El Señor Portal y los suyos (1855-1926) (26)

Mitxel OlabuénagaHistoria de la Congregación de la MisiónLeave a Comment

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Author: Régis Ladous · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1985 · Source: Les Éditions du Cerf, Paris.
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Capítulo IV: Aspectos de la Comunidad

Según Vicente de Paúl

Portal no fue nunca el patrón de lo que él llamaba la «pobre máquina de Javel», la «pequeña comunidad», el «grupo», la «obra», o «Javel», sencillamente.

La elección del carácter que debe animar a esta obra no viene de mí [dice en 1921 a unas nuevas colaboradoras]. Con toda justicia, debo decir que en el momento en que fue pensada se propusieron realizarla en este espíritu antes incluso de conocerme. La orientación era sin duda vaga pero se le dio y mi ayuda no llegó más que para precisarla y consolidarla244.

Con esta intención redactaba cartas que eran leídas y recopiadas por la comunidad; venía a decirla misa al 112 de la calle Lourmel, y apenas celebraba sin darles algunas instrucciones familiares. Dos veces a la semana, organizaba una conferencia espiritual (las «pequeñas conferencias», decía) según el método del Sr. Vicente. «Después de hablar indicaré el tema de la conferencia siguiente, pidiendo que se piense en ello entretanto». Así podía preguntar a los asistentes antes de decir unas palabras que cerraban la charla. Era lo que llamaba «la puesta en común de nuestras experiencias y nuestro saber245». Dirigía con regularidad retiros; confesaba a varias colaboradoras de la obra, entre ellas a la Sra. Gallice y a las que habían escogido vivir en Javel. Nada ha dejado escrito sobre su experiencia de confesor. «Un director no es para una alma una especie de capataz que vaya a tomar a esta alma y hacerle maniobrar», apunta en 1925. No debe pesar sobre ella ni «aplastarla», sino desarrollar sus «energías particulares», «descubrir las ideas que tiene Dios sobre esta alma» y «considerarse él mismo inútil», «borrarse ante la acción de Dios246». La Sra. Gallice no habría aceptado otra actitud, y la influencia de Portal estuvo en la medida de su discreción. Esta influencia la empleó en mantener a la comunidad en la órbita espiritual del Señor Vicente y de la Escuela francesa, y en tenerla apartada del catolicismo social, de sus principios y de sus obras.

Miembros de una comunidad de laicos, sin votos y sin habito particulares, entregadas al servicio de la gente de Javel, y a anunciar el Evangelio, carmelitas dentro y apóstoles fuera, las colaboradoras de la Sra. Gallice debían «unir la vida contemplativa y la vida activa», realizar un doble ideal de «contemplación» y de «acción»247.Esta unión no significa que se vayan a hacer dos partes de la jornada, una consagrada a la oración y la otra al apostolado.

La vida de oración está tanto en el trabajo como en la plegaria […] el trabajo hecho con espíritu de fe es una de las mejores plegarias que se puedan hacer […]dejar a Dios para ir a los pobres, es dejar a Dios por Dios, decía san Vicente de Paúl248.

Portal recomendaba no dedicar más de media hora al día a los ejercicios de piedad, además de la misa. «Eso basta», decía, y «si hay un enfermo, debéis sacrificar la misa, o in ejercicio de piedad para ir a cuidarle249». O también esta exhortación, sacada de Ruysbroek el Admirable:

Si os halláis en profundo éxtasis tan alto como san Pedro o san Pablo, o cualquier otro, y si os enteráis que un enfermo necesita un caldo o cualquier otra atención de esa naturaleza, os aconsejo que despertéis de vuestro éxtasis y calentéis el caldo250.

En varias ocasiones avisó contra «el misticismo sospechoso», la «contemplación estéril», las baratijas de los «movimientos anagógicos», de las «uniones deíficas», de los «éxtasis», «iluminaciones», «vida unitiva eminente y supereminente», «humo» y » curiosidad engañosa» que sumergen a «las almas en la agitación y en las pruebas de la indigencia». Las «gracias sensibles» y las visiones – bastante raras a Dios gracias- son el apoyo de los débiles». En cuanto a los milagros materiales, que se encuentran «en todas las religiones paganas», no son nada «en comparación de los milagros de la fe», y es la fe que se reafirma allí la que hace de Lourdes un santuario admirable251. Después de mostrar a san Luis negándose a desplazarse para ir a ver una hostia milagrosa, Portal concluyó que la fe no debe descansar más que en la palabra de Dios y su gracia. Quiere «una devoción sencilla», que no se entorpezca con san Expedito, con el culto oneroso de san Antonio de Padua, con la literatura devota ni con la imaginería de san Sulpicio. . Desconfía de la mariolatría:

No se han de cambiar los valores y colocar a la Santísima Virgen en lugar de Nuestro Señor. En algunas regiones se creería que la Santísima Virgen es más que el Buen Dios252.

¿El Sagrado Corazón? Sí, ya que la Sra. Gallice fecha su vocación en una visita que hizo a la basílica de Montmartre, , y si se comprende que representa «el don completo, el olvido de sí sin reserva, la aceptación de los contratiempos, de los esfuerzos incesantes que a menudo parecen quedar sin fruto, de las pruebas múltiples que acompañan toda entrega a los seres o a las causas253». Pero por encima de las florituras, todo se ha de referir a la Cruz.

La agonía, la Pasión, el Calvario, esas son las grandes devociones. Deben ser las vuestras, y la Eucaristía del mismo modo pues este misterio está tan profundamente unido con la Inmolación de Jesús en la Cruz254.

A la elección de la Cruz como devoción central corresponde, en las homilías que pronunciaba Portal durante la misa, el afán de explicar el Evangelio, de introducir a la comunidad en la inteligencia de Cristo, de lo que vivió entre sus discípulos y con ellos. Y lo hacía con grandes esfuerzos de exactitud, llegando hasta poner a sus oyentes al corriente de los problemas de exégesis que plantea tal o tal texto. Y no se trataba de escoger un versículo para lanzar una aplicación moral o teológica. Hay un testimonio, se ha de seguir de cerca, descifrarlo para destacar la figura de Cristo, de aquel a quien se ha de seguir como lo siguieron sus discípulos hace dos mil años. Portal consideraba además que sus homilías eran una introducción a la lectura del Evangelio, actitud original en un tiempo en que muchos fieles se contentaban con escuchar lo que leía el sacerdote, en latín y recto tono, durante la misa.

«El ideal humano es grande y hermoso en sí mismo»

Portal insistía de tal manera en la formación espiritual de sus colaboradoras que les pedía algo difícil, y que se daba perfecta cuenta: servir a la gente sin pedirles nada a cambio: «En un pueblo que no tiene fe, exhortaciones a prácticas religiosas no tienen sentido255 «.

Pero entonces ¿qué hacer? No se puede empujar a prácticas religiosas; no se puede hablar de Nuestro Señor, ¿de qué sirve nuestras vida? Me parece que se olvida demasiado el valor intrínseco de un acto de bondad, de un trozo de pan, de un vaso de agua256 .

[Y, hablando del pueblo] Trabajaréis pot mejorar su vida material sin intención de recompensa porque Dios le ama y vosotras le amáis. Si de ello resulta un bien espiritual daréis gracias a Dios, mas también lo haréis si os limita a repartir bienes temporales257.

Estos no se limitan al vaso de agua o al trozo de pan. Fuera de toda perspectiva misionera, más allá incluso del testimonio, Portal considera que es deber de todo cristiano trabajar por «liberar a las masas populares de sus miserias físicas y morales», por «dar a los que sufren la realización de sus deseos de justicia, de amor y de equidad social258».

Realizar su deseo de justicia, su deseo de amor, su deseo de equidad social: he ahí lo que expresa bien, en Portal, la negativa persistente a encadenarse a un proyecto social específicamente cristiano. Hay que combatir por un ideal, sí, pero un ideal formulado por aquellos mismos a quienes se pretende servir. Ante la experiencia de Javel, se podría uno preguntar por la solidez del «liberalismo» portaliano, que no se había paseado aún más que por los bulevares y las calles convenientes y no había pasado por la prueba de las chabolas. El contacto un poco vivo de Javel y de sus miserias habría podido llevar a Portal a soñar en un ordenamiento global de la sociedad según la doctrina social de la Iglesia, y, prácticamente, a acercarse a las obras de acción católica. El transporte a la calle Lourmel de las actividades pedagógicas de la calle Abbaye y la colaboración de la comunidad con el sindicalismo cristiano habrían podido servir de cebo a una evolución de este género. Nada de eso pasó. En dieciocho años de cartas, conferencias y homilías, Portal no hizo alusión una sola vez a cualquier doctrina social cristiana, ni siquiera a una encíclica pontificia o a los trabajos de una Semana social. En el plano de la práctica, ningún movimiento de acción católica retuvo su atención. Es evidente que para él, en Javel como en Cherche-Midi, no había llegado el tiempo de construir ina ciudad cristiana: no podía tratarse más que de hacer más humana la ciudad de los hombres.

Creo que los católicos han faltado a sus deberes con respecto al pueblo y al obrero. Creímos que todo consistía en conducirle a prácticas religiosas, y para ello adoptamos procedimientos políticos y procedimientos sociales. No comprendimos que había que trabajar en su elevación por su elevación misma y toda nuestra actitud quedó falseada por una falta de sinceridad; en el fondo, perdimos el ideal humano so pretexto de lograr un ideal sobrenatural, olvidando que lo humano es la capacidad de lo divino, que cuanto más se desarrolle lo humano, más capacidad habrá de lo divino; olvidando asimismo que el ideal humano es grande y hermosa por sí mismo y que en in pueblo sin fe, es el único que permanece. También constatamos que los católicos no están ya a la cabeza de este movimiento que eleva a los pueblos, y quienes hemos enseñado los grandes nombres de igualdad y de libertad al mundo, no sabemos ya pronunciarlos. Hemos hecho hacer un progreso inmenso a la humanidad, y hoy ella camina sin nosotros259.

Portal no quiere, y lo repite en términos nada equívocos, que la comunidad de Javel se adhiera a una ideología, a una doctrina social formulada por el magisterio católico, o (el ejemplo del Sillon muestra bastante la necesidad de esta distinción) pot laicos sin mandato. Ninguna necesidad en efecto de ser papa u obispo para derivar de un catolicismo íntegro un sistema completo de organización social. Pero la intransigencia clerical (o anticlerical) es tan extraña al universo portaliano como la intransigencia de acción católica. En una de sus últimas conferencias, después de calificar al «poder del dinero» de «poder anormal que va contra el bien de la sociedad» y de sugerir que los católicos no debían constituirse en «gendarmes espirituales dela pobreza», Portal reafirma con la sencillez de las convicciones firmes los principios de su «liberalismo»;

La religión tiene por fin santificar todos los sistemas, pero no tiene por fin defender tal o cual sistema […]. La Iglesia es independiente de todo sistema político y social. Se ha de comprender que la Iglesia está por encima de todo esto. La Iglesia tiene una verdadera misión: acercar a los hombres a Dios, difundir el amor de Cristo, el resto importa bien poco260.

Esta liberación, esta repliegue fuera del campo socio-político o, más exactamente, del discurso ideológico sobre lo social y lo político, es lo que explica la ausencia total del tema de la cruzada contra la revolución del Anticristo social. Los «socialistas» , los «comunistas» de Javel son «pobres separados de nosotros», «tienen un ideal», tienen el sentimiento de trabajar por el bien de la humanidad»261. No se trata de aprobarlos más que de desaprobarlos: frente a ellos, Portal no consigue sencillamente a sentirse en estado de competencia.

Una comunidad aparte

Hasta 1926, cuando la Sra. Gallice y Portal fundaron un dispensario en la meseta de Arcueil, en Kremlin-Bicêtre, el arzobispo de París no se enteró de la existencia de la obra de Javel. Los obispos auxiliares «sabían que yo decía misa en la calle Lourmel pero creían que lo hacía para un grupo de devoción particular. En esta ocasión , les hablaron de la obra y Mons Odelin manifestó deseos de tener detalles262». Diecinueve años después de la fundación, está bien. Mas hay que reconocer que la ignorancia de los obispos dependía ante todo de la discreción de Portal; discreción de prudencia y de humildad, sin duda, pero que expresaba también la convicción de que el apostolado no es un asunto de aparato y de gran maquinaria. La Iglesia vivida en Javel es una Iglesia descentralizada para una acción descentralizada, o desmigada, si se quiere: poca coordinación entre las iniciativas, ninguna federación, ni agrupación de ámbito nacional que aplique las mismas fórmulas de punta a punta del país (al parecer Portal nunca sospechó que la obra de Javel pudiese tener categoría de ejemplo): sino tareas autónomas y diversas que responden a la variedad de las necesidades y de las posibilidades humanas.

El aislamiento y la independencia de la comunidad de la calle Lourmel procedían también de su originalidad. En varios puntos, la Sra. Gallice y Portal continúan la tradición de las obras pre-leonianas (cómo no evocar las conferencias de San Vicente de Paúl cuando vemos a la Sra. Gallice distribuir bonos de pan o visitar a los enfermos); en otros, se integran bien en la búsqueda de nuevas fórmulas de apostolado que marcó el final del siglo XIX y principios del XX: frente a la descristianización, se trata menos de multiplicar los lugares del culto que de inventar, para lograr que el mensaje cristiano llegue, métodos que no se apoyen ya en el esquema predicación/conversión sino que tienden a hacer evolucionar lentamente a un grupo humano, parroquia o barrio. El misionero de los años 1820 triunfaba cuando llevaba a individualidades a despojarse bruscamente del hombre viejo; el misionero leoniano o pos-leoniano (y en eso Portal es totalmente característico) quiere promover una evolución colectiva, cambiar, como dice Portal, la «mentalidad» de una sociedad. Por fin los comienzos del siglo XX se caracterizan por una participación más activa de las mujeres en la misión interior, comprendiendo a mujeres casadas, en el cuadro, por ejemplo, de la Asociaciones familiares lanzadas por pioneros como el abate Viollet.

Pero si la Iglesia es consciente de la importancia de la acción de las mujeres en las obras de conservación o de influencia en los medios descristianizados, la mayor parte de las comunidades femeninas están marcadas por el ideal monástico, con la ayuda de un reglamento de forma de congregación y de una tutela romana que, bajo León XIII y Pío X, muestra tendencia a reforzarse. Por otra parte, si la separación y la disminución del número de las ordenaciones contribuyen a poner de moda el tema de la «promoción del laicado», los laicos son a menudo auxiliares del clero. En el catolicismo militante, el catolicismo que se mueve y que actúa, la figura más típica es entonces la del «sacerdote director de obras». En Javel, no hay sacerdote director de obras. Y el auxiliar es Portal. ¿A qué grupo habría podido unirse la Sra. Gallice para beneficiarse con una colaboración tan discreta, lejos de toda voluntad de control o de tutelaje?

En el plano de la piedad, la comunidad de Javel no es más representativa de las corrientes mayoritarias del catolicismo de aquel tiempo. La devoción sencilla y desprendida que aconseja Portal, centrada en la Cruz, está sin duda en la línea de las instrucciones de Pío X, a quien se llama el papa de la eucaristía, pero limita la multiplicación de los ejercicios exteriores de devoción, el culto mariano o el culto de santos populares, como san José, que marcan la piedad de la época. Más fundamentalmente, su no-intransigencia (que Portal mismo llama «liberalismo»263) es la razón por la que la comunidad de Javel se distingue de un movimiento católico que multiplica las obras confesionales para reconstituir en un mundo secularizado islotes de cristiandad. Portal en Javel se queda aislado porque ha sido liberal, actitud que se observa más frecuentemente en los círculos de estudios universitarios que en los barrios revueltos. Los tugurios, la zona, la «China», es en primer lugar el dominio de los intransigentes. Ser liberal en Javel es tan raro como ser intransigente en la 6ª sección de la Escuela práctica de estudios superiores.

Si se ha de referir la obra de Javel a otras fundaciones contemporáneas, es posible evocar lo que Roma comenzaba a reconocer bajo el nombre de institutos seculares laicos, así la obra de los catequistas de Lyon, fundada en 1912, y citada en 1926 por Maurice Vaussard en una conferencia dedicada a las «agrupaciones religiosas, especialmente femeninas, las cuales, sin un hábito especial, sin vida de comunidad rigurosa, sin votos perpetuos, se hacen interiormente apóstoles y misioneros y llegan allá donde las congregaciones tan temidas de los sectarios no habrían llegado nunca antes264». Portal reunió una breve documentación sobre una de estas agrupaciones, la Misión de Foucauld, equipo de enfermeras laicas que, en 1926, se lanzó a la misión de testimonio y de servicio en África del Norte, según los principios del padre Charles de Foucauld. No ha existido sin embargo, en vida de Portal, contacto entre movimientos de este tipo y la comunidad de la calle Lourmel. Ésta no mantuvo finalmente relación seguida más que con la sociedad de lo sacerdotes del Oratorio. Portal expresó con frecuencia su interés y su simpatía por esta compañía de sacerdotes seculares que no pronuncian votos religiosos y viven un ideal de perfección sacerdotal mediante la oración y el estudio. Se interesó mucho por el padre Gratry, quien restauró en 1852 el viejo Oratorio de Francia, y se relacionó con varios oratorianos. Si con Baudrillart no lo tuvo siempre fácil, siempre llegó a compenetrarse con el padre Nouvelle, superior general de la sociedad de 1901 a 1918, a quien conoció en casa de Laberthonière y quien participó en los trabajos de la Sociedad de estudios religiosos. A partir de 1912, Portal asoció a Laberthonnière a las reuniones del grupo católico de la Escuela normal superior y, en noviembre de 1924, emitió sobre su persona y su obra un testimonio que el cardenal Mercier, que quería intervenir a favor del oratoriano condenado por Roma, fue a presentar al Vaticano. Después de la guerra, fue en el Oratorio donde Portal encontró sacerdotes que quisieron mostrar interés por la comunidad de Javel: Courcoux y M.-A. Dieux.

Admitido en la sociedad en 1891, superior en 1910 del noviciado replegado en Suiza, el padre Courcoux sucedió en 1919 al padre Nouvelle como superior general. Regresó entonces a Francia: Párroco de Saint-Eustache, en París, en 1922, fue nombrado obispo de Orléans en 1926. Su punto de encuentro con Portal: un interés común por las colonias de vacaciones. Con sus dos hermanos, Courcoux organizó una obra cuya pieza maestra era la casa del Quinquis, en Perros-Guirrec, que recibía a los niños de los Halles. Uno de los hermanos era médico en Bouciaut, aquel hospital cerca de la calle Lourmel, donde la Sra. Gallice tenía entrada libre. Courcoux le fue presentado por uno de sus vicarios, Marie-André Dieux , joven oratoriano que había sido alumno de Portal en el Cherche-Midi. El futuro obispo de Orléans vino a predicar al menos un retiro anual de Lourmel, mientras que el padre Dieux se ocupaba no sólo de la comunidad de Javel sino también de la unión de las Iglesias; de todos sus colaboradores, fue sin duda el único en interesarse a la vez en los «pobres separados» y en los «hermanos separados».

En 1926, sintiendo cercano su fin, Portal pensó en asegurarla continuidad de su obra. De acuerdo con la Sra. Gallice y el superior general de los lazaristas, pidió al padre Courcoux que se encargara de Javel. Los oratorianos presentaban la ventaja de no tener rama femenina, lo que suprimía el problema de la fusión de dos grupos de tradición y de espíritu diferentes. Courcoux aceptó. En cuanto a Dieux, fue uno de los primeros biógrafos del lazarista, y una parte de los papeles Portal se halla aún en los archivos del Oratorio.

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