Doctrina Social de la Iglesia (I)

Mitxel OlabuénagaFormación CristianaLeave a Comment

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CUESTIONES PRELIMINARES

Cuando el Papa Juan XXIII escribió su encíclica sobre la paz, la dirigió no sólo a los fieles católicos, sino también a todos los hombres de buena voluntad. Y lo mismo hicieron Pablo VI y Juan Pablo II en sus grandes encíclicas sociales.

Esto demuestra, ante todo, el carácter dialogante de la Iglesia con el mundo, pero también hace pensar que las encí­clicas que tratan de asuntos sociales o económicos tienen un contenido y peso humano y científico que es válido por sí mismo prescindiendo de las creencias religiosas.

En este sentido, cuando se habla de doctrina social de la Iglesia no debe entenderse esta expresión en un sentido reduccionista, corno si fuese una enseñanza exclusivamente religio­sa dirigida a los católicos. Esta interpretación es claramente equivocada.

El hecho de que los Papas, además de los razonamientos humanos y naturales propios de las ciencias sociológicas, incluyan algunas reflexiones y motivaciones de carácter teo­lógico y religioso es una cosa normal y válida que no afecta al razonamiento fundamental de la encíclica, simplemente le da una nueva perspectiva válida para los católicos.

La enseñanza social de los Papas no tiene directamente una finalidad religiosa. Pretende iluminar con la luz de la razón una serie de problemas prácticos y buscar soluciones que faciliten la convivencia social dentro del marco de la jus­ticia y la equidad, teniendo siempre en cuenta la dignidad de la persona humana, cualquiera que sea su condición.

Amplitud del concepto de Doctrina social.

De las encíclicas de los Papas, de otros documentos de la Iglesia y de los comentarios de los diversos autores, es fácil deducir que la doctrina social de la Iglesia es el conjunto de enseñanzas que ésta propone acerca de los problemas que afec­tan a la persona humana en los aspectos sociales, políticos, eco­nómicos, etc.

El concepto de doctrina social es, pues, muy complejo por la amplitud de su contenido, por la diversidad de situaciones concretas en que se manifiesta y por la evolución de las coyunturas sociales, económicas, políticas o culturales.

La cuestión social no se refiere solo a las injusticias o dificultades en el sentido económico y laboral; también exis­ten graves problemas en las relaciones comerciales interna­cionales, las deudas entre los países, el subdesarrollo cre­ciente, la política familiar, los abusos contra el medio ambiente, los movimientos migratorios, las discriminacio­nes, la bioética, el hambre…

La doctrina social de la Iglesia es una ciencia fronteriza, es decir, limita con otras muchas ciencias (economía, sociolo­gía, derecho, demografía, ética, etc.), penetra en su campo y tiene con ellas una estrecha relación. Este aspecto añade dfiicultades específicas a la hora de entender correctamente la complejidad de los problemas y sus soluciones.

La Iglesia admite que las ciencias humanas tienen una legítima autonomía pero cree que es necesario un diálogo interdisciplinar , porque la realidad humana y el sentido del hombre «en su totalidad» muchas veces escapa a los aspectos particulares de una ciencia; y solamente en una síntesis puede llegarse a una visión global adecuada (OA. 40).

La Iglesia, por otra parte, tiene un concepto de la antro­pología que va más allá de la filosofía y entra en el campo de la teología para considerar aspectos humanos bajo el punto de vista de la revelación divina.

Importancia del conocimiento de esta doctrina social

La conciencia social se ha despertado notablemente en amplios sectores de la población y, en términos generales, se puede afirmar que esta conciencia tiene manifestaciones posi­tivas y prácticas que se concretan en la colaboración activa para la solución de problemas puntuales.

Este hecho se debe a una mayor y mejor información acerca de los problemas sociales tanto a nivel nacional como a nivel internacional, y a las campañas dirigidas a despertar el sentido de la solidaridad, así como a los programas organizados para resol­ver situaciones problemáticas concretas. En este sentido, las Organizaciones no gubernamentales (ONGs) contribuyen de forma positiva y eficiente a la creación o incremento del senti­do de la justicia y de la solidaridad ordenada, al mismo tiempo que prestan una valiosa ayuda económica y técnica para resol­ver muchos problemas.

Sin embargo, quizá sea una conciencia poco clara y sin suficiente profundidad. Esto parece especialmente cierto en lo que se refiere al conocimiento de la doctrina social de la Iglesia. Son muy pocas las personas que leen y estudian las enseñanzas de los Papas y menos las que tratan de aplicar en sus actividades esta doctrina.

Es de gran importancia conocer y llevar a la práctica la doctrina social de la Iglesia (MM.221), especialmente su enseñanza acerca de la dignidad de la persona humana, aun­que esto suponga algunas dificultades (MM.226-230). El olvido de esto, a favor de un egoismo incontrolado, es la causa principal de muchos conflictos sociales y conduce, ade­más, a la instrumentalización de las personas con fines parti­culares (0A.39).

Lectura cristiana de lo social

La Iglesia quiere aclarar las realidades humanas y sus problemas a la luz del evangelio, pues es la persona humana lo que hay que salvar, es la sociedad lo que hay que reno­var (GS.3).

La enseñanza social de la Iglesia no es una simple socio­logía; es una enseñanza cristiana respecto a lo social. Trata de indicar la responsabilidad y tarea de todos, en especial de los cristianos, en el campo de los problemas sociales y pretende, al mismo tiempo, la creación de un consenso generalizado para buscar una solución adecuada a los diversos problemas que afectan a la mayor parte de la humanidad. La doctrina social de la Iglesia es una rama de la teología moral y se sitúa en la conjunción entre la visión transcendente de la persona y los conocimientos de las ciencias sociales y de las ciencias antropológicas. La doctrina social de la Iglesia es un conjun­to de principios básicos de los que se deduce una serie de con­clusiones prácticas para resolver los problemas concretos que se presentan en cada momento histórico. En este sentido, ha escrito el Papa Juan Pablo II: «Quiero proponer ahora una relectura de la encíclica Renm novartun para descubrir la riqueza de los principios fundamentales formulados en ella» (CA. 3).

La enseñanza social de la Iglesia ha nacido del encuentro del mensaje evangélico con los problemas que surgen en la sociedad. Y ha elaborado una doctrina que utiliza los recursos de las ciencias humanas y de los aspectos técnicos sobre los que proyecta la luz de los principios éticos; y asi, ofrece un conjunto de principios de reflexión, criterios, juicios y direc­trices de acción

Lectura vicenciana de los problemas sociales

San Vicente realizó durante su vida una gran cantidad de obras (fundacionales, caritativas, apostólicas, eclesiales…). Pero en todas esas obras hay algo de común ; el profundo amor hacia los que padecen alguna necesidad material o espiritual. Ese amor a los pobres fue el motor fundamental de sus múlti­ples actividades.

San Vicente supo leer el gran signo de su tiempo: los pobres. Las personas concretas que sufrían las consecuencias de la pobreza y demandaban ayuda. Pero el santo no era un teórico, ni un simple sociólogo, ni un violento. Su lectura tuvo las siguientes cualidades:

Leyó con la inteligencia, para comprender los problemas y buscar las soluciones adecuadas y posibles.

Leyó con el corazón, para sufrir con los que sufrían y lle­var calor humano y caridad cristiana junto con la ayuda mate­rial.

Leyó con la imaginación, para buscar soluciones audaces y aventurarse por caminos nuevos, no siempre comprendidos.

Leyó con las manos, para trabajar con eficacia, en vez de perderse en declaraciones y discursos que a nada conducen.

Leyó con espíritu evangélico y desde su opción por los pobres para mantenerse siempre fiel dentro de los límites de la caridad y del amor hacia todos.

San Vicente, lleno de caridad cristiana, creó obras e insti­tuciones que garantizasen la continuidad de su ayuda, suscitó en muchas personas la conciencia de su responsabilidad para ayudar a los necesitados, cediendo parte de sus bienes o dedi­cando su vida al servicio de los demás.

En la esfera de la alta política tuvo varias intervenciones personales en busca de la paz. Acudió personalmente a Richelieu, a la reina Ana de Austria, a Mazarino, al Papa Inocencio X. Ninguna de estas gestiones consiguió el resulta­do pretendido; pero estos fracasos no le produjeron resenti­miento, ni tuvo malas palabras contra nadie, ni soliviantó a nadie contra el prójimo.

Pero hay todavía otro aspecto. No responde a la cuestión de qué hizo san Vicente, sino a por qué obró así. Pues bien, san Vicente actuó de esa manera porque no solamente leyó los signos de los tiempos a la luz del evangelio, sino que interiorizó esa lectura, asimiló su contenido y sus exigencias; y sus ideas se convirtieron en vivencias. Porque el simple cono­cimiento de las cosas no mueve necesariamente a la acción o lo hace de una forma esporádica, a veces superficial y casi nunca con perseverancia, especialmente si surgen dificulta­des. En cambio, las vivencias, porque forman un modo de ser y de vivir, dan una nueva visión de las realidades, impulsan a la persona para que tome decisiones y se comprometa con tenacidad y constancia.

San Vicente interiorizó la palabra con la reflexión y, sobre todo, con la oración. Esta perspectiva sobrenatural hizo que la vivencia de las realidades humanas adquiriese una nueva manera de ser y le llevase a «obrar la verdad con amor» (Ef.4,1 5).

De toda esta reflexión se puede deducir que una lectura vicenciana de las cuestiones sociales supone siempre la interiorización de la palabra para buscar con audacia, humildad y competencia las causas de la pobreza y emprender concretas, apropiadas y efectivas soluciones a corto y a largo plazo.

Fuentes de la doctrina social de la Iglesia

La Iglesia tiene como fuente fundamental de su doctrina la enseñanza de la revelación. Y esto es así porque dicha doc­trina es parte de la teología.

Pero la Iglesia también acepta como válidos los prin­cipios y conclusiones de las diversas ciencias sociales en sus respectivos campos de competencia.

Sin embargo, en el caso del derecho, la Iglesia acepta de manera indiscutible la existencia del Derecho natural y de la ley natural.

La Iglesia siempre ha admitido como cierto la existencia de una ley escrita por Dios en el corazón humano (cfr.Rom.2, 1 5). Pero ha venido insistiendo en esto de manera más enérgica desde que comenzaron a manifestarse en algu­nas naciones las aberraciones prácticas de un positivismo jurí­dico extremo.

Pío XI, Pío XII, y Juan XXIII enseñaron con toda cla­ridad lo erróneo y peligroso de ciertas formas de positivismo jurídico y la necesidad del derecho natural como fundamen­to de un orden jurídico justo que frene las desmedidas preten­siones de gobiernos autoritarios, sin ética y sin respeto a los ciudadanos. El Concilio Vaticano II (GS.1 6) dio por sentada esta doctrina y Juan Pablo II ha insistido larga y profunda­mente sobre este tema.

Anselmo Salamero

La Milagrosa

 

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