Fundamento cristológico del carisma
Mi vivir es Cristo (FIp 1, 21)
1) Todo cristiano, como san Pablo, debe tener su propia cristología, mi vivir es Cristo (Flp 1, 21), que consiste en el modo cómo responde a la interpelación que Cristo le hace para seguirlo e imitarlo: Ven y sígueme (Mt 9, 9; Mc 2, 13-17; Lc 5, 27-32).
2) El carisma de los fundadores, reconocido por la Iglesia, consiste en el compromiso eclesial que ellos asumieron después de gozar y vivir la experiencia surgida de la contemplación de Cristo entregado a la oración en el monte, anunciando el reino de Dios a las multitudes, curando a los pacientes y enfermos, convirtiendo a los pecadores al buen camino, bendiciendo a los niños y haciendo el bien a todos, cumpliendo siempre la voluntad del Padre que lo envió. Tal experiencia es una experiencia del Espíritu según nos enseña el documento «Relaciones Mutuas» que se revela y es trasmitida a los propios discípulos para que ellos vivan el carisma, lo custodien, profundicen en él y lo desarrollen constantemente en sintonía con el Cuerpo de Cristo, en crecimiento perenne.
Novedades que aporta el carisma
Los Institutos en la Iglesia son muchos y diversos, cada uno con su propia índole, pero todos aportan su propia vocación… (MR 1 1).
3) Las ideas expuestas se completan con estas otras vertidas en «Relaciones Mutuas» antes citado: la índole propia del carisma lleva más, un estilo particular de santificación y de apostolado que va creando una tradición típica, cuyos elementos objetivos pueden ser fácilmente individualizados. Lo cual significa que el carisma, la santificación y el apostolado van de la mano.
4) Según el mismo documento, dos peligros acechan: el de la imprecisión y el de la ambigüedad en el modo de estar y de vivir el carisma en la Iglesia. Para evitar tales peligros y mantener la genuina carga de novedad del carisma vicenciano en la vida espiritual y apostólica, es necesario conocer sus rasgos característicos, adaptarlos, renovarlos y completarlos, y verificar constantemente la fidelidad al Señor y la docilidad al Espíritu.
Carisma común y carismas personales
La diversidad y los carismas de cada uno contribuyen a acrecentar la comunión y a hacer la misión fructífera (C 22).
5) El carisma común puede ser enriquecido con los carismas personales, ya que cada uno de los miembros de la comunidad tiene sus propios dones otorgados por el Espíritu Santo para enriquecer, desarrollar y rejuvenecer la vida del Instituto (MR 12). Sin embargo, todo debe ser bien matizado mediante un esmerado discernimiento, hecho a la luz de lo que es el carisma común, a fin de evitar, por una parte, los posibles desajustes entre el don común y los dones personales y, por otra, acrecentar la comunión y hacer la misión fructífera.
El Evangelio, fuente principal de la inspiración vicenciana
La doctrina de Cristo no falla… (RC, II, 1)
6. Todos están de acuerdo en que san Vicente tuvo la sagrada Escritura como la fuente principal de su inspiración. A su luz resolvió muchas cuestiones, no sólo de su propia vida espiritual, sino de la vida espiritual de las personas de quienes fue director y mentor en los caminos de la santidad. De san Vicente, surgió el consejo de preguntarse qué es lo que nuestro Señor haría en una circunstancia determinada y ante un problema concreto, para conformar nuestra conducta al comportamiento de nuestro Señor (cf. XI, 239-240).
7) Un rasgo, pues, de la cristología vicenciana es que dimana directamente le la sagrada Escritura y muy particularmente del Evangelio. De las 1.083 veces lúe san Vicente citó explícitamente la sagrada Escritura, 829 son del Nuevo Testamento. De éstas, 512 son de los Evangelios, 251 de san Pablo y el resto, hasta completar la cifra de 829, de los demás libros neotestamentarios.
8) El número de citas es significativo, pero no determinante. Se ha suscita- lo la cuestión de si san Vicente se inspiró más en un Evangelio que otro. Si aten- lomos al número de citas, habría que dar el primer puesto al Evangelio de san Rateo (262 citas). Otros, en cambio, creen que el Evangelio de san Lucas es la Dente principal de inspiración vicenciana. Allí, san Vicente encontró los textos 118 citas) que más le conmovieron»’.
9) La cuestión sobre la principalidad de la fuente neotestamentaria que SanVicente más usó, depende de los fines que pretendía. Si quería insistir en el respecto evangelizador de la Congregación de la Misión, era san Lucas el que ofrecía textos verdaderamente inspiradores. Si lo que se intentaba, era urgir eI esfuerzo de los misioneros para alcanzar la perfección moral, entonces era el evangelio de san Mateo, la fuente más abundante. Si buscaba poner de relieve eI aspecto religioso, teológicamente considerado, del misionero ansioso de imitar a Cristo en sus relaciones filiales con el Padre, encontraba en san Juan los pasajes más iluminadores.
10) San Vicente fue hombre de su tiempo. Se han estudiado las fuentes de ti pensamiento. Se conocen algunos de los hombres que influyeron en él (Berulle, un Francisco de Sales, Andrés Duval, etc.). Sus lecturas (san Francisco de Sales, Jis de Granada, Alonso Rodríguez, santa Teresa, Benoit de Canfield, los cuerpos normativos de los jesuitas, etc.). Los estudios que hizo y los autores que, según las circunstancias debió consultar, tanto en el campo de la teología como en el de la espiritualidad y en el del derecho civil y canónico, dejaron huella en él.
El Cristo contemplado por san Vicente
Él es el que habla y a nosotros nos toca estar atentos a sus palabras y entregarnos a su Majestad (XI, 429).
11) El hecho de que san Vicente ho haya escrito tratado alguno de teología dificulta conocer bien la amplitud de su pensamiento sobre Dios, Cristo, la Iglesia, el hombre, los pobres etc. y la dimensión teológica de sus afirmaciones. El P. Dodin, teniendo en cuenta las 8.000 y más páginas de los escritos de san Vicente, afirma que hace falta tiempo para llegar a discernir las bases dogmáticas sobre las cuales se funda la experiencia «religiosa» de san Vicente’. El P. Antonino Orcajo, en su trabajo sobre la espiritualidad de san Vicente, se ha fijado en la triple faceta de la misión de Cristo: glorificadora, creadora y salvífica. En los tres capítulos, pone de relieve los aspectos cristológicos que considera más importantes a la luz de lo que san Vicente dijo. Esta exposición no quita que se puedan hacer otras desde otros presupuestos teológicos. La cristología vicenciana todavía no es una cristología perfectamente acabada.
12. Teniendo en cuenta el tema general del revestimiento de Cristo y el particular de Cristo, Regla de la Misión, considero útil la contemplación de Cristo en tres momentos distintos.
1º. Enviado por el Padre al mundo… (RC 1, 1).
13) San Vicente propuso con frecuencia el misterio de la santísima Trinidad como fuente y origen de todo, aludió a los designios eternos: Dios, desde toda la eternidad, pensó en la Congregación de la Misión (cf. XI, 94, 327, 731); desde toda la eternidad, pensó en las obras que llevan a cabo los misioneros (cf. IV,499). San Vicente pensó, como san Pablo, que los designios de Dios sobre cada uno de nosotros existen desde siempre, él nos eligió antes de crear el mundo para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por el amor… (Ef 1, 3-19)
14) Estos pensamientos de san Vicente y otros muchos más, vertidos como al azar en sus cartas y conferencias, son indicios claros de que contempló el misterio de la Trinidad desde la perspectiva de la economía de la salvación. Todo se decide entre las tres divinas personas; todas ellas son agentes de la creación, de la encarnación, de la redención y de la santificación. Nadie, pues, como la segunda persona, bajada del cielo, puede dar testimonio más válido de lo que en el arcano divino sucede. El mismo Jesús lo dijo: Las cosas que yo os digo no las digo como mías: es el Padre que está conmigo realizando sus obras…el mensaje que oís no es mío, sino del Padre que me envió. Esto es lo que tenía que deciros mientras estaba con vosotros… (Jn 14, 10, 24).
15. La importancia de este aspecto es ver en Cristo, no sólo la segunda persona de la Trinidad hecha carne, sino ver en ella el testigo más creíble de los designios de Dios y el mejor mediador entre nosotros y el resto de las divinas personas. Jesús es el pontífice que mejor nos une con el Padre y el Espíritu Santo (Heb 5). Esta visión será rica en consecuencias, porque:
a) Introduce al misionero vicenciano en el misterio de la misión de Cristo, como muy bellamente dijo san Vicente: hemos sido llamados para participar en los planes del Hijo de Dios ¡Qué grande es eso!… (cf. XI, 387).
b) Pone de manifiesto en la cristología vicenciana el matiz transcendente que ayudará al misionero a superar la tentación, hoy frecuente, de ver a Cristo casi únicamente desde la inmanencia, y a mantenerse en el justo punto de ver a Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre, trascendente e inmanente.
2º. Formó en ella (María) un cuerpo (XI, 606)
16. En la conferencia del 26 de septiembre de 1659, san Vicente describió cómo se realizó el misterio de la encarnación: Aquel hermoso regalo de la segunda persona de la santísima Trinidad; el Espíritu Santo, reuniendo la sangre más pura de la santísima Virgen, formó con ella un cuerpo, luego creó Dios un alma para informar aquel cuerpo y a continuación el Verbo se unió a aquella alma y a aquel cuerpo por una unión admirable, y de esta forma el Espíritu Santo realizó el misterio inefable de la encarnación (XI, 606). El arraigo del Hijo de Dios en la humanidad, por medio de María, su entrada en la historia, el haberse hecho hombre como los hombres, son algunos de los aspectos más relevantes de la cristología vicenciana.
17) A san Vicente le interesó lo que Cristo sintió, pensó e hizo, cómo se comportó como hijo, como ciudadano, ante la ley y sus representantes, ante los ricos o pobres, como predicador de la Buena Nueva, como fundador de una comunidad apostólica, como hombre que dijo ser Dios y, por decirlo, lo mataron, cumpliéndose así otro gran designio divino: la redención del género humano.
18) La encarnación no rompió en Jesús la unión con el Padre. San Vicente se conmovió al meditar sobre la cercanía psicológica de Jesús a la de los hombres: No solamente tomó nuestras formas naturales de hombre, sino en cierto modo las morales: un entendimiento como nosotros, una manera de percibir las cosas físicas semejante a la nuestra, una voluntad que lo llevaba, como a nosotros, a lo que el entendimiento le presentaba como bueno y hermoso; juzgaba de las cosas naturales como nosotros juzgamos; y así se ve en las comparaciones que ponía: el grano de trigo…, la semilla…, el comerciante…, el leño verde y el leño seco…, etc. Tenía también la misma forma de obrar, caminaba como nosotros, trabajaba como nosotros. En una palabra, para mejor acercarse a nosotros, se hizo semejante a nosotros; y como la semejanza engendra amor, quiso parecer y obrar como nosotros, para hacerse amar; quiso injertarse en nuestra naturaleza para unirnos a él; se hizo hombre para hacernos ver, por su forma de vivir, cómo hemos de vivir nosotros. Era la imagen del Padre (XI, 543-544).
3. He sido enviado a evangelizar a los pobres (Lc 4, 18)
19) La misión de Cristo evangelizador de los pobres es para san Vicente el punto de arranque de la vocación del misionero. Repetirá muchas veces que la Congregación y cada uno de los misioneros son continuadores de la misión de Cristo. De esta misión, adquieren el sentido vicenciano más genuino, los demás contenidos cristológicos. Por eso mismo, para san Vicente, Cristo evangelizador de los pobres es el modelo completo del misionero y de la Congregación. En todo momento, hace referencia a Cristo evangelizador de los pobres. En cada capítulo de las Reglas Comunes, en cada conferencia y exhortación a los misioneros, en la correspondencia personal, siempre aparece Cristo evangelizador de los pobres, como quien tiene la última y decisiva palabra.
20) Con razón, el mismo san Vicente, al poner a Cristo como la Regla de la Misión, no solamente colocó a la persona de Cristo por encima de toda normativa, sino que, además, creó la fuente más fecunda de la espiritualidad vicenciana: Ante todo, cada uno de nosotros se esforzará por convencerse de esta verdad: que la enseñanza de Cristo no puede engañar nunca, mientras que la del mundo es siempre falaz. El mismo Cristo afirma que ésta es como una casa construida sobre arena, mientras que su propia doctrina es como un edificio fundamentado sobre roca sólida. Por eso, la Congregación profesará el obrar siempre según las enseñanzas de Cristo, nunca según las enseñanzas del mundo (RC II, 1).
4º Nuestro Dios y Señor Jesucristo, después de encarnarse, se dignó padecer muerte de cruz… (X, 305)
21) Cristo evangelizador de los pobres no se limitó a pregonar la Buena Nueva, fue también el redentor de toda la humanidad. La evangelización adquirió sentido pleno con la redención. Evangelización y redención son inseparables, son dos elementos esenciales del mismo plan de salvación, pensado por Dios desde toda la eternidad. Para hacer que los pobres abandonados participasen de la redención, fundó san Vicente la Congregación de la Misión (cf. X, 305). Por tanto, el Cristo redentor es también otra faceta de la cristología vicenciana, complemento y motivo de la tarea evangelizadora del misionero vicenciano.
22) Lo mismo hay que decir de la eucaristía, memorial del misterio pascual y culmen de la evangelización, como afirma el decreto «Ad Gentes» del Vaticano II: Por la predicación y por la celebración de los sacramentos, cuyo centro y cumbre es lo eucaristía, la actividad misionera hace presente a Cristo autor de la salvación. San Vicente vio en la celebración de la eucaristía, sacrificio y sacramento, el mejor medio de honrar los misterios de la Trinidad y de la encarnación (cf. RC X, 3). Su experiencia misionera lo llevó a la comprensión del valor de los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía, hasta convertirlos en dos signos de la misión popular vicenciana.
Conclusión
23. Hemos indicado aquellos misterios de Cristo que considero básicos para la mejor comprensión del carisma vicenciano. Todos los contenidos teológicos y todas las exigencias espirituales que de tales misterios emanan, deben ser leídos, estudiados y meditados unitariamente y a la luz de lo que, como dijimos, es central, Cristo evangelizador de los pobres. Si no se hace así, se corre un doble riesgo: el de la fragmentación y el de la falsificación, con la confusión consiguiente en los principios y las desviaciones en el comportamiento.






