El Padre Mariano Maller. Capítulo 9

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

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Autor: Desconocido .
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Capitulo IX: Cuando Castilla y Aragón se juntan

El lector se habrá percatado que los dos grandes colaboradores del P. Maller en la reorganización y expansión de las obras vicencianas en España eran los Padres Arnáiz y Valdivielso. Estos dos últimos de Burgos. Los tres eran fuertes personalidades. El P. Arnáiz, gran talento y genio fuerte; el P. Valdivielso, gran economista y constructor; el P. Maller, gran gobernante, que todo lo llevaba a punto de regla, cuando podía y cuando no, sabía dar largas al asunto. No siempre rimaban. A veces los castellanos armaban gresca entre sí por el otro si dijo o no dijo y el P. Maller había de terciar para calmar el lago alborotado de la paz fraterna. Otras veces el P. Arnáiz», en su tozudez, parecía aragonés, pero el P. Maller lo era en mayor escala; pero en mansedumbre y serenidad. Sabía esperar y buscarle las vueltas y al fin. se hacía con el toro, logrando que los dos castellanos, unidos con él en el mismo amor a San Vicente y a la Congregación, tiraran con él del mismo arado, comenzando juntos el ancho y profundo surco de misión y caridad, que las obras vicencianas han abierto y siguen trazando en España desde cien años acá. En este manojito de cartas y en otras se irá viendo cómo el P. Maller sabe tallar y utilizar a sus colaboradores para la común empresa.

Las angustias de un Visitador.

«Usted sabe la escasez o, por mejor decir, la miseria de personal en que estamos. Yo  no puedo satisfacer todos los pedidos, para el año que viene. No sé cómo lo vamos a arreglar. Ese es un punto que hasta me inquieta. Hay huecos para los que no hallo hombres y hombres para los que no hallo hueco. ¡Qué trabajo! Piense, medite y ruegue a Dios para poderme ayudar cuando venga la ocasión» (Al R. Arnáiz, 9-VII-78.).

De como en su sistema de gobierno se ayudaba de las luces ajenas.

«¿Podrá usted u otro de esa ir a Valencia y dar los ejercicios? ¿Qué le parece de enviar al señor Sainz de Ávila, a dar ejercicios en Artajona, Falces, etc.? ¿A quién piensa usted se podría poner de Superior en Ávila caso de que el señor Casado no quede de tal? El insta que no lo nombren o que le quiten. ¿Podrá quedar de súbdito? o ¿dónde le mandamos? Tenga paciencia, que no serán éstas las últimas preguntas» Así consultaba al Padre Arnáiz en la misma carta.

Más sobre angustias.

«Sosiéguese usted. Ya veremos de qué modo arreglamos todo, y sino quedarán las cosas como están, pues ´ad imposibilia nemo tenetur´. Dios permite que estemos apurados. El nos sacará de los apuros del modo que sea de su divino agrado». (Al Padre Arnáiz, en Sigüenza, 8-X-78.)

A pesar de ser pocos no dejar las misiones.

«Me alegro de que estén ustedes prontos para salir a Misión a pesar de la escasez de personal en que se encuentra. En tiempo de San Vicente había Casas de dos y tres sacerdotes y salían a misiones y, a veces, la Casa se quedaba sola. Yo he visto nuestras antiguas Casas de Valencia con tres sacerdotes; de Reus, con otros tres, y la de Guisona, con cuatro, pero el uno del todo inútil, pues ni celebrar podía por sus escrúpulos. Salgan los tres misioneros y, si usted quiere, salga también y cierren bien la Casa o pongan o dejen quien la cuide, aunque se quede un hermano solo; pero eso, claro está, no ha de ser necesario». (Al P. Juan del Río, en Badajoz, 28-X-78.) «He pensado enviar al señor Pastoriza a Teruel para la misiones. (Acaba de hacer los propósitos.) Y que vaya a esa el señor Burgos. En cuanto al señor Masferrer si no puede usted pasar sin él, tendremos que pasarnos nosotros hasta que Dios quiera». (Al P. Arnáiz, 27-X-78.) «Las misiones son la obra preferente y preferida de los misioneros. Lo demás ha de ser siempre secundario.(Al mismo el l-X-78.)

Colegios y seminarios.

«Háblele con mucha delicadeza al señor Obispo, al que enteramente convendría mucho insinuar que no nos gusta tener Colegios, que no anden por cuenta nuestra. Los Seminarios mayores o menores, aunque sea mucho de preferir que sean ´in domibus nostris erecta´; sin embargo, hay razones muy atendibles para tolerar lo contrario, y así lo he visto en España, en Francia y también en América; pero Colegios no «recuerdo ni uno sólo en ninguna parte. Todos los que recuerdo son cosa enteramente nuestra.

Me temo que eso nos ha de acarrear muchos sinsabores. Comprendo que la Congregación ha adquirido compromisos que no puede negar o repudiar; pero tal vez se pueda modificar la situación y hacerse más llevadera. Tres cosas me parecen dignas de considerarse:

1ª Que no haya casa sin misiones;

2ª Que nos dediquemos a la educación eclesiástica, y

3ª Que si la educación secular por excepción y por constancias, se ha de aceptar, ésta última corra enteramente por nuestra cuenta. Se ha errado al comienzo, aceptándola educación secular, casi exclusivamente y esa por cuenta de otros. De todo el universo no creo que la Congregación tenga un colegio bajo ese pie. Me repugna sumamente autorizar y cómo perpetuar ese estado de cosas. Para un simple Colegio mucho mejor hubiera sido restablecer el de Burgos; pero la cosa ya esta hecha, ni siquiera deshacerla bruscamente ni confirmarla ´in aeternum´. Tal vez será mejor tolerarla hasta ver si se abre puerta para mejorar… Hubo algo de precipitación en aceptar y no me quiero precipitar para remediar el mal. El señor Secretario estuvo en ésta es verdad, y también lo es que envié al señor Valdivielso, porque aunque siempre estoy muy ocupado, aquel día lo estaba mucho más que de ordinario. Sería correo de ultramar. El señor Sanz decía en semejantes ocasiones al Hermano Portero: «Aunque venga a mi el Cardenal de Toledo con cruz alzada no me llame» (P. Arnáiz,  27-X-78, en Sigüenza.)

De quien son los «intuitus».

«En mi última le decía que adoraba las disposiciones de la divina Providencia en llamar para sí a nuestro muy amado señor Sansó. Respecto a los 70 pesos del peculio del mismo, digo que, sin la menor duda, pertenecen a la casa, pues en ambos conceptos lo que se recibe es solo para uso de individuo, por espacial permiso del Superior, y no es propiedad de él.

El mismo correo me trae también la triste noticia del fallecimiento del señor G. Fuente. Cómo ha de ser «Fiat, Fíat». ¡Gracias a Dios que el señor Rojas se halla fuera de peligro! (Al P Güel en la Habana.)

De Misiones.

«Mucho me alegra estén ustedes todos tan inflamados en el amor de las misionen, que es y debe ser nuestra-predilecta ocupación, inspire ese amor a todos nuestros jóvenes.» (Al Padre Arnáiz en Elizondo desde Barcelona: 11.III.1874). «Me alegro de que Ávila se llene de buenos religiosos; así no será necesario que nosotros, atendamos al ministerio intramuros y podamos ir más desembarazados ad salutem pauperum rusticanorum. Haec est pars hereditatis nostrae. Con toda humildad, pero con. toda franqueza hagamos entender al Prelado y a quien convenga, que no es nuestra vocación de capillas, ni iglesias en las ciudades y que eso sólo se tolera en ciertos casos. Es una excepción y no una regla, y así ha de haber alguna razón excepcional para declinar del camino de nuestros mayores. No precipiten nada. El tiempo arregla muchas cosas, y siempre enseña algo».

Dios hace lo que quiere y nosotros lo que podemos.

En 1876 el P. Arnáiz era Superior de Ávila y profesor del grupo de estudiantes que se había traído de Elizondo; pero encontraba dificultades para las misiones. He aquí cómo trataba de resolvérselas el P. Maller: «Aunque muy ocupado, como siempre, gracias a Dios, no ha sido la falta de tiempo lo que ha demorado la contestación. Ello proviene de no saber qué contestar, porque si bien se considera, todo tiene usted razón; pero yo no puedo todo lo que quiero. El señor Casado, aunque habla de otras cosas, lo principal que alega es su falta de fuerza y de salud, que bien cierto parece. ¿De qué servirá enviarle a Misión para de ahí a ocho días tener que llamarlo la Casa? Lo que le cansa es la predicación, aunque sólo sean pláticas o doctrinas. Los ejercicios del Noviciado le cansaron; los de las pequeñas. Comunidades no le cansan tanto. ¿Como voy a forzar a un sacerdote que dice con toda sumisión que no puede? Con todo por este mismo correo le escribo que, por no saber de quién echar mano, tal vez tenga, que acudir a él; no obstante, lo mal que me sabe. Que usted salga a misionar ya se me había ocurrido a mí antes que usted me lo propusiese»; pero cómo he de consentir que no sea usted Superior; ni Director de la Misión. Eso no puede ser. Las rarezas, o lo que sea del señor Cardellac me detienen algo, pero no tanto como la falta de catedrático para los estudiantes de ésa. ¿A quién pongo? Los demás, con mucha paciencia y contando con la generosidad de usted y la gracia, que Dios para eso le daría, pienso que usted podría, con modito, llevar todas las excentricidades o como se quiera llamar; pero insisto: ¿quién queda en lugar de usted en  Ávila. Ruego a Dios que me ilumine.  Me ocurre llamar al señor Madrid, que por lo visto no puede continuar en Barcelona; pero… y éste ¿cuajara? Lo dudo. Ruego a Dios que me dé su luz, y déjeme siquiera tiempo para pensar y rogar a Dios». (Al P. Arnáiz, 28-VIII-76).

La luz le vino acaso en mismo día o al siguiente, cabalgando en el plan que el P. Arnaiz le propuso y que él-modificó mejorándolo; y así pudo escribirle dos días después: «El plan de usted de salir a misionar con el señor Cardellac, pero como Superior y Director, lo acepto, y, bajo este punto de vista, desearía yo saber cuál es el plan de usted para las clases. El señor Casado quedaría en casa como asistente. De otro modo no lo acepto.

En cuanto a sujetar al señor Cardellac al Reglamento, no importa tanto. ¿Acaso se adapta el señor Diez? El señor Rodríguez ni se escandalizará ni le chocará. Ustedes podrán seguir el reglamento, y el señor Cardellac, que en eso peca más por ignorancia que otra cosa, no se opondrá de cierto. Con buen modo y tolerando mucho y aguardando con paciencia, usted le podrá inducir a que se prepare y atenga a lo del predicador. Ardua, cosa dirá usted; pero, por lo mismo, más meritoria. Y la gracia, ¿para qué es? En medio de todo él es sumiso y yo le escribiría lo que conviniese. En fin, no se trata de arreglar las cosas a nuestro gusto, sino del mejor modo posible y aun del modo menos malo posible. Sólo Dios hace lo que quiere; nosotros, lo que podemos… Dios restablezca luego la salud del señor González; y usted cuídese, por Dios. Salude a la Casa entera».

El P. Arnáiz salió efectivamente con sus compañeros de Ávila, y con ellos recorrió los pueblos de Toledo pertenecientes a la Diócesis abulense, con resultado no muy halagüeño, como se echa de ver por esta líneas:. «No desmayen porque los oropesanos no correspondan a la gracia de la Misión como se desearía. Quizá al fin de la Misión se enfervoricen algo más. Veo que van saltando por las grandes poblaciones; y no es eso lo mejor, sino ir primero a los pueblecitos de alrededor hasta que tos pueblos grandes, oyendo el bien de los pequeños, las deseen y entonces, aprovecha más.. No sería malo insinuar esto al Prelado, si a usted, le parece.» (Al F. Arnáiz, 28-X-76.).

No se deben hacer para dar crédito a la Congregación: Aunque reconozco la substancia de las razones que ustedes aducen para que se aceleren las misiones veo al mismo tiempo algo más de lo que deseara un «intuitu» natural. Las misiones no se deben jamás hacer para acreditar la Congregación, sino para salvar las almas: Buscar lo primero es un menos poco malo que buscar uno su propia gloria personal o alguna otra ventaja temporal. Purifiquen ustedes algo más la intención. No sé asusten de lo que piensen, digan o hagan las personas, por elevadas que sean- y por más que esté en sus manos hacernos mucho bien o mucho mal. Maledictus homo qui confidit in homine. Adjutorium nostrum in nomine Domini. Quaerite primum regnum Dei. Estas han de ser siempre nuestras máximas si queremos tener siempre paz y sosiego y merecer la protección. del Dios del cielo.

Contesto en número plural porque contesto al mismo tiempo a la del señor Masterrer sobre el mismo asunto. Cuando le vea le hablare sobre la aurora boreal de Gloetter de parte del señor Poitevin.

Las penas del P. Arnáiz.

Ser Superior de Sigüenza le resultaba al P. Arnáiz una cruz insoportable, En su carta escrita en Madrid el 23 de diciembre de 1880, el P. Maller le anima a llevarla: Respecto al H. Burgos comprendo todo lo que de él me dice. Tenga usted un poco de paciencia, que Dios mediante yo le enviaré otro Hermano. Casi todos son nuevos, y de consiguiente, por formar. Ese infeliz ha tenido la mala suerte de salir de aquí sin formarse y de hallarse en compañía de quien le ha formado a su modo y manera, porque «nemo dat quod non habet». Por eso, aunque no del todo, es en parte excusable, y hay que compadecerse de él como Dios se compadece de nosotros…

Penas, penas, y sin penas no se vive. Una vez descargado del peso que le abruma le vendrá otro que le abrume más. Esto lo leo en los libros y esto lo veo en lo que le ha sucedido a cierto sujeto que usted conoce y yo también. A fuerza de pedir e instar e importunar, por dos veces se vio libre exactamente del problema que le abrumaba y que ahora le abruma a usted. También él quería, ante todo santificarse y consiguió su intento dos o tres veces. La primera vez dejó la superioridad pero al cabo de unos meses le cayó la visitadoriedad. Hizo lo posible para que pasara el cáliz; resistió por cuatro meses; devolvió al Superior General por el correo la patente que le había enviado, pero no hubo más remedio sino que aceptar. Por circunstancias, de Visitador bajó otra vez a Superior local; de nuevo instó y se libro también otra vez; pero hubo de volver a los dos cargos de Superior y Visitador, y en circunstancias que los hacían cargas mucho mas abrumadoras. Espero que Dios le perdonará la casi impertinencia con que se sacudió la Cruz, en vista de que procedió, le parece de buena fe, y de consiguiente puede invocar aquel «ignorans feci» pero si bien recuerda de cuando en cuando al Superior General, el sincero deseo de volver a ser soldado raso, no se atreve ya, a importunar por las dos poderosas razones, de que tal vez pierda en el trueque que y principalmente, de que se da la voluntad de Dios a la que le ruego Se someta y siga lo mejor que pueda y sepa.

Por eso, y por la amistad muy sincera que le tiene in Domino otro Superior, le aconsejo que no inste demasiado, si bien no hay mal en que se muestre, no sólo dispuesto, sino ansioso de verse libre, añadiendo siempre aquello del Divino Modelo: ´veruntamen, non mea sed tua voluntas fiat´.

«Tal vez su cargo pueda ser aliviado sin que sea menester quitárselo del todo. Yo me temo que ciertas rivalidades y envidias sea la principal causante de esos disgustos que le amargan toda la vida. En todo caso de aquí al ñn del curso habrá tiempo de examinar bien el asunto, pida usted a Dios que le haga conocer su santísima voluntad y manténgase firme en el propósito de seguirla en todo, por duro y penoso que se le haga a usted. No se fíe demasiado en sus propias luces; no obre sin consejo, no sea que oiga aquello de ´nescitis quid pctatis´. Dios es nuestro dueño absoluto y dispone de nosotros como de cosa propia.»

Un mes después, desde Madrid, el 23 de enero de 1881, el P. Maller insistía: «Espero que Nuestro Señor ya habrá, restablecido la paz en su alma y le habrá agrandado el corazón para abrazarse con la cruz y fortalecidos los hombros para llevarla, por pesada que sea y aunque fuese cincuenta veces más pesada. Sobre todo después de oír aquella suave invitación de Cristo: tollite jugum meun super vos. Por flaco que usted se suponga, jamás se creerá más débil que. San Pablo se creía a sí mismo, y sin embargo, confiado en la gracia, se atrevía a decir: Omnia possum. Y no era presunción, y arrogancia, parque añadía: in eo qui me confortat. La verdadera humildad es animosa, y cuanto más flaco se juzga uno mas se esfuerza, como decía el mismo apóstol: Cum infirmar tune potens sum. «Pero ¿para qué decirle estas cosas que usted sabe mejor que yo? es pues, ¡ánimo!»

Mas al P Arnáiz le costaba animarse sin que esta situación fuera parte a que él P. Maller dejara de insistir: «Mucha pena me da cuanto más considero el asunto más se convence de lo consabido. Yo me temo mucho que no sea engaño del enemigo. Para mí, el parecer de muchos, vale más que el de uno solo, y mucho más siendo in propia causa´´ … Yo me inclino a creer que «ni 368 siquiera uno solo, de loa que tienen voz en el cabildo, será de su parecer de usted. Esto debe dar a usted mucho que pensar. Vea usted también si no hay un poco de amor propio de por medio. No digo de aquel amor propio grosero y vulgar que busca el descanso, el regalo o la honra, no; ése no le sospecho siquiera. Quiero decir aquel otro más frío, que se oculta bajo el pretexto de paz interior y deseo de mayor perfección o de más asegurar la salvación, no siendo, en resultado, sino un deseo de evitar la cruz, que es inherente a la superioridad, aquel sacrificio de todos los días y todos los momentos, aquel no pertenecerse uno así mismo, aquel llevar las cruces propias y las ajenas, aquella verdadera esclavitud de un siervo de los siervos de Dios, aquel ´¿Quis infirmatur et ego non infirmor? ¿Quis escandalizatur et ego non uror?´ Esa, esa es la cruz pesadísima que Dios nos ha puesto sobre los hombros; pero la más agradable a Dios, la más gloriosa, la más provechosa para el prójimo y más meritoria para el que la lleva y la que más le hace semejante a la infinita misericordia dé .Dios.»

La humildad desmaya.

El 23 de mayo de 1881 el P. Maller escribía a su corresponsal de Sigüenza estas líneas: «Verdaderamente que somos, en algún sentido, aquel pusillus grex. Razón es ésta para humillarnos, pero también para animarnos. Nolite timere pusillus grex. Seamos humildes, pero no desmayemos jamás»

El tiempo en el cálculo de probabilidades.

Las líneas que preceden son tan cortas como hermosas; las que siguen, escritas tres días mes tarde, son más largas pero no menos hermosas: «Doy gracias a Dios de que le inspira tan buenos y edificantes sentimientos respecto a .la sumisión a los Superiores. Ahora quisiera yo que también le inspirara una santa, entera y omnímoda resignación a la voluntad del Señor, para que, con calma y aún con cierta solemnidad, y casi diría, majestad, descansara usted en brazos de tan buen Padre. El remedio ante estos males, y más aún a los males ajenos, lo hemos de esperar de Dios cuando Dios quiera, por quien Dios quiera y del modo que Dios quiera. Saber esperar es mucho saber para, conservar la paz y dejar que Dios obre. Querer remediarlo todo de repente no suele producir más que aumento de malestar. En el cálculo-de las probabilidades el tiempo es un elemento sin el cual el cálculo saldrá fallido las más de las veces. Veo con gusto que eso ya lo entiende usted; pues por eso ha dejado correr las cosas y algo, por lo menos, se han aquietado los espíritus. Con el tiempo, con buen modo hablando ahora a éste, ahora a aquél, se van llevando y conllevando las cosas, in mutua paciencia».

Las aguas de Trillo.

«Acabo de recibir una carta del señor Latorre en que me dice que usted ha sentido una llamadita del huésped del año pasado y que, aunque no sea nada que nos deba alarmar, sin embargo, tampoco es cosa de descuidar. Dice también que las aguas de Trillo están indicadas para el caso y parece que lo mismo opina el médico. Con que no lo descuide, por amor de Dios. Vaya usted al instante, pues loe baños de Trillo ya están abiertos y los Hermanos están allí. Llévese consigo al señor Latorre, si es que también, como supongo, ha de ir. Déjelo todo; pues sin su presencia de usted también podrá seguir haciéndose los exámenes.

Me alegro de que no vayan saliendo mal los chicos. ´Laus Deo, nobisque confusio´.

El señor Latorre, que le cuide mucho en Trillo, si no es que usted tenga que cuidar de él, y, en el caso, cuidarse mutuamente».

Estas líneas las escribía el P. Maller en Madrid el 13 de junio de 1881.

Orar por los que peligran.

Esta vez no es a Sigüenza sino a La Habana a donde se dirigen estas líneas del P. Maller: «He recibido su grata de ayer y he leído también la del señor Vigatá, así como la contestación de usted, que hallo muy bien. Puede ser que con el tiempo el señor N. entre dentro de sí. A mí también me ha escrito; pero muy comedido. Se ve que está luchando interiormente. Dios le de la victoria. Mucho vale la oración. Oremos por los que peligran.» Esto se lo escribía el P. Güel el 7 de octubre de 1881.

Quién ha de cuidar de los enfermos.

«¿Es posible que, porque la contrata dice que habrá cuatro Hermanos, no pueda usted guardar ni aún por unos días, al Hermano Durana en las circunstancias en que se halla, con el Hermano Miñón, enfermo, sin poder cumplir con su obligación? ¿No comprenderá el señor Obispo, o quien convenga, que no debemos considerar a loe Hermanos como criados, a quienes se despacha de casa por el mero hecho de estar enfermos? Francamente, si con medidas tan mezquinas se ha de interpretar el contrato, ya no sé cómo hemos de tratar con nadie.

Ruego a usted que exponga el caso a su Ilustrísima, si es menester; porque me parece increíble que se oponga a que quede ahí otro Hermano hasta, que determinemos si sacamos o no de ésa, al Hermano Miñón, que ha perdido ahí la salud. Yo espero que su Ilustrísima dirá que por su parte no hay inconveniente a que quede y sea cuidado como Hermano supernumerario, sin que se de por él lo que se da por los otros.

Ruego pues a usted que no envíe al Hermano Duran a ésta sin previa orden. Tenga usted paciencia y súframe por amor a Dios. Vamos con calma y pensemos las cosas. Los peligros que corre ahí los correrá aquí, y tal vez aún mayores. El otro inconveniente es real ahí. y. aquí. Lo que .se habrá de hacer será buscar modo y manera de disminuirlos, y no digo que no lo haremos. En los decretos de las Asambleas está el caso previsto de un miembro que ha perdido la salud en una casa. Ta1 vez eso nos de la solución, pero repito, calma, y llevemos todo con orden y según caridad para con todos. Unos días de reflexión bastarán para tranquilizarlo todo».

Estas líneas las escribió, el P. Maller en Madrid el 18 de mayo de 1888, y el 9 de Junio, estas otras sobre los ejercicios espirituales al clero de Orense: «Como el año pasado y el anterior, el señor Obispo de Orense me preguntó si este año también podré enviarle uno o más sacerdotes para cuatro tandas de ejercicios al clero; y yo, antes de contestarle, deseo que usted me diga si le parece que también este año podrá usted desempeñar el cargo o si ve usted algún inconveniente, sea por ser ya la tercera vez, o  cualquier otro concepto que a usted le ocurra. Hábleme usted con toda libertad y franqueza, pues aunque mi deseo sea la afirmativa, sin embargo no quiero exigir nada que no sea del todo conforme con el espíritu y la suavidad que usted sabe debe animar a un superior de la Congregación y menos aún hacia su persona de usted para quien Nuestro Señor me ha inspirado siempre la más cumplida confianza y estima. Y caso de que usted no tenga ningún inconveniente, dígame también quién piensa usted que podrá acompañarle a usted o de esa casa o de alguna otra».

La respuesta del P. Arnáiz debió de ser afirmativa, porque tres días después el» P. Maller volvía a escribirle: «Ya puede usted irse preparando, in nomine Domini et A. M. D. G aunque no sea jesuita»

Las penitencias que imponía el P. Maller.

A pesar de su mansedumbre, al P. Maller no le temblaba el pulsó para imponer penitencias, si el caso lo requería. Véanse sino estas líneas, escritas el día de San José de 1883: «Ayer recibí también carta del Hermano Solar humillándose y pidiendo penitencia. Los dos faltaron; el uno, desobedeciendo, y él, poniéndose a hacer lo que no le tocaba, que es corregir o reprender a su Hermano, sin estar para ello autorizado. Me parece que conviene aumentar la penitencia, y así imponga al señor Soriano tres veces los salmos penitenciales con las letanías y oraciones, y al Hermano Solar, siete veces la misma cosa. Esta es buena ocasión para inculcar de nuevo que se abstengan de castigar corporalmente con golpes, ni muchos ni pocos, a ningún estudiante, declarando que se impondrá penitencia a quien en eso se propase. Me alegro, en medio de todo, de que ambos hayan aceptado  la penitencia que usted les ha dado. Mire también que no conserven ningún resentimiento el uno contra el otro». En octubre de 1883 el Seminario de Sigüenza iba viento en popa. El primer impulso fue alegrarse; mas en seguida recogió velas y escribió: «Felicito a ustedes la prosperidad del Seminario, y haga ver al ilustrísimo que, aunque le envío jóvenes, no por eso desmerece en la estima pública. Pero no; más vale callar. ´Laudete alienus et non os tuum. Humillémonos, no sea que Dios nos humille´.»

El yugo del deber, mientras Dios no lo quite de encima, hay que llevarlo humilde y animosamente.

Un año después, el 16 de septiembre de 1884, las cosas no debían ir tan bien porque el P. Arnáiz siente renacer en él la tentación de verse exonerado de la superioridad, y en este sentido escribe varias veces al Visitador,  confesando, no obstante, su temor de errar en tal insistencia.

El P. Maller le contesta: «Gracias a Dios que por fin usted ve el peligro a que se expone de errar gravísimamente en su mal aconsejada o más bien no aconsejada o desaconsejada resolución. Por amor de Dios, desconfíe usted de su propio juicio. Mire que persistir sería lanzarse con los ojos cerrados sin saber a dónde usted va a parar. Mire usted que si se persuade que obra en espíritu de humildad obrando de esa manera, se engaña usted; pues la humildad exige, en primer lugar, el rendimiento del propio juicio, y que lo contrario es la más refinada soberbia, la de Lucifer. Mucho temería para esa casa, y aún para la Provincia; pero es más aún lo que temería para usted mismo. Ríndase usted, pues, a la divina voluntad; baje la cabeza y siga con el: yugo del deber, mientras no se le quite Dios. Lleve humildemente,:y animosamente la carga hasta  que Dios se la alivie. Dios la hará cuando sea de su divino agrado. Entre tanto pídale su gracia para llevarla mansa y humildemente. Me atrevo a decir a usted que no necesita hacer nuevos ejercicios para resolverse, sino, a lo más, para «afirmarse en la resolución. No debe ya ser cosa en tela de juicio, sino cosa resuelta y decidida. Crea usted que estas reflexiones salen del corazón que le ama en Dios, por Dios y para Dios.»

El P. Arnáiz se sometió y el P. Maller se alegró, como se lo manifiesta en esta líneas escritas seis días después: «Gracias a Dios que por mí he hecho que triunfase la gracia. La dificultad de la victoria encarece su valor delante de Dios. Ríndase siempre a la divina inspiración y sacrifique todo por Dios y así lo alcanzará todo de Dios».

Las obras de rumbo.

Detestaba y temía las obras hechas con espíritu rumboso y prefería las hechas con sencillez y humildad. Véase este párrafo de la carta escrita al P. Valdivieso, desde  Lima el 29 de agosto de 1885 en plena visita de1 continente hispanoamericano: «Yo me temo que acabaremos por cerrar el Colegio de los Milagros, y no lo sentiría si la Casa pudiera seguir sin él; pero dicen o decían que no podrían subsistir sin el Colegio, y yo no quisiera abandonar el Santuario, puesto que se hace allí un bien inmenso, y si nos hubiésemos atendido al fin principal de nuestra ida, Dios hubiera quizá bendecido la Escuela de gramática, a que estamos obligados, y se hubiera convertido en lo que hoy se llama Escuela apostólica con un tinte de Colegio; pero la precipitación con que se desarrolló un Colegio de rumbo, echó todo a perder. Me parece que conviene irlo reduciendo poco a poco a la indicada idea, cultivando sobre todo la piedad.

Para ello necesita un superior animado de buen espíritu que no busque sino la gloria de Dios y el bien de las almas, sin humos de presunción y vanidad ni de amor propio, que no quiera rivalizar con otros Colegios, sino es en humildad, encogimiento y recogimiento, buscando no sólo su propio abatimiento, sino también el de su casa y aún el de la Providencia y él de toda la Congregación. Si buscamos que se nos aprecie y se nos alabe, estamos perdidos. El prestigio de la Congregación, de la Casa, de la Providencia y hasta del individuo lo debemos esperar de Dios, si así lo quiere o lo dispone su Providencia divina, y lo hemos de merecer sin buscarlo. La humildad es el único camino para la exaltación: ´qui se humiliat, exaltabitur´. Por el contrario, lo que queremos elevar es el camino seguro de la humillación: ´qui se exaltat humiliabitur´.

Esto no lo dijo Séneca ni lo inventó Santo Tomás ni San Agustín, que lo enseñó el Maestro del mundo, Aquél de quien la Iglesia canta:´nihil  hoc verbo veritatis verius´. A Este hemos de creer y a Este hemos de seguir si no queremos errar lastimosamente el camino y perdernos sin remedio: ´qui sequitur me non ambulat in teinebris. ergo qui non  sequitur Christum, in tenibris ambulatat, qui in tenebris ambulat nescit quo vadit, et si caecus caeco ducatum paestet, ambo in fovean cadunt´. Inculque bien estas verdades, que ellas solas nos sacarán de los apuros en que el olvido de ellas nos  ha puesto. Ayer me tocó para la lectura espiritual el número dos del c. II de nuestras Reglas, y dije para mí mismo: «Válgame Dios y qué olvidado lo tenemos algunos, especialmente aquello de «Se invicem supportare sine murmuratione; se invicen honore praevemire». No sé cómo nos bendice tanto. Esa falta de humildad y de caridad es capaz de arruinarlo todo. Dios tenga piedad de nosotros, nos ilumine y dé gracias eficaces para que nos encomendemos.»

Aunque las pérdidas que la muerte nos ha ocasionado y las enfermedades, que han afligido a esa Comunidad, como, por fin, en eso no hay ofensa de Dios, sino más bien cumplimiento de sus divinas disposiciones, con las que nos ama, pues a los que ama castiga en este mundo, no me es difícil consolarme. Bástame decir: «Domínus est; quod bonum est in oculis eius faciat». Es de esperar que los  tres jóvenes, que se ha llevado desde que yo salí de ésa, están en el cielo rogando a Dios  por sus compañeros que se dejaron en la  tierra».

El P. Valdivielso era, con el P. Arnáiz, el corresponsal más asiduo del P. Maller. Cuando se ausentaba de Madrid, el burgalés le sustituía, en las riendas del gobierno y, en todo caso, llevaba la economía provincial y dirigía la construcción de la nueva Casa de Chamberí. En algunas de sus cartas el P. Maller nos lo presenta comprando 150.000 pies de terreno, a lo que se siguió la compra de otros 36.000 para  redondear la  manzana, que quedó enmarcada por las que luego fueron calles de García de Paredes, General Sanjurjo Modesto de la Fuente y Fernández de la Hoz. No pocas veces desahogaba en él los sentimientos de su alma noble y apostólica. Así por ejemplo, el 3 de marzo de 1883, desde Mallorca, le escribe acerca del liberalismo: «Parece increíble lo que pasa con los empeñados en tan desastroso sistema:¡Oh, increíble liberalismo! ¡Oh, ponzoña! ¡Oh, peste!» Es deliciosa la pintura en una pincelada que de este gran burgalés nos hace el P. Maller en la carta del 3 de abril de 1879: «Nada de nuevo ocurre por aquí, sino es que ensanchamos el refectorio. El señor Valdivielso está en sus glorias mientras ande entre tabiques derribados y tabiques nuevos, cubierto de polvo y yeso».

Los apuros del P. Maller.

El P. Maller, creyendo que los misioneros de Sigüenza regresarían a casa por Semana Santa pretendió echar mano del P. Diez para que diera los ejercicios, que empezarían el Domingo de Pasión, a las Hermanas en el Noviciado; más los apuros llegaron cuando el P. Diez le escribió desde Ledenca: «Nosotros estamos en manos de Dios y de los Superiores: por lo tanto disponga de mí como lo crea ante Dios. Comprendo que el señor Obispo sentirá quede sin misionar en este curso la Parroquia de Cifuentes, población de 500 vecinos y con un solo sacerdote, muy trabajada por otros misioneros (no de Dios), cuando estaba convenido trasladarnos ‘allí para disponer los ánimos extraviados y atraerlos al aprisco. Otra cosa debo decirle.  El señor Cardenal ha concedido, en despacho formal, una gracia a un caballero, creo. de distinción para que en una Parroquia del Arzobispado tengamos nosotros una misión con el beneplácito del señor Obispo de Sigüenza, que, según me dice el señor Arcipreste de este distrito, no se negará por mediar amistad muy poderosa. Hoy sale dicho señor Arcipreste y el caballero para Sigüenza en demanda de la gracia… Usted disponga; lo propuesto está dentro de la obediencia». Luego le da estas noticias consoladoras: «Estas tres últimas misiones han sido bien oídas, recibidas y provechosas… Hoy empezamos una de pocos días en el convento de monjas benedictinas que fueron in illo tempore, señoras de horca y cuchillo y hoy no tienen pan. Tiene de existencia setecientos años; está a tres cuartos de legua de aquí –Ledenca- y se llama Valformón, por Guadalajara. Está en la Alcarria. (Del P. Diez al Padre M. 1-III-80.) Cuándo el P. .Maller terminó de leer estas líneas exclamó: «¡Válgame Dios, que así se complace en ponernos en apuros!  ¡Alabado sea por todo!» (Al P. Arnáiz 3-III-80).

Las escuelas apostólicas a la vista.

El día 18 de diciembre de4 1879 escribía el P. Maller al P. Arnáiz: «Tenemos el Seminario tan lleno que no van a caber esos cinco que usted me prepara y que será mejor diferir su entrada, aunque fuese hasta el fin de curso». Esto indica que las vocaciones iban afluyendo en abundancia por el «sistema de la Divina Providencia», tan caro al señor Vicente y .por lo mismo al P. Maller. Pero había otros, y en primera fila el P. «Arnáiz, que creían que debían ayudar a la Divina Providencia, estableciendo en puntos estratégicos escuelas que despertaran, recogieran y canalizaran las vocaciones, asegurando el reclutamiento de obreros para la mies apostólica. El P. Arnáiz las llamaba «Preceptorías». «Este vocablo escribe el P. Maller con ribetes de purista de la lengua, no lo encuentro en el diccionario». En todo caso el Padre Maller diría «Preceptoría», como de cantor se diría cantería, de rector rectoría, de receptor receptoría etc. «La idea, en cambio, escribe el P. Maller no es nueva. De ella nos habló el señor Fíat y nos dijo que se hacía en Francia, aunque se me figura que lo que usted propone no es exactamente lo que hacen en Francia. Tampoco me consta que en ninguna provincia hagan eso que usted dice o propone, sí yo te entiendo bien. En el Berceau se reciben huerfanitos, y al principio no se pensó en vocaciones. Ahora mismo no se habla de vocación al estado eclesiástico, cuando menos a la Congregación.

Aprenden oficios, o van al Seminario Diocesano o a la Congregación, según el caso. No están muy satisfechos del resultado. E1 tiempo lo dirá.

En Irlanda hay un fondo dejado por una persona piadosa con ese objeto y se reciben en un Colegio de puros seglares los favorecidos. En los Estados Unidos uno de. nuestros colegios debía una cantidad a la provincia, digo a la Procura provincial, y se la iba pagando manteniendo a algunos de estos colegiales. Como quien dice, a plazos.

No me consta que en toda la Congregación haya nada parecido a lo que hacen los dominicos, agustinos y los del P. Claret en España y que parece que imitarlos sería salir del espíritu de nuestro Santo Padre. Estoy con usted en qué tenerlos como ustedes los «tienen ahí (y están mejor que en Irlanda y Estados Unidos) tiene sus inconvenientes, y yo quedé poco satisfecho del sistema de los indicados países y por eso no soy entusiasta encomiador de la idea. Yo seré siempre muy mirado en querer enmendar la plana a San Vicente. Respeto los pareceres de todos, y si se me impone por autoridad, cerraré los ojos y obedeceré, seguro de que así Dios lo quiere; pero promover un cambio tan radical en lo que se puede llamar política de la Congregación, repito que lo miraré muy despacio». (13-III-79) Esto escribía el P. Maller el 13 de diciembre de 1879. El P. Arnáiz insiste y el P. Maller dialoga y aclara: «No tengo la menor duda, escribe, sobre la rectitud de sus miras, el amor a la Congregación y e1 celo por su Propagación» en España. Todos profesamos lo mismo y entre todos podremos alcanzar de Dios que nos ilumine sobre su voluntad santísima «en concreto»

Lo que en Francia se llama Maitrises no responde a lo que buscamos, pues son simplemente colegios de monaguillos, sin mirar al estado eclesiástico. Así es que la educación que se les da, poco más o menos, es la que se da en los demás colegios. El año pasado vi la de Lisboa, que es el ídolo del señor Miel. Hay fundación de una señora condesa para este objeto, y creo que hasta la fecha ha dado una vocación para la Congregación. Nada sé de las que dice usted hay en Francia. Poco a poco iremos sabiendo todo y nos aprovecharemos de las experiencias de los demás, pero sin alterar nuestro espíritu , que ha de ser siempre el del señor Vicente, obviar los inconvenientes que cada época trae consigo. Siga usted rogando por este fin. Unos años más tarde el señor Maller cedió a las luces de sus colaboradores y fundó la escuela apostólica de los Arcos, trasladada luego a Tardajos, después de la cual vinieron la de Teruel y la de Murguía etc…

De cómo el P. Maller en su lentitud sabe buscar las vueltas a un Obispo.

En marzo de 1880 Sigüenza  estaba a punto de estrenar un Obispo, Monseñor Ochoa, que se consagró en Zaragoza. Al ser preconizado, había dejado traslucir su intención de alejar a los Paúles de la dirección del Seminario, alegando que se trataba de franceses o afrancesados. El empeño que ponían los Superiores de París en sustituir el traje tradicional de las Hermanas por el que llevaban en Francia, daba margen a esa impresión y era una de las razones que alegaban los españoles contra la imposición de la llamada «corneta». El 11 de marzo el P. Maller traza sobre el particular unas sabias normas de conducta que el P. Arnáiz había de seguir con el nuevo Obispo. Con respecto al señor Obispo, escribe, «no conviene apurarle. Usted verá qué ideas trae de Zaragoza. Nada perderemos con que procedamos con calma, con respeto y hasta con humildad hacia tan alta dignidad. Dios nos guiará para que acertemos a buscar su propia gloria y el bien de las almas. Si su  Divina Majestad nos quiere ahí, Él sabrá hacer que así sea; si no nos quiere, muy dueño es de su viña y de los jornaleros.

A ésta enviará a los que quiere y a estos los enviará a donde quiera. El otro día leí en una carta del señor Vicente: «Les oeuvres, que Dieu fait lui meme, ne se gatent jamáis par le non faire des hommes.» Con que dejemos obrar a Dios».

El Obispo, en efecto se condujo como se esperaba y soltó la catarata de sus sentimientos en la primera entrevista con el P. Arnáiz. Hubo marejada como dirían los náuticos. «Es menester, le contesta el P. Maller, resignarnos a la voluntad de Dios, que no quiere que sigamos adelante en ese Seminario. Consuélese con que ni esa, ni la fundación del Seminario de la Habana ni otras semejantes las buscamos nosotros, que Dios nos las puso en las manos y que casi se puede decir que nos obligó a aceptarlas contra nuestra voluntad.

Fuera del acaloramiento que se le escapó a usted y que ya reparó en lo que pudo, no hallo nada que reprobar. Por ahí podemos venir en conocimiento de las razones que tuvieron tanto nuestro Santo Padre como nuestros mayores para no aceptar Seminarios en donde no seamos dueños de hacer lo que nos parezca.

La pretensión de restringir la autoridad del Visitador es del todo inaceptable… La «especiota de Congregación francesa» no quiero calificarla… No es de Díos semejante desdén o prevención» y así solo sirve para patentizar que todo el sistema fundado en un sentimiento, que a lo más tiene una bondad natural, es puramente natural, gentílico y nada de cristiano… Me alegro que usted invocase principios más elevados y cristianos. Atengámonos a ellos y no temamos que, al fin y al cabo, se verá quién anda mejor fundado. En vista de todo esto creo mejor: 1º qué usted se mantenga en la actitud tomada, sin deshacer lo hecho, a no intervenir nuevos motivos de mudar de parecer; 2.° que nos conviene insistir en que su ilustrísima se pronuncie más explícitamente. Deje correr el tiempo y los sucesos se irán desenlazando por sí mismos; 3.°, llegado el fin de curso, nosotros nos declararemos, según convenga, si su ilustrísima no lo hace.

Amigo, la superioridad no tendría mérito, si no tuviese sus espinas y si el cargo no fuese carga. (6-IV-1880)

Ante todo las misiones.

El 21 de mayo el P. Maller escribe: «Desechando el contrato con sus bases y no habiendo modo de sostener las misiones, no nos queda más remedio que retirarnos. Si el señor Obispo consiente en  que continúen las misiones, aunque se cierra el Colegio-Seminario, estamos dispuestos a tratar de nuevo y arreglar la contrata bajo otras bases, sin contemplar para nada lo del Seminario. En una palabra, las misiones ante todo».

«Sin embargo, me parece más conveniente y más digno esperar a que su Ilustrísima se decida, cuando tenga por conveniente. Si por ejemplo quiere seguir por un año más, sin que por eso se comprometa a seguir más allá, aún podríamos esperar y seguir haciendo el bien posible. Ganar tiempo me parece más conveniente… En un año se pueden hacer muchas reflexiones. ¿Cómo se puede él convencer y mucho menos convencer a nadie que no puede sostener las misiones? Dejémosle, pues, tiempo de reflexionar y que toda la responsabilidad, que le pertenece, pese sobre él. Lo que su predecesor podía bien podrá él. Aguardemos, pues, con calma.»

Efectivamente, el Obispo reflexionó y el Seminario y las misiones siguieron floreciendo en la diócesis de Sigüenza cerca de tres lustros más.

Caridad con que salva una vocación.

El Hermano González está en Teruel. Es activo, inteligente y servicial; pero de genio fuerte y hasta violento. Tuvo choques con otros y, tanto el P. .General como el Visitador hubieron de amonestarle. «Ha recibido bien los avisos dice el P. Maller y se ha humillado, que no es poco para él. Le veo en buenas disposiciones.» El P. Maller cree que salvará esta vocación, sacándolo de aquella atmósfera y teatro de sus explosiones y confiándoselo al P. Arnáiz «Tal vez le dice, se espontanee con usted; óigale con paciencia y tome lo que usted crea, como se dice a beneficio de inventario… El P. General le ha escrito con mucha caridad, y desea, así como yo, conservar esa vocación y verle tan piadoso y fervoroso como lo hemos conocido en otro tiempo. Haga, pues, usted la caridad de cooperar a esta buena obra.» Estas líneas las escribió el P. Maller al P. Arnáiz el 1 de febrero de 1891.

Apuros y alegrías.

A veces Dios mezclaba las alegrías con los apuros y los apuros con las alegrías. A fines de septiembre el Arnáiz le daba noticias de Dios felices resultados de los ejercicios al Clero de Orense y el P. Maller le escribe: «Soli Deo et gloría». Vea usted de mantenerse en una santa humildad y pureza de intención. También los ejercicios de Sigüenza están dando admirables resultados y añade: «Tomaremos en consideración lo que usted me dice de la fundación de Doña Ramona Reinoso y se hará lo mas pronto posible. Pero, para usted se lo digo, no se figura las penas y angustias que pasamos con tantas fundaciones de Hermanas a la vez, y eso que tenemos el noviciado lleno de novicias o toquillas. ¡Dios sea bendito! «Aquí va todo viento en popa, al menos al parecer. Tenemos los seminaristas y van viniendo informes y peticiones para más, de modo que, si así vamos, luego tendremos 60.  ¡Jesús! Esto parece increíble y casi me da miedo. Ruegue a Dios que se aumente la alegría.

A Dios gracias parece que no decae el espíritu en el Seminario y en la Casa. «Quam bonun et quam jucundum» (2Í-IX-80). Efectivamente en septiembre eran 62. Pero «tantas bocas que llenar y tantos cuerpos que vestir nos hace temer que la caja se ponga tísica, pues sale más de lo que entra. Yo no tengo corazón para rehusar una vocación, y así, mientras nos sea posible, dejaremos la puerta abierta (20-5-80).»

Que pensaba acerca de los colegios.

El Obispo de Málaga a principios de 1881 pedía misioneros para un Colegio-Seminario. El P. Maller le dice al P. Valdivielso que «le conteste expresándole su gratitud sincera y expresivamente, pero que, hoy por hoy ni en un año ni en dos, no es posible pensar en ninguna fundación», y agrega: «Mi parecer es que una cosa como Sigüenza no nos convencerá jamás. Vea usted el personal empleado en la enseñanza en aquella Casa y aún no hay lo que se desea, y todos están sobrecargados de trabajo, que con tres o cuatro catedráticos más aún seguirán sobrecargados,  sin contar otro  para misiones. Francamente me duele emplear en la enseñanza tanto personal, con resultados, si bien agradables… no proporcionados. Entre tanto ni Madrid, ni Ávila, ni Badajoz, ni Teruel, ni Barcelona, ni Mallorca están al completo como debieran estar. Es preciso primero llenar los huecos y después reservarlos para las misiones exclusivamente a lo más que nos fuere posible. Las misiones, las misiones, ese es nuestro principal fin.

La educación del claro, pero verdaderamente del clero, sin mezcla de seglares, sin necesidad de ceñirnos a ningún problema del gobierno, con toda independencia, bien; pero si esto no puede ser, pues, renunciar a la enseñanza. La otra enseñanza mixta es pesada, exigente y poco provechosa para nosotros y para la iglesia. Dejémosla a aquellos a quienes Dios ha dado gracia especial para ella».(14 de noviembre de 1881).

Como Dios se compadece de nosotros.

A veces el Padre Maller se veía forzado a echar mano del personal no formado para abastecer a las casas. Si los compañeros no eran muy observantes, corrían peligro de una deformación lamentable. Esto le ocurrió al Hermano Burgos, enviado a Sigüenza. Allí no dio satisfacción al P. Arnáiz, que rogó al Visitador le relevara. «Ese infeliz le contestó el P. Maller, ha tenido la mala suerte de hallarse ahí en compañía de quien le ha formado a su modo y manera, porque Nemo dat quod non habet. Por eso, aunque no del todo, es en parte excusable y hay que compadecerse de él, como Dios se compadece de nosotros» (23-XII-80). Haga usted .toda la caridad .a ese pobre Hermano Burgos, y hágalo por Dios, por la Congregación y por él mismo: beati misericordes quoniam misericordiam Dei consequentur (25-1-81).

Prefiere castigos que no implican pecado.

Doy infinitas gracias a Díos de que su Divina Majestad parece compadecerse de nosotros y quiere levantar su mano. Hágase su voluntad. Aquí ya no hay más enfermo que el señor Goicoechea, venido de Filipinas… y su compañero de viaje, Hermano González, también está  bastante mal en los Milagros, donde estaban, y no sé si todavía están amenazados de la viruela. Mucho nos quiere Dios cuando así nos visita y bendigo su mano, porque nos castiga como padre, pues prefiero mil veces ese modo de humillarnos a esos otros que suelen ir acompañados con ofensas a su .Divina Majestad. Esta especie, de castigos suelen ser provechosos a todos, sin perjudicar .a nadie. Afligen pero al mismo tiempo consuelan. Gracias por las nueces y tendremos .presente la recomendación de la media docena (Al Padre Arnáiz (29-X-83).

De silla a silla.

Con mucho gusto veremos a usted en ésta. Ya sabe que su compañía me es siempre muy grata. En esta ocasión me alegraré mucho, porque también yo tengo que tratar un negocio para lo cual sirve mucho mejor una conversación de silla a silla (al P. Arnáiz 3-XII83).

El periódico único.

Sobre el periódico que usted propone que sea el único a que se suscriba esa Casa y por consiguiente, el único que lean los individuos de esa Comunidad, atendida la buena disposición, que usted manifiesta, de atenerse a lo que, oídos mis consultores, determine yo, y oídos ya mis consultores y su unánime sentir, digo que me parece mejor que continúen recibiendo la «Fe», cesando de suscribirse a la «Unión.»

Agradezco a usted el que de ese modo haya facilitado la solución de tan espinosa cuestión. Dios se lo pague a usted con abundantes gracias para su adelanto en la perfección.» (Al P. Arnáiz, 8i-X-84.)

De su solicitud por los enfermos dan idea las siguientes líneas: «Siento muchísimo el estado amenazador del señor Diez. Dígale, en mi nombre, que le ruego, y, si es preciso, se lo mando que se deje cuidar; que no se deje gobernar por la imaginación. Yo me sujeté, en otro tiempo, al mismo remedio, y el señor Valdivielso hizo lo mismo poco después de venido a Chamberí. Aceptemos, si convienen esas humillaciones» (Al P. Arnáiz, 7-XI-86.)

No siempre le venían los problemas de Sigüenza a veces le venían más allá de los mares, como los que siguen, que le venían de La Habana y él trataba de resolver al P. Güel:

Normas de buen gobierno.

«Me alegro de que el señor Rojas se preste a mantener y fomentar la unión y mutuo acuerdo entre las dos Comunidades. Tal unión, si es cordial y según Dios, merecerá toda suerte de bendiciones. Correspóndale usted por su parte, aunque sea alguna vez con incómodo sacrificio, siendo en cosa que lo permita la obediencia.

También me agrada que usted procure conocer a sus súbditos. Todos tienen un buen fondo y cada uno un defecto. Al primero le falta discreción; al tercero, la experiencia.

No se fíe usted en lo que oiga contra algunas Hermanas; menos aún si es en contra la Vicevisitadora Dios le dé acierto para que conozca el mal y la raíz de él y ponga remedio. Tenga presente, que el Director y, por tanto, el Subdirector no hacen más que dirigir y autorizar los Consejos con su presencia y con su firma, pero la Visitadora y, proporcionalmente, la Vicevisitadora es la que administra su Provincia. Entérese usted de su Regla… Yo me guardo en mandar y disponer en lo que a la Visitadora corresponde. En caso de dificultad me contento con decir, o en particular, o en. el mismo Consejo, lo que me parece; y a Dios gracias, siempre me salió bien, aun en los peores tiempos. Sor Francisca tiene buen espíritu y yo me persuado de que se entenderán y correrán bien, hasta que todo se deslice perfectamente… No deje de enterarme de lo que vaya ocurriendo; pero no sea demasiado confiado; resérvese para si lo que acaso vea y oiga, sin andar, sin embargo, como quien acecha, ni aparecer desconfiado. Todo es prudencia y será mundana si no fuese acompañada de desconfianza de nosotros mismos y de confianza en Dios, pureza de intención y mucha oración.» (Al P. Ramón Güel, 28-X1-1887.)

El pacificador.

«Ruego a usted que, revestido de entrañas de misericordia, tenga compasión de las Hermanas, que me temo habrá hallado muy afligidas por la partida del señor Santonja. Consuélelas y sea con ellas un buen Padre… No necesito decirle a usted el pulso con que necesitará proceder usted no sólo con respecto a las Hermanas, sino también con los sujetos de las dos Casas nuestras, tanto del Seminario como de la Merced. Haga lo posible para que se restablezca la armonía entre los sujetos de la misma Casa y de las dos Casas. La empresa es dificultosa y casi superior a las fuerzas humanas; pero Dios todo lo puede. Confíe en Dios y sólo en Dios.» (Al P. Güel, 8-XI-1887).

«¡Cuánto me ha alegrado la suya del 15 de febrero al ver que hay armonía entre las dos Casas! Esto que yo tanto había deseado, por fin lo veo .cumplido. Haga usted todo lo posible para que esa unión se vaya consolidando, porque importa mucho y Dios bendecirá a ambas comunidades». (Al P. Güel, 8-III-87.)

Con pie de plomo y de acuerdo.

«En mi anterior me parece que le decía que anduviese muy despacio antes de formar juicio sobre lo que oyese de algunas personas, que tal vez había exageración. Eso mismo digo ahora. Conviene oírlo todo, pero no dar crédito a todo. Todo se reduce a oír, desconfiar, confiar y pedir. Espero qué la Vicevisitadora se convencerá de cuanto le importa andar de acuerdo con usted, pues es claro que sin eso nada podrán hacer; así como usted nada podrá sin ese acuerdo con ella. Pero por otra parte, venir tan pronto y tan de repente a un cambio de Vicevisitadora no puede tener un buen resultado; .puede, por el contrario, desquiciar aún más las cosas. La precipitación, en un punto tan radical, podrá tener las más fatales consecuencias. Le suplico, por amor de Dios, que tenga usted paciencia y dé tiempo al tiempo. Vaya muy despacio, muy despacio, pero muy despacio. Deje, usted correr las cosas; apacigüe a los espíritus primero y sostenga la autoridad en primer lugar. Vaya con cuidado… La cuestión del café es en sí de escasa importancia o de ninguna. Vea usted a dónde puede llegar, pues, según parece, usted no sabe lo que sucedería si decide contra el parecer de la Vicevisitadora. No recuerdo que se me haya jamás hablado de ella y de repente se presenta como cuestión de gabinete. Las Hermanas no debieran saber que usted y la Vicevisitadora opinan de diferente modo; y así, cualquiera que fuera la decisión, nadie quedaría mal; pero eso es poco menos que imposible..»(Al P. Güel, 18-XII-87).

El celo prudente y generoso.

«Estoy en las mismas disposiciones de dar gusto al señor Arzobispo, pero siempre en la medida que me sea posible; es decir, según Dios nos de el personal de que para esto necesitamos, cosa que no puede ser ahora mismo ni tampoco puedo fijar época cierta y, casi diré que ni aproximativa. Yo aconsejaría al señor Arzobispo que, si la Providencia le depara de otro modo de llenar sus santos deseos, no lo dejase pasar desaprovechado, ya porque el bien de su grey se debe preferir al nuestro, va también porque no faltará en donde trabajar en una Diócesis tan vasta v tan necesitada. Mucho me alegro de que haya usted introducido el método de hacer misiones con toda regularidad.. Dios les bendecirá. Enviaré  el Reglamento para que, en lo posible, se ajuste a él.» ( Al P. Güel, 28-II-87.)

Desde Cuba tenía que volver a la Península, donde otros asuntos internos le reclamaban su intervención.

Los permisos que daba el P. Maller.

«Primero. Usted puede corresponder del modo que a usted le parezca con las personas que le han ayudado. Segundo. Hacer los gastos necesarios o razonables de correo, etc. Tercero. A la pobre monjita descalza, ídem. Cuarto. En limosnas hasta el 3 por 100 de lo que ustedes reciben, para su mantenimiento, vestido y calzado, en género o en dinero. Todo eso se lo autorizo para un año, y los años siguientes bastará pedirlos permiso sobre la pobreza. Para casos extraordinarios conviene pedirlos cada vez. Tal es el caso del cuadro que usted desea adquirir y para lo cual le autorizo. También autorizo a Sor Manuela para que ayude a usted en lo que pueda y quiera libremente hacer, como ayudar a las jóvenes, con vocación a Hijas de la Caridad, o bien obras de piedad y caridad. Item a Sor Braulia para percibir los atrasos, vender el cuarto y emplear el producto de la misma forma. (A Sor Simona, 21.XI.1874)

Ejercicios espirituales en 1887.

«Este año se han dado dos tandas de ejercicios espirituales al clero de ¡Madrid y hoy comenzamos la tercera; varias en Mallorca y tres en Oviedo, y actualmente se están dando una serie de tandas en; Sigüenza, entrando en una de ellas el señor Obispo. Otra serie se van a dar en Barcelona. Las que se han ido dando han producido algún fruto, a Dios gracias, y espero que lo mismo sucederá en adelante. También las misiones del año pasado dieron buenos resultadas.» (Al Padre Güel, 28-VIII-87)

Las alternativas de penas y alegrías en los trabajos apostólicos.

«Hace una semana y un día que llegué de una excursión por parte de Castilla, el bajo y el alto Aragón, toda Cataluña y las islas Baleares. En ella he visitado más de cuarenta Casas nuestras y de las Hermanas. Aunque no faltan miserias, como que todos somos hijos de Adán y Eva, y además cada cual es hijo o hija de su madre, hay también muchas almas de Dios en quienes su Divina Majestad hace resplandecer las riquezas de su misericordia. En resumidas cuentas es para alabar a Dios el bien que se hace.» Al P. Güel, 28-VIII-88.)

Estamos en este valle de lágrimas, es verdad;, pero no todas las lágrimas que en él se derraman con de tristeza; algunas también son de alegría y agradecimiento a la infinita bondad de Dios. Sin esas alternativas ¿quién podría llevar con paciencia este destierro? Esto nos muestra la bondad de nuestro Padre, que está en los cielos, que no quiere que nos apeguemos a esta vida ni a cosa alguna de ella, y por eso nos pone acíbar en lo dulce y, por otra parte,  la miel de la consolación en las amarguras,  para  que no perdamos la confianza. Somos unas pobres criaturas que tan pronto lloramos como reímos: qué miseria humana y qué misericordia divina! ´Láudamus Te, benedicimus Te, adoramus Te, glorificamus Te, gratias agimus tibi!´.» (A Sor Simona, 30-VIII-87.)

La pasión en las discusiones político-religiosas.

La cuestión política apasionaba a los católicos y a los misioneros también, y el P. Maller interviene y orienta: «Es difícil y casi imposible ocuparse en materias políticas, aunque sean político-religiosas, sin apasionarse. Estas últimas suelen apasionar aún más que las puramente políticas. La pasión siempre ciega. O por lo manos oscurece la razón. Eso no lo reconocemos en nosotros mismos y lo vemos muy claro en los demás, si éstos son del partido opuesto. De ahí el enardecimiento y la violencia que nos tenemos que hacer para no hacer explosión cuando nos parece ver mala fe y la injusticia en nuestro contrincante. Aun los mismos santos no siempre se libraron  de  caer en  exageraciones con  muy buena  intención.  ¡Cuanto más fácilmente caeremos los que no somos santos!

Esto supuesto no hay más remedio sino perdonarnos mutuamente y desconfiar de nuestro propio juicio. Tengamos una verdadera humildad y no nos enfadaremos por lo que nos digan ni diremos nada que pueda ofender. Con querer que los demás se reformen y nosotros quedar en lo que estamos, nada se adelanta, porque los otros dirán lo mismo, pues nadie piensa errar ni cometer injusticia. Todos estarnos de buena fe, muy satisfechos de que tenemos razón, no nos remuerde la  conciencia, etc., etc.».

¿Cómo remediar el mal?.

«Con la humildad; éste es el remedio eficaz. La soberbia nos arruina, la humildad repara la ruina, la soberbia nos hace perder la paz, la humildad nos hace hallar descanso. Persuádase, amigo mío, de que eso es la pura verdad. Véalo usted en el número séptimo del capítulo II de nuestras Santas Reglas, que bien claro lo dice allí nuestro Santo Padre.

Otro remedio sería abstenerse de leer periódicos. Yo ya lo tengo resuelto y hace como tres semanas que no los miro, a Dios gracias. Pruébelo usted y verá que buen resultado le da.» (Al P. Arnáiz, 9-XI-88.)

Mas sobre política.

«Usted habrá notado lo saladita que está la carta del Chantre de Granada. El pobre D. J. M. O. L. camina como gato sobre brasas en las advertencias que le preceden; yo quisiera ver como todos los firmantes de la felicitación se conformarían con la exposición del Sylabus por la Santa Sede y los Obispos, y cómo van a hacer para no prestar ayuda a ningún partido liberal; es decir, a ningún partido que no sea el único que no lo es más o menos.  ¡Pobre partidito, qué diminuto va a quedar si se atiene a eso! Pero, ¿cómo ha de atenerse a eso? Siempre será verdad que las intenciones subjetivas de unos cuantos no mudan el fondo y la naturaleza de una asociación, bando o partido. Esto lo estamos viendo hace más de cincuenta años. No entiendo bien el párrafo de la página 180 que comienza. «Con la tía verdulera: Respecto a la intervención, etc. Casi estoy tentado a decir: ¡Jesús! ¡Qué tontos son esos sabios!» (Id-II-81.)

El biógrafo.

El P. Maller era amigo de que las generaciones nuevas se miraran en el espejo de loe misioneros santos de las generaciones idas. Es frecuente en su correspondencia verle pedir, a los que los conocieron, datos concretos, rasgos edificantes, frases alentadoras y orientadoras, sin perderse en vaguedades que nada dicen.

Con este criterio reunió no pocos materiales para las biografías de los PP  Escarrá, Sanz, Borja, Diez, etc. La de este último se la confió al P. Arnaiz, y las otras, logró que se pusieran en el tomo de las Noticias.

La doctrina de Cristo nos conduce a la santidad.

«Está visto que vale más hablar poco y orar mucho, para que Dios se digne remediar nuestros males.» (Al P. Arnáiz en Oropesa, desde La Coruña, 28-XI-1867.)

Hagámonos santos, que para eso estamos en este mundo, en la Iglesia y en la Congregación. Todo lo demás es vanidad de vanidades y todo vanidad.» (Al P. Arnáíz, 13-XI-88.)

De que no se cansaba el P. Maller a sus setenta dos

«Como acabo de llegar estoy muy atracado en mi correspondencia. Diga, pues, tanto a los de la Merced como a los del Seminario, que aunque no haya contestado a su carta no pierdan la esperanza y que, si puedo, ya les escribiré. Como pueda, si puedo es mi más ardiente deseo contestar a todo el mundo; pero materialmente no lo puedo hacer. De hoy en ocho días cumplo mis setenta años y me canso de todo menos de amar a todos mis Hermanos y mis Hermanas.» (Al P. R- Güel, 08-VIII-1.887.)

Prosperidad de las Misiones.

«Tengo entendido que los misioneros de esa -Sigüenza- van bien. Y que las misiones producen mucho fruto. Tengo el placer de notificarle que lo mismo acontece a los de ésta, -así como a los de Badajoz, Teruel, Mallorca y Burgos (desde Arcos). Estos últimos están muy unidos y contentos y han caído bien. El señor Gómez y el señor Arzobispo están muy contentos » Al P. Arnáiz, 15-TI-89.)

Gratitud.

El P. Arnáiz le felicita con tiempo las Pascuas navideñas de 1888, y el P. Maller, atento como siempre, le contesta: «Mil gracias por su atenta felicitación; sea recíproca, de modo que ambos estemos cobijados dentro del Sagrado Corazón de Jesús. Allí sí que no nos podrán dañar nuestros enemigos». Más el P. Arnaiz es todo generosidad y de ella hace participar abundantemente a la Casa de los Cipreses. Por ello el Superior añade; «Se ha recibido el bulto o los bultos y su contenido. ´Retribuere dignare, Domine, ómnibus nobis benefacientibus propter nomen tuum vitam aeternam´ «.

La cuestión candente (Política).

«Siento mucho lo que se pueda llamar «cuestión candente» entre nosotros. Quisiera, dejando a cada uno su opinión, lo dejáramos todo en manos de Dios y de la Iglesia. Nada adelantamos en hablar de  eso  entre nosotros,  pues nada tenemos que decir. Reguemos a Dios que inspire a aquellos que gobiernan lo más conveniente. Hoy día ¿quién puede decir qué cosa práctica sea la que más conviene? ¿Cómo voy yo a remediar el mal en lo que toca a nuestra Provincia, si no es rogando a todos que se callen o, por lo menos, que no discutan? Esto, pues, les ruego a todos, que pacíficamente y sin ardor comuniquen lo que les parezca a cada uno y no se quieran imponer a nadie o, mejor aún, no hablar si no están seguros de que lo que dicen, no ha de desagradar a los demás.» (Al P. Arnáiz, 3-11-89.)

Da esta suerte iba el P. Maller gobernando la Provincia, y a sus más eficaces colaboradores para que fueran primero el cálculo de su vejez y luego recogieran su herencia. Más antes de esta eventualidad hemos de narrar otra gran salida de España para perfumar de nuevo el continente americano con la sabiduría de sus consejos y con el resplandor de sus virtudes.

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