáveres y heridos, sin adelantar un paso. Como nuestros enemigos están muy orgullosos, por la situación a que nos tienen reducidos, no escarmientan, a pesar de tan duras lecciones, y se espera que volverán a dar nuevas embestidas; pero los ánimos están muy levantados con los resultados obtenidos y con la esperanza de que ya debe estar cerca nuestra escuadra. Que Dios la ayude y que confunda a los enemigos es el deseo de todos, y a ese fin dirigimos hoy todas nuestras oraciones y plegarias.
Los periódicos del 13 dan cuenta de otra iniquidad cometida por los rebeldes en la provincia de Tayabas; y como difieren algo en el relato, tomo lo que dan por cierto.
Infame atentado.—E1 vapor Bohol dicen salió de Cebú a principios de Junio, conduciendo a su bordo al Coronel de infantería D. Francisco Iboleón Súnico, a su hermano político el Capitán Sr. Bello, al Teniente Sr. Monjas y a cinco o seis soldados, haciendo rumbo al pueblo de Maubán, provincia de Tayabas. Llegó el Bohol a dicho pueblo el 6 del pasado Junio por la tarde. Saltaron a tierra el Capitán y el Teniente, y fueron al convento para que el Párroco les enterara si desde allí podrían ir por tierra a Santa Cruz de La Laguna y venirse a Manila. El Párroco les dijo que no podrían, porque estaban sublevados todos los pueblos menos el suyo, ignorando lo que en aquel momento pasaba. Los españoles notaron que merodeaban cerca del convento grupos armados con bolos, y el Cura les dijo que habían creído que el barco era de los yanquis, y que se armaban por si querían desembarcar. Los dos militares se volvieron al vapor, y el Sr. Iboleón, no quedando satisfecho con aquellas explicaciones, determinó bajar al día siguiente. Aquella noche apresaron los insurrectos al Párroco y le obligaron a escribir una carta para el Sr. Iboleón, invitándole a un convite. La carta no fue necesaria, porque el señor Iboleón bajó con sus compañeros antes de que se la mandasen. fue al convento y preguntó por el Párroco, contestándole los tanos que estaba diciendo Misa. Entonces se dirigió a una especie de camarín, y mientras esperaba, se puso a leer unos periódicos. A los pocos momentos vieron que se aproximaban grupos armados con escopetas, pistolas, revólvers y bolos, y queriendo defenderse el señor Bello, le mandó el Sr. Iboleón que no disparase el revólver, pidiendo parlamentar con los amotinados. Entonces se presentaron otros por la espalda, y a los primeros disparos cayó al suelo herido el Sr. Bello. Ya no pudieron darse cuenta de lo que ocurría, y envueltos por la turba, cayó muerto el infortunado Sr. Iboleón. Al Sr. Bello no le acabaron porque llegó el cabecilla, y llevado al tribunal, le curaron ellos mismos. Luego se apoderaron del vapor Bohol, y embarcados en él obligaron a su Capitán a que hiciese rumbo a un pueblo de la vecina playa. Al desembarcar en uno de los pueblos inmediatos para saquearlo, dejaron guardias a bordo, y aprovechando un momento de descuido, se lanzaron el Capitán y la tripulación sobre los que habían quedado para vigilarlos, y desarmados y maniatados, pusieron el vapor en franquía y se dirigieron a Cebú. Allí fueron entregados los asesinos al General gobernador Sr. González Montero, el cual ordenó la formación de juicio sumarísimo y la constitución del consejo de guerra correspondiente, y condenados los reos a ser pasados por las armas, pagaron con la vida la villanía cometida en Maubán tres de los guardianes convertidos en prisioneros.
Los yanquis continúan deteniendo la correspondencia de España, teniéndonos completamente desorientados, ignorando cómo van por allí nuestras cosas. De provincias se reciben de vez en cuando algunas noticias. Hoy me han asegurado que casi todos los religiosos de Batangas, cuya suerte se ignoraba, se han salvado, por ahora, de las furias insurrectas. Dicen que se embarcaron en un paran o barca grande y que fueron a parar a la isla de Culión, a donde iría para recogerlos un vaporcito que saldría de Ilo-Ilo. De Jaro ha escrito el Padre Viera con fecha 6 del corriente, y dice que en aquella provincia no ocurría novedad, pero que en la de Cápiz se iba extendiendo la insurrección, llevando ya quemados trece pueblos; esto por los mismos rebeldes y ensañándose especialmente contra las iglesias y conventos.
Día 17 de Yulio.—E1 cielo está bastante limpio y despejado, la mañana se presenta hermosa y apacible, formando contraste con las columnas de humo que suben de la tierra y con el estampido de los cañones, que vomitan fuego y metralla en varias partes de la línea. Ese retumbar algo lejano, ya no nos causa impresión; pero cuando suena más cerca y algunos ruidos extraños nos avisan que llegan las balas perdidas, casi sin advertirlo nos ponemos muy serios y formales, alterándose los nervios contra toda voluntad y más de lo que conviene. Es irremediable, y no valen reflexiones. Eran las siete y diez minutos, cuando un tremendo cañonazo disparado en San Antonio Abad nos dio a entender que el enemigo estaba a la vista. No hubo tiempo para dudar, porque al momento fue contestado con un fuego graneado vivísimo, que aumentaba a pesar de los continuos disparos de nuestros cañones. Por fortuna no ha durado más que unos tres cuartos de hora. Son las ocho, el Padre Blanco acaba de llegar de la Concordia, y, según le han dicho los jefes del puesto, la noche pasada a las diez hubo un ataque muy serio en las trincheras más próximas a San Pedro Macati. Desde hace dos días se ven muy apurados en dicho punto para proveer de víveres y municiones a los que defienden las trincheras, viéndose atacados con dureza los que llevan el convoy. Por allí quedaban quince heridos nuestros, a los que no podían traer sin exponerse muchísimo.
Estamos a media mañana, y el Padre Orriols, que viene de Manila, nos trae una noticia estupenda, nada satisfactoria por cierto. Dice que han llegado a Cavite cuatro transportes americanos, trayendo 8 000 hombres de desembarco. Sólo eso nos faltaba en situación tan angustiosa y apurada. Si desde hace tres días aprietan fuerte en la línea avanzada, ¿qué sucederá en los que faltan hasta que lleguen nuestros buques? Algunos dicen que no han llegado más que unos 2.000 hombres, que sumados con los anteriores serán unos 5.000. Si estos se unen con los miles y miles de insurrectos que nos asedian y atacan, no cabe duda que pueden apurarnos más de lo que estamos, sobre todo, teniendo en cuenta que nuestros defensores apenas suman una cuarta 6 quinta parte. Así se ven las cosas si se miran con ojos humanos; pero si levantamos nuestros corazones al Cielo, no podemos dudar que Dios Nuestro Señor nos ha protegido y protege con una providencia especial. Pocos, muy pocos éramos los que creíamos que podría resistirse al enemigo por espacio de cuarenta y cuatro días sin perder una pulgada de terreno; atacando poco o mucho de día y de noche, defendiendo una línea muy extensa y casi siempre por los mismos soldados, no pudiendo relevarlos apenas por escasez de personal y teniendo que sufrir, entre otras penalidades, las lluvias torrenciales propias de Id estación en que nos encontramos.
Imposible parecía, a principios de Junio, soportar todo lo dicho, y casi todos esperábamos mayores males. Y es que en Manila hay fe, hay muchas almas justas y buenas que no cesan de pedir a Dios, para que no nos abandone por completo al furor de nuestros enemigos. Es indudable que ha escuchado tantas súplicas y oraciones y que nos ha favorecido, y aunque permite que sigamos gustando el cáliz de la tribulación, esperamos que no tendremos que apurarlo hasta las heces y que, por último, serán confundidos nuestros adversarios. Sin embargo, si en sus inescrutables juicios tiene dispuesto lo contrario, ya está hecho el sacrificio, y sumisos nos sometemos a su divina y santa voluntad.
Día 18 de Julio. —Todo el día de ayer hicieron fuego en distintos puntos de la línea, pero donde más insistieron fue en Meipajo, algo más allá de Tutubán, y se observa que en la playa de las Piñas, Parañaque y Caloocán, está desembarcando gente. También se nota que desde hace algunos días dispone de más cañones el enemigo. Ayer nos desmontaron uno con sus disparos; pero, en cambio, nuestros artilleros les desmontaron dos piezas en Meipajo. En ese mismo punto, una bala enemiga entró por la boca de otro cañón cuando lo estaban cargando, explotó la granada y quemó la cara y las manos al artillero que estaba apretando el tornillo. El Padre Tabar ha estado en el hospital con ese pobre joven, al cual ya habían cortado las dos manos, menos los dedos pulgares.
Es necesario ver y experimentar lo que pasa en una población bloqueada por mar y tierra, para poder juzgar de las diversas impresiones que causan las noticias que se reciben. El día de hoy ha sido de esperanzas y temores, de alegrías y tristezas, de animación y desaliento, de mucho consuelo para todos los que sufrimos, y consternación y abatimiento para muchos. Estos sentimientos tan contrarios y opuestos han tenido su origen en las noticias recibidas hoy por la correspondencia que ha traído un buque extranjero.
Cartas particulares de Ilo-Ilo dicen que allí están preparando local para nuestras tropas de desembarco, y hasta se indica si está allí nuestra escuadra, y que pronto la tendremos en bahía. De Madrid comunican a nuestras autoridades que navegaba con rumbo franco por el mar de las Indias hacia el 12 del corriente; y aunque las noticias de Bollo son confusas y se ponen en duda, no obstante, como nos han hecho creer que ya no debe estar lejos y que se presentará el día que menos pensemos, ha sido tal la satisfacción y el contento, que casi nos olvidábamos de la situación. Pero ¡válgame Dios, y qué poco nos dejan disfrutar de tan gratas ilusiones! El mismo día por la tarde circuló otra noticia capaz de abatir los ánimos más fuertes. En general no se le dió crédito y los diarios se apresuraron a desmentirla, pero en los primeros momentos produjo gran sensación; se eclipsó la alegría de la mañana, y la duda, por lo menos, se apoderó de muchos. Los ingleses, esos enemigos solapados que nos están haciendo daño en todas partes, contribuyeron mucho para que se difundiese la mala nueva. Recibieron periódicos de Hong-Kong con telegramas de la Agencia Reuter, y en ellos se afirma que la escuadra española, al mando del Almirante Cervera, había sido derrotada y echada a pique en Santiago de Cuba por la del Almirante Sampson, habiéndonos causado 300 muertos, 600 heridos y 1.700 prisioneros, entre éstos el Almirante Cervera, que resultó herido. Y para aterrarnos más añaden que la escuadra que venía a Filipinas recibió orden (le regreso. Repito que no se han creído semejantes infundios, por suponerlos de mala fe; pero mientras no se reciban noticias por conductos fidedignos, queda sembrada la duda.
Día 19 de julio.— Días tan aciagos como los presentes poco se prestan para fiestas, aunque sean de carácter religioso. Sin embargo, en la ciudad de Manila se han celebrado algunas con esplendidez, y sus habitantes han dado pruebas de verdadera fe y religiosidad. Los PP. Jesuitas, en el mes de Junio, consagraron un novenario al Corazón de Jesús, que fue concurridísimo; y los PP. Recoletos acaban de celebrar otro a la Virgen del Carmen, con una asistencia de fieles tan numerosa cual nunca se había visto. Nosotros hemos celebrado la fiesta de nuestro Santo Padre en el Colegio de Santa Isabel, habiendo precedido la novena, en la que hubo predicación todos los días. Mientras nosotros honramos y alabarnos a Dios con estos cultos, nuestros enemigos se entretienen en montar cañones, construir trincheras y parapetos, y en reforzar con toda clase de elementos sus puestos avanzados. Estos días atacan poco, pero se mueven y trabajan mucho. Siguen remolcando grandes bancas con gente hacia Caloocán y Malibay. Este último punto está situado cerca de la playa, entre Pineda y Parañaque, y personas que han mirado con buenos anteojos aseguran que se ven muchos y numerosos grupos, tiendas de campaña y fortificaciones. El crucero Boston está fondeado cerca de dicho punto hace dos días, y se cree que están trabajando para montar alguna batería.
Los que defienden nuestras trincheras notan que los insurrectos van manejando mejor la artillería, y esto nos prueba que es dirigida por los yanquis; pero con todo eso y con habernos atacado los días pasados juntamente con los insurrectos, fueron rechazados con vigor, causando con nuestros certeros disparos a los humanitarios norteamericanos cerca de doscientas bajas; y que vuelvan por otra esos cobardes que se ponen a retaguardia de los indios.
Unos y otros creen que Manila caerá un día de estos en su poder, y aunque no sabemos qué es lo que Dios permitirá, podemos asegurar que aún les quedan muchos huesos que roer.