Los «cursos de reflexión vicenciana», llamados en los ciclos anteriores «de profundización vicenciana», comenzaron su andadura el año 1994 como consecuencia del malogrado «Instituto Vicenciano de la Caridad». Durante los 3 primeros años se desarrollaron en Salamanca; a partir del 1997, en Ávila, durante el mes de julio. Esta iniciativa de dos cursos consecutivos, dirigida a padres y hermanas en conjunto, supone ya la formación inicial y se inscribe dentro de la permanente. Con ellos se pretende llevar a cabo una iniciativa distinta y complementaria en el conjunto de las que actualmente existen: Estudios Vicencianos de Salamanca, de 3 cursos consecutivos, para hermanas; Sesiones Vicencianas, en París, de un mes, para hermanas; Secretariado Internacional de Estudios Vicencianos (SIEV), de un mes, para misioneros: Centro Internacional de Formación, para misioneros, en París (CIF)… La novedad principal de los cursos de reflexión vicenciana y, por lo tanto, su aportación fundamental, está en la orientación. No se busca tanto volver la mirada a los orígenes de nuestra vocación vicenciana (historia, contextos culturales de la época de San Vicente, actitudes personales de nuestro fundador…), cuanto aplicar la Teología actual al carisma vicenciano para «ensanchar» la mirada vicenciana. Con otras palabras, se trata de profundizar en la vida vicenciana desde la actualidad. Así, pues, en estos cursos se pretende ofrecer al vicenciano (padres y hermanas) una reflexión sistematizada sobre la Misión y la Caridad, que le ayude a profundizar en su ser y quehacer en la sociedad y en la Iglesia hoy. El ser y quehacer vicenciano o, en otros términos, la revitalización vocacional y la eficacia apostólica hacia el pobre, son los objetivos que persiguen estos cursos; objetivos que entroncan de lleno con el sen tido de la formación permanente.
Vayamos ahora al contenido. La mayor parte de las materias que se proponen están orientadas por el doble principio de «La Misión» y «La Caridad», las dos grandes líneas ministeriales que sintetizan el carisma vicenciano. Sabemos que, desde la perspectiva vicenciana, hoy no se pueden separar ambas realidades. Es más, el mismo San Vicente se muestra contrario a marcar una división demasiado profunda entre Misión y Caridad, entendidas éstas como asistencia espiritual y material al pobre, respectivamente. En nombre de la evangelización, a los misioneros también les corresponde estar cercanos al servicio material. «Si alguno piensa -en esta ocasión San Vicente se dirige a los misioneros- que ha venido a la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las materiales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las maneras… Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra» (XI, 393). Con la misma fuerza hay que sostener que la asistencia espiritual no es ajena al cometido de la Hija de la Caridad. En este caso, San Vicente no es menos claro ni contundente: «Las Hijas de la Caridad van a Angers para asistir a los pobres enfermos del hospital de dicha ciudad, corporal y espiritualmente: coporalmente, sirviéndoles y administrándoles el alimento y las medicinas, y espiritualmente, instruyendo a los enfermos en las cosas necesarias para la salvación» (X, 680). Las Constituciones de las Hijas de la Caridad recogen esta doctrina de San Vicente, a la vez que indican la forma concreta de llevar a cabo la labor evangelizadora, esto es, a través del servicio material. Con la misma fuerza se sostiene que los misioneros no pueden desentenderse del mundo de la pobreza y la marginación, ni de las injusticias sociales y sus causas, si verdaderamente quieren mantenerse fieles a su vocación vicenciana. La Misión y la Caridad no parece que sean dos realidades separadas o separables sino implicadas mutuamente, hasta el punto de formar un todo indivisible. La conclusión a que nos lleva todo esto se impone por sí sola: si una Hija de la Caridad está llamada también a ser evangelizadora, eso quiere decir que en sus planes de formación (inicial, permanente…), de alguna forma tiene que verse reflejada esta realidad. Lo mismo cabe decir de los misioneros, por lo que se refiere al tema de la Caridad. Las Constituciones de la Congregación de la Misión en el n.’ 87 & 2 ratifican esta conclusión, al afirmar que «la formación de los nuestros ha de orientarse primordialmente al servicio de la Palabra y al ejercicio de la Caridad para con los pobres».
He aquí el diseño académico completo para profundizar en las dos líneas ministeriales que sintetizan el carisma vicenciano, la Misión y la Caridad:
Para el primer curso:
- «La Iglesia, ante el problema de la pobreza, antes y después de San Vicente».
- «¿Cómo debe situarse un vicenciano ante nuestra sociedad actual: sistemas culturales, religiosos, económicos y políticos en relación con la pobreza y la marginación»?
- «Subrayados vicencianos e implicaciones prácticas ante la sensibilidad emergente social del tema de la solidaridad».
- «Teología de la Liberación: planteamientos fundamentales y conexión con la espiritualidad vicenciana».
- «Teología narrativa y carisma vicenciano de la Caridad».
Para el segundo curso:
- «Resumen histórico de la evangelización desde una perspectiva vicenciana: desde los orígenes hasta el Vaticano II».
- «Algunos aspectos de la evangelización en una sociedad de increencia y desde una perspectiva vicenciana».
- «Areópagos actuales para la Misión Vicenciana».
- «Acción evangelizadora vicenciana: catequesis de adultos y misiones populares».
- «Familia Vicenciana y tarea evangelizadora».
Las asignaturas apuntadas se imparten por las mañanas. Por las tardes, durante hora y media cada día, se tienen diferentes Talleres para tratar, de otra manera, la misma temática que se ha desarrollado por la mañana. Eso quiere decir que algunos títulos de los Talleres son idénticos a los de las asignaturas, aunque no todos
Los tres Talleres, que apuntamos a continuación, exceden a toda la temática apuntada: «Metodología vicenciana» (pautas para elaborar un trabajo desde las fuentes y ateniéndose a las normas de «presentación de originales»); «¿Cómo utilizar el ordenador y el Internet en los escritos vicencianos?», y «Presentación de materiales modernos útiles para explicitar la espiritualidad vicenciana».
La metodología de los talleres pretende ser diferente a la de las clases. Como su mismo nombre indica, se busca que el alumno participe más activamente en el planteamiento y estudio de los temas. Para ello, el profesor deberá presentar algún documento, algún escrito, algún hecho histórico…, relacionado con el tema desarrollado por la mañana, para que los alumnos trabajen sobre ello.
Después del estudio y la reflexión
Las materias tratadas en los dos años nos parecen suficientemente sugerentes como para que los participantes se vean animados a profundizar en algunos aspectos que más interesen. Como somos conscientes, por otra parte, de que veinte días (aproximadamente desde el 10 al 30 de julio) no es tiempo suficiente para ello, se invita a todos los que participan en los cursos, a que durante el año lo hagan por su cuenta, profundizando el aspecto que más le interese a cada uno y plasmando sus reflexiones en un trabajo escrito.
Como ya hemos apuntado anteriormente, estos cursos van destinados a padres y hermanas en conjunto. En cada ciclo (llevamos ya tres, y este próximo julio comenzaremos el cuarto) han participado 26 vicencianos. El hecho de participar padres y hermanas tiene la ventaja de que, desde el punto de vista vicencial y experiencial, las distintas vocaciones se enriquecen porque entre las dos encarnan, de una forma mucho más completa, el carisma vicenciano de la Misión y la Caridad.
Así lo han expresado, año tras año, los distintos participantes. Sobre lo presentado, puede el profesor organizar un diálogo para ver los diferentes puntos de vista o para aclarar; en definitiva, para profundizar sobre la materia.